El bebé y los animales. Sobre mascotas y "juanitos"


El bebé y los animales
Sobre mascotas y “juanitos”
Prof. Dr. Roberto C. Frenquelli

No vamos a descubrir ninguna gran cosa. Es sabido que los animales domésticos, en nuestro medio generalmente perros o gatos, son algo sumamente recomendable para nuestras vidas. Siempre que seamos conscientes, precisamente, de que de vidas se trata. El cuidado de los animales, tanto en su alimentación como higiene, como en sus salidas y otras atenciones es fundamental a la hora de prestar coherencia con la crianza del  bebé.

A partir de allí, el niño tendrá una enorme fuente de estímulos tiernos que los animalitos saben prestar. Las cuestiones de higiene básicas, los temores acerca de posibles agresiones por parte de los animales se ven rápidamente disueltos si los padres entienden un poco de ellos, dejando de lado ciertas fobias y algunas comodidades.

Este bebé, de casi cuatro meses, no interrumpe su sueño ante los ladridos de su mascota. Al contrario, la invita panchamente a reposar con él mismo. Al principio ha reaccionado con cierta extrañeza como ante cualquier otro objeto. Pero desde el final de sus primeros dos meses ha empezado a seguirlo con la vista, disfrutando de tocarlo y ser tocado. La calidez especial de los animales, con su candorosa receptividad ante las creaturas, algo que se expresa en la extraordinaria disposición de su tono muscular, resulta ideal para habituarlas al contacto. Pacientes y juguetones resultan grandes compañeros para el inicio de la vida.

La crianza de los animales también, desde luego, incide en sus comportamientos. No en vano, un grande del psicoanálisis argentino como Pichon Rivière, sostenía  que las familias epileptoides depositaban sus ansiedades en el perro hogareño “enloqueciéndolo” cruelmente. En ambientes tranquilos, los perros y también los gatos, conocen y reconocen rápidamente a los chicos, sabiendo conservar sus lugares. Es cierto aquello de los “celos” y otras furias por el niño recién llegado. Pero la abnegada solidaridad del animal puede superar largamente estos escollos. Es corriente ver que el animal no “invade” las propiedades del niño, ni destroza sus ropas y juguetes. Se suma y aporta a un ambiente continente y sereno.  En la observación de bebés es de buena práctica indagar sobre estos asuntos. Los animales saben bastante sobre el amor.

No siempre Juanito es un niño temeroso de los caballos u otro de sus parientes cercanos.
Precisamente el “diálogo tónico” que da con estos posibles compañeritos hace que puedan brotar con cierta facilidad sentimientos tiernos, alejando ciertos miedos y violencias. Bowlby, en un contrapunto con Freud, ha pensado las fobias infantiles desde otro lugar. No es el caso armar de apuro hipersimplificaciones. Por eso voy a dejarle la palabra a Fernando Ulloa en su magistral “Desamparo y creación”, cuando dice:

La ternura es el primer elemento que hace del sujeto, sujeto social, porque es un dispositivo social. Esta coartación crea, en cierta forma, una precaria condición de sublimación en la madre, no en el niño y esta sublimación se traduce en dos cosas: en la empatía, donde la madre sabe porque llora el niño y garantiza el suministro y en el miramiento, palabra que yo he tomado del castellano antiguo. Miramiento es mirar con interés amoroso, a aquel que habiendo salido de las entrañas es sujeto ajeno.
 
Si la  empatía garantiza el suministro, el miramiento garantiza la gradual autonomía del sujeto.
 
Dos palabras más sobre ternura para volver a la crueldad. Los suministros de la ternura son tres: “el abrigo para los rigores de la intemperie, el alimento para los del hambre y el buen trato, el trato según arte”. El trato, fundamentalmente es la donación simbólica que si la madre concurre, asiste a la invalidez material del niño con el alimento y el abrigo; también hay invalidez simbólica y se da, precisamente, con la experiencia de la gratificación y con la palabra y se irá constituyendo este buen trato, según arte, como basamento del sujeto.
 
Para entender un poco más esto, parece incluso que la ternura es un sentimiento que tiene mala prensa, parece un sentimiento blandengue de los aspectos suaves del amor y la ternura es el formidable escenario donde se constituye, precisamente, el sujeto pulsional, donde incluso se supera la condición, el precario paquete instintivo... y aparece la constitución del sujeto pulsional. 

Para todo esto bien puede ayudar Pina, la perrita de la foto, bien insertada en la familia. Se nota que ha iniciado un suave contacto, “piel a piel” a la espera de grandes correrías, alegres revolcones y largas dormilonas. Segura de su dotación para ser donante de tibieza y cariños.

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