Notas sobre el esquema corporal (I)
Notas sobre el Esquema Corporal (I)
Prof. Dr. Roberto C. Frenquelli
Este bebé que acaba
de cumplir cuatro meses nos muestra cómo alcanza a tomar con sus manitos sus piecitos. Esta proeza es
indicativa de algo que buscará afanosamente, casi sin darse cuenta, a lo largo
de toda su vida: su integración, su sentimiento de mismidad. Alguien podría
decir, seguramente poseído por un aire malamente simplista, que solamente un
“movimiento reflejo”. Grave error. Este hombrecito busca, investiga con el
ánimo de un explorador. La sensación bifronte desde todas sus extremidades, la
incurvación del tronco y del cuello le van indicando que se trata de él mismo!
Nada más, nada menos!
Sensaciones
táctiles, térmicas, de presión e inclusive dolorosas, sumadas a las propioceptivas
vestibulares, bien trabadas con la emoción placentera de lo nuevo, del
descubrimiento. Trazos que serán la base de su memoria procedimental, después
llevados al plano de lo declarativo. Base de futuras hazañas en el plano de lo
virtuoso, como los juegos, la danza, el canto y la música. Pues la
coordinación, la síntesis de ambas mitades del cuerpo, de los segmentos
inferiores con los superiores, la conexión con el tronco y la cabeza, la mirada
y la sonrisa componen una melodía del movimiento que volverá, sin palabras,
cuando cansado acune a su niño, abrace a su compañera, estreche sus abrazos con
los amigos.
Es cierto que
utiliza sus reflejos..., a qué otra facultad nerviosa podría apelar? Pero no es
menos cierto que gozosamente va construyendo sus posibilidades, su psiquismo
insito en el tesoro íntimo de su cuerpo. Almita y cuerpito juntos, atados de
manos y pies.
Es por eso que
confinar esta descripción semiológica al plano de la “psicomotricidad” es
achicar el sentido de la vida que palpita en el movimiento como base
fundacional del psiquismo.
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