Comentario sobre el libro "Los enfermos psicosomáticos: personalidades míticas", de E. Sorribas y L. Burde
Comentario sobre el libro "Los enfermos psicosomáticos: personalidades míticas", de E. Sorribas y L. Burde.
Foro psicosomático de Rosario - Martes 25 de Octubre de l993
Prof. Roberto Frenquelli
Siempre recuerdo un comentario de Elizabeth en una ocasión del grupo de estudio sobre Freud que durante muchos años tuvimos con su coordinación. Nos decía de sus sensaciones al terminar un trabajo. Palabras más, palabras menos, creo no deformar demasiado lo suyo al decir que era algo así como la idea de tener que volver a empezar. He atesorado este concepto como un principio ético de mi acontecer, no sólo del área que no sin ostentación suelo llamar académica.
Una ética que no está reñida aquí de la eficiencia, claro que sin caer en un pragmatismo desmedido. Es una eficiencia que resulta inmanente al hecho mismo de intentar relativizar los límites entre principios y finales, dicho de otra manera, entre causas y efectos, entre productor y producto. Una ética que se levanta sobre la destitución de los determinismos rígidos, lineales, para aceptar las causalidades circulares, múltiples, con reentradas al infinito, propias de lo biológico humano. Nada queda estáticamente "terminado", todo es el río que fluye. Es una ética, porqué no decirlo, vigilante ante el omnipresente intento de la intrusión narcisista: se rompe el círculo cerrado, que girando sobre sí mismo se autoabastece especularmente, intentando imaginariamente impedir la aparición de lo diferente.
Es en este contexto que me aventuro a esta contribución que tengo honor de poder llevar a cabo gracias a la contemplación de estas dos amistades, una de las cuales -Elizabeth- no tengo ninguna duda en considerarla una de las personas que más han influido en mi vida profesional, eufemismo este último con que a veces solemos decir de lo personal. Contribución que, una vez que haya sido despojada del sentido que tiene para mí, no creo que pueda agregar mucho más que alguna coma mal puesta a lo ya dicho sobre el asunto que nos ocupa.
Después de todo convengamos que el ejercicio de volver a escribir, de volver a decir sobre decires, la recursión sobre el lenguaje, es la matriz de la construcción de lo que llamamos realidad. Realidad como trama de significaciones compartidas, no exenta de contradicciones y cambios, proceso que tiende así a la ampliación del universo simbólico en la deriva social, que no implica otra cosa que un conjunto de relaciones, de "diferencias que hacen diferencias".
Como sin quererlo, a poco de empezar, he tenido que nombrar lo único indiscutido de la problemática del fenómeno psicosomático: la función psíquica vehiculizada en el lenguaje, que para el caso es pobre o mejor casi, trabada o ausente. Función psíquica que asienta en la diferencia, adquisición evolutiva al servicio de una performance más ajustada en el eterno comercio entre el ser vivo y su mundo.
Si las noticias que tengo no me fallan han pasado cuarenta y ocho años para que la comunidad científica rosarina vuelva a entregar una producción que, asentada en una apreciable práctica clínica, tenga que ver con lo psicosomático. En el ‘45 Pizarro Crespo y Zeno nos dieron "Clínica Psicosomática" -esa obra tan valiosa y actual como olvidada-; ahora, con el fin de siglo en el horizonte cercano, dos apasionadas del psicoanálisis, de la mano de un instrumento que justamente llaman "un trasbordador espacial" -el Rorschach- vuelven para contarnos de sus andanzas por tan poco frecuentados territorios.
Casi medio siglo para que este cuerpo social, lacerado y lacerante al revolverse impotente en su dolor, vuelva a ocuparse de él mismo hablando sin alienarse por intermedio de Elizabeth Sorribas y Lidia Burde.
No se crea que confundo "cuerpo" con "cuerpo social". Diré de entrada, haciendo míos conceptos antropológicos que he tomado hace tiempo de J. Carpinacci: "Efectivamente, para acceder a la comprensión del "cuerpo" en nuestra ciencia hay que saber alejarse de él. Sólo habiéndose perdido en los recodos del hombre y su cultura, el investigador puede tener la esperanza de volver a encontrarlo, pero esta vez, en su auténtica realidad humana"(1). Si bien aludiendo a la ciencia psicoanalítica, yo creo que este autor dice -de una manera que no puedo superar- algo válido para cualquier entendimiento contemporáneo. No existen diferentes "cuerpos" en praxis del existir. Cuerpo humano hay uno solo, siempre indisolublemente ligado a lo social. Y ese es el cuerpo que debemos tener "la esperanza de volver a encontrarlo", máxime hoy cuando a través de la invasión "más mediática" podemos asistir casi en vivo y en directo a la maravilla del caso de un hombre que, con su carótida tapada poco antes, puede decir horas después que "está mejor que nunca", como tal vez casi nada o tal vez casi todo, no importa para la ocasión, hubiera pasado por un arte de magia que es saludado desde el otro lado de la pantalla por boquiabiertas cabezotas. No pretendo ironizar sobre la política cotidiana, tampoco minimizar esa maravilla técnica que desearía poder disponer mañana si tuviera que defenderme de esa misma desgracia, sólo busco expresar que esa "maravilla" -en su instrumentación salvaje por esta cultura pragmático utilitarista en que nos vemos inmersos- nos trata de alejar del cuerpo en "su auténtica realidad humana".
Por eso no acuerdo plenamente con la expresión de las autoras de página 28: "Partimos de la idea que la enfermedad psicosomática no pasa por el trastorno corporal, sino por la estructura mental, aunque esta tiene como vía expresiva el cuerpo". Creo notar en este párrafo cierto peso de siglos de pensar dualista, casi ineludible para todos, en el afán entendible de priorizar ciertas determinaciones. Espíritu y materia, psique y soma, como quiera decirse, configuran un par de abstracciones quitadas de un mismo conjunto, que reunidas por la noción de información recursionan al infinito, tejiendo una trama indistinta donde no puede aislarse productor y producto, causa y efecto (2) (3). El cuerpo como "vía expresiva" quedaría como sitio de descarga, en un recorrido de cierto proceso vital que se manifestaría en tiempo y lugar anómalo, desde un privilegio de "lo mental".
Muy al comienzo se nos aparece el título "Metodología de trabajo" como testimonio de lo que entiendo una inocultable vocación científica. Saludable acto toda vez que en ciertos ámbitos, esta palabra -ciencia- parece ser fuente de vergüenza, aunque todo el mundo puede enterarse ya fácilmente que "la ciencia indaga, no prueba"(4). Deslizándome por la cuestión metodológica, diré de entrada que el gran mérito y originalidad de esta producción radica en la utilización del Rorschach psicoanalítico en la indagación del psiquismo. Y como no podría ser de otra manera allí está también su mayor dificultad.
Creo que los pasos iniciales del método hipotético deductivo (5)-casuística, muestreo e inductivo- están claramente explicitados, lo que autoriza a presentar la "clase natural" de los enfermos psicosomáticos, lo que no es poco mérito desde el vamos. Tal vez, para mi gusto, faltan datos como número de casos, edad, profesión u otros. Posiblemente también, más aún para el que desconoce sobre Rorschach, hubiera sido deseable contar con más cantidad de histogramas, gráficos, etc., máxime siendo relativamente fáciles para el método y siempre eficaces para poner coto –a través del esquema- a la dispersión informativa que la multivocidad del lenguaje impone sobre la imagen, que aunque menos rica en matices es mucho más precisa.
Justamente en ese tránsito de la imagen a la palabra, mediatizado en las estructuras neocorticales asociativas, se desenvuelve como es generalmente aceptado el drama psicosomático. Las autoras demuestran conocer mayoritariamente las contribuciones teóricas psicoanalíticas existentes sobre el fenómeno que, dicho sea de paso, entiendo como satisfactorias en general, imprescindibles en cualquier aproximación teórica técnica. Sabido es que la adquisición del lenguaje digital, que usa entidades discretas, discontinuas, "nombres", es un recubrimiento tan moderno como insuficiente del lenguaje analógico-icónico, que emplea magnitudes reales -como la del gesto-, continuas, que privilegian la relación, la acción-emoción. Intento guiarme en estas consideraciones muy influido por el trabajo de Etchegoyen y Ahumada donde se analizan comparativamente las ideas de Bateson sobre una "bio-lógica" y las de Matte Blanco sobre la "bi-lógica" (6).
Las representaciones cosa serían complejos asociativos de múltiples informaciones visuales, táctiles, acústicas, olfativas, cinestésicas, verdaderas experiencias corporales ligadas al movimiento y el afecto de donde surge la impulsión a hablar, estando en la base de la comunicación, la comprensión empática y el llamado conocimiento por familiaridad. Estamos a mi criterio en amplia consonancia entre los trabajos pioneros de Freud sobre las afasias o el "Proyecto" (7) (8)(9) y desarrollos neurofisiológicos y cognitivos modernos como los de Pribram y otros (10).En acuerdo con esto cualquier lenguaje inteligible supondría una dinámica subyacente de la cual el mismo formalizaría formas subjetivamente identificables, estructuralmente estables captadas perceptualmente (11). Se abre así una diferencia muy notoria entre el psicoanálisis como "ciencia natural", rumbo que las autoras creo tomarían so pena de caer en una contradicción epistemológica seria y tal vez invalidante, cual sería la línea que opuesta lo ubica como "ciencia cultural", como hermenéutica, asentado a ultranza en los desarrollos de la lingüística y la semiótica.
Los lenguajes, verdaderas tautologías, son en la sesión psicoanalítica una forma de mapear los procesos emocionales analógicos-icónicos inconcientes, muy alejados de las entidades lingüísticas, perseguidos con modesta eficacia por el lenguaje verbal conciente (12). El proceso psicoanalítico alcanzaría entonces la posibilidad de acceder a la refutación ostensiva, cuando al actuar "per vía de levare" establecería las condiciones de verdad en la realidad psíquica. Se aleja así la sombra de la imposibilidad de la refutación, de la oportunidad de poner en práctica el método científico, hechos tan caramente defendidos por el actual presidente de la Internacional de Psicoanálisis.
Tras este rodeo ahora vuelvo al libro para decir, aún a riesgo de demostrar cierta torpeza, que de los pasos restantes del método hipotético deductivo -los de las etapas teórica o explicativa, deductiva y, finalmente, de práctica o empírica- no parecerían surgir elementos de valor predictivo tan claros en la administración de un Rorschach como en una sesión. Máxime cuando sabemos que en ella misma los psicosomáticos resultan "huesos muy duros de roer" una vez que se apartan las capas superficiales neuróticas. La extraordinaria posibilidad que intuyo en el Rorschach para investigar los pasos tempranos del desarrollo del psiquismo debería intentarse en un grado de mayor formalización. A mí me impresiona que existe una cierta "contaminación interpretativa" entre entrevistas, otros tests y el Rorschach. También con datos de sesiones. Me gustaría saber si es posible pensar la posibilidad de tomar los tests en forma independiente de las entrevistas, en una especie de "cross match" de los observadores, a fines de ver convergencias o no. También me parece interesante idear estudios prospectivos, no retrospectivos, que puedan rastrear las acertadamente llamadas "vulnerabilidad psicosomática" o "zona psicosomática" y esperar ver correlaciones ulteriores con grupos testigos supuestos normales.
Siempre tengo presente la idea de un profesor de radiología que me decía que quería saber poco o nada de los datos clínicos del paciente que él estudiaba con una seriada de estómago, por ejemplo. Me parece que este hombre, de algún modo trataba de defenderse del prejuicio y buscaba dejarse sorprender por la imagen antes que buscarla desde sí mismo.
No sé si me equivoco pero me pareció que la advertencia de Klimovsky en su conferencia en las últimas Jornadas de A.D.E.I.P. acerca de la "espada de Damocles" que pendería sobre las cabezas de rorschachistas y metodólogos anda por estos lares.
Mi impresión es que el Rorschach tendría un lugar de privilegio en la investigación de estas cuestiones, metodológicamente distinto de la sesión de análisis, como son también el caso de investigaciones psiconeurofisiológicas, etológicas, etc... Por otra parte, las autoras mencionan las fronteras neurofisiológicas permanentemente, y creo que todos sabemos que las fronteras, si bien separan, también unen (l3) (l4). La psicosomática, el desarrollo temprano obligan a la pregunta de Valeros: "... ¿dónde termina la fisiología, la neurología, la biología, el cuerpo y comienzan los afectos, los pensamientos, la fantasía, la mente?"(15).
En un trabajo preliminar al que hoy nos convoca, Eli y Lidia aluden al "aparato psíquico" y no al "aparato mental" como en éste último. Advertido del riesgo de entrar en discusiones puramente semánticas que nos alejarían de fines verdaderamente útiles, a mí personalmente me gusta más la primera denominación, en tanto lo psíquico tendría así una jerarquía más abarcativa dando lugar a organizaciones más elementales que las verbales concientes o preconcientes. Me acercaría así a las clásicas ideas de Bleger (16) (17) y también de Pichón Riviere sobre el nivel psicológico de integración y áreas de expresión de la conducta.
Alejaría también a las escuelas basadas en determinismos puramente lingüísticos; si bien el libro transmite una idea muy clara en cuanto a su posición opuesta a éstos, yo sería algo más meticuloso en la terminología. En la página 103, por ejemplo, se lee "...no pueden pegar el salto de lo psíquico a lo mental", expresión que me parece podría mejorarse.
Entendiendo el pensamiento como un flujo cognitivo-afectivo-conativo, con función comunicacional, siempre ligado a la relación objetal, en el eterno comercio entre el sujeto y su ambiente, donde primero que nada están los otros humanos, el círculo del lenguaje queda constreñido, incluido en el anterior (18). Los afectos, siempre ligados a la idea y la acción, son disposiciones psicofísicas innatas que después son moduladas en la deriva ontogénica, sus primeras organizaciones quedan allí como disposición ("patterns") constituyendo casi diría un misterio que comienza a ser develado por investigaciones neurofisiológicas como el caso de las de Emde, Hoffman, Sander, Stern, etc. (19) (20)(21), en fecundación mutua con el psicoanálisis. Allí es el punto donde yo le pediría al Rorschach, y por ende a las autoras, dirigir el énfasis de sus investigaciones.
La expresión que puede leerse en página 120 "La falta de desarrollo del aparato psíquico, la no mentalización de las emociones, la carencia de adecuados espacios para pensarlas, elaborarlas, nominarlas, registrarlas..." puede ser considerada inatacable en una primera lectura. Sin embargo, poniéndome pretencioso, utilizando un poco imprudentemente la licencia que siento me otorgan las autoras, pienso que uno podría preguntarse más sobre cómo es el sentido y la posibilidad de "la mentalización de las emociones...". Las ideas de Bion sobre lo prenatal y sus ulteriores vicisitudes aparecen como un notorio eje conceptual. Gran parte del "núcleo duro" de este libro pasaría por la confirmación de datos tales como las respuestas de "estallido", "explosión" o "desparramo" y su asociación posible con aquellas vivencias catastróficas desde donde seguirían operando en el fenómeno psicosomático (páginas 48 y 49). Es más, uno podría preguntarse en qué zona podrían ubicarse tales niveles de inteligibilidad.
La emergencia de crisis psicosomáticas graves en personas que justamente han sido grandes teóricos de la misma, o bien, inversamente, su no aparición en personas con notoria pobreza en la tramitación de las emociones, de la capacidad simbólica, dejan lugar para pensar en enigmas no resueltos de estas cuestiones, verdaderos desafíos en el tren de entender esa rara alquimia que compone nuestras existencias. Es posible pensar que parte de las respuestas a estas disrupciones, que a modo de irónicas muecas del "destino" nos acechan, se encuentren en las rupturas de depositaciones "cruzadas" en el ámbito institucional, en una suerte de "sostenimiento relacional" que queda clivado de regiones que acceden a lo "neurótico o normal". En este apasionante terreno creo que también habría que colocar parte de los esfuerzos futuros en la continuación de esta excitante obra.
Si bien tal vez no pertinente por varios motivos para el caso de este comentario, creo oportuno referirme brevemente a la idea de la participación de lo tanático en el fenómeno psicosomático. Teóricamente apoyado en desarrollos psicoanalíticos como los de T. Gioia o C. Sinay, basados en aportaciones biológicas (22) (23), me parece que la hipótesis del instinto de muerte es prescindible en general en tanto pasible de ser sustituido por otras de menor complejidad. En mi práctica me parece mucho más operativo, menos riesgoso también, considerar al psicosomático más un "torpe" que un "suicida", aunque parezca menos sofisticado, tal vez ingenuo. Inclusive lo sostengo ante manifestaciones, como en el caso de coronarios o ciertos hipertensos, donde aparecen rasgos maníacos con su tinte de omnipotencia, desprecio o arrogancia, ropajes ordinarios con los que visten su "agujero", su "vacío".
El capítulo sobre diabetes comparte con la obra en general el hecho de condensar una gran virtud y una gran dificultad. En primer término, es loable la dedicación a una expresión no incluida en las listas tradicionales de afecciones psicosomáticas que las autoras cuestionan con certeza cuando se preguntan qué enfermedades no lo son. La dificultad la veo conexa a la presunción de “...parece probable que los hijos diabéticos experimenten desde temprano un vacío en los padres en cuanto al modo de organizar sus propios estados afectivos”. O bien cuando dicen "...así, la patología se pondría al servicio de concretar la dependencia, re-creando un vínculo simbiótico que, a modo de paradoja, se convierte en imprescindible, porque nunca se instaló" (páginas 116 y 119). La emergencia de un episodio somático grave puede y debe necesariamente ser incluido en el relato histórico de una familia, relato que se construirá según cada caso, con beneficio secundario incluido. No obstante, adherirse ligeramente a la "sospecha" de cierta disfuncionalidad podría conducir a actitudes iatrogénicas, culpabilizantes, en una familia con natural propensión a dicha reacción, toda vez que una diabetes infanto juvenil es a todas luces una desgracia considerable que justifica la reacción "de que el mundo se le vino abajo", al menos en el debut. Es cierto que el trabajo señala estas cuestiones como sujetas a verificaciones ulteriores; también es cierto el cuidado de llamar a las series complementarias en ayuda de la comprensión general del fenómeno psicosomático. Pero creo que su tratamiento merecería mayor rigor, sobre todo ante la posibilidad de estudiar grupos de adolescentes diabéticos y sus respectivas familias con grupos testigos, por ejemplo. Esta obra, para dicha de autoras y lectores, está inundada generosamente de entusiasmo; sin embargo, entiendo que ceder al mismo cuando se dice que fue "inevitable", plantear aquello de "la dulzura... ¿dónde está?", la pone cerca del reduccionismo psicologista y de lo que sería -por parte de un lector poco advertido y reduccionista también- una injusta descalificación donde se tomaría esta parte por el todo.
En el caso especial de la anorexia, que está bien discriminado del resto de las enfermedades psicosomáticas en tanto entidad que tiene diferencias con el grueso de las anteriores, no parece claramente explicitado el paralelismo del "patrón regresivo hormonal" con la "regresión" comportamental en sentido amplio. Si la relación fuera tan lineal uno podría inteligir en este hecho un mecanismo más a modo de la conversión histérica, cosa que a todas luces no es así. Si bien es cierto que la amenorrea no tiene que ver con la desnutrición, la alteración hipotalámica parece estar vinculada a desórdenes mucho más complejos que los de una parálisis mediatizada por la musculatura estriada, gobernada por la vía piramidal.
Todos los capítulos destinados a las patologías en especial hacen gala de la condición de las autoras como clínicas "de raza" en tanto dan muestras de sutilezas muy bien integradas a la psicopatología. El final del libro, en los capítulos donde se da la contrastación con las psicosis, las llamadas seudofobias y las hipocondrías, es de una riqueza que impresiona, será incrementada en el futuro aún más, y que remata muy acertadamente las conceptualizaciones básicas que se enuncian desde el principio.
Como médico clínico puedo reconocer en los dos últimos cuadros habitantes cotidianos de mi consultorio, verdaderos desafíos a lo que Balint alguna vez llamó "conversión a la fe psicosomática", intentando expresar la difícil misión del médico para ayudar a su paciente en la construcción de nuevos y mejores espacios psíquicos. Estos pacientes son vistos hasta hoy mayoritariamente por los médicos, de donde para mí la lectura de este libro sería necesaria para la formación de los mismos, para facilitar "dispositivos" que favorezcan aquella "conversión", al par que haría innecesaria la afirmación -tan cierta en lo descriptivo fenoménico como errónea en lo conceptual- de página 111 acerca de que el mundo afectivo "escapa al ámbito médico". Los que escapan, o lo intentan vanamente, son los médicos, pero eso es otra cuestión.
Dolorosa tarea la navegación por el espacio psicosomático, no en vano la mayoría de los navegantes se aferra a las costas conocidas, aunque de tanto en tanto se tienen noticias de sus choques contra espejismos que ellos mismos crean. Navegaciones psicosomáticas por aguas mezcladas, aguas de la interdisciplina, de las "diferencias que crean diferencias"; las más de las veces se ven detenidas, en dificultades, en ese intento como decía Freud -a mi criterio con validez universal- de transformar "una miseria histérica" en "un infortunio cotidiano", mientras esperamos la llegada del momento en que los hombres podamos ser contenidos en una estructura social más justa, más humana diría. Mientras tanto, me parece excelente la recomendación de las autoras de acercarse al hombre psicosomático con respeto en tanto portador sobre sus espaldas de un malestar que de una u otra forma nos alcanza a todos. Malestar del sometimiento, de la inhibición angustiosa, que estalla en la agresividad por irritación, y que encuentra su mejor salida a través de la vía imaginativa y creativa que este libro ostenta ejemplarmente con pleno derecho, dejándonos una enseñanza que debemos aprovechar de la mejor manera para agradecerles a Eli y Lidia de todo corazón.
Bibliografía:
1-Carpinacci, Jorge; "El cuerpo en la obra de Sigmund Freud", en Revista Psicoanálisis, vol. X, año 1988, nro. 3.
2-Laborit, Henry; "L`inhibition d` la action", Editorial Masson.
3-Varela, Francisco; "Ni uno ni dos", en Cuadernos del C.E.A., Buenos Aires.
4-Bateson, Gregory; "Espíritu y Naturaleza", Editorial Amorrortu.
5-Klimovsky, Gregorio; "La epistemología de S. Freud", APdeBA, 1989, Buenos Aires.
6-Etchegoyen, Horacio y Ahumada, Jorge; "Bateson y Matte Blanco: bio-lógica y bi-lógica", en Libro Anual de Psicoanálisis, 1990, Editorial Imago, Londres - Lima.
7-Avenburg, Ricardo; "Para la prehistoria del psicoanálisis. De la localización, pasando por la función para llegar a la psicología. Síntesis del texto de Freud `Sobre las afasias´", ficha.
8-Freud, Sigmund; "Proyecto de psicología", Editorial Amorrortu, I.
9-Freud, Sigmund; "Apéndice C. Palabra y cosa", Editorial Amorrortu, XIV.
10-Pribram, K. y Gill, M.; "El Proyecto de Freud", Editorial Marymar.
11-Ahumada, Jorge; "El psicoanálisis clínico como sistema inductivo", APdeBA, 1993, Buenos Aires.
12-Ahumada, Jorge; "Determinismo psíquico y determinismo lingüístico", en Revista Psicoanálisis, 1992, vol. XIV, nro. 3.
13-Frenquelli, Roberto; "Acerca de bordes, límites o fronteras. Algunas observaciones sobre la clínica de la práctica clínica" 1993, relato libre al Congreso de A.U.A.Psi, Rosario.
14-Frenquelli, Roberto; "Acerca de bordes, límites o fronteras. Algunas aportaciones al desarrollo temprano desde la biología". 1993, relato libre al Congreso de A.U.A.Psi, Rosario.
15-Valeros, José; "¿Que es un bebé?", en V Simposio y Congreso Interno, 1983, APdeBA, Buenos Aires.
16-Bleger, José; "Psicología de la conducta", EUDEBA.
17-Bleger, José; "Simbiosis y ambigüedad", Editorial Paidós.
18-Azcoaga, Juan; "Pensamiento y lenguaje", en Actualidad Psicológica, 1980, año VI, nro. 59.
19-Kemberg, Otto; "El odio como placer", en Revista Psicoanálisis, vol. XII, año 1990, nro. 2-3.
20-Kemberg, Otto; “Entrevistando a Psicoanalistas”, en Revista Psicoanálisis, vol. XII, año 1990, nro. 2-3.
21-Emde, Robert y Robinson, Jean; "Los primeros dos meses: investigaciones recientes en psicobiología evolutiva y la cambiante concepción del recién nacido", en V Simposio y Congreso Interno, 1983, APdeBA, Buenos Aires.
22-Gioia, Terencio; "El problema de la motivación en psicoanálisis", 1991, APdeBA, Buenos Aires.
23-Sinay, Cecilia; "Aportes de la etología a la teoría del desarrollo psíquico temprano", 1986, APdeBA, Buenos Aires.
FORO PSICOSOMATICO DE ROSARIO
Reunión del martes 26 de Octubre de 1993
Presentación del libro:
LOS ENFERMOS PSICOSOMATICOS: PERSONALIDADES MITICAS
Autoras:
Elizabeth Sorribas y Lidia Burde de Izaguirre
Comentario:
Roberto C. Frenquelli
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