Notas sobre el esquema corporal (VI)
Para sentirse como un neurólogo de los grandes...
El Reflejo Cutáneo Plantar
Prof. Dr. Roberto C. Frenquelli

ISSN 2422 7358
El reflejo cutáneo plantar en el primer año de vida
Para sentirse como un gran neurólogo francés...
Prof. Dr. Roberto C. Frenquelli
Como
podemos ver en la ilustración, este bebé de poco más de dos meses,
presenta casi “espontáneamente” la flexión dorsal de su dedito gordo
junto una ligera apertura en abanico del resto de los deditos,
fundamentalmente del más pequeño.
Lo
de “casi espontáneamente” busca resaltar que la actividad refleja de
esta zona se pone en juego con múltiples estímulos, como podría ser en
este caso el simple roce del talón por parte de quien lo está
sosteniendo.
El
cutáneo plantar, tanto en el niño como en el adulto, debe buscarse
siguiendo la indicación canónica de presionar con una punta roma, como
podría ser el capuchón de una birome, con suavidad y constancia, sin
brusquedad, el recorrido que va desde el talón hasta los dedos, mejor
por el flanco lateral.
La
flexión dorsal, acompañada o no por la apertura en abanico, es
denominada en el adulto como Signo de Babinski. No es correcto hablar de
“Babinski positivo”, mucho menos de “Babinski negativo”. El signo,
cuando aparece, es siempre el mismo. Si no aparece, no es “negativo”;
hablamos directamente de reflejo cutáneo plantar, con su respuesta
esperable en flexión plantar. No se trata de un “Babinski negativo”.
Los
exquisitos semiólogos del recién nacido, entienden que la respuesta en
flexión dorsal, que puede obtenerse en el bebé de un año, tal vez de
dos, no es realmente el signo de Babinski. Este reflejo quedaría
confinado al adulto, expresando lesión piramidal. Por ejemplo, en una
persona hemipléjica, es habitual obtenerlo. La lesión del haz córtico
espinal, llamado piramidal, siempre cruzada, hará que se liberen
reflejos inferiores que dan la respuesta dorsal, siempre expresada con
cierta “majestuosidad”, entendiendo por tal un lento y sostenido
movimiento. Lo cierto es que en las observaciones habituales, les
resultará sencillo estimular suavemente la planta del piecito, con un
leve roce de un dedo, para “sacar” el reflejo. Se sentirán neurólogos de
los grandes! Como Charcot, maestro de Freud; como Babinski y tantos
otros.
La persistencia en el tiempo de la flexión dorsal en el bebé indica la necesidad de valorar algún grado de lesión neurológica.
Lidia Coriat explica que en el recién nacido
, hasta algo más del primer año de vida, está en relación al reflejo de
prensión plantar, primo hermano del de prensión palmar. Están
conectados a la vida arbórea, a la presencia de habilidades conexas a
nuestros parientes cercanos, los chimpancés. Para quienes sostenerse
colgado en las ramas de los árboles es fundamental para la
supervivencia.
Cuando el bebé humano va perdiendo el reflejo de prensión plantar
, al igual que en el caso del palmar, se va produciendo algo así como
“la liberación de la planta del pié”, quedando dispuesta para la
bipedestación y la marcha. Eso, como sabemos se va manifestando
gradualmente, ante la sorpresa y algarabía de propios y ajenos,
alrededor de los doce meses.
Hay
una correlación entre el cutáneo plantar del bebé, como quedó dicho el
mal llamado Babinski del bebé, y el reflejo de prensión plantar. La
extinción de ambas respuestas augura uno de los cambios más rotundos de
nuestras habilidades. Esa que nos permite liberar la mano, ampliar la
mirada al horizonte, mostrar nuestros genitales sin ambages, otear
“desde lo alto” tanto lo peligroso como lo deseado, caminando con por
las sendas de la vida con el garbo de aquellos primeros habitantes de
las sabanas del África. Allí donde parece haber comenzado la gran
aventura del hombre.
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