La sonrisa del bebé
ISSN 2422 7358
La sonrisa del bebé
Es cierto que los bebés “vienen más avivados”?
Profesor R. C. Frenquelli
Acostumbrados a
encorsetarnos en una suerte de conocimiento esquemático, solemos diferenciar la
“sonrisa refleja” de la “sonrisa social”. Una categorización que suele
entenderse con cierta prepotencia burocrática. Antes de los tres meses, es
meramente “refleja”. Luego, progresivamente, será “social”.
Nunca se insistirá
demasiado con la necesidad de reconocer las escalas como simples guías mnemotécnicas,
útiles para poner cierto orden en el laborioso recuerdo del principiante.
Este niño, de poco
menos de seis semanas, sonríe claramente ante la mirada de sus padres, incluso
fija su vista en la maravillosa máquina fotográfica que curiosamente llamamos
teléfono.
Si bien es cierto
que la sonrisa nos es donada por la preprogramación genética, no es menos
cierto que casi siempre es también social. Por no decir siempre. Podrá
ofrecerse como contraejemplo el caso de la sonrisa durante el dormir / soñar del
lactante menor de un mes. Podrá sostenerse que el bebé, en este caso, inequívocamente sonríe en forma refleja.
Tengamos cuidado
con la idea de lo “reflejo” como meramente automático. El bebé de marras ha
sonreído en el contexto de la satisfacción post atenciones como las
nutricionales, de la higiene, del despertar gozoso de un sábado. Conviene
pensar lo reflejo, lo instintivo, en el marco de las operaciones recursivas.
Operaciones de indistinción, donde los límites de entre lo innato y lo
adquirido pierden nitidez. Ni qué decir de la alegría que se despierta
mutuamente entre el niño y sus padres. Esa algarabía tierna que va poblando la
paradojal relación Sujeto – Objeto.
Escuchamos
frecuentemente algo así como que “los niños de hoy en día vienen distintos, son
más vivos”. ¿Es posible esto? No parece. No parece que los teléfonos – máquinas
fotográficas, la televisión, las tablets y los diseños de colores hayan
modificado el genoma humano. Lo que es posible es que antes, cuando “los niños
no eran tan avivados”, no tuviéramos esta perspectiva. Una perspectiva donde se
ha ido dando lugar al sentido de iniciativa del bebé. Es posible que nosotros,
los adultos, estemos viendo “distinto” a los bebés. Tal resulte beneficioso
para los adultos pensarse en mutua vinculación con los bebés. Ya no serían
ellos los que se han “avivado”, también nosotros hoy seríamos menos “lerdos”.
Este concepto, el
sentido de iniciativa del bebé, ha sido teorizado por Juan M. Hoffmann, centrado en el
estudio de bebés del segundo trimestre. Pero no parecería desacertado pensarlo
desde los primeros momentos de la vida.
Mantener la
polaridad entre “sonrisa refleja” y “sonrisa social” no está mal en tanto sea
pensada inmersa en el ir y venir del
eterno tránsito vincular que define a lo viviente.
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