La Teoría del Apego en nuestra cátedra de la Facultad de Psicología, UNR / Neuropsicología y Psicología del Desarrollo desde la Complejidad

 


La Teoría del Apego en nuestra cátedra de la Facultad de Psicología, UNR

Neuropsicología y Psicología del Desarrollo desde la Complejidad

 

Prof. Dr. Roberto C. Frenquelli

 

 

1- Introducción

 

Nuestra materia, desde el 2014 Neuropsicología y Psicología del Desarrollo,  se denominó entre 1984 y el 2013 Anatomía y Psicofisiología. Siempre incluida en el Área de Biología, el segundo año del Ciclo Básico.

 

Es heredera de la antigua Anatomía y Fisiología de los Sistemas Nervioso y Endocrino, la misma que estuvo a cargo del insigne Profesor José M. Gutiérrez Márquez desde los tiempos fundacionales de nuestra Carrera en la década de los 50.

 

Desde nuestros inicios en los esperanzados tiempos del retorno a la democracia hemos tenido permanentes preocupaciones que iré señalando a lo largo de esta presentación, que tendrá paralelamente ciertas consideraciones sobre la Teoría del Apego como  otro hilo conductor.

 

De esta manera intentaré dar cuenta de nuestra posición  dentro de la actualidad de la carrera ante los cambios que el nuevo plan de estudios nos impone.

 

1.1- La clínica como cuestión central

 

Buscamos mantener la excelencia que su primer profesor supo imprimirle a su enseñanza, siempre ligada a la clínica, a la actualización del conocimiento y su equilibrada interrelación con la práctica. Gutiérrez Márquez era un neurólogo formado en el exterior, firmemente asentado en la tradición francesa. Era riguroso y  sutil; como tal resultaba sumamente eficiente en su labor; no era un enciclopedista acostumbrado a quedar en la soledad de su castillo de cristal teórico. En sus tiempos, cuando todavía no era ni remotamente imaginable de la parafernalia de aparatos diagnósticos, lo que primaba era la indagación semiológica ante el paciente y su entorno, como base para el razonamiento prolijo, basado en una experiencia sólida y abierta a lo cambiante. Antes que nada, Gutiérrez Márquez era un gran clínico; como neurólogo era de los “finos” – tal como solía llamarse a aquellos interesados en los rendimientos cognitivos y las funciones psicológicas superiores -. Desde allí ejerció a lo grande su docencia en nuestra Facultad.

 

Esta mención no es una apostilla inoportuna, sin conexión con el concepto central que nos proponemos en este escrito. La Clínica, ese conjunto de relaciones en pos de la significación y la capacidad operativa transformadora, es un principio ineludible para todo saber que asiente en los hechos, en lo fáctico. Como es el caso de la Psicología.

 

Los neurólogos han sido, probablemente junto a los educadores, los fundadores de la Neuropsicología. Siempre estuvieron imbuidos de preocupaciones por lo humano, de aquello que puede pensarse como Ciencias Humanas, si es que habría alguna que no mereciera el calificativo. No en vano Broca presentó su trabajo seminal sobre las afasias en la Sociedad de Antropología de París. Qué duda puede caber acerca de que el “cerebro de Broca” estaba centrado en el “cerebro del hombre”?

 

Broca era un neurólogo complejo en tanto antropólogo, biólogo evolutivo, embriólogo. Estos hombres no vacilaban ante las incógnitas que se abrían como flores en la segunda mitad del Siglo XIX. Es cierto que seguían la metodología experimental, el método anatomo clínico. No es menos cierto que eran acendradamente clínicos, pacientes y perseverantes; desde donde sabían generar explicaciones sometidas a continua revisión.[1]

 

1.2- Siguiendo por la interdisciplina

 

De esto último se desprende otra preocupación básica. La de lo interdisciplinar. Siempre pensamos en nuestra inserción en la Carrera. Pero no lo hicimos desde el consabido sonsonete de “ayudar a los Psicólogos a derivar oportunamente”, “a prestarles cierto léxico que garantice futuras conversaciones entre profesionales” y otras simples fórmulas. Uno no puede menos que experimentar cierta vergüenza ajena ante tamaña obviedad, ante tamaña simplificación. Para conversar con otros profesionales, por ejemplo médicos o educadores, no haría falta más que una dosis relativamente fuerte de lo que ordinariamente llamamos cierta ilustración más algo de  buenos modales.

 

Nuestra preocupación, muy al calor de nuestro entusiasmo por la Psicosomática, fue la de imprimir a nuestra área un sesgo interdisciplinar. Entendiendo por tal a la dinámica interdiscursiva característica de la construcción  del conocimiento antes que el reinado de las ontologías asépticas. Acostumbrados al plano de la clínica siempre tuvimos esa tendencia, caracterizada por la capacidad de preguntar, escuchar, idear conceptos y relacionarlos. Mucho antes de hablar en “morianiano” ya éramos “complejos”.

 

Bateson, Maturana, Morin vinieron a dotarnos de palabras con su fuerte contenido semántico, desde allí pudimos expandir las ideas que ya traíamos. A la dialogicidad le llamábamos intercambio, a la recursividad “no saber dónde empieza ni dónde termina una cosa”, a la hologramia “la parte en el todo, el todo en la parte”. A veces ni siquiera las llamábamos, las conocíamos en el hacer liso y llano.

 

Ya no se trataba siquiera de “interdiscursividad” como galante conversación entre doctos doctores. Esos que con discursos cerrados están preocupados antes que nada en evitar la contaminación. No nos resultó, no nos resulta, nada fácil. Los “discursos” no son meramente expresión de la suposición aquella que dota a la perspectiva logocéntrica de la propiedad del acceso a todo lo inteligible, en la condición de regina scientorum.

 

En la jerga de entrecasa los “discursos” no suelen ser otra cosa que el refugio de cierta territorialidad mantenida desde dosis cambiantes de ignorancia e intereses materiales. En suma, se trata de sostener un parroquianismo con aspiraciones a aduanas del conocer. Aquellas que establecen acerca de quienes pertenecen, quienes no pertenecen; quienes comulgan, quienes no comulgan. En nuestro medio nunca se ha terminado de dar una discusión respetuosa, mucho menos rigurosa, sobre el Lenguaje. Mas vale hemos vivido bajo un chato firmamento de contraseñas semánticas, de frases hechas, de latiguillos.[2]

 

Hemos tratado de definir la interdisciplina más como una actitud que como un cuerpo conceptual. Somos partidarios de pensarla como una disposición a lo diferente, a la sorpresa, al respeto. Pero también al atrevimiento de crear objetos desde diferentes vertientes.

 

Solemos decir: “quién puede hablar de la pobreza”?..., “acaso los pobres, acaso los políticos, acaso los filósofos, acaso los educadores, acaso los profesionales de la salud, acaso los economistas... No será “acaso entre todos”? Y actitud supone poner en acto una cierta estética, una cierta forma bien templada emocionalmente. Y esa estética tiene genuinamente que ver con valores, con ética. Pensamos en términos de un ensamble, de instrumentos bien cuidados al son de una sinfonía prolija.

 

Nunca pretendimos armar un “esperanto psicológico”, como un retorcido palabrerío. Complejo no es complicado, confuso. Para ser confuso no hace falta más que hablar en jerga y lograr un cierto conjunto de adeptos de ocasión.

 

1.3- Cómo enseñar psicología?

 

Nuestra otra preocupación, que seguramente se desprende de las anteriores, es de tipo pedagógica. Cómo enseñar psicología?

 

Nosotros veníamos del pensamiento de Enrique Pichon Rivière. Veníamos de la famosa Experiencia Rosario. Lugar común de muchos, lugar de comunes confusiones. Pichon Rivière ha entrado hace mucho en la categoría de aquellos personajes que le dan la razón a diferentes grupos. Cada uno tiene su “Pichon”. No está mal. La subjetividad asienta en la diferencia. No es caso de arremeter contra esta digna propiedad de lo humano en devenir.[3]

 

A nosotros nos vino bien su idea del aprendizaje en grupos operativos, con su énfasis sobre la implicación personal en la tarea manifiesta, en la lectura de las ansiedades latentes. Nos entregó una herramienta para desmineralizar el espacio cultural. Esa herramienta, olvidada en estos días, es de gran valor. Pero de mayor valor es comprender la necesidad del compromiso personal social.

 

No se puede estudiar psicología, tampoco muchas otras cosas, sin poner el cuerpo en escena. Escena en tensión, en vivo y en directo, presencial, única y compartida.

 

Nos pareció que enseñar el reflejo del esgrimista no tenía sentido más allá de un ejercicio memorístico si no lo ubicábamos en contexto. Texto en contexto, Bateson puro! Pero un Bateson conceptual  que para nosotros había nacido en la experiencia  concreta. No un Bateson de los anaqueles polvorientos del polvo de los pupitres; sí del polvo de las casas de familia. Allí donde está el niño en su ambiente evolutivo. Nuestros alumnos van al “terreno terreno”. Van a las casas de chicos de pocos meses de edad. Pero no van para que “les cuenten qué es un recién nacido”. Ellos tienen la ocasión de sentir qué cosa es un recién nacido en medio de los padres, los abuelos, los vecinos. Conocen sus hogares, sus barrios.

 

Unir el ojo, la boca y la mano es una aventura incomparable del conocer. Donde conocer es acción efectiva en la praxis del existir. El niño adviene como tal en el ejercicio del reflejo del esgrimista. Esto no es esgrima verbal. Es movimiento, es lo fundacional del psiquismo.

 

El estudiante de la Carrera puede y debe aprender haciendo. Debe desarrollar su “esquema – imagen corporal” en el espacio peripersonal para después ingresar al espacio proyectivo. Al movimiento que le facilita incorporar los objetos en forma genuina. No plantado al suelo de los “decires”.

 

Gran parte de la psicología académica se ha centrado en la idea de que el acto motor, el hacer, es una resultante del conocer. Se ha seguido la insostenible línea “percepción – cognición – acción”. Hoy se sabe, tan bien como ayer pero con evidencias desde aportes diferentes como el caso de las neuronas espejo, que actuar es comprender.

 

El ojo que percibe, la mano que agarra, la boca que nombra. No hay otra razón que la esquemática para separar sensopercepción, memoria, emoción, lenguaje, motricidad. Es cierto que hay un momento donde el nombrar produce el raro y fenomenal instante de dar una casi mágica pátina de existencia al objeto. Pero el objeto no es meramente lo nombrado. Aunque permanentemente debamos volver al lenguaje, el objeto está allí con su multiplicidad casi inabarcable. Invocar lo inasible de lo real no implica que no debamos acercarnos a él desde la acción. No es el caso de volver al animismo que crea el objeto con un decir. El alma, en otros términos el psiquismo, no es un “flatus vocis”, una exhalación de aire por la laringe. Por más adecuada que esta sea, el aire es vacío. La musicalidad de la palabra encuentra su sentido en el conocimiento encarnado,  en la matriz neuronal que se construyó en la interacción de lo humano de lo humano.

 

1.4- De cómo llegamos a la Psicología del Desarrollo

 

Así fue como pensamos enseñar las etapas de la vida. De esta manera vivió entre nosotros la Psicología antes llamada Evolutiva, hoy del Desarrollo. No importa cómo se las llame, no importan las sinonimias. Los aduaneros no están conformes con ninguno de los apelativos. Evolutivo recuerda a Darwin, desarrollo a mecanicismo lineal.

 

Fuimos igual que aquellos griegos que ingeniosamente armaron el Caballo en Troya? Tal vez.

 

Inventamos los trabajos de observación del bebé, del adulto mayor, del adolescente. Dimos desde fines de los noventa estos contenidos. Cuando hace muy poco tiempo apareció el apuro por las demandas de Coneau se dieron varias respuestas acerca de nuestras áreas de vacancia. Tardíamente se advirtió que nosotros, en Psicofisiología, teníamos valiosos tramos de lo que supuestamente se carecía.[4]  Esto desembocó en que nuestro grupo tomara, siempre dentro del área biológica, Neuropsicología y Psicología del Desarrollo.

 

Sabida es toda la serie de objeciones que partieron desde algunos sectores docentes, lo mismo que  desde otros ámbitos no estrictamente de la Universidad. No es el caso extendernos sobre este asunto ahora. En otra presentación hemos hecho diversas consideraciones al respecto.

 

Sólo diremos que nuestra tarea se encuentra respaldada en los grupos especiales Neuropsicología, Desarrollo Temprano, Adolescencia y Tercera Edad. Creados desde principios de los años 2000, con sus correspondientes coordinaciones, la elaboración de trabajos prácticos específicos, presentaciones de trabajos en congresos y jornadas,  publicaciones, etc. Revistando en docencia, extensión e investigación.

 

2- La Teoría del Apego

 

La Teoría del Apego fue desarrollada por el psiquiatra y psicoanalista británico John Bowlby. Formado en el seno de la Asociación Psicoanalítica Británica, se analizó con una discípula de Melanie Klein, con quien tuvo supervisiones. No obstante, su pensamiento fue afincándose en el llamado “grupo del medio” de dicha asociación, equidistante de la gran disputa entre Anna Freud y Melanie Klein, aquella que terminara con el famoso “the gentleman agreement”, irónica designación del pacto de no agresión que se sellara entre estas insignes mujeres.[5]

 

Bowlby, lo mismo que Winnicott y tal vez Balint, tuvo un pensamiento independiente, posiblemente un mejor calificativo para el citado grupo[6]. La labor de Bowlby tuvo un gran impulso durante la Segunda Guerra Mundial, donde se desempeñó en el área de infancia, asistiendo a niños que padecían las pérdidas que generaba ese conflicto. En esos momentos se pone en movimiento todo lo relacionado con las famosas Guarderías al estilo de las de Hampstead, que atendían a niños privados de sus familias por los desastres de la guerra.

 

En 1940 escribió “La influencia del ambiente temprano en el desarrollo del carácter neurótico y  la neurosis”, mostrando que la hostilidad de ciertas madres ejercidas sobre sus hijos, con demandas excesivas y maltrato,  estaba en relación a la que habían experimentado hacia sus propios padres. Fue creciendo su interés por la interacción familiar y la transmisión intergeneracional, con el hilván de la separación temprana, la pérdida y privación de los cuidados maternos.  Unos años después, en 1944, con “Cuarenta y cuatro jóvenes ladrones” demostró la relación entre el comportamiento antisocial con serias fisuras padecidas en la crianza. Es cuando comienza a vincular la psicopatología con los trastornos de lo que después llamaría Apego.

 

2.1- La cuestión metodológica

 

Es en este punto donde se establece una distinción fundamental para este trabajo. La tendencia de Bowlby a producir teoría a partir de datos que no provienen de la sesión de análisis, tanto de niños como de adultos. Bowlby, que por supuesto atendía pequeños desde siempre, toma casos “sociales” y busca relaciones; entiende que puede encontrar pautas en otros terrenos. Como pueden ser los hospicios, las cárceles, los hospitales, las calles. Observa, registra e infiere desde esos sitios. No es la encarnizada búsqueda de “la verdad material” en el relato del Hombre de los Lobos, no es el fantasmagórico “mundo interno” de Dick.[7] Incluso empieza a pensar en lo que hoy llamamos estudios prospectivos, saliendo de las inferencias retrospectivas.

 

En Bowlby hay otra inclinación metodológica. Sin dudas para él, el ambiente es innegable. De allí que haya sostenido que aquello del “ya no creo más en mi neurótica” ha sido un lamentable error de Freud. Bowlby apuntó siempre al trauma efectivo. Bowlby inaugura, tal vez sea más justo decir que continúa, la tradición de la investigación cualitativa de fuerte base empírica observacional. Posiblemente por eso invitó a Esther Bick a la Clínica Tavistock, donde trabajó después de la guerra, para iniciar la Observación de Bebés.

 

Propuso una redefinición informacional de lo que llamamos suceso externo, con lo que retomó la teoría traumática a la que Freud  renunció en la famosa carta 69 del 21 de septiembre de 1897 a Fliess. Su cuestionamiento no se centra en la abolición de la fantasía, sino en el poner cuidado en la valoración de las experiencias infantiles.

 

Con la llegada de la década del 50 se produce su conexión con la Organización Mundial de la Salud. Esto lo hizo viajar mucho por diferentes países, centralizando su mirada en la figura parental. En 1951 produce su informe “Los cuidados maternos y la salud mental” enfatizando en la necesidad de los lazos firmes, cálidos y duraderos  por parte de los niños. Ya en estos momentos establece que no es meramente la madre la responsable de estos cuidados, señalando al padre u otros miembros de la familia, incluso a sustitutos. Así sale al paso de injustas críticas que supo recibir desde los movimientos feministas.

 

Otro aspecto metodológico a considerar es la inclusión de material fotográfico y de filmaciones. Justo es reconocer que ha sido Spitz el campeón de estas cuestiones; eximio fotógrafo nos ha legado sus elocuentes imágenes acerca de la privación afectiva extrema, lo mismo que una filmación que no debería ser obviada por ningún estudiante de psicología. Fueron los esposos Robertson, trabajadores sociales, formados en psicoanálisis y aficionados a lo que hoy llamamos video, quienes le aportaron trabajos acerca del efecto de las separaciones breves de niños por casos de internaciones o ciertas emergencias familiares. En “Un niño de dos años va al hospital”, de 1953, muestran como Laura, que sufrió unos ocho días de permanencia hospitalaria para ser intervenida de un cuadro menor, sin tener acceso a sus padres, con enfermeras que cambiaban permanentemente de turno, termina intentando escapar corriendo desnuda, para después, aferrada a su osito, quedar sumisa y silenciosa, con innegable tristeza y resentimiento. Padeciendo trastornos del control esfinteriano,  insomnio y rabietas. Al volver su madre se encuentra retraída, con pérdida de la confianza, anonadada.

 

Esta referencia metodológica tal vez pueda entenderse hoy como innecesaria. Sin embargo el psicoanálisis del “oro puro” nunca se ha llevado bien con estos aportes. Son considerados ligados a cuestiones que supuestamente nos alejarían de su esencia. Se olvidan, casi seguramente, de que el propio Freud ha sido el primer gran observador de un niño, en el caso de su nieto y el juego del “fort da”.

 

Las filmaciones, tanto en los aspectos de investigación como en la terapéutica, incluso en las observaciones de bebé, han alcanzado grandes desarrollos en autores como el ya mencionado Stern y otros como Colwin Trevarthen. Este último ha sido quien como biólogo y psicólogo evolutivo fue el primero en traer el término Intersubjetividad desde la fenomenología al  desarrollo. [8]

 

2.2- La Teoría de la Evolución; la Etología

 

Cuando Bowlby ingresó a la OMS tomó impulso su tendencia a buscar enlaces con otros frentes del pensamiento. Así es como entró en conversaciones con otros grandes de la época. Uno de ellos fue Konrad Lorenz.  Bowlby había leído “Los anillos del Rey Salomón” a instancias de alguno de sus colegas. Había quedado muy impresionado por los aportes de la Etología que supo unir a su tendencia naturalista. Los aportes acerca del fenómeno de la impronta, como tipo particular de troquelado en la conducta a partir de experiencias tempranas (como la primera observación de un ser vivo móvil o el canto de los pájaros de la misma especie) lo llevaron a síntesis acerca de la constitución subjetiva en el humano, acentuando en el valor de protección y supervivencia. Más aún cuando accedió a las experiencias de Harlow con monos rhesus. Es largamente conocida la experiencia de este autor donde un monito pequeño busca obstinadamente hacer contacto con un maniquí revestido de felpa, a modo de sustituto materno, desplazando a un nivel secundario a aquel otro, de alambre, que sostiene un biberón al que acude solamente en ciertos momentos.

 

Es el momento de señalar otro gran punto para este trabajo. No solamente el interés de Bowlby y sus ideas del desarrollo basadas en la Teoría de la Evolución. Sino también en su intento de revisar la Teoría de los Instintos. Tamaño “atrevimiento” le costó mucho. Tal vez por eso hasta hoy escuchamos decir que Bowlby “es más un autor de la psicología que del psicoanálisis”. Supuesta degradación, que por otra parte podría compartir con otros innovadores de la talla de Winnicott o Kohut, intentando desmerecer un principio de su accionar que bien podría ser considerado de auténtico cuño freudiano: repensar constantemente la teoría. Para Bowlby, la ecuación alimentación – sexualidad no es el único camino de la motivación. Introduce el apego, que bien merece escribirse con mayúsculas, como Apego.

 

En 1977 ha dicho: “Lo que por motivos de conveniencia denomino teoría del apego, es una forma de conceptualizar la tendencia de los seres humanos a crear fuertes lazos afectivos con determinadas personas en particular y un intento de explicar la amplia variadad de formas de dolor emocional y trastornos de la personalidad, tales como la ansiedad, la ira, la depresión y el alejamiento emocional, que se producen como consecuencia de la separación indeseada y de la pérdida afectiva”.[9]

 

Pensó en la tendencia de la cría humana a formar vínculos fuertes como parte de una herencia arcaica, con función de supervivencia. Y básicamente como hecho independiente de la oralidad o la alimentación. Esto le ha valido a él y a sus seguidores, por qué no a nuestra misma cátedra, ser rotulado como de haber abandonado la condición humana para acercarse a los animales. Curiosa paradoja toda vez que la posibilidad de revisar teoría estaría en la base de la más sublime actividad humana: la del cambio y la creación, sin adherirse a patrones rígidos y estereotipados. Suponía que el psicoanálisis no se definía por ninguna teoría en particular ni ninguna manera especial de interpretarlo. Suponía, directamente,  que lo  definía su objeto de estudio: el inconsciente, la vida emocional.

 

Resulta entonces que el Apego es primario, como vínculo temprano entre madre e hijo, en pos de la seguridad. Es primario en tanto no se puede reducir al sexo o la nutrición. Es una motivación específica, que no descarta otras posibles como la sexualidad, nutrición, exploración o afiliación. Atraviesa toda la vida; es un error considerarlo como solamente ligado a la infancia.

 

Un autor que podríamos llamar postbowlbiano, Hugo Bleichmar, distingue cuatro sistemas de motivación: el narcisista; el sensual sexual; el de evitación/disminución del displacer; el de apego.[10]  

 

2.3- La revisión de la metapsicología

 

Su revisión de la metapsicología clásica es evidente. Se opuso a la hipótesis del Instinto o Pulsión de Muerte, en otra variante de su fuerte reconsideración acerca de las pulsiones.[11] [12]

 

Pensó la represión desde otro ángulo, llamándola exclusión defensiva empleando un lenguaje más cercano a lo informacional. Encontró en la Teoría de los Sistemas los principios regulatorios delineados en los circuitos a tendencia y constancia, muy desarrollados en el campo de la Biología, con los que sustituyó los modelos venidos de la Física clásica ligados a la carga y descarga propios de los sistemas eléctricos o hidrodinámicos.

 

Bowlby ha sido tildado de conductista a raíz de su descripción del comportamiento de apego como expresión fenoménica de diferentes situaciones donde el sujeto se ve complicado, preso de la angustia de separación. Es posible que sus expresiones conducta de apego y sistema conductual de apego hayan facilitado esta tan injusta como inapropiada crítica. La Teoría del Apego apunta al funcionamiento de la vida mental que incluye modelos representacionales inconscientes y sus defensas.

 

Luis Juri, entre nosotros, ha propuesto la expresión deseo inconsciente de apego enfatizando los aspectos dinámicos con claridad, muy por encima de los meramente descriptivos. Supone una trayectoria del deseo: este se dirige desde el displacer hacia el placer sin utilizar un modelo energético, de descarga. Asimila el displacer a un estado de angustia o temor frente al desamparo, la separación. Habría un placer de apego, como estado de seguridad, con satisfacción real o imaginaria.  Formaría parte de la motivación de apego, denominación que parece preferir sustituyendo al término pulsión, que entiende  de raigambre endogenista en tanto usualmente es visto como una fuerza que “brota” del interior del cuerpo. La motivación, en cambio, supondría una interacción dentro de un sistema  regulado entre componentes donde el Apego se

activa desde percepciones procesadas desde modelos representacionales. Que se activa o desactiva en función del estado del vínculo con la figura de apego. [13]

 

La obra de Bowlby está diseminada por un gran conjunto de trabajos publicados en revistas y libros. “Attachment and loss” es su mayor producción, que comprende tres tomos. En versión castellana  ha sido publicada por Paidós, Buenos Aires, como  “Apego y pérdida” también en tres partes: “El vínculo afectivo”, “La separación afectiva”, “La pérdida afectiva”. Su obra póstuma, de 1990, es “Charles Darwin”.

 

Otra gran aportación de Bowlby, siempre en su línea interdisciplinar, en indagar en nuevos desarrollos, es la que tiene que ver con su reconsideración de las memorias. Cosa que hizo a la luz de los aportes de Tulving. De quien tomó los conceptos de memoria episódica y semántica proyectándolos al terreno de la psicopatología, la clínica y de la misma técnica psicoanalítica. Sería muy largo e impropio extenderme mucho ahora en estas cuesiones. Consideraba que cierta incongruencia entre estos diferentes tipos de almacenamiento podían ejercer influencia perjudicial para el sujeto pues le resultaría complicado integrar recuerdos. Dedicaba mucha atención al recuerdo durante la sesión, tratando de configurar una base segura  para que el paciente se extendiera con tranquilidad en sus reconsideraciones, no tanto centrado en la búsqueda obstinada de la verdad, sino de su capacidad crítica para valorar templadamente a sus padres. Desarrollo mucho sobre la descalificación de la percepción. No sólo desde los padres al niño, sino desde él mismo, también desde los terapeutas. 

Sabemos que Tulving es un autor insigne del Cognitivismo. Tras sus desarrollos en memoria declarativa accedió a otros, estableciendo el concepto de memoria implícita.[14] Una forma no ligada primariamente al lenguaje, donde encontramos la variante procedimental, vinculada “al saber cómo”. De base neural diferente, filogenéticamente más antigua, de alto valor de supervivencia, más resistente al deterioro del paso del tiempo.

 

Este saber, presimbólico, muy ligado a esquemas de imagen y emoción, tendría  mucho que ver con el manejo terapéutico en el marco transferencia – contratransferencia. Apunta a un sector de lo inconsciente que sustentaría más la idea de una “cura comunicativa” antes que una “cura por la palabra”, donde el contenido sintáctico semántico de lo dicho en sesión cedería de alguna manera terreno ante lo gestual, la entonación, la toma de turnos, la “sintonía relacional”. De esto suelen estar muy advertidos los psicodramatistas, los kinesiólogos y psicomotricistas.

 

Me apresuro en recordar, como he afirmado al principio, que siempre volvemos a la palabra. Pero de una palabra bien trabada a los complejos de imagen y emoción que la sustentan.

 

2.4- Acerca de la angustia humana

 

Citaremos otro aspecto. El que está ligado a sus consideraciones sobre la Angustia. Bowlby, como muchos post freudianos, asienta en “Inhibición, síntoma y angustia”. Más precisamente en ciertas consideraciones que pueden notarse en su “Addenda”. En el apartado “B” de la misma, Freud discute primeramente la diferencia entre angustia realística y angustia neurótica, ésta en total desproporción con el peligro encontrado. Distingue entre la desesperanza (helplessness, hilflosigkeit) cuando se ve enfrentado un peligro real, del abatimiento frente a un peligro vinculado a lo pulsional. Dando a la primera un status traumático que debe distinguirse de una situación de alarma ante el peligro. En ésta última habría cierta posibilidad de aprestamiento, de salida. En cambio en la otra sólo cabe una espera pasiva, sin capacidad de protección. De alguna manera, toda angustia sería gestada frente a la separación y la pérdida. Sería tarea del aparato psíquico gestionar desde esa temprana desesperanza, de ese extremo desvalimiento con cierto “exceso incontrolable de lo viviente”, producir ligaduras que le permitan generar la señal ante el peligro y el armado de lazos que le permitan sobrevivir primero y vivir después. Esto dio lugar a toda una línea de contribuciones de un psicoanálisis interesado en el desarrollo temprano y las vicisitudes de la angustia de separación y pérdida características de la Teoría de las Relaciones Objetales. [15]

 

3- Intentando sintetizar sobre Neuropsicología y Desarrollo

 

Vamos acercándonos al final de este recorrido que ha pretendido historizar mientras buscamos unir ciertos puntos, ciertos nudos conceptuales.

 

La Teoría del Apego  bien puede ser un interesante ejemplo, como postura amplia, que señala muchos perfiles conexos. Citemos algunos: psicoanálisis, cognitivismo, sistemas, etología, epistemología, metodología, psicopatología, neuropsicología, desarrollo, intersubjetividad. Como si fuera un gran sitio de convergencia, desde donde nacen otros. Su espesor está preñado de cuestiones, de Complejidad con mayúsculas.

 

Nosotros no somos bowlbianos. En nuestro medio, posiblemente en muchos otros, hay una marcada tendencia afiliativa. Precisamente el inventor de la Teoría del Apego no quería aparecer como el fundador de una corriente identificada con su nombre. Sostenía que las ideas no tenían propietarios exclusivos, que eran terreno de todos aquellos que desearan construir con ellas. Nosotros tomamos a Bowlby por una cierta afinidad que nos hace sentir relativamente cómodos. Por su atreverse a pensar diferente, por su multiplicidad habilitante. Por su elegancia conceptual que lo aleja de la complicación innecesaria, de la confusión. Ése sería su principal legado. Nuestro principal interés en los contenidos a transmitir. Pero antes que nada nos interesa su valor heurístico, sus alcances alentando lo actitudinal.

 

 Pensamos a nuestros dos campos, la Neuropsicología y el Desarrollo, como terrenos entrelazados, entreabiertos, fecundos. Donde tenemos un camino posible hacia nuestro propio desarrollo. Visto como devenir, integrándonos y transformándonos dentro de lo factible. Sin mecanicismos, bastante alejados de dogmatismos. No desde  recitados de moda.

 

Voy a cerrar con un agradecimiento a quien ha sido un gran inspirador de mucho de lo que he trabajado. Mario Marrone, rosarino residente en Londres, discípulo directo de Bowlby, psiquiatra y psicoanalista, autor de numerosos artículos y libros sobre Apego.

 

 

4- Bibliografía

 

Ahumada, J. (1999); Descubrimientos y refutaciones. La lógica de la indagación psicoanalítica. Biblioteca Nueva. Madrid.

 

Diamond, N; Marrone, M. (2003); Attachment and Intersubjectivity. Whurr. London.

 

Freud, S (1926); Inhibición, síntoma y angustia, en Obras Completas, Amorrortu editores (1976). Buenos Aires.

 

Gioia, T. (1997); Psicoanálisis y Etología. Typos editoria. Buenos Aires.

 

Juri, L. (2011); Teoría del Apego para psicoterapeutas. Psimática. Madrid.

 

Marrone, M. (2001); La Teoría del Apego. Un enfoque actual. Psimática. Madrid.  

 

Quinodoz, J. (2004); Reading Freud. A Chronological exploration of Freud´s writings. Routledge. London and New York.

 

Rizzolatti, G; Sinigaglia, C. (2006); Les neurons miroirs. Odile Jacob. París.

 

Tamaroff, L; Allegri, R. (1995); Introducción a la neuropsicología clínica. Ediciones libros de la cuádriga. Buenos Aires.

 

 

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                            

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 



[1] En una de sus inolvidables conferencias, Gutiérrez Márquez comentaba que Alajouanine, junto a sus colaboradores, entre los que contaba a un pianista, pasó varios días virtualmente “encerrado” estudiando a Ravel, que padecía de un cuadro de agnosia, apraxia y amusia; cuadro que tal vez determinó ciertos vuelcos diferentes,  tan inusuales como supremos, en su famoso “Bolero”. Así eran estos apasionados y precisos  fundadores de la Neuropsicología.

[2] Aludo aquí a la pugna entre dos posturas fuertemente antagónicas: una adscripta a lo que se llama determinismo psíquico donde el significado pertenece primariamente a hechos mentales por fuera del lenguaje, y otra vinculada al determinismo lingüístico, donde el significado es intrínseco a un  código que no deja nada por fuera del mismo. Sigo aquí a Jorge Ahumada, en “Descubrimientos y refutaciones. La lógica de la indagación psicoanalítica”, Biblioteca Nueva, Madrid, 1999.

[3] Para nosotros, Pichon Rivière ha sido uno de los más grandes psicoanalistas argentinos. Su rápida asimilación a la “psicología social” suele desmerecer más que resaltar sus grandes aportes.

[4] Es posible que el entonces vicedecano Sebastián Grimblat haya sido quien advirtió a quienes elaboraron las rápidas respuestas a los pares evaluadores de Coneau acerca de los contenidos de nuestra anterior materia en Neuropsicología y Psicología del Desarrollo.

[5] La pugna entre Anna Freud y Melanie Klein está en la base de muchos desarrollos en psicoanálisis con alcances a las cuestiones del desarrollo. Existe mucha bibliografía al respecto, que resultará de gran interés a quien desee ingresar sólidamente en estos campos. Una vez, hace unos años, le escuché decir a R. Horacio Etchegoyen con tono algo jocoso: “Freud, por supuesto, no tuvo más remedio que darle la razón a su hija, aunque Melanie era mucho más inteligente”. No obstante, las ideas de Anna tuvieron eco en los trabajos de Ernst Kris, René Spitz y, llegando casi a nuestros días, en Daniel Stern. La línea kleiniana, de enorme dimensión, se continuó con Wilfred Bion, Donald Meltzer y muchos otros.

[6] El grupo de los independientes alineó a Bowlby, Michael Balint, Donald Winnicott y Ronald Fairbain, entre otros. Sus proyecciones se mantienen hasta la actualidad, si bien algo difuminadas con los otros exponentes teóricos.

[7] Me refiero aquí a dos grandes casos del psicoanálisis: uno de Freud, en “De la historia de una neurosis infantil” donde encontramos al Hombre de los Lobos; el otro, el Caso Dick, que Klein relata en “La importancia de la formación de símbolos en el desarrollo del Yo”.

[8] Lo hace con su concepto de Intersubjetividad Primaria, presimbólica, adscripta a los primeros momentos de la vida.

[9] En “The making and breaking of affectional bonds”, British Journal of Psichiatry.

[10] Hugo Bleichmar; “Avances en psicoterapia psicoanalítica”, Editorial Paidós, Barcelona, 1997.

[11] He tomado la problemática “instinto / pulsión” en “Reconsiderando una pregunta de examen (V) y (VI)”, disponibles en http://www.psicofisiologia.com.ar/index.php?option=com_content&task=view&id=960&Itemid=31

y http://www.psicofisiologia.com.ar/index.php?option=com_content&task=view&id=969&Itemid=31

respectivamente.

[12] Este asunto ha sido largamente tratado por Terencio Gioia en su libro “Psicoanálisis y Etología”, Typos editoria, Buenos Aires, 1997.

[13] Luis Juri, “Qué cambia con la introducción del Apego?”, en “Teoría del Apego para psicoterapeutas”, Psimática, Madrid, 2011. Dicho sistema se asimila a la noción de modelos internos operantes.

[14] Es ampliamente conocida la clasificación de la memoria que establece una a corto plazo, otra a largo plazo. Esta última, a su vez, se descompone en explícita o declarativa (incluyendo la episódica y la semántica) y la implícita o no declarativa (incluyendo al priming, la procedimental y la emocional).

[15] Este psicoanálisis puede incluir a Klein, Bion, Meltzer, Winnicott, Kohut, Balint y tantos otros.

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