El affaire “Coneau” y el papel actual de la formación en Biología dentro de la Carrera de Psicología de la UNR

 


El affaire “Coneau” y el papel actual de la formación en Biología dentro de la Carrera de Psicología de la UNR

 

Prof. Tit. Roberto C. Frenquelli

Prof. Adj. Laura Peirano

Proyecto PSI 276

Facultad de Psicología, UNR

 

 

Resumen:

 

El trabajo reflexiona sobre la cuestión que ha instalado la no acreditación de nuestra Carrera por parte de la CONEAU. Lo hace fundamentalmente desde los requerimientos que se plantean acerca de áreas de pobre o nula representación que tendría nuestra Carrera y sus posibles puntos de contacto con diversos aspectos del programa  de nuestra materia, Estructura Biológica del Sujeto II (Psicofisiología). Transforma este hecho en una base empírica apta para nuestras indagaciones, siguiendo un modelo dinámico de inclusión – exclusión en las mismas, centrados en la acción y participación activas.

 

Es cuando se plantea nuestra labor desde 1984 hasta la actualidad dentro del campo de las llamadas NeuroPsicología y  Psicología del Desarrollo, tanto en lo referente a contenidos teóricos como a la modalidad de encarar las actividades prácticas y las diferentes voces que alzan distintos actores sociales implicados.

 

Concluye que la formación en Biología ocupa un lugar central, ineludible y inestimable, en las problemáticas actuales en Salud, por ende ante las nuevas leyes y cualquier otro punto referido a la formación del Psicólogo en la Universidad Pública. Pero fundamentalmente señala la necesidad de construir nuevas formas de legitimación y producción del conocimiento que pasarían por el borramiento de parroquianismos y otras fronteras del prejuicio ideológico burgués que asientan en la mismísima estructura de contribuimos a formar en estos tiempos de indigencia. 

 

Palabras claves:

 

Carrera de Psicología – No acreditación Coneau – Formación en Biología – Conocimiento

 

frenquelli@arnet.com.ar

lpeirano@fibertel.com.ar

 

Area temática:

 

Avances en investigación

 

 

 

 

 

 

Desarrollo:

 

La formación en Biología ha sido siempre una gran candidata a transformarse en “la piedra del escándalo” de las discusiones acerca de Planes de Estudios en las Carreras de Psicología y campos afines.

 

Como toda discusión,  llevada al plano dilemático, presenta una gran cantidad aspectos ideológico políticos que pueden tornarla interminable y cansadora.

 

Por eso, es menester sacar la discusión del terreno dilemático, llevándola al nivel de problema. Donde, a diferencia del anterior caso, donde no hay otra posibilidad que establecer antinomias, se puede buscar una solución. Que aunque transitoria, permite zafar de la varadura de luengas consideraciones condenadas a la esterilidad característica de las hipocresías y estereotipos institucionales.

 

Un “affaire” supone una situación o trance complicado, con cierto aire de oscuridad, tal vez ilícito o vergonzoso. Muchas veces vinculado a cuestiones de sentimientos socialmente no del todo convalidados.

 

Hemos caracterizados los recientes episodios vinculados a la no acreditación de nuestra Carrera como “affaire Coneau” no solamente por complicado, sino también por los aspectos oscuros que conlleva.

 

Coneau ha puntualizado diversas áreas de carencia en nuestro currículo. Sus informes y solicitudes son producidos por el sistema de pares evaluadores académicos. Es decir, por profesores de las diferentes carreras de nuestro país. En nuestra casa de estudio contamos con varios compañeros, todos ellos Psicólogos graduados aquí, que han tomado esta labor en distintas unidades académicas.

 

Lo haremos con cierto grado de independencia de los criterios de evaluación empleados, lo mismo acerca de los criterios que fundamentan la propia existencia de la Coneau. No se trata una zambullida en aguas ingenuas, en un alegre cortocircuito mental donde nos llevemos por delante enormes cuestiones.

 

Nos basaremos en dos ítems elementales, básicos: el primero, donde nos parece oportuna y necesaria cierta evaluación desde organismos externos a las universidades, que las abarquen, que las incluyan en el concierto nacional; el segundo, donde admitiendo que toda labor humana es siempre política, no nos transforme en “intocables” por las leyes.

 

No es recomendable pensarnos “únicos” y “radicalmente distintos”. Parece una broma encarnada en el peor de los narcisismos. Las leyes pueden ser malas, regulares o buenas. Pero son leyes. Si es menester hay que intentar cambiarlas. Pero mientras tanto uno debe permanecer dentro de sus límites.

 

Alguien podría salir a decir que conviene manejar por el carril izquierdo, que los automóviles deberían venir con el volante al estilo inglés. No se trataría de contradecirlo. Sería conveniente problematizar el asunto. Y después, encontrada la solución transitoria y consensuada, buscar una implementación. Por ahora nadie hace lo contrario; salvo cuando ha bebido unos cuantos “fernets” demás. Si alguien no paga el impuesto a la patente de su coche tiene distintas salidas: pagarlas en algún momento, eludir permanentemente los controles, vender fraudulentamente. Pero las patentes, de un modo u otro, siempre se pagan. Es cosa de niños pensar de otro modo.

 

Es cosa de grandes, aunque siempre alberguemos lo mejor de los niños, buscar las transformaciones. Se sabe. No es fácil elegir. Tenemos suficiente con lo vivido desde hace años. No vamos a teorizar sobre cambio, sobre revoluciones. No nos queda bien el sayo. Nos parece mejor lo cotidiano, lo de todos los días para los que nos venimos viendo desde hace varias décadas en los pasillos, las aulas y el más o menos desprolijo bar.

 

Desde esta perspectiva, que vuelvo a aclarar no es ni ligeramente ingenua ni intrépidamente temeraria. Coneau, su “affaire” nos queda grande por un lado, pero definitivamente chico por otro.

 

En nuestra Facultad, desde la instalación del Plan 84 en adelante, hay numerosas desapariciones. Ellas son Procesos Psicológicos Básicos, Psicología del Desarrollo, Psicodiagnóstico, Procesos Grupales, Psiquiatría, Clínica de Niños. No menciono en esta lista a la Psicología Jurídica o la Laboral; no por que no merezcan el “podio de los borrados”, sino por que son algo menos antiguos que los rubros que cito en primer lugar.

 

No voy a desarrollar cada uno de los saberes nombrados. Sólo voy a detenerme en uno: “Psiquiatría”. Lo hago por un cierto prejuicio: el de volver a ser acusado de medicalizante. Con Psiquiatría quiero decir la vieja y querida semiología de las afecciones mentales, las nobles e inestimables contribuciones acerca de qué cosa se entiende por delirio o alucinación, qué cosa se entiende por neurosis, psicosis, por demencia u oligofrenia.

 

Todo ese saber fue pretendidamente tirado por la ventana en 1984. Tiempos de euforia, tiempos de vino y rosas, donde todos navegamos por las calles adornadas con guirnaldas de colores.

 

Justo es reconocer que habían quedado en pié tres materias de raigambre biológica. La primera Directora de la Carrera, Gloria Annoni, supo defendernos ante los embates donde se nos enrostraba nuestra supuesta irrestricta adhesión al complejo médico industrial. Ese que compite en los tres grandes de la mafia internacional, junto al negocio de las drogas y los armamentos.

 

Ovide Menin explicaba los nombres abstrusos de nuestras materias diciendo que se había tratado de una manera de evitar nuevos juicios ante el despido de los viejos docentes de la Facultad de los milicos. Es posible que así sea. Pero los nombres pesan. Se sabe, las palabras tienen peso.

 

Y Coneau no encontró esas palabras. No hay “evolutivas”, no hay “psicología general”, no hay “diagnóstico”, no hay “niños”. He usado muchas veces el morfema hay, derivado del verbo auxiliar haber. Y no puedo menos que sentir cierto escalofrío. En este uso, haber se acerca a existir. Y a otro auxiliar, ser.

 

Temo que se nos juzgue por esencialistas. Por esencias de “desarrollo”, de “procesos básicos”, de “psicodiagnóstico”. Temo por que se nos encuentre culpables del pecado de fanatismo. De defensores de antiguas verdades. De existencias ineluctables. Sucede que he escuchado que se ha sostenido que “la salud mental no existe”. Yo creía que esa expresión sólo valía para las cargadas alrededor de un clásico del fútbol rosarino. Tamaño objetivismo asusta.

 

Tanto como pensar a nuestra Carrera como única en el país. No es que me posicione en contra de la singularidad, de la excepcionalidad. Tampoco de la revisión amplia y profunda de lo instituido instituyente. Para nada. Pero me parece reservado a los ángeles proclamar lo que ha de venir sin ninguna clase de ambages. Los terrenales debemos ser algo más cautos.

 

No nos es dada la capacidad de decidir alegremente acerca de qué cosa debe existir sin preguntar un poco a los demás. En este sentido, nuestros pares evaluadores de Coneau no son otra cosa gente como nosotros. Gente que ha vivido en este mismo país, en estas mismas Facultades, en esta misma Psicología. En otros términos, en esta misma miseria.

 

Veamos nuestras miserias. Veamos que nadie se preocupó demasiado por si nuestros egresados saben distinguir un “delirio”, qué cosa es la “percepción”, a qué edad un niño “camina”, qué cosa es el “Bender”. No hablemos de grandes temas, como podría ser el debate sobre las Metodologías de la Investigación , sobre las Epistemologías (sí, claro, hay epistemologías, no es bueno hablar de “epistemología” a secas, dando lugar a una sola epistemología).

 

Nosotros, en Biológica II, pensamos en varios de esos ítems. Desde el inicio nos preocupamos por pensar la Neurofisiología ligada a los Procesos Psicológicos. El hoy Premio Nobel de Medicina, O´Keefe, mostraba ya en 1978 partidario de pensar a los rendimientos del hipocampo vinculados a una Psicología descentrada del Conductismo de Tolman, incluso de la Neurofisiología relativamente aséptica de Hebb. No por negarlos. Sino por superarlos. Por entrar en círculos más abarcativos de indagación.

 

Nosotros dimos en los Seminarios de Reorientación previos a la primera cursada del Plan 84 contenidos de Etología Humana. Buscábamos entender, mientras dábamos a conocer, algo acerca de lo exploratorio humano. Tal como el mencionado O´Keefe señala al distinguir entre las guías ruteras del estímulo respuesta y la psicología ambiental donde el afán de conocer tiene su lugar. Por la vía de la exploración, de los anclajes relacionales.

 

Por eso nos interesamos en enseñar Neurofisiología aplicada a Procesos Psicológicos Básicos, al Desarrollo. No nos parecía justo hablar de Procesos Atencionales sin entrar en la Motivación, en las Emociones. No nos parecía justo ni nos gustaba. Los que fuimos fundadores de la edición 84 de esta Cátedra, que existe desde los inicios de la Carrera, ya veníamos con una importante formación en la interfase ciencias naturales – ciencias humanas. Es más, considerábamos a nuestro campo, naturalista por principio, inmerso en las Ciencias Humanas.

 

Nunca entendimos que Psicología, una disciplina que se ocupa de lo fáctico, de los hechos, pueda enseñarse en un ejercicio meramente retórico. Por eso, tan rápidamente como pudimos, diseñamos los Trabajos de Observación del Bebé y del Anciano, posteriormente del Adolescente. Donde Observación no implica Empirismo pitagórico, sino descripción y búsqueda de “ejemplares”. Donde Observación es participación, establecimiento y reconocimiento de un campo relacional vincular. Suelo intersubjetivo de la subjetividad.

 

A los revisores de cuentas de Coneau les costó encontrar nuestra materia. En los informes disponibles hay pocas referencias a los capítulos dedicados a estos los temas supuestamente ausentes. Tanto en Procesos Básicos como en Desarrollo. Es posible que hayan tenido poco tiempo. O que los nombres los hayan mareado. O que no hayan entendido.

 

Pero más trabajo les ha costado, les cuesta, a nuestros pares – impares docentes de la Facultad. Mucho más a la hora de ver la metodología de la enseñanza, que se fundamenta en la práctica,  no en la repetición psitácida. Aquella que en la que bien vale pensar cuando uno escucha “…sujeto sujetado del inconsciente…”. Del inconsciente de los “loros” repetidores. Con todo el respeto por los loros, sin comillas.

 

Fue por eso que nuestras autoridades nos convocaron para enfrentar la urgencia. Con todo lo que esta palabra significa, con todas sus dificultades. Pero es evidente que nosotros teníamos algo para ofrecer, para salir momentáneamente del atolladero. Si se trata de una improvisación no será nunca imputable a que nosotros nos venimos ocupando del tema desde hace décadas. No somos los ganadores del “Gran Bonete”, los más sabios y bonitos. Sólo nos hemos ocupado; unos pocos médicos, casi veinte Psicólogos.        

 

Es posible que muy pocos docentes de nuestra Facultad conozcan nuestro Programa. Mucho menos nuestros contenidos. Existe la suposición de que el título de grado otorga “chapa”. Nadie parece conocer que nuestro título, hoy, es más posibilidad habilitante que habilitación en si misma. Alguien ha dicho, muy ácidamente, que los títulos universitarios de estos tiempos son “bachilleratos honorificados”. Brutalidad o no, vaya a uno a saberlo. Pero si es cierto que O´Keefe, un neurofisiólogo de la Universidad de Londres, más allá de su titulación, estudiaba varios años antes del 84 cuestiones que hacen a la Psicología contemporánea. Estudiaba memoria, estudiaba el hipocampo. Pero pensaba en los círculos abarcativos del cerebro como base material constructora de la realidad.

 

No parece conveniente congraciar el saber con las titulaciones de grado. Mucho más si lo último que se ha conocido sobre “Evolutiva” es el antiguo texto de Stone y Church, leído en los tres últimos días antes de un examen. En el resto del mundo, incluyendo todo lo que no es Rosario, la gente ha seguido estudiando. Los parroquianismos universitarios, los comités partidarios, si se quiere las aduanas del saber, no son recomendables.

 

Es esa realidad la que reclama por nuestra labor política, como preocupación asentada en un narcisismo más vital, menos tanático. Labor política que debe mirar, antes que nada, hacia nosotros mismos. Hay quien sostiene que la corrupción empieza por la familia. No sabemos cuánto de cierto tiene pautar las secuencias circulares entre los social y lo familiar, entre lo comunitario y lo individual. Pero si sabemos que es de buena práctica empezar por los espacios discretos de nuestro acaecer. Tal vez el sueño de la Unión Soviética intentó pasar sobre de las humanas debilidades. Sobre las determinaciones inconscientes. Stalin, el hombre de acero, tenía un cerebro con neuronas como las de cualquier otro personaje. No está nada mal. No debe sorprendernos. Lo que debe sorprendernos es nuestra propia capacidad de darnos cuenta de nuestra rigidez, de nuestras disociaciones, de nuestras mezquindades. En definitiva, de nuestra propia miseria. El “affaire Coneau” no es más que una emergencia, un suceso que corre el peligro de no poder adquirir el nivel de un acontecimiento apto para las transformaciones deseables.

 

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