Tesis Doctoral / Roberto C. Frenquelli / "Conociendo al enemigo oculto"/ (I)
Realidades mentales y mundos posibles
“Saber es poder, y la aparente paradoja es que los científicos y los tecnólogos, en virtud el saber que tienen sobre lo que sucede en ese mundo sin vida de las abstracciones e inferencias, han llegado a adquirir el inmenso y creciente poder de dirigir y cambiar el mundo en el que los hombres tienen el privilegio y sufren la condena de vivir”.
Aldous Huxley
Eduardo es un hombre de más de 80 años. Infaltablemente, tanto en invierno como en verano, con su saco sport de paño a grandes cuadros; grandote y rubicundo, se desplaza con cierta lentitud. Arrastra un poco sus pies, lo que le confiere un cierto aire de cansancio, mientras se bambolea un tanto, al tiempo que parece abrir al máximo sus ojos claros en un intento de mantener su precario equilibrio. Ojos que agrandados por el aumento de unos enormes anteojos de carey, transmiten un brillo manso que le terminan de dar un aire simpático, gracioso diría, cual gigante de juguete.
Ha sido un industrial que alcanzó cierta notoriedad en los años de la segunda guerra, épocas que recuerda siempre con una mezcla de orgullo y tristeza. Orgullo por el rendimiento logrado en esa empresa, junto a su padre y hermanos, mientras desarrolló una familia con dos hijos que no siguieron sus pasos; tristeza por las sucesivas trabas económicas que, desprendidas desde las crisis institucionales, dieron por tierra con aquel emprendimiento. Fue por entonces cuando supo de su hipertensión.
La fábrica cerró y pasó a ser un conjunto informe de fierros dormidos, criando óxido indiferentes al silencio, para después dejar lugar a la bulliciosa estereotipia de una cancha de paddle. Su mujer falleció de un cáncer ginecológico, “de un día para otro”. Uno de sus hijos tuvo serios problemas emocionales. Vive solo en un pequeño departamento que logró salvar del naufragio.
Una catarata de imbricaciones temporales emerge, siempre que uno esté dispuesto a escucharlo. Lenta como su andar pero, a diferencia de éste, bien firme. Y cautivante.
¿Usted estaba cuando yo le conté a usted lo que me pasó una vez que tuve que ir de noche… ahí… al médico de urgencia, a [nombre de un servicio de emergencia]? Fui y tenía 22, 21, de presión… y 12..., ¿puede ser…?
No recuerdo bien, cuénteme...
…de mínima... Me dice “usted no puede estar así…”, me quería dar la pastilla acá... (señala su boca). “Mire, a mí el doctor me la prohibió porque es un arma de doble filo”. Y le digo “mire, doctor, ¿y si espero un poco?”. Yo le conté a él “…porque hoy tuve un problema… pensando en algo…”. Y había sido que yo cumplía 50 años de casado. Me fui al cementerio, después…, no tendría que haber ido, pero sentí necesidad de ir. A lo mejor ya andaba con un poco de presión, ¿no? Pero después salí y me crucé al parque y me entristeció tanto ver cómo estaba todo…, que yo hace 20, 25 años que no lo cruzaba. Porque era un orgullo el parque… el parque de Rosario, el Parque Independencia era un orgullo…, el lago…, el orgullo de la ciudad. La gente de afuera que venía y todo eso… Me acordaba de cuando éramos chicos, el bote, todo… Entonces me empecé a emocionar digámosle. Me encontré con uno más de mi edad y empezamos a charlar… “Che, ¡qué vergüenza!, ¡qué desastre cómo está esto!, cada vez peor, sueltan los perros…”. Bueno, y… ¿cómo decía?… sí, me… me empezó a agarrar una amargura... Me vine caminando desde el Parque Independencia por Alvear hasta Salta, como medio… obnubilado, como le dicen.
Voy al médico, que me dijo “venga dentro de una hora más o menos”, ahí en [nombre de un servicio de emergencia]. Me dice “vuelva dentro de un rato”. Bueno, yo salí y caminé por la calle. Yo veía que la gente escuchaba radio. Daban el partido entre Colón de Santa Fe y Boca Juniors, que es un cuadro de fútbol que no quiero. Yo le tengo una bronca bárbara, porque sé la historia cómo es. Un cuadro… un equipo que ha vivido protegido por la Casa Rosada, mantenido por la Casa Rosada y… está contra mi espíritu eso. Y no va que había perdido, a las diez, a las once de la noche... ¡Me dio una alegría…! Y yo lo único que tomé… un Glioten, una pastilla, un Glioten 10, pero eso no puede ser… Toda la alegría que me dio que había perdido Boca… me… me… me liberó la mente, yo estaba loco, estaba loco. Y eso no fue del Glioten que tomé. De las nueve de la noche a las once, un Glioten de 10 miligramos no creo que me haya bajado la presión, creo que tenía menos de 17…
Y… yo cumplía 50 años de casado. Del ‘46… del ‘46 al ‘96, ¡no… el año pasado!, hace un año. Mayo era, Mayo del ‘96, 4 de Mayo. Y justo era un sábado… Un sábado... y mi señora, me acordé que… ¡lo que le gustaba el parque Independencia! De cuando teníamos chicos chicos y se iba al parque, se llevaba el termo, con los chicos en el auto. Iba toda la gente del interior porque les gustaba venir a ellos, y el río no te digo nada… Me acordaba de todo… pero reviví, reviví la época de recién casados. De cuando tuvimos a los chicos, y cuando yo era chico, el parque Independencia, cuando íbamos a remar nosotros…
El doctor MCaEo6 es un cardiólogo destacado de la ciudad. Lleva varias décadas en la profesión, ha presidido instituciones científicas. Si bien no somos amigos, es un viejo conocido, con quien mantengo una relación de mutuo respeto y simpatía. Se ha prestado de muy buen grado a la entrevista. Un apasionado del tema, conocedor de detalles, se brindó ampliamente, sin retaceos, con gran elocuencia. Más bien bajo, delgado, de cara angulosa, sus tupidas cejas parecen querer subrayar con mayor fuerza sus expresiones, a coro con su manos que se alzan una y otra vez acompañando sus palabras.
4- MCaEo6: Eh, es un, yo creo que es uno de los temas más complejos que tiene el, uno de los temas más complejos que tiene el tratamiento de hipertensión. Mirá, hay factores que dependen del paciente, factores que dependen del médico, eh, creo que básicamente Jo, eh, [nombre del Eor], es algo que resumiéndolo yo diría que depende, eh, de la buena, de la mala, o regular, eh, relación médico paciente que uno haga. Porque en tanto y en cuanto vos aprendas a conocer quién es tu paciente, eh, sabrás cuáles son sus limitaciones para conocer, para entender, su nivel intelectual, su capacidad económica, las posibilidades que tiene de hacer todo lo que vos le decís que tiene que hacer; por supuesto, está en vos también ser un conocedor del tema.
(...)
12- MCaEo6: Vos, ahora que estás haciendo este trabajo, seguramente ya has consultado la bibliografía, y verás todos los estudios que hay a, a ¿cómo es?, a raíz de, de este problema de la adhesión al tratamiento. El más clásico y conocido es el estudio Nahnes, de la Encuesta Nacional de la Salud en Estados Unidos, ¿no es cierto?, esté, que se hizo en el 80 y pico, creo, o en el ‘80, en el ‘91, y después, creo, uno seguidito en el ‘93 o en el ‘94. Cómo, eh, empezaron a crecer, esté, del primer NAHNES1 al NAHNES segundo, eh, la cantidad de gente que se enteró de que era hipertensa, o sea, cómo empezaron a detectarlo mejor, la cantidad que era tratada también creció, y la, pero la cantidad controlada, el por ciento de, de pacientes hipertensos controlados, que de un 10 % subió a un 29 %, en el último Nahnes baja a un 27 %; eso hay que explicarlo. Eso hay que explicarlo, algo, algo pasa en eso, ¿verdad? Bueno, por ahí dicen que como los remedios antihipertensivos son tan eficaces, el médico un poco aflojó con el tratamiento, esté, no farmacológico, es decir, con el cambio de, de estilo de vida, con las indicaciones que le da al paciente para que cambie en estilo de vida. Mirá, yo creo que esto es una cuestión, eh, muy delicada, demasiado grande como para que el médico dentro de su omnipotencia crea que lo pueda manejar él, yo creo que ahí, eh, también parte, eh, un, un, ¿cómo es?, un camino fundamental, eh, o una línea de pensamiento fundamental. Vos no podés como médico ser el único responsable de todo esto. Si la sociedad le, eh, el, el, el Estado que tendría que encargarse, en vez de promocionar tantas otras boludeces, empezara a difundir lo que es el tema de la hipertensión arterial, porque la gente no le agarre miedo, le agarre respeto, empiece a observar las conductas, a seguir para, eh, modificar esa hipertensión arterial, conocer, destruir los tantos mitos que existen en la hipertensión arterial, mitos creados por el médico muchas veces. La, es decir, el Estado, y la, la, la, la, la, ¿cómo es?, las organizaciones nacionales, ayudadas por las entidades, eh, que se suponen que conocen de esto como son las sociedades de hipertensión, de cardiología, de clínica médica, etc., eh, no, no, no se hace algo que empiece a bajar línea, línea, línea, como se ha hecho, no sé si se hizo bien, [nombre del Eor], no sé si se hizo bien.
Lo que se ha hecho en el sida por el pavor, el pavor que causó saber que el sida había entrado en la Argentina y que, eh, en pocos meses nos dimos cuenta que esa proyección que hacían para el futuro era verdad y que se iba a hacer peor, y ese pavor hizo que se bajen líneas de todos lados, como se han hecho para otras cosas, como no se hace para el alcoholismo, como no se hace para el alcoholismo, por ejemplo. Eh, si no se hace todo en conjunto, es decir, todos estamentos que son las entidades que tendrían que poder, eh, poder, tienen poder como para bajar líneas a través de los medios. Campañas serias, que no asusten a la gente, que no asusten a la gente, que, que la responsabilicen. El médico que aprenda a conocer un poco más de esto; el médico es uno de los principales que niega la hipertensión arterial como, [nombre del Eor], vos eso lo sabés de memoria, niega el problema ¡del colesterol! 2, 248, ¡no, poquito!, no más, está bien, comé un poquito menos de grasa, qué sé yo, ¡de grasa! le dice.
Vos te imaginás que yo vengo acá, no soy médico, y vengo a, a decirte [nombre del Eor], “vengo porque me duele la cabeza”. “Y tratá de fumar menos”, vos me decís, o, o “arréglate vos”, me estás diciendo cuando me decís “comé un poquito menos”. Yo vengo a buscar un régimen, vengo a buscar una solución, remedio, algo, vos me tenés que decir algo, si yo soy un dislipémico. Es lo mismo que a un tipo le duele la cabeza, le decís “bueno, tratá de tomar una aspirina”, más o menos como que se arregle él por su cuenta, como que vos no sabés nada. Y, en realidad, ese es el drama, el médico no sabe nada de nada; inmensa mayoría de los médicos, no sabe de dislipemia, no sabe de hipertensión arterial, no sabe de que hay algo que, que ya no se dice más hipertensión arterial que es síndrome plurimetabólico, que la, la hipertensión arterial es como, como el, la fiebre que vos le tomás en una, en una gripe; tiene tos, tiene astenia, tiene decaimiento, mialgia, artralgia, tiene todo un síndrome tóxico infeccioso, eh, una viremia, eh, eh, ¿cómo es?, y aparte tiene fiebre.
Ambos invitados a hablar sobre hipertensión impresionan haber puesto lo mejor de sí. Veamos ahora, acercándonos otro poco a ellos, qué podemos decir sobre sus dichos.
Uno, el paciente, ha hecho un relato lleno de recuerdos, ha vinculado diferentes tiempos. De un plumazo conectó su presente de viejo, en un parque abandonado cual cementerio, con un pasado de alegrías y esperanzas. En el medio la hipertensión, las instituciones médicas y sus normativas. Pero que quedan bastante atrás. Atrás de una emoción que fuerza poesía. Si entiendo por tal aquello que de la mano del sentimiento puja por lo bello. Un fondo tan anónimo como brioso, presencia de un imaginario sempiterno, como por arte de magia, se reinstala en él: es la radio que le trae, por fin una vez, una victoria de los derrotados. Un imposible casi. Y Eduardo siente, mientras nos deja una estela de verosimilitud, que “sube” mientras la presión “baja”.
Otro, el doctor, ha blandido su palabra y sus gestos, en lucha desigual con la enfermedad. Ha mencionado muchas cuestiones. La palabra hipertensión es para él un hiperónimo fenomenal. En ella parecen caber múltiples cuestiones, determinantes todas; causales que casi con seguridad, de ser efectivamente controladas, más o menos bien asociadas, podrían rendir excelentes frutos para lo que parece ser su meta: el conocer para una cierta eficiencia. Su relato no ha sido frío, el Doctor MCaEo6 no es de ese tipo de sujetos. Pero su emoción ha quedado subordinada a una dimensión diferente de la poesía. Si entiendo lo suyo aquello que de la mano de la pretensión de la precisión puja por la eficiencia. Va tras la verdad, que aunque esquiva, la presenta como posible.
Se delinean así, con claridad, dos maneras de pensar que se ubican en extremos. Extremos que configuran distintas “realidades mentales y mundos posibles”.2 Extremos a los que quedará anclado el problema de la adhesión al tratamiento de la hipertensión. Un pensamiento narrativo que aúna historia con novela, donde los afectos se anudan, privilegiados, a los aconteceres, a la facticidad existencial, dándole sus colores.
Eduardo entiende que la cosa es como siente, le propone al doctor postergar su medicación en aras de “su” verdad. El Doctor, en cambio, subordina su inocultable pasión a la normatividad del pensar lógico científico; toda su fuerza expresiva se rinde a una legalidad exterior, a la fachada portentosa del National Health y sus números, desde donde se monta en el dedo acusador de una cientificidad que proclama “la” verdad.
Dos maneras de pensar que todos los días suben a la escena de tantos consultorios. Para dirimir el problema de la adhesión al tratamiento. Seguramente no sólo de la hipertensión arterial.
1 NAHNES es la sigla de National Health and Nutrition Examination Survey, un relevamiento periódico del Centers for Disease Control and Prevention of the National Center for Health Statistics (CDC / NCHS), U.S.A..
2 Esta expresión parafrasea el título del libro de J. Bruner (1987) “Realidad mental y mundos posibles. Los actos de la imaginación que dan sentido a la experiencia”. En tanto alusión a las modalidades de pensamiento denominadas paradigmática o lógico científica y narrativa.
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