Desarrollo temprano y psicosomática / Roberto C. Frenquelli

 

Psicofisiología y Psicoanálisis.


A propósito del Síndrome de Intestino Irritable


Prof. Dr. Roberto C. Frenquelli


1- Empezando por los hechos:  

1.1 –

 

 Patricia tiene ahora unos 40 años. Está casada con un agrimensor, Luis, con quien tienen una única hija, Barbarita, de 11 años. Trabaja como Profesora de Idiomas. Ha sido mi paciente durante varios años durante su adolescencia. El año pasado hizo algunas entrevistas; volvió “para hacerse una especie de chequeo”…, “no para iniciar otra vez…”. “Barbarita está creciendo, está divina, es lo único que me importa. Tengo mucho miedo que le pase algo, que me la roben”.

 

Patricia mantiene sus mismos rasgos, sus expresiones paraverbales.  Sus manos transpiradas, su voz algo chillona, sus mohines aniñados; fundamentalmente su ojos a punto de estallar, llenos de lágrimas, sus quejas sobre su “mala suerte”, sobre “la injusticia de la vida”. “Con Luis…, pobre…, no me interesa nada. Me da asco, sufro cuando se me acerca. El es bueno, me da pena decírselo. Yo creo que él lo sabe, pero no me dice nada”.

“Lo que me interesa es Barbarita. Ella es todo para mí. No quiero trabajar más. No tolero a los adolescentes, los alumnos no tienen ningún interés”. “Barbarita es divina, viera qué linda, qué inteligente. Estaba por traérsela”.

 

Sus padres siguen vivos. Un mal negocio los arruinó. “El había dispuesto un dinero para nosotros, cuando muriese. Estaba en una cuenta en el exterior. El banco quebró”. También se quebró el período de entrevistas. Sobre fin de año Patricia dejó de asistir a mi consultorio.

 

Reapareció hace unos meses. Había consultado al mismo gastroenterólogo que me la derivare cuando jovencita. “No voy de vientre. Es terrible. Qué puedo tomar?. Me inflo. Me duele mucho. No quiero hablar de lo otro”. “Usted espera que yo hable, que le cuente, pero esto es tremendo. No soporto”. “Debo tener algo, un cáncer, no sé…, algo tengo”.

 

En las vacaciones fueron al mismo sitio de la playa donde siempre. “Barbarita conoció a un nene, de su misma edad, divino”. “Un día me dijo que le gustaba. Cosas de chicos. Pero yo empecé a sentir que ese nene era para ella. Algo rarísimo. Me desesperé. Cuando volvimos a Rosario fuimos juntas a comprar un celular para ella. Lo llamamos. El pibe también la llamaba. Una vez ella le contestó “…no me llames los días de semana por que estoy muy ocupada”. Yo la reté muchísimo, la hice llorar. No podía parar de pensar en ese chico. Estoy así”.

 

Patricia, cuando tenía poco más de quince años, fue enviada a análisis por dolores abdominales recurrentes, períodos de constipación pertinaz alternados con diarreas importantes. Delgadita, con sus ojos transparentes y llorosos, no paraba de quejarse de que “era fea, que no la querían en la escuela”. Sus padres, por entonces comerciantes exitosos, la anotaron en un Colegio de elite. “Son unos tarados, lo único que les importa es la plata. A mi no me quieren por que no soy de apellido. Y soy fea, flaca. Tengo piernas delgadas, todos se ríen. Nadie gusta de mí”.

 

Ya en otra escuela pudo terminar la secundaria. Fue cuando conoció a Luis, unos años mayor. Inició la carrera de Medicina, que abandonó al poco tiempo por que “no me gusta, es muy triste, es difícil. Además yo necesito una carrera corta”. Se casó al poco tiempo, mientras estudiaba el Profesorado. Describía a su padre como muy distante, siempre ocupado en su hobbie, los automóviles de colección. Su madre, a quien veía como fría y distante, era por momentos su único refugio. Claro que compartido con su hermano menor, “el mimado, a él si le perdonan todo, es el preferido”.

 

Su análisis se extendió por unos cuatro años. Mejoró mucho sus síntomas digestivos, que quedaron postergados ante sus relatos angustiosos. Sobre la finalización, donde hizo un planteo económico que resultó decisivo – en tanto no quería recibir más el apoyo de sus padres para pagar su tratamiento -, Patricia pudo encaminar sus estudios, desempeñándose con cierta soltura. La pareja con Luis era su gran refugio; allí pudo relegar sus sentimientos penosos en relación a su físico, a lo social.

 

1.2-

 

Marcos es un joven de poco más de veinte años. Delgado, de ojos celestes, rubión. Muy pálido. Habla preciso, con lentitud, mientras estudia sus posturas. Usa ropa moderna, con sus marcas cuidadosamente expuestas. Vive en un pueblo distante unos trescientos kilómetros. Trabaja en la firma cerealera de su familia. “No estudié. Terminé el secundario y me quedé con mi papá y mi abuelo. Estamos juntos en el negocio”.

 

“Mi problema son los intestinos. Soy ligero de vientre. No puedo ir a ningún lugar si no hay baño. A veces me hago encima. Me duelen las tripas. No se que comer. El Profesor me dijo que era nervioso”. “En realidad es cierto. Soy nervioso”. “No soy seguro, no entiendo”. “La gente me dice: vos tenés lo que querés, lo tenés todo. Tengo muchas mujeres. Salgo con muchas chicas. Nunca estuve de novio. Con la que tengo relaciones,  enseguida me canso. Las largo. No las soporto. A una, el otro día, la hice bajar del auto cuando salíamos del motel. Hizo un gesto que no me gustó”.

 

“Mis padres se separaron al poco tiempo que nací. Mi mamá estuvo mal. Me crió mi abuela paterna. Mi papá es un tiro al aire. Un barrilete sin cola. Anda con una negra, una puta. Es inmaduro. No tengo comunicación con él. Mi abuelo es todo, el lleva la empresa. Yo estoy aprendiendo”.

 

Marcos ha venido con su madre. Ella se presenta y el joven ingresa solo a la primer consulta. Es una mujer rubia, alta, elegante. Muy ricamente vestida. Dice que me recomienda a su hijo, que necesita mucha ayuda. Que ella también tendría que tratarse.

 

“Odio a la gente pobre. Hay que andar con cuidado, te quieren robar. Saben que tengo plata. En mi pueblo no se puede tener un Audi, te lo rayan, te lo rompen. Es así”. No tiene amigos. Después de unos años volvió a vivir con su madre. “Ella no trabaja. No hace nada. Yo la mantengo. Le tengo que dar plata. Cuando venimos a Rosario se atiende con los mejores médicos, tiene varios, no le encuentran nada”. “Hoy fuimos al shopping, me compré ropa. Me dijo que todo era para mí, que le comprara a ella un perfume importado. Yo no le puedo decir que no. La tarjeta está a mi nombre”. Me cuenta que la madre perdió todo el dinero tras la separación. “No tiene nada”. Pero agrega “si no fuera por ella yo no podría mantenerme, me lo dice siempre: vos no sabes combinar la ropa. Ella tiene gusto, es la verdad”.

 

“No puedo subir a los ascensores. Tampoco a los aviones. No he viajado. Solo me gustan los autos caros”.

 

Inició su tratamiento, en forma quincenal, dos horas por cada viaje. Al poco tiempo sus síntomas digestivos desaparecieron. Trabajamos unos tres años. Modificó la relación con su padre; comenzaron a viajar juntos en relación a un tipo de negocios. En el primer viaje, al regresar, Marcos tuvo un episodio severo de diarreas, con deshidratación, que obligó a su internación por unas horas.

 

Paulatinamente fue revisando la relación con su madre, que empezó a sentir manifiestamente como de tipo parasitaria. Estableció una primera relación más o menos estable con una joven, una azafata que conoció en su primer viaje en avión. Todos estos cambios lo fueron enfrentando con ansiedades de tipo persecutoria: temor a que su madre se suicidara, a ser engañado por su novia, a ser burlado en su patrimonio económico. Acostumbrado a gastar importantes cifras en objetos suntuarios, a ceder ante los requerimientos caprichosos de su madre, se encontraba a punto de adquirir una propiedad donde iría vivir con su novia. Empezó a sentirse “robado”, “observado”, “como si se aprovecharan”.  Abruptamente, en forma unilateral, me comunicó que interrumpiría su terapia por un tiempo.

  

1-3 -

 

Alfredo, junto a su padre y hermano mayor, es propietario de una flota de camiones de transporte. Una empresa familiar, fundada por su padre y sus tíos en tiempos de la segunda guerra mundial. Casado, promediando la treintena, no tiene hijos. Su esposa, Mariela, es una odontóloga algo mayor que él; están realizando complejos tratamientos para lograr un embarazo.

 

Tiene diarreas frecuentes, diarias. En ocasiones explosivas. Es un “detector de baños”: no sale a ningún lado si no tiene “seguro” donde podría acudir en ciertas emergencias. Cuando llega al consultorio, sistemáticamente, antes de saludarme, me pide permiso para entrar al baño. Ha realizado algunos tratamientos; con gastroenterólogos, sin éxito alguno; otros con psiquiatras, que tampoco ha sostenido.

 

Es un hombre delgado, de escasa estatura, con el aspecto de los sicilianos. Viste prolijamente, aunque sin demasiada elegancia. Tiene un lenguaje pobre. “Prefiero que me haga preguntas. Soy callado. Tengo nervios por dentro, me los trago. No se qué más decirle…”. Le gustan los autos, tiene uno de gran valor, es su orgullo, le encanta manejar a velocidad. Tiene un diferendo comercial con el hermano; el padre ha decidido dejar la jefatura de la empresa. “Eso me tiene muy mal. Yo soy cagón, no me animo, no se que decirle. En el último tiempo logré separar las cosas, sin separarnos de la empresa, él en lo suyo, yo en lo mío”. “Cómo puedo ser tan distinto de mi viejo. El es capaz de pasar por encima de los cadáveres. No lo para nada”.

 

“Mi mamá me dice que no nos vayamos a pelear. Que sería lo último que pudiéramos hacer.  Ella es muy temerosa, como yo. Tiene miedo a las enfermedades, a todo. Mi papá, casi de 90 años, en cambio, le mete con todo. Es una topadora”. Viaja una vez por año de vacaciones. Lo hace en su automóvil, con un grupo de matrimonios amigos. “Con ellos puedo salir”.

 

Mantiene una relación sentimental con una antigua novia. “Es una chica humilde. Me da lástima. La ayudo en lo que puedo”. Comenta que no puede dejarla, “ni siquiera está buena, tampoco es mejor que mi mujer en la cama, pero no se…, es así”. Cuando viaja para encontrarse con ella, al regresar a su casa, tiene que detenerse varias veces por crisis diarreicas.

 

“Con Mariela todo bien. Ella trabaja por monedas…, pero se entretiene. Yo le digo, pero no quiere saber nada, sigue con su profesión. Es al pedo. Pero la dejo. Sufre con los tratamientos, vamos a Buenos Aires. No queremos adoptar. No me gusta, uno sabe bien qué le puede tocar”.

  

1.4-

 

Laura es una bellísima muchacha de veinticinco años. La mayor de cuatro hermanos, todos universitarios. Ella ha estudiado un terciario, es técnica en laboratorio. “Pero no me gusta, no quiero trabajar en eso”.  Derivada por el psicoterapeuta de su madre, decide por su cuenta, mientras espera entrar a su primera consulta, tomar varios turnos para sucesivas semanas. Me lo comunica: “voy a tratarme con Usted. Nosotros siempre buscamos buenos médicos, buenos profesionales, los mejores”. “Tengo manías por la limpieza, pero no molesto a nadie. Al menos ahora, estoy mejor. Limpio cuando no están mis hermanos. Así no me rompen los cocos,  me dejan tranquila”. Está de novia con Diego, un estudiante crónico de ingeniería. “No hay amor. Pero es muy bueno, lo mismo que su familia”. Los fines de semana viven juntos. En una ocasión recibieron la visita de la madre de Diego. Se desencadenó un gran conflicto: “ella es una sucia, desordenada, dejaba todo por ahí…, las toallas en el baño, la ropa, un desastre”. Se produjo una batahola. Terminó con Diego que se marchó a su pueblo, junto a sus padres.

 

Fue cuando comenzó con distensión, dolores abdominales y algunas diarreas. “Esto es viejo, se me pasa enseguida, pero me rompe los cocos”.  Laura no mantiene sus trabajos, simultáneamente con el inicio de sus entrevistas estaba en franco retiro de uno de ellos. “No me reconocen, no me pagan…, no entienden nada”. Vuelve con su latiguillo, “me rompen los cocos”. “Me voy a conseguir algo mejor, no me merezco esto, no puede ser”.

 

Relata en forma sostenida, sentada al borde del sillón, con sus piernas juntas, sus manos entrelazadas. Pese a su belleza, está siempre pálida y ojerosa. No duerme bien. Cambia de tema en forma un tanto errática. Es muy afecta a las lecturas sobre “otras vidas”. “Usted hace hipnosis?..., yo quiero hipnotizarme”, se lo digo en serio”. “Yo creo en otras vidas”.

 

Conoce a Juan, también joven como ella. “Es un psíquico, conocen todo de los otros,  pero nada de ellos”. “Juan me dijo, Laura, no eres mi amor, lo veo…”. “Imagínese, que feo…, lo vio, me miró a los ojos, te ven…, así…; me dijo clarito”. A los pocos días conoce a otro joven, Martín. “Es divino, él también está solo. Pero dice que lo veamos con los terapeutas, que esperemos”. “Esta en terapia, tiene una sola sesión…, no se qué hay que ver…, si nos gustamos”.

 

 2- Siguiendo por un breve intento de síntesis clínica: 

 

He relatado, en forma absolutamente fragmentaria, cuatro casos que he atendido en los últimos años. He intentado analizarlos durante períodos que van entre unos meses y cuatro años. Con excepción de Patricia, que está cursando una segunda etapa, tras su primer análisis cuando era adolescente.

 

Son dos varones y dos mujeres. La edad de comienzo del Síndrome de Intestino Irritable  oscila entre la segunda y la tercera década de la vida. Los cuatro casos tienen forma a predominio diarreico. Antes de las consultas han sido vistos  por varios profesionales, generalmente gastroenterólogos, habiendo realizado tratamientos farmacológicos y estudios de complejidad variable (como radiografías y colonoscopías, a veces con biopsias de intestino delgado).

 

Salvo en el caso de Alfredo, los relatos son floridos de entrada. Predominan los síntomas de la serie fóbica. También los de corte hipocondríaco, con quejas e ideas de padecer cáncer. La genitalidad es pobre en todos, aunque hiperestimada. Los síntomas paranoides brotan frecuentemente: peleas diversas, temor a ser atacados, a ser burlados.

 

Parecen predominar los mecanismos de escisión y proyección. Los trastornos digestivos aparecen como “de lado”, aumentando el sufrimiento, pero no muy conexo a los avatares de la existencia. Más bien son secundariamente fuente de inquietud, sobre la que se construyen fantasías de cáncer u otro tipo de enfermedades.

 

Si tuviera que elegir un operador teórico elegiría al narcisismo. Es notable en todos la falta de una adecuada individuación, de intensos movimientos de idealización, seguramente frente a ansiedades persecutorias. En un solo caso hay síntomas de la serie obsesiva, muy asociados hipomanía y rasgos paranoides cuasi delirantes.

 

En las mujeres, si bien las narraciones aluden frecuentemente a estar “hinchadas como en un embarazo…”, no se tiene la impresión de una atmósfera histérica. Son personas muy sufridas, escasamente seductoras. Siento frente a ellos el deseo de protegerlos, al mismo tiempo que una sensación de no poder contenerlos. Una cierta sensación de urgencia, de desborde, de descontrol.

 

Cuando esto logra superarse, cuando se logra establecer un diálogo, los síntomas digestivos desaparecen “como por arte de magia”. Esto fue notable con todos ellos. Las exacerbaciones son posibles, pero ya en ellas es dable distinguir episodios desencadenantes con cierta facilidad.

 

Entiendo que los síntomas digestivos son vuelcos “subcorticales” al modo de lo descrito a propósito de las Neurosis Actuales. Otra manera de entender esto podría adscribirse a fallas en la Represión Primaria, donde no hay una adecuada ligadura del afecto, en sus manifestaciones cuantitativas, económicas, elementales, a los sistemas representacionales. A lo que Guillermo Brudny lee en Freud como  “Represión Primaria Estructural”. Algo que podría suceder también en cierto tipo de fobias graves (lo que las modas de hoy suelen llamar “estrés postraumático” o “crisis de pánico”).

 

Las personas afectadas de Síndrome de Intestino Irritable tendrían defectos en la constitución subjetiva, donde los trastornos de la regulación afectiva, habrían dejado caminos facilitados a la manera del “Proyecto…”, por donde discurriría la emoción, sin alcanzar otros niveles de tramitación psíquica. Quedaría por aclarar por qué motivo estas personas desarrollan este tipo de cuadros y no otros. Es posible que por ahora nos tengamos que contentar con explicaciones vinculadas a cuestiones constitucionales.

 

Es probable que la “mágica” resolución de los síntomas se deba a un efecto protésico del análisis. Tal vez sería más justo llamarlo un efecto favorecedor de la regulación afectiva, inicialmente centrados en los efectos continentes de la regularidad de las sesiones, de ciertos afortunados encuentros en la vinculación empática; donde el tono de voz, la actitud favorecedora de la narración y el diálogo permiten modular las descargas neurovegetativas que acompañan nuestras acciones.

 

También, seguramente, es muy útil una postura razonablemente firme, asegurando el diagnóstico, para evitar las construcciones que secundariamente se organizan sobre los síntomas físicos.

 

Estos pacientes traen otros niveles producción, que aparecen escindidos, a modo de la Escisión del Yo. Sueñan, asocian. Se puede trabajar de otro modo en estos momentos. Y es allí donde pondremos todas nuestras mejores intenciones para desarrollar “tejido psíquico”. Lo que es posible.

 

No obstante, como señalo en tres de los casos, las emergencias de lo paranoide, a modo de descargas abruptas, son frecuentes. Si bien la tentación a asimilar estos momentos a lo anal es grande, en mi criterio la génesis de los fenómenos psicosomáticos como las diarreas, no es superponible a estas actuaciones en la relación transferencial. Cuando estos pacientes se ponen paranoides no están “psicosomáticos”.  En otros términos, creo que cuando “explotan” en el tratamiento, cuando “lo hacen mierda”, cuando nos “hacen mierda”, no están en el mismo espectro psicopatológico que cuando van presurosos al baño. La diarrea parece adscripta a la Codificación Visceral, más antigua y elemental, evolutivamente hablando, en relación a las actuaciones donde la Codificación Analógica Icónica emerge.

 

Cuando digo “actuaciones” no pretendo entrar en otro campo que el de una semiótica, donde lo pragmático adquiere gran relevancia, ante la imposibilidad de un mejor contacto con una realidad dolorosa, inaceptable. Una especie de torpeza mental que traba las posibilidades de una más ajustada vincularidad. En un caso, el del fenómeno psicosomático hay un vacío representacional, en el otro, en la salida paranoide, el fracaso de un balance emocional positivo por alteraciones en las representaciones primordiales. [1]

  3- Aportaciones recientes desde la Psicofisiología: 

 

Estudios en ratas sometidas a deprivación materna muestran marcadas alteraciones del funcionamiento de la mucosa intestinal, cambios mediados por la acción del Factor Liberador de Corticotrofina (CRH) durante el stress. Esos cambios dejan trazas estables, disfuncionales, por el resto de la vida de los animales. Trastornos de la permeabilidad iónica, lo mismo que de la motilidad son evidentes. Todo esto estaría en la base de la fisiopatología del Síndrome de Intestino Irritable, lo mismo que de las Enfermedades Inflamatorias Intestinales, como la Colitis Ulcerosa o la Enfermedad de Crohn[2]. Se ha constatado que se producen modificaciones en el umbral al dolor en los ganglios de las raíces dorsales, lo mismo que en las astas posteriores de la médula, verdaderos cambios en neuroplásticos, que favorecen la emergencia de los síntomas de constipación y/o diarrea. Estudios en humanos, mediante técnicas de RMI funcional, han mostrado parecidos resultados.

 

Las investigaciones de Allan Schore, posiblemente hoy  el psicofisiólogo del desarrollo de más vuelo, muestran que el Cerebro Derecho es el predominante durante los tres primeros años de vida. Mientras se mantiene vigente, se van estableciendo las conexiones entre el Sistema Límbico y la Corteza Frontal, encargada de la modulación de las emociones, merced a las conexiones con el Núcleo Accumbens y la Amígdala. La regulación emocional se establecería durante esos años, antes de la transferencia al Cerebro Izquierdo, ligado a la Codificación Digital, a la competencia narrativa. El fracaso de la tramitación afectiva, de la sintonía relacional madre-bebé,  dejaría huellas permanentes; establecidas en trazas neuronales, donde tiene su asiento de la Memoria Procedimental[3], con sus conexiones hacia el Hipotálamo y el Sistema Nervioso Autónomo. La primacía del Lenguaje, muy posterior, quedaría como un “recubrimiento” insuficiente, seguramente pobre e incapaz de producir un adecuado “filtro” de las experiencias. Pese a las siempre a mano justificaciones de la conciencia, nuestro comportamiento quedaría inexorablemente ligado a los automatismos tempranos. En otros términos, al fracaso de una adecuada vinculación entre los complejos de imagen- emoción propios de las Representaciones Cosa y las Representaciones Palabra. A las retranscripciones entre Proceso Primario y Proceso Secundario. Peor aún, en ciertos casos, no habría siquiera acceso a la Codificación Analógico Icónica, predominando las respuestas “in toto”, indiscriminadas y masivas, propias de las Codificaciones Viscerales, aquellas primerísimas tramitaciones de nuestra existencia. [4][5]

 

Otros estudios abren la posibilidad de considerar al Síndrome de Intestino Irritable dentro de un continuo, que se inicia con los Cólicos del Neonato,  la Diarrea Crónica de los Pequeños y el Dolor Abdominal Recurrente en la Infancia y Adolescencia. Patologías hermanadas en las mismas bases fisiopatológicas: aumento de la sensibilidad y consiguientes alteraciones de la motricidad, con disfunciones de hormonas  digestivas, neuromoduladores y neurotransmisores.

 

El rol de la serotonina, tanto en este como en otros cuadros, se entiende como la expresión bioquímica de lo que vemos en lo comportamental. Las alteraciones moleculares, tanto en las magnitudes de los neurotransmisores, como en los fenómenos a nivel de la sensibilidad de los receptores de membrana,  se encuentran íntimamente asociadas a las vicisitudes relacional vinculares. En un todo de acuerdo con la noción de Series Complementarias, es fácil comprender que habrá personas con mayor predisposición para determinados cambios, tanto favorables como desfavorables. La lectura reduccionista se centra exclusivamente en uno de los lo que Bleger llamara “niveles de integración”. [6] La industria farmacéutica, que curiosamente alienta los estudios de punta que he citado, busca afanosamente algún tipo de medicamento que logre “frenar” la cascada de eventos que las alteraciones ambientales, como las relacionadas al déficit afectivo, producen sobre el genoma. Alterando el fenotipo,  conduciendo a la sintomatología del Síndrome de Intestino Irritable .

 

El uso de la amitriptilina, una vieja y reconocida droga antidepresiva, a dosis bajas, suele calmar notoriamente los síntomas dolorosos y diarreicos. Lo hace merced a su acción sobre las astas dorsales de la médula espinal, puerta de entrada del dolor. Este recurso, en algunos casos, permite bajar la ansiedad del paciente facilitando su acceso a la psicoterapia. La amitriptilina es activa sobre el metabolismo de la serotonina. Los antidepresivos modernos, tan preconizados, en cambio, no tienen casi utilidad.

 

   4- Aportaciones para pensar hacia y desde el Psicoanálisis: 

 

4.1-

 

Las investigaciones de corte naturalista, experimentales, vienen a confirmar y reforzar hipótesis más o menos explicitadas en la obra de Freud. La Psicofisiología tiene su lugar dentro del cuerpo del pensamiento freudiano. Pensada desde la Complejidad, sus estudios vienen a alojarse sin ninguna clase de obstáculo en los modelos de la mente que los psicoanalistas conocemos. Es indudable que en el nivel  molecular, tal como Freud sostuvo hasta el final de su vida, asienta el Aparato Psíquico.

  

4.2-

 

Las vicisitudes del Desarrollo Temprano dejan su marca, su troquelado, en la trama de las redes neuronales y de toda la respuesta general del organismo. La noción de “períodos críticos”, toda la neuroplasticidad, permite comprender la fijeza de ciertas estructuras psicopatológicas. [7] La pérdida de las funciones inherentes al Sistema Nervioso, es decir la capacidad de crear información, de crear la diversidad al servicio de comportamientos de mayor sofisticación y economía para enfrentar la realidad, es mayor cuanto más tempranamente se produzcan lesiones en la base material que las tramita.

 

4.3-

 

Sin embargo, nada de esto debe entenderse como de una significación fatalista, adscripta a un determinismo rígido. Nuestra mente, englobada recursivamente en el contexto donde se inserta, se construye como la balsa de un náufrago en alta mar. Con lo que va encontrando, con lo que puede ir atando, merced a encuentros contingentes, a una mayor o menor fortuna.

 

4.4-

 

De todos modos, conviene pensar en la fragilidad de las estructuras del Sistema Nervioso en los primeros años de vida. El Psicoanálisis no puede desligarse de la responsabilidad de señalar el valor de la Prevención en todos los niveles posibles de la misma.

 

4.5-

 

El sesgo exagerado del Psicoanálisis hacia las “logociencias” no solo lo aleja del pensamiento de su creador. También lo hace de la necesaria búsqueda de efectividad para socorrer al sufrimiento humano. Acercándose peligrosamente a un nihilismo disfrazado de crítica social, muy cercano a las claudicaciones propias de lo peor del post modernismo. La  lucha contra los reduccionismos debe plantearse asumiendo todas sus modalidades. Existe un reduccionismo biologista, existe un reduccionismo psicologista, existe un reduccionismo culturalista. Tanto uno como los otros son hijos de la ignorancia y el fanatismo. Muchas veces disfrazados de ensalmos a favor de la “subjetividad”. Chomsky, a quien nadie podrá vincular las fuerzas de la reacción, ha dicho que la ignorancia de lo biológico, de lo genético,  nos aleja mucho más de la libertad que su aceptación. El Psicoanálisis anida fecundas ideas para el desarrollo de la investigación experimental, de los estudios cualitativos prospectivos, inclusive del desarrollo farmacológico y clínico de moléculas capaces de transformar ciertos síntomas.

 

4.6-

 El Síndrome de Intestino Irritable es un cuadro equívocamente llamado “funcional”. En tanto no es posible encontrar daños anatomopatológicos evidentes al microscopio de luz. Es hora de abandonar esta tan expresión errónea como iatrogénica. Todos los comportamientos son a la vez “orgánicos” y “funcionales”. En tanto siempre la estructura material está asociada a la función. El Síndrome de Intestino Irritable no está sancionado como “enfermedad” por la Medicina Oficial por este tipo de confusiones. Es posible que pese todos a los desarrollos actuales sobre la integración cerebro-intestino se siga pensando en una entidad mal definida pues “no se ve” una lesión a simple vista. Para el común de los médicos estos pacientes “no tienen nada”.[8] 4.7- Dada la gran incidencia del cuadro es posible que la atención de primer nivel sea altamente iatrogénica. Es responsabilidad del Psicoanálisis acercarse a la Práctica Médica para contribuir al desarrollo de técnicas de abordaje a estos complejos problemas.   4.8- Entiendo que la formación psicoanalítica debería incluir nociones de Psicofisiología, de la mano de una epistemología “bio-lógica”. Es decir de la “lógica de lo viviente”. En realidad, el Psicoanálisis, desde mi pensamiento, debería acercarse a la perspectiva Psicosomática. El Psicoanálisis  tanto  Antropología, resulta imposible de ser despegado del continuo Genético Ambiental, Naturaleza y Cultura, Cuerpo y Mente.    

 

 5- Bibliografía: 

Besedovsky, A.; UK Li, B.; (2004);  Across the Developmental Continuum of Irritable Bowel Syndrome: Clinical and Pathophysiologic Considerations. Current Gastroenterology Reports 2004, 6. Brudny, G. (2006); “Complejo de Edipo y su disolución o represión primaria en la obra de S. Freud”. Revista Psicoanálisis. Asociación de Psicoanálisis de Buenos Aires.Vol. XXVIII – Nro. 1 – 2006.  

Coutinho SV, Plotsky PM, Sablad M, Miller JC, Zhou H, Bayati AI, McRoberts JA, Mayer EA (2002); “Neonatal maternal separation alters stress.induced responses to viscerosomatic nociceptive stimuli in rat”. Am J Physiol Gastrointest Liver Physiol.;282(2):G307-16 2002 .

 

Frenquelli, R. C. (2005); “El Síndrome del Intestino Irritable. “Caja de Pandora”…, “Cajón de sastre ?”. Congreso Mundial de Psicoterapia. Buenos Aires 2005.

Freud, S. (1895); “Sobre la justificación de separar de la neurastenia un determinado síndrome en calidad de neurosis de angustia”. Obras Completas. Amorrortu Editores. Buenos Aires.

Freud, S. (1895); “Proyecto de psicología”. Obras completas. Amorrortu Editores. Buenos Aires.

Freud, S. (1895); “A propósito de las críticas a la neurosis de angustia”. Obras Completas. Amorrortu Editores. Buenos Aires.

Freud, S. (1895?);  “Manuscrito “G. Melancolía”. En Fragmentos de la Correspondencia con Fliess (1892-99). Obras Completas. Amorrortu  Editores. Buenos Aires.

Freud, S. (1938); “Esquema del Psicoanálisis”. Obras Completas. Amorrortu Editores. Buenos Aires.

Gómez, F. (2002); “Experiencias Vinculares Tempranas: su importancia en el intercambio psicoafectivo madre - bebe y su impacto en el neurodesarrollo”. Mimeo. Buenos Aires.  

Schore, A. (1994); “Affect regulation and the origin of the self: the neurobiology of emotional development”.  Erlbaum Associates. New Jersey.

Schore, A. (2003); “Affect regulation and the repair of the self”. W.W. Norton. New York.

Söderholm, J.; Yates, D., Gareau, M.,  Ping-Chang Yang,  MacQueen, G.,  Perdue, M.; (2002);Neonatal maternal separation predisposes adult rats to colonic barrier dysfunction in response to mild stress”. Am J Physiol Gastrointest Liver Physiol 283: G1257-G1263, 2002  

     


[1] Es posible que Sergei Pankejeff, el “Hombre de los Lobos”, haya  padecido de Síndrome de Intestino Irritable, en su variante de constipación pertinaz.

[2] Las llamadas Enfermedades Inflamatorias Intestinales, como el Crohn o la Colitis Ulcerosa, tienen alteraciones muy ostensibles, con daño epitelial intestinal severo y lesiones en otros aparatos y sistemas, como el caso de las articulaciones o la piel. Tienen una base autoinmune. Clásicamente reconocidas como “Enfermedades Psicosomáticas”, no deben confundirse con el cuadro que nos ocupa.

[3] La noción de Memoria reconoce hoy en día una extensa clasificación. La Memoria Procedimental es aquella del “saber cómo”, opuesta a las Memorias Declarativas (Semántica y Episódica), vinculadas al “saber qué”. Más antigua, la memoria de los procedimientos, seguramente vincula a la semiótica del gesto, tiene recorridos neuronales distintos de las otras;  es de tipo implícita, de mayor resistencia a la extinción en el curso de la vida y las influencias de distintas noxas.

[4] el trabajo de Schore se ha centrado en los efectos de las interacciones emocionales a edades tempranas en la organización de los sistemas cerebrales que procesan el afecto, o lo que es lo mismo, la neurobiología del apego. Para él, las cruciales experiencias de apego de la infancia se almacenan en el hemisferio derecho (que madura más precozmente), y durante el resto del ciclo vital los modelos de trabajo inconscientes de las relaciones de apego codifican estrategias de regulación del afecto para afrontar el estrés, sobre todo el que surge en la relación interpersonal. Estas representaciones internas, afirma Schore, actúan como guías para las interacciones futuras, y el término de trabajo hace referencia al uso inconsciente que cada individuo hace de ellos para interpretar y actuar sobre las nuevas experiencias. De este modo, apunta Schore, la auto-organización del cerebro en desarrollo ocurre en el contexto de una relación con otro self, con otro cerebro; más en concreto, de una transacción afectiva (comunicaciones de expresiones faciales, prosodia y gestos) de hemisferio derecho a hemisferio derecho entre madre e hijo.  
[5] Los conceptos de Codificación Visceral, Analógico Icónica y Digital han sido trabajados, entre otros, por David Liberman. La Codificación Visceral tiene correspondencia con la llamada Organización Cenestésica pensada por R. Spitz.
[6] Una paciente, a través de cierta mezcla de confusión formal y lapsus, resolvió de manera magistral este problema. Me dijo: “Doctor…, me han dicho que tengo un problema en la celotonina”.  La escuché un rato. Tenía muchos celos, entre otras emociones, en relación al reciente casamiento de su hija. Esto me permitió aclararle que ella padecía tanto en el nivel de los celos como de la serotonina.
[7] Los estudios de Kandel, sobre memoria, confluyen nítidamente con el concepto de “facilitación” planteado por Freud en el “Proyecto…”.  Lo mismo que los de Le Doux, asentados sobre las viejas nociones de condicionamiento subcortical, implícito.
[8] Precisamente fue Freud quien se interesó por las Histerias, todo un enigma para la naciente Anatomía Patológica que solo se podía valer del ojo desnudo o del microscopio de luz. Hoy podemos acceder a cambios moleculares que representan, sin dudas, las “bases moleculares de la subjetividad”. El método anátomo clínico, responsable del ingente progreso de la Medicina hasta mediados del Siglo XX, todavía representa un obstáculo que lleva a la “cosificación” de lo que entendemos por Enfermedad. Ella es “ese trozo de carne alterada”, sin permitirse advertir la compleja red de causación circular que conlleva. Las Histerias, no podría ser de otra manera, también tienen cambios moleculares. Como también los tiene  quien lee este escrito ahora mismo. O asiste a una sesión de psicoterapia.
 
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