Tesis doctoral / Conociendo al enemigo oculto / Roberto C. Frenquelli (IX)
Conversaciones entre médicos.
De espías, demonios y pensamiento complejo
La exclusión del observador en el fenómeno a observar ha sido, y continúa siendo, la aspiración de las epistemologías objetivistas, que aspiran a un conocimiento “impoluto”; tratando de poner al sujeto, al que consideran fuente de “ruido”, entre las rejas del paréntesis, a veces buscando su extinción.
Las entrevistas, posiblemente la más reconocida herramienta de investigación en ciencias sociales, no escapan a esta pretensión. Su realización no nos asegura el alejamiento de aquella pretendida ilusión. Entrevista no es, seguramente, sinónimo de investigación cualitativa. Y esta denominación, asimismo, no es garantía alguna de una postura crítica, reflexiva y abierta. Como supondría una visión que busque diferenciarse de los postulados de Auguste Comte.
La entrevista supone inicialmente un nivel de carácter informativo, la transferencia de un saber por parte de un actor, el entrevistado, brindándoselo a otro, el entrevistador. Pero este nivel cognitivo no viene solo. Inexorablemente lo acompañan otros dos: el persuasivo y el interpretativo. Dichos estratos se entretejen en el texto que se recoge. La interacción comunicativa es el resultado de una dialógica donde lo producido es inmanente a la relación establecida en cierto espacio y tiempo, atravesados por una serie de condiciones histórico sociales que trascienden al momento puntual de la concreción. Pero esa trascendencia no es producto de un ideal “a priori”, donde los sujetos han sido convocados “a posteriori”, sino de múltiples interacciones pasadas que se encastran en estructuras que planean en distintos niveles. Para retornar a cada momento de los nuevos encuentros, fundiéndose en el acto de la entrevista lo dado con el acontecimiento. Lo establecido y lo por venir. Estructura e historia co evolucionando, con un sujeto que no es un simple habitante de la estructura, sino un arquitecto en constante movimiento.
La relación entre ambos actores no puede ser entendida sin este atravesamiento. De otro modo la producción textual quedaría limitada a la suerte de la negociación personal en el ámbito de cierta intersubjetividad individualista. O bien como el dictado por parte de una estructura que, sobrevolando a los sujetos, casi ángeles vacíos, los termine por vaciar.
Sabemos de antemano que la subjetividad es siempre intersubjetiva. Que el “yo” es siempre el “tú”, el “vosotros”, el “nosotros”; en una constante recursiva, donde se puede colegir una cierta indistinción productor producto. Solo desconocida, en ilusoria finta, por la fachada de la conciencia. Nuestra existencia es siempre, y de entrada, un producto histórico social.
Por eso es que el texto de la entrevista es desde el principio un producto relacional, contextualizado por una interacción tendida en medio de la tensión de dos actores que pugnan por establecer de consuno una trama inteligible, una suerte de contrato de veri-dicción y seriedad. Veri-dicción como que lo dicho es cierto, lejos de las posturas “realistas” sobre la verdad.
Entonces, estamos a un paso de definir estos verdaderos encuentros, las entrevistas, como una construcción social de sentido. Entonces, mal puede el investigador posicionarse “por fuera” de ellas, tomándolas como un objeto depositable en la platina de su microscopio lingüístico, si se quiere, símil del frío blanco de la mesa de disección. En pos de una anatomía, más o menos extensa, que no dejará de ser un cuerpo muerto. Es decir, ya no más cuerpo, en tanto esta materialización de lo viviente humano en las redes de los lenguajes.
La entrevista de investigación, dicho sea de paso propuesta como modo particular de un género, es una formación discursiva donde lo reflexivo parece privilegiar el pensar sobre el hacer. Esta valoración se ve aún más acentuada en el supuesto de que el entrevistador es un académico en pos de un cierto rendimiento, en busca de informaciones que habitan un otro, también profesional y muchas veces con los mismos ideales. Podemos esperar entonces una fuerte propensión, en ambos actores, a una actitud acentuadamente autocrítica, que se vehiculizará no sólo en el contenido semántico de lo expresado, sino también, y fundamentalmente, en la entonación, cambios de intensidad, acento, duración de las intervenciones, superposiciones, pausas y otros accidentes de índole diversa. Es atendiendo a estos hechos, desde ya predominantemente inconcientes, donde podremos acercarnos con mayor fortuna a las fuentes íntimas de la producción estudiada.
Es así como de alguna manera se podría vislumbrar una posible sutura de la brecha cartesiana entre el decir y el hacer. Extrayendo del texto la visceralidad emocional puesta en juego en el encuentro. No ya esperanzados en lo cognitivo, ilusoriamente escindido de una intencionalidad que pugna por la influencia. Y con ella por la interpretación, plasmándose así aquello de “conocimiento e interés” al justo decir de Habermas.
Y ese interés, que no es otro que el de las subjetividades que pugnan por expresarse como productos candentes de ese crisol de cruces intersubjetivos atravesados por múltiples niveles interactuantes, es siempre de cuño político. Político como expresión de la lucha por el poder, de las concepciones sobre el hombre y la sociedad; campo gestado desde los primeros momentos del desarrollo de la criatura humana que va consolidando sus estereotipos sobre la significación de su ser en el mundo. Un mundo, digámoslo otra vez, donde primero que nada están los otros.
El poder del médico supone una condensación de estructuras diversas dispuestas estratigráficamente en una marcha desde los albores de la humanidad. Desde la piedad animal, el culto por los muertos, la hechicería y la magia hasta el humanismo y la ciencia hipocrática; pasando por el oscurantismo medieval hasta el médico renacentista y su galileico afán por un saber desprejuiciado; hasta llegar al médico decimonónico y su carga fabulosa por la eficiencia instrumental, que llega a nuestros días conservando una prosapia que se adivina en los jirones de sus vestiduras aristocráticas para caer extenuado y casi sin rumbo en el desconcierto de una globalización que a la vez que lo desterritorializa lo arroja de sus antiguos sitiales resplandecientes. Para quedar confuso, dolorido y, lo que es peor, a veces agente de sus opresores.
Todo esto, desde el círculo más interno de lo interpersonal, hasta el algo más exterior de lo institucional, y desde allí al más extenso y abarcativo de lo social general, se transparenta en estas entrevistas.
Es dable suponer que estas cuestiones, todas, se reproyectan en esos otros encuentros sociales que son las consultas. Allí, en su escenario cotidiano, el médico asume ese monto más o menos informe, más o menos organizado, de ideología y ciencia. A modo de ropajes que cubren mientras permean su identidad al encuentro de su alter, el paciente. Esta es la escena donde se juega la adhesión al tratamiento. Una escena penetrada hasta su medularidad por una epistemología implícita que lo lleva a entronizarse en un supuesto saber tan ingenuo como peligroso, donde campea el reconocimiento desconocimiento. Donde la experiencia corre el riesgo de transformarse en ciega autovalidación antes que en oportunidad crítica. Donde el método se transforma en una cosa en sí, sustituyendo la indagación por la prueba.
Tal vez el camino de la inclusión del observador en el fenómeno a observar pueda operar como eficaz manera de sortear esta osificación del espacio de la relación médico paciente. En pos de una epistemología abierta, aún a sabiendas de la inexorable pulsión a volver a quedar atrapado en las mallas de las dinámicas inconcientes de la subjetividad insistente. Como un juego de nunca acabar. Pero al menos dotada de la capacidad de dar un paso al costado para intentar ese ejercicio, tan vano como impostergable, de la autorreflexión en compañía de otro aceptado como distinto. Bajo una égida ético estética que soporte la idea de que nuestro “yo” convive con el “vosotros”. De que nuestro cuerpo material no es otra cosa que un precipitado de historias remotas y recientes forjadas en el vaivén recursivo de tantos encuentros. Ese médico tal vez pueda emerger, al menos como trazo muy grueso, de la intertextualidad siempre tan interesada como responsable de los trabajos científicos que aspiran a conciencia.
La mayor parte de la investigación en Medicina, posiblemente también en otros dominios vinculados a salud, se centran en el paciente. Muchas veces no en su totalidad, sino detenidas en porciones de la misma. Donde la historia está abolida, sustituida por una cronología, secuencia lineal y estricta. La historia clínica clásica no es ciertamente historia. Se impone en ella un determinismo rígido, prolijo. Reducida a las significaciones que puedan brotar de esa concepción episódica, donde el mecanicismo va diluyendo la trama más amplia de lo vital; en un emparentamiento de engranajes. No hay alma, no hay vida. O si la hay ésta debe leerse en la muda agitación de los niveles atómico y molecular despegados de los círculos más exteriores que los abarcan. No hay contextualización.
El “caso”, el paciente, es entonces un blanco. Blanco donde hacen impacto las interpretaciones autolegitimadas. Escindiendo al médico que queda detrás del método, escudado por el mismo. Una cierta asepsia campea la escena. Todo debe ser blanco. Nada debe ser “sucio”. Todo pretende parecer limpio, inmaculado. Una práctica y una ciencia ideales, transparentes.
Los intercambios entre médicos tienen la misma aspiración. El pasaje de sala, las presentaciones en sociedades científicas, los “case reports”, las actividades de congresos, los libros. Y también, o mejor dicho, antes que nada, la investigación. Es decir, el sitio donde se sostiene ese modo de saber, que busca reproducirse como tal.
Grandes dosis de maquillaje son necesarias para disfrazar la emergencia de la realidad, que implacable pugna por aparecer en la escena. Que siempre se muestra, insistente. Me refiero a la realidad psíquica, a la realidad social. Que no son otra cosa que esos círculos exteriores a los que aludía. A la contextualización como proceso dinámico, interaccional, dador de sentido. Donde se juegan relaciones de poder estatuidas desde las instituciones en un juego de reflexiones múltiples con los sujetos individualmente considerados.1
No ha sido fácil “conversar con médicos” siendo médico. “Conversar entre médicos” es una práctica social milenaria. Un rito fuertemente anclado en supuestos poderosos, gigantes inconcientes que se extienden a sus anchas gobernando, pontificando diría, lo que “debe ser”.
16- MCaEo6: (...) Está el trabajo de [nombre de médico 1], acá, en el [nombre de institución pública de salud], el de [nombre de médico 1] es un trabajo muy bien realizado, tiene sus críticas todo, es fácil, una vez que está hecho el trabajo yo les saco las críticas, todo. Por supuesto, son todos criticables, perfectibles, tienen errores, a lo mejor, metodológicos, pero, eh, eh, ¿cómo es?, las, las cifras son muy grandes; el trabajo de [nombre de provincia 1] también. ¿El trabajo de [nombre de provincia 2]? De [nombre de médico 2] y el de [nombre de médico 3]. Hay uno de [nombre de localidad 1], de la localidad de [nombre de localidad 1], de [nombre de localidad 1], de, de [nombre de provincia 2], y el otro de la ciudad de [nombre de provincia 2]. ¡Es espantoso el de la ciudad de [nombre de provincia 2]! ¡Es terrible! Solamente el 13 % de los, de los hipertensos están tratados y controlados. ¿Eso vos sabés? ¿Vos viste lo que valen los remedios? ¿Vos viste una caja ahora los, los sartanes? ¡Valen cerca de setenta pesos! El, el costo en vida que si, si, significa para un paciente hipertenso ir a la calle y decir “cagué, soy hipertenso, ahora estoy enfermo, no puedo comer esto”, después lo come todo igual, pero no importa, se le mete en la cabeza que no puede comer, o sea, no sé cómo se llama esto si el superyó o qué, hay un controlador de a, de arriba que le está diciendo que está haciendo todas las cosas mal; una culpa que la lleva permanentemente la familia entera, que si, que si tiene, lo están mirando a ver cada cosa que hace. El tipo piensa que se le va a, porque lo que pasa que no piensa que le va a dar un infarto, que se va a quedar hemipléjico, le va a dar un ataque cerebral en cualquier momento. Vos le cagás la vida al decirle que el tipo es hipertenso; el costo que tiene en plata y en vida, digamos, en calidad de vida, eso. Y llevamos un 13 %; eso a mí me deja helado. En otros lugares, avanzan y tienen un 18 %; en otros un 21, 22; el Nhanes había dado primero un 10%, un 29, ahora un 27, yo no sé, el próximo que saque, a lo mejor, tiene un 24.
17- Eor: Exacto.
18- MCaEo6: Es dramático eso para mí. Es dramático. Cuando vos sabés, que una quinolona le das, esté, ¿cómo es?, una cefalosporina o una penicilina, y le hacés bolsa.
19- Eor: Te haría una pregunta de algo de todo esto que, tan ilustrativo, que, que, que me contás. De hecho, a, algunos de los trabajos que mencionás están en la bibliografía de...
20- MCaEo6: Claro. Están todos estos que te nombré.
21- Eor: El de [nombre de médico 1], el de [nombre de médico 4], algunos de [nombre de localidad 2], que son pioneros, ¿no?
22- MCaEo6: Ajá.
23- Eor: Eh, los americanos. Eh, pero quería preguntarte de esto que vos dijiste de los mitos que crea el médico, que lo dijiste al pasar. ¿Qué, qué, qué me contás de eso?
24- MCaEo6: Por ejemplo, viene el paciente y te dice “doctor, ando con la presión bien elevada”, tome, cuando le sube, tómese un diurético. Pero a mí me parece que es mucha responsabilidad, dejarlo, como médico, ya así con la actitud médica, al paciente. El paciente, dice el médico después de la puerta, pero en cuanto a los controles, pero no puede decir si quedó, si va a tomar, si no va a tomar. La famosa idea de la hipertensión nerviosa. He visto hipertensiones nerviosas, pero yo no digo, bueno, obviamente, esto ya lo hemos hablado, hemos visto el trabajo juntos, eh, lo has expuesto vos, ese estado es crítico ahí, eh, o el comentador. Pero si él anda siempre con 160/100, o lo mandás del, del, del psiquiatra o del psicólogo que lo cure de hipertensión nerviosa, y si él no puede, el psiquiatra te va a decir “¿negro, vos no me podés ayudar?, ¿hasta que yo le saque lo que tiene ahí adentro, no me lo podés medicar?”. Pero hay que bajarle la presión, [nombre del Eor]; a mí no me interesa de qué origen es; hay que bajársela.
25- Eor: Seguro.
26- MCaEo6: No me interesa; sería tirar por la borda todo el esfuerzo que hago por, porque esto me gusta y cada vez más, saber cada vez más de esto, eh, que, que me gusta cada vez más; lo dije al revés. Eh, yo si creo que realmente tiene un, en extremo un conflicto interno que, que no lo puede resolver, que es el causante, o que yo supongo que lo ayuda mucho, lo tengo que mandar a quien técnicamente está preparado para eso, que es el especialista. Pero yo mientras tanto le tengo que bajar la presión. No puedo decirle “¡no!, lo tuyo es nervioso, andá del psiquiatra y comé con toda la sal...
27- Eor: Seguro.
28- MCaEo6: ...que quieras, fumáte todos los puchos, ponéte en pedo, y no tomés ningún remedio”. ¡No, el mensaje es malo! Eso es un mito.
29- Eor: Seguro.
30- MCaEo6: Eh, que la alta no hace mal, que la que hace mal es la baja, la diastólica. En eso no quedamos nosotros, [nombre del Eor]; ahora la gente, la pobre gente de dónde lo va a sacar esto. Son cosas que dijimos nosotros una vez en el consultorio, que estuvieron en boga. El, el, el, ¿cómo es?, el Joint National IV, no le daba bola a la presión sistólica. ¿De qué estamos hablando? 12 años para atrás. 3 por 4, 12; IV, V y VI, bueno, un poquito más porque ahora se cumplen los 4 años del VI. Je, hacía ya 15 años que éramos médicos nosotros. Y no le dábamos bola a la sito, bah, se decía que sí, que no, no se sabía, ahora... lo clasificaban mejor de la diastólica. Recién en el V ya el National Commetee empieza a, a establecer, esté, cifras de sistólica y diastólica, y de acuerdo a cómo estén elevadas, para poder definitivamente, eh, darle un nombre y apellido a la hipertensión arterial sistólica aislada. Lo tuvimos que llenar al año ’93, perdón, estamos en el 2000, ¿’97? Entonces, bueno...
31- Eor: Está bien.
32- MCaEo6: ...yo entiendo que no es necedad, [nombre del Eor], pero es parte de la ignorancia que tiene el médico hasta que los conocimientos, el descubrimiento de las cosas, esté, le van adquirien, dando mayor elementos para que sea mejor médico, ¿verdad?
33- Eor: Seguro.
34- MCaEo6: Hasta que la ciencia vaya avanzando. Yo creo que todo eso es fundamental para que la adherencia al tratamiento sea buena o sea mala.
35- Eor: ¿Vos cómo valorás la adherencia?
36- MCaEo6: Mirá, eh, un paciente me puede decir que hace todo el régimen del mundo, que, que sí, que come menos, que baja las, la cantidad de calorías que ingiere, que come sin sal, pero yo de acá ahora me voy al [nombre de institución privada de salud]; tengo un paciente con una hemocardiopatía dilatada isquémica; pesaba 150 kilos ese tipo. 15 años hace que lo atiendo. Hace 15 años debutó con un infarto en el 9 de Julio. En el tórax no le cabía el corazón. Eh, eh, [nombre de médico 5] y [nombre de médico 6] me dijeron [apodo de MCaEo6], dicen, “¿pero cómo lo tenés vivo a éste?, ¿cómo no se murió?” No, no se podía sostener, eh, la idea de que ese hombre venía desde hacía mucho tiempo con una fracción de eyección del 35 % y no tenía síntoma. Había estado nadando en el, en una, de [nombre de provincia 2], en la [nombre de una laguna], no sé cómo se llama. Tiene ahora 65, 66, 67 años. Estaba en el [nombre de institución 3] sacando un turno, hizo un paro cardíaco esta mañana, vino [nombre un servicio de emergencia], lo rescató, y creo que está, esté, conciente; se está muriendo. Ahora voy a ir a verlo. Ese paciente, me decía, siempre que hacía régimen, te lo juro por Dios, yo lo mandé al psicólogo, al psiquiatra, que alguien lo trate. No, no es que yo me desembarazo de las cosas, pero nosotros llegamos hasta un límite. Obviamente, ese paciente me daba cuenta rápido que no tenía adherencia al tratamiento, por lo menos el tratamiento, a veces cuando uno dice el tratamiento se refiere a la pastilla, el tratamiento es todo. Le, él no me hizo, no hizo un cambio en estilo de vida. Iba a decir no me hizo caso. Yo no puedo penetrar en él, o él directamente es tan rebotante, o es tan, no, no, no, no, no, no entiende, que, eh, porque te imaginás en quince años que lo veo siempre o todos los meses. No pudimos, esté, entre los dos, hacer que fuese mejor. Entonces, por un lado, vos tenés el tensiómetro, y con, si vos descartás la hiper, la, la, ¿cómo es la?, el fenómeno de guardapolvo blanco, o porque tenés cifras domiciliarias anotadas, por lo que fuere, vos te das cuenta si un paciente es refractario o no, porque de última no controla siempre la hipertensión arterial. Pero a mí, ¿te digo una cosa [nombre del Eor]?, es el más importante de todo, pero si el paciente tiene, eh, 14/9, porque es más difícil que no controle nada de lo otro y que tenga menos de 14/9. Tiene 14/9. Y sigue muy obeso, con una obesidad mórbida, con un body index, con un body mass index de, un índice de masa corporal de mayor de 30, 31. Está dislipémico, por ahí tiene tolerancia a la glucosa, ya tiene 130. ¿Y qué, qué, qué, qué estamos hablando si tiene 14? Si, un favor más que se hace, digamos, un poquito menos en contra, porque la hipertensión, quizás, sea el principal en todos esos factores de riesgo para enfermedades cardiovasculares y cerebrales. Pero a vos te parece que te puede ir bien con todo lo otro que tiene; indudablemente va camino, un poquito más lento a lo mejor, pero va a camino, esté, a la olla. El va camino a un desastre; algún evento va a tener. Puede ser que no, pero va camino por lo menos ese. Entonces, yo lo valoro así la...
37- Eor: Está bien.
38- MCaEo6: ...la adhesión al tratamiento, no solamente porque tenga las cifras controladas o no tenga las cifras controladas, porque entiendo que la hipertensión arterial es, como te repi, te dije al principio y te repito, una parte más de todo un síndrome.
39- Eor: Está bien.
MCaEo6 es un médico con un alto cargo en una sociedad científica. Sus intervenciones son largas, abundantes, elocuentes. La sucesión de los turnos es equilibrada, lo que denotaría un cierto respeto entre pares. Pero las intervenciones mías son breves, casi lacónicas, con estereotipados “seguro”, “está bien”, “exacto”. A modo de interjecciones que parecen buscar dar pié a nuevas precisiones de mi entrevistado. Que dejan entrever la tensión subyacente a la entrevista, donde bajo cierto manto de cortesía y buenos modales, se divisa la preocupación de ambos actores.
Una preocupación originada en algo extraño: antes que hablar de los pacientes pretendemos hablar, en esta entrevista, de nosotros los médicos. Mis intervenciones parecen buscar calmar a MCaEo6, imaginariamente disgustado ante la situación en que lo habría colocado. Como si yo me hubiera sentido como una especie de espía de la corporación médica. Hay un momento donde no ahorro elogios calificando un trabajo rosarino, de autores afines al entrevistado, como “pionero”.
MCaEo6 parece batirse contra las mismas dificultades. Si bien se muestra como quien tiene en cuenta algún trabajo previo mío (turno 24) retoma resueltamente su posición en lo que puede entenderse como un gesto de ambivalencia hacia ciertas ideas que me atribuye sobre “hipertensión nerviosa”: “.... No puedo decirle “¡no!, lo tuyo es nervioso, andá del psiquiatra y comé con toda la sal...”, tal vez en la suposición de que yo, como médico inserto en el campo del movimiento psicosomático, estuviera a favor de tal modalidad.2
En un momento su relato apunta a los médicos, que califica como ignorantes, al par que expresa su esperanza por un médico mejor. Ulteriormente cae en un comentario desde su propia experiencia: un paciente suyo estaría por morir, y con él, sus esperanzas de poder servirle. Un cierto aire de impotencia cubre sus palabras: “Yo no puedo penetrar en él, o él directamente es tan rebotante, o es tan, no, no, no, no, no, no entiende...”. Este vaivén, entre una exo y autorreferencia, parece una manera de manejar cierto nivel de culpabilidad, sin lograr un depositario definido. En un momento, que no llega a establecerse en un nivel fuerte, el eje parece instalarse en el campo de la relación médico paciente de manera compartida: “No pudimos, esté, entre los dos, hacer que fuese mejor...”. Idea que parece rápidamente desplazada por el lapsus: “Le, él no me hizo, no hizo un cambio en estilo de vida. Iba a decir no me hizo caso...”.
Así queda al desnudo un poderoso determinante, inconciente por supuesto: ¿es el problema de la adhesión un hecho relacional, intersubjetivo?; ¿es el problema de la adhesión un hecho pasible de entender desde una sola punta, la del médico?; ¿es el problema de la adhesión exclusivamente dependiente de la actualización del médico en relación a los dictados del Joint National Committee?
Parece razonable inclinarse a verlo como un hecho altamente vinculado a lo contextual, a lo interaccional. A la mutua construcción de su significado. Sin embargo, el médico, desde su lugar otorgado por la cultura, no parece terminar de entenderlo. Termina por sentir culpa, que se autoatribuye o proyecta, confundiéndose, como queda expresado en el lapsus.
La estructura de la entrevista refleja parecidas dificultades. Sobre cuánto nos cuesta a los médicos hablar de nosotros mismos. Intentar codearnos con nuestros demonios, tomados como fuerzas que guían nuestro hacer. De ahí mi sensación de ser un espía, de ahí mis intervenciones calmantes. Mejor dicho autocalmantes: donde el “seguro” es seña de inseguridad. La inseguridad, al pretender ingresar con cierto ánimo crítico en el campo de la antigua corporación médica, de su ideología sacro santa. Un “seguro” que aprueba mientras desaprueba, tanto en uno como en otro de los actores de la entrevista. Un “está bien” por un “está mal”. Un “exacto” por un “inexacto”.
Corporación que, por otra parte, expuesta al vértigo de la globalización y el neoliberalismo, ha sido absorbida por otras más poderosas hasta dejar al médico por el suelo. Es muy posible que la culpable de muchos de los malestares del médico de hoy haya sido su dificultad para verse con sus demonios.3 Al tratar de alejarlos por todos los medios, pareciéndole magnitudes externas, sin notar que nos habitan impulsándonos a pesar de nuestras conciencias. Privándonos de conocerlos, al menos en parte, como para engrosar el campo del sentido, en una exégesis del texto de la vida, practicada ya sea en el consultorio, ya sea en las investigaciones. Campo del sentido que siempre reclama por la contextualización.
Podría pensarse que mis dificultades con MCaEo6 son del campo de lo personal. Nada más cierto: ninguna entrevista, desde esta visión, es impersonal. Nada más falso: lo singular nutre lo universal, y viceversa. También podría pensarse, no sin cierta lógica, que mi comportamiento podría ser distinto con otro médico. Veamos este tramo de otra entrevista con una joven médica residente de hospital, que se presenta muy humildemente como “sin experiencia”.
164- MCaEo4: ...no es que, y bueno, vienen con 150/90, creo que tengo que estar contenta que vengan con eso, por más que sean pacientes reinfartados, diabéticos, dislipémicos, y bueno.
165- Eor: Y que tienen 150/90.
166- MCaEo4: Y, eh, tengo que estar contenta con eso...
167- Eor: Eso ya está...
168- MCaEo4: ...ya es un logro.
169- Eor: Bárbaro.
El “eso ya está” parece un modo de congraciarme con ella, rápidamente coronado con la adjetivación “bárbaro”. Podría pensarse que mi postura con una mujer, habitante de una profesión hasta hace muy poco de “hombres” y en sus inicios profesionales podría haberme inquietado menos. No parece. El peso de la corporación a la que pertenezco, algo general universal, se ha infiltrado en mi persona, singular. Lo mismo que en el otro caso.
Información, persuasión e interpretación confluyen, interpenetran la producción. Diluyéndose los límites de aquellas en ésta; como exigencia de un pensamiento complejo que, incierto e incompleto, siempre necesita de la crítica.
Una postura crítica que implica necesariamente la inclusión del observador en lo observado, la inmersión del entrevistador en el campo de la entrevista. En una relación de indistinción entre productor y producto. En otros términos, donde el texto implica contextualización como fenómeno inherente a dicha interacción. Como la dinámica de los componentes organizados en pos de la estructura. De otro modo tomamos el camino de la disyunción, hermana de la reducción. Separando un elemento del conjunto para después agrandarlo, transformando la parte en el todo, para quedar a un paso de un idealismo extremo. Así es como la dificultad es el paciente “que no adhiere” o el médico que “no sabe”.
Una postura crítica que implica, como en todo encuentro humano, a médico y paciente como elementos codeterminantes, sometidos ambos a tensiones, lejos de la idea de un cientista observador “espejo”.
Una postura crítica que implica la no separación del bien y del mal, de lo conciente y lo inconciente, del sujeto y el objeto, de lo especulativo y de lo experimental, de lo cuantitativo y de lo cualitativo, de la pasión y de la razón. En cualquier actividad que se considere. Ya sea en las entrevistas de investigación, ya sea en las entrevistas médico paciente.
Este trabajo muestra a un entrevistador médico tratando de acercarse a sus demonios. Por momentos se siente un espía, tal como en las Sagradas Escrituras alguna vez fue visto el demonio, entonces enviado de Dios para observar a los hombres. Cuando el espía se terminó confundiendo con el demonio mismo, como un calumniador. Y que, dando un paso al costado, logra divisarse, no sin cierta torpeza, en una autorreflexión que busque alojarlo algo más humanamente en los modestos dominios de su existencia.
1 “Uso el término contextualización para referirme al uso que hacen hablantes y oyentes de signos verbales y no verbales que vinculan lo que se dice en un momento y lugar con el conocimiento adquirido a través de la experiencia pasada, a los fines de recuperar las presuposiciones en las que se apoyan para mantener la interacción conversacional y evaluar lo que se da a entender. [...] La contextualización se apoya en pistas, las cuales operan básicamente en los siguientes niveles de producción verbal: 1. Prosodia, 2. Signos paralingüísticos, 3. Elección de código, 4. Elección de formas léxicas o expresiones fijas”. (Gumperz, 1993)
“El desplazamiento de énfasis desde el contexto hacia la contextualización sugiere cuál es la razón por la que el análisis de la ejecución se ha orientado simultáneamente más al texto y al contexto en los últimos años. A los fines de evitar la reificación del “contexto” es necesario estudiar los detalles textuales que ilustran la manera en que los participantes construyen colectivamente el mundo que los rodea. La contextualización involucra un activo proceso de negociación en el que los participantes examinan reflexivamente el discurso a medida que este va emergiendo, incluyendo en el habla misma evaluaciones de su estructura y significatividad. Los actores extienden tales evaluaciones al punto de incluir predicciones sobre cómo la competencia comunicativa, las historias personales y las identidades sociales de sus interlocutores conformarán la recepción de lo que se diga”. (Bauman y Briggs, 1990)
2 Se trata de un trabajo donde hemos expuesto que la “hipertensión nerviosa” surge antes que nada como una creencia de los pacientes. Independientemente de cualquier disquisición científica a su favor o en su contra. A raíz de lo cual planteamos la necesidad de trabajar en la consulta cotidiana en observancia a dicho nivel de creencia, sin aspirar a “barrerlo” de la cabeza de los pacientes, en un intento tan atropellado como vano. (Frenquelli y col. , 1998)
3 Demonio, en las creencias hebrea, cristiana e islámica, nombra el espíritu supremo del mal que durante un tiempo inmensurable ha regido el universo de los espíritus del mal y es una oposición constante a Dios. La palabra viene, a través del término daeminium del latín eclesiástico, del griego daimonion, un adjetivo que significa 'calumnioso' utilizado también en griego clásico como un nombre que identifica a una persona como un calumniador. El término se utilizó en la traducción griega de la Biblia, la Septuaginta, no para referirse a los seres humanos sino más bien como traducción del ha-satan hebreo ('el satán'), una expresión utilizada al principio como título de un miembro de la corte divina que actuaba de espía errante de Dios recogiendo información de los humanos en sus viajes por la Tierra. Como algunos aspectos de esta figura divina tal vez se formaron de la experiencia con los servicios secretos reales del antiguo Oriente Próximo, no es de sorprender que Satán también fuera visto como un personaje que intentara provocar la sedición punible allí donde no hubiera ninguna, actuando así como un adversario de los seres humanos para separarlos de Dios. En toda especulación en torno a Satán, el mayor problema que se presenta es el del origen y la naturaleza del mal.
En la tradición judía, y por ende en el primer pensamiento cristiano, el título se convirtió en un nombre propio. Satán empieza a ser considerado como un adversario, no sólo de los seres humanos sino también -e incluso sobre todo- de Dios. Esta evolución es probablemente el resultado de la influencia de la filosofía dualista persa con sus opuestos poderes del bien (Ormuz) y del mal (Ahriman). Pero tanto en el modelo judío como en el cristiano, el dualismo siempre es provisional o temporal, y el demonio en última instancia está sometido a Dios. En los escritos de la secta de Qumran recogidos en los Manuscritos del Mar Muerto, el demonio aparece como Belial, el Espíritu de la Maldad.
En algunas tendencias del pensamiento rabínico, Satán está ligado al "impulso del mal", que de alguna manera resulta así personificado. Esta personificación es una variante judía de la suposición antigua y generalizada de que los seres humanos pueden estar sometidos a fuerzas malévolas distintas a sus conciencias. Así, tanto en el judaísmo como en el cristianismo se cree que los seres humanos pueden estar "poseídos" por el demonio o por sus servidores, los diablos.
La esencia de las enseñanzas cristianas sobre el demonio es, tal vez, que Jesucristo rompió el poder que tanto él como sus diablos tenían sobre toda la humanidad (la "posesión" de algunos es un síntoma del dominio general sobre todos) y que en la crucifixión el demonio y sus secuaces, explotando lo peor de ellos mismos, fueron, por paradójico que resulte, llevados a su última derrota.
En la edad media, el demonio jugó papeles importantes en el arte y el folklore, siendo casi siempre visto como un animal humano perverso e impulsivo con una cola y cuernos, acompañado algunas veces por sus diablos subordinados. La idea de que estos últimos podían penetrar en los cuerpos y las almas de los seres humanos sirvió la mayoría de las veces para diferenciar al ser poseído del normal más que para indicar algo sobre el estado general de la humanidad.
La complejidad, el misterio y la naturaleza combinada del mal han llevado a algunos pensadores a creer que hay que encontrar un lugar para el demonio incluso en el pensamiento moderno. El islam, que acepta el judaísmo y el cristianismo como inspirados por Dios, extrae su concepto del demonio de las mismas fuentes. Se menciona a Iblis, el demonio, en el Corán, donde es el único ángel que se niega a inclinarse ante Adán. Por lo tanto, Alá le maldice pero le deja libre para tentar al incauto, como así hace en el relato coránico del Jardín del Edén. (Grant y Russell, 1995)
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