El reflejo tónico cervical asimétrico
El
reflejo tónico cervical asimétrico
Prof.
Dr. Roberto C. Frenquelli
Tal vez por su
sinonimia, “reflejo del esgrimista”, es uno de lo más famosos reflejos arcaicos
que pueden observarse en un recién nacido. Como todos los de su grupo tiene
importancia tanto por los aspectos psicofisiológicos que se desprenden de su
compresión íntima, como por su valor indicador de posibles patologías en casos
donde su presentación o retiro está alterada.
No siempre resulta
fácil de observar, sobre todo en su versión completa. En la posición de
decúbito dorsal, es decir “panza arriba”, cuando el bebé gira su cuello hacia
uno de los lados, por ejemplo el
derecho , el miembro superior del mismo lado se extiende,
mientras el opuesto, se flexiona. Resulta así posible pensar en la clásica y
elegante postura del esgrimista.
Este niño de pocos
días de vida, alrededor de unos diez, nos permite observarlo perfectamente. Es
evidente que los ojos se alinean en dirección de la mano. La postura ha sido
desencadenada por la rotación de la cabeza. Intervienen
los centros espinales vinculados a los músculos cervicales, más los centros
laberínticos y vestibulares del Tronco conexos al gobierno del control de la
postura, tributarios de otros relevos cerebelosos y cerebrales subcorticales.
Es más fácil
observarlo en versiones incompletas, sin la extensión total del miembro cercano
al rostro, sin la flexión total del miembro cercano a la nuca. También se
genera en la posición de decúbito ventral, es decir “panza abajo”. En este caso el miembro que se flexiona es el
rostral, mientras se extiende el nucal. Es decir, es inverso al de la posición
en decúbito dorsal. El observador inclinado hacia la aptitud semiológica fina
debe estar siempre muy atento, al acecho. Muchas veces la mejor manera de encontrarlo
es precisamente sin buscarlo en forma obstinada. Manipulando el niño con
suavidad, colocándolo sobre el plano del lecho, esperándolo, suele aparecer en
la espontaneidad de los movimientos que se van dando por sí solos.
Su gran valor se
centra en la integración de la mano, la boca y la mirada. Toda una
aventura a la hora de ingresar al mundo objetal, ese que late en ida y vuelta
con nuestra subjetividad. Interviene en la integración de un hemicuerpo, cosa
que facilitará después la síntesis con el contralateral, dando paso a la imagen
unitaria, de integridad.
En los niños con Down
no es verificable. Su persistencia más allá de los tres meses abre una perspectiva de alarma acerca del
bienestar del niño. Como sabemos, los reflejos arcaicos deben quedar sepultos
para dejar el paso a las funciones propias de los rendimientos más
sofisticados. No obstante, como queda dicho, son el fundamento obligado de todo
el desarrollo.
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