Especialización hemisférica. Preferencia manual. El cerebro dividido

 

Especialización hemisférica. Preferencia manual - El cerebro dividido

Teórico del 4 de junio del 2015

Profesor Roberto C. Frenquelli

 

Me preguntan sobre el tema Especialización Hemisférica. Esto me sugiere dos planos de respuesta. Uno, el específico. Otro, no menos interesante, el de las modas en Neurociencias y Biología. Empezaré por este último.

 

Como se sabe, el “grito de la moda” tiene mucho que ver con cuestiones vinculadas al mundo del “marketing management”, a cuestiones “non sanctas” del capitalismo salvaje. Es así en todos los casos de esta Cultura asfixiante. Allí tenemos en estos días la Copa América de fútbol, impuesta como un minimundial, tanto como para no estar mucho tiempo sin pegarnos a la pantalla de la caja tragabobos, el televisor,  del que casi no podemos sustraernos.

 

En el tema Salud se ha logrado implantar un sistema de ofertas, no de demandas. Se ofrece de todo, se alerta sobre todo. Todo el mundo sabe de la mejor vacuna para el neumococo, de los mejores biberones para recién nacidos, de los mejores lugares para ser estudiado de los trastornos de memoria, de las conveniencias de operarse de cataratas con el método “tal-cual”, de las operaciones de hemorroides con láser, de los implantes radiactivos para el tratamiento del cáncer de próstata. Y tantas cosas. De las que no escapan las psicoterapias. En ellas también la oferta es larga y variada: hay terapias de toda clase, para todas las edades, combinadas con métodos clásicos y alternativos. Hay de todo para todos. Basta con leer, claro de tanto en tanto como para no intoxicarse, ciertos periódicos de propaganda y promoción que suelen depositarse por doquier.

 

Vivimos en el mundo de la propaganda. Por eso se dice que actualmente se votan “caras”, no lineamientos ideológicos. Por eso tal vez, sin que tomemos demasiada conciencia, vivimos en la Psicología de la Propaganda.

 

El tema de Neurociencias tiene actualmente un gigantesco target: las demencias. El aumento de la expectativa de vida, la posibilidad de ampliar casi indefinidamente el freno al deterioro de nuestras neuronas, es una versión corregida y ampliada de la Fuente de la Juventud, que los antiguos suponían muy cerca de lo que hoy es la península de Florida en Estados Unidos[1].

 

La Enfermedad de Alzheimer ha cobrado gran popularidad, tanto que casi todo el mundo de los mayores de sesenta años suponemos tener algún grado de la misma. Son famosos los chistes del “alemán”. Cuesta separarla clínicamente de lo que puede considerarse el envejecimiento normal, esperable.

 

El impacto de la propaganda ejerce viles efectos sobre la entendible preocupación de la población. En nuestra ciudad han crecido en los últimos tiempos varias instituciones dedicadas a este tema. Las que no tardaron en agregar algunas patologías hasta  conformar una gran lista. Desde lesiones cerebrales isquémicas, particularmente los llamados Accidentes Vasculares Cerebrales, las Epilepsias, los Traumatismos de Cráneo y sus dificultades secuelares. Y como si esto fuera poco, las Psicosis, las Adicciones y, por supuesto, el “Stress”, los “Trastornos de Pánico” y otras maldiciones. Se terminó conformando una mezcla de Musetta y Mimí[2], donde ya no sabemos bien de qué se trata todo esto.

 

Es un deber de la formación hacer un riguroso ejercicio sobre estos temas que desde los “generadores culturales” se van imponiendo.  Y la mejor manera de hacerlo es estudiando, conociendo. El tema de las Demencias, del Envejecimiento, lo mismo que las alteraciones biológicas concomitantes de los cuadros severos como los de las Psicosis no pueden ignorarse en un alarde de tonta soberbia. No hacerlo deja abierto el camino a las interpretaciones erróneas, aun tragicómicas, que permiten que hoy muchos egresados de distintas carreras del campo “psi” ofrezcan tratamientos para el “stress” o aconsejen controlar los “niveles de serotonina”.[3]

 

Antes que nada quiero aclarar que estos temas, stress o serotonina, tienen su lugar. Lo que quiero expresar es que conviene conocer, lo que supone saber contextualizarlos en el panorama del proceso salud – enfermedad. Esta postura es independiente de qué desempeño tenga el Profesional Psicólogo. Son conocimientos básicos, elementales a la hora de enfrentar la labor cotidiana, un diagnóstico y una orientación terapéutica.

 

Después de ese primer paso evaluativo, uno podrá quedarse “interpretando su instrumento”. Sea Psicoanálisis, Conductismo, Cognitivismo, lo que fuere. Pero con la conciencia clara de que ha tomado un camino sabiendo más o menos desde dónde ha partido. Es cuando, por ejemplo,  un Psicoanalista podrá escuchar “es tres” por “stress”,  o si fuera el caso “es cuatro” por “catre”. Lo que venga conforme a las subjetividades implicadas; que son las de su paciente y él mismo. Es cuando, también en otro ejemplo, un Psicoanalista decidirá o no el uso concomitante de una medicación que recetará aquel que esté en condiciones de hacerlo e interpretar el caso en conjunto desde una mirada de respeto por la labor mutua, sin violencia disociativa. [4] [5]

 

Pasemos ahora al plano más específico... El tema de la especialización hemisférica es una antigua preocupación de los neuropsicólogos.  Es sabido que el hemisferio del lenguaje es el izquierdo. Esto se acompaña del hecho de que la mayor parte de los humanos tengamos preferencia preferencia manual derecha; los centros nerviosos del lenguaje se alojan en el hemisferio contralateral, el izquierdo, mal llamado “dominante”. Los zurdos, en cambio, tienen esos mismos centros en el hemisferio derecho.

 

Tenemos entonces una primera e importante diferencia, especialización. Se rompe la simetría funcional que caracteriza a otros segmentos del Sistema Nervioso Central. Sabemos que ambas mitades de la Médula Espinal, del Tronco Encefálico, del Cerebelo, del Diencéfalo y los Núcleos de la Base son similares. Tanto en lo morfológico como en lo funcional. Son equivalentes. No sucede lo mismo con el caso de la Corteza Cerebral ligada al Lenguaje.

 

Es como si esta función no soportara la bilateralidad, necesitando la unificación de su comando.

 

R. Brain, un neuropsicólogo clásico, comenta que los ruidos emocionales, tanto en el hombre como en los animales inferiores, “son simples actos involuntarios y estas reacciones simples pueden utilizar vías simétricas y bilaterales”. “En oposición a esto el habla exige articulación: la integración precisa de los pequeños músculos de los labios, lengua, paladar y laringe además de los músculos respiratorios, de manera que éstos se contraen sincrónicamente de ambos lados con tal delicadeza que puede diferenciarse una variedad de sonidos a través de una escala fina de gradaciones”. “Esta integración motora parece exigir que la corteza cerebral de ambos hemisferios esté bajo control de una sola área coordinadora: el centro motor del lenguaje. En otras palabras, el lenguaje necesita localización”[6]

 

De todos modos, esta aparente dicotomía entre diestros y zurdos, no es tan amplia como parece, en tanto tenemos ambidextros, ambilevos (aquellos que son torpes con las dos manos), zurdos latentes, etc. De acuerdo con esto la zurdería de la población general puede variar significativamente[7].

 

Sin embargo, en contra de lo expuesto, es dable citar que pacientes con preferencia derecha y lesiones a izquierda, no tienen trastornos del lenguaje; lo mismo que  personas con daños corticales a derecha, sin zurdería que tienen alteraciones del lenguaje. 

Diremos con Luria que “...todos estos hechos, abonan la suposición de que en muchos casos la lateralización de la función del habla y su dependencia del hemisferio izquierdo no es absoluta”; existen “...una serie de estados intermedios que van desde la dominancia absoluta y total de hemisferio izquierdo, hasta la transferencia parcial o total del papel dominante del hemisferio derecho”[8]

Conocer con exactitud la localización de los centros del lenguaje es de gran importancia en casos de cirugía cerebral pues este conocimiento podría favorecer abordajes que eviten lesionar los centros del lenguaje con sus consabidas secuelas. Actualmente se cuenta con la Resonancia Magnética Funcional (RMf) que puede localizar con gran sensibilidad el emplazamiento de los centros corticales del lenguaje. La RMf, prudentemente usada,  es un procedimiento valioso para los estudios Neuropsicológicos, tanto en carácter de investigación como de diagnóstico clínico.

La causalidad de la preferencia manual persiste en debate como en tantas otras perfomances neuropsicológicas. En un extremo, como siempre, se alojan las ideas ligadas a la herencia, a lo genético. En el lado opuesto, las cuestiones ambientales ligadas a la crianza, a lo cultural. Sabemos que esta oposición es en general estéril. Estaría dentro de lo que algunos llaman “ideas que deben morir”[9], pues no producen avances en el conocer. Más bien lo detienen.

Un interesante aporte es el de Previc, cuando sostiene que los orígenes de la lateralización cerebral en humanos tiene que ver con el desarrollo asimétrico prenatal del oído y el laberinto. La lateralización en la escucha resultaría de la asimetría del desarrollo cráneo facial, mientras que la dominancia vestibular  sería marcada por la posición del feto en tercer trimestre del embarazo. La primacía del oído derecho podría contribuir a la superioridad del hemisferio izquierdo en la percepción del habla como del resto del funcionamiento del Lenguaje. Donde además  la predominancia vestibular izquierda favorecería las actividades motoras derechas y las habilidades visuo espaciales del hemisferio derecho.[10]

Tal como sucede con las vías motoras corticoespinales, descendentes,  o las sensitivas espinotalamocorticales, ascendentes,  hay un cruce de las vías auditivas y vestibulares. Es decir, de aquellas que se ocupan de la audición y el equilibrio respectivamente.  Se sabe que el VIII par craneal, genéricamente llamado Nervio Auditivo, es más bien “cócleovestibular”, en tanto rige la audición y el equilibrio por dos ramas diferentes que lo conforman. Con sus receptores específicos alojados en el oído interno.

Es un cruce derecha izquierda, izquierda derecha, tal como se da también en la gran vía motora, la Vía Piramidal. La sensibilidad también se cruza, las aferencias del lado derecho van a parar a la corteza opuesta. Y viceversa.

Este tema abre grandes expectativas en torno a las teorías localizacionistas tan en boga en otros tiempos. A las que se contrapuso la visión opuesta, globalista, en la génesis de las funciones superiores. El mismo Sigmund Freud contradijo las teorías localizacionistas en su escrito sobre “Las afasias”;  sobre el que volveremos más adelante, cuando sea el momento de estudiar Lenguaje de manera específica.

También si atendemos a sus proyecciones en el estudio de la Plasticidad Neuronal. Pues es cosa conocida cómo en el caso de lesiones en las Áreas Corticales específicas del Lenguaje (las llamadas Áreas de Broca y Wernicke) es posible ver que con el tiempo, bajo terapias de rehabilitación, otras zonas toman el comando de las destituidas, reestableciéndose la función. Lo mismo que el caso de las indagaciones acerca de la conveniencia del aprendizaje de idiomas en edades tempranas de la vida y otras habilidades de importancia educativa.

Es posible que el uso diferenciado de las manos tenga que ver con el surgimiento de la capacidad humana de inventar instrumentos. La mano izquierda se usó para sostener la piedra que debía ser afilada. Tal vez esto llevó a la lateralización de las funciones. El hemisferio cerebral derecho empezó a controlar las acciones globales, mientras que el izquierdo estuvo obligado a especializarse en el control de los movimientos precisos, secuenciales, ajustados.

¿Pero por qué se eligió la mano derecha para sostener los objetos y la mano izquierda para manipularlos? Esto sucedió posiblemente por acciones de la fuerza de gravedad in utero a partir de la asunción de la postura bipedestatoria. El tamaño y el peso de la cabeza del feto hizo que ésta se orientara hacia parte inferior del útero y llevó, además, a que en la marcha de la madre, realizada a partir de la postura bipedestatoria, la estimulación laberíntica del niño in utero se hiciera unilateralmente, afectando más al hemisferio izquierdo por estar la cara del nonato volteada a la derecha. De ese modo se creó una predisposición al uso de la parte del cuerpo bajo el control del hemisferio más estimulado en el período fetal, es decir, se establecieron condiciones para que se adoptara una preferencia para la mano derecha para actividades manipulatorias, mientras que el lado izquierdo del cuerpo, por la estimulación laberíntica unilateral in utero, se utiliza más para el mantenimiento del balance.

A esta interesante observación que he tomado de Víctor Alcaraz Romero[11], se debe agregar la estimulación unilateral del niño al cargarlo la madre de acuerdo a sus propias predisposiciones posturales. Generalmente la mano izquierda es de sostén, la derecha para las acciones más finas. De allí surge el primer pecho que es ofrecido, generalmente el izquierdo, dejando la mano derecha libre para ayudarlo a llevar el pezón a su boca.

A esta altura no están exentas las coordinaciones ojo mano, que irán labrando sus redes neurales configurando una verdadera “geometría vincular”, bien en diálogo interaccional, en “sintonía relacional”, donde se van ligando distintos aspectos del psiquismo.

Hemos hecho un largo recorrido hasta aquí. Seguramente complejo. También posiblemente complicado, sobre todo para Ustedes en este momento cuando están entrando en la materia. Lo que debe quedar firme, mientras van estudiando los distintos segmentos de la organización del Sistema Nervioso, mientras se van familiarizando con ciertos términos, es que la Neuropsicología, lo mismo que la Psicología del Desarrollo, tienen una definida base naturalista, siempre relacional vincular. Con simpleza contundente decimos que el “cerebro se cría en el ambiente”; que “ambiente de los hombres son los otros hombres”. No hay escapatoria a esto. De allí lo interesante de estas cuestiones de preferencia manual de las que les he venido hablando. Al considerarla, hemos tratado una teorización que incluye aspectos de la vida intrauterina, también de los primeros momentos del lazo humano. Donde la anatomía y la fisiología, en el proceso del devenir, van cargándose de sentido desde el inicio.

Sé perfectamente que lo complejo no debe ser necesariamente complicado. Ni confuso. Pero hay un momento del proceso del conocer que obligatoriamente pasa por cierto grado de complicación y confusión. Ustedes deben aprender a soportar esos pasos. De otro modo el proceso de aprendizaje no se da en forma genuina. Aprender es una lucha constante. Todas las primeras aproximaciones son prejuiciosas, algo paranoides si quieren decirlo de otro modo. Hay que tolerar esas presiones. Después vendrá el premio de entender desde otro sitio, donde lo complejo se hace un aliado del conocer, no un obstáculo. Es cuando uno empieza a disfrutar de la tarea cumplida, de haber incorporado un saber distinto y ajustado. En esto estamos todos, siempre. Mucho más en este momento de cambio de planes en nuestra Carrera. Es un momento fundamental, debemos considerarnos viviendo un momento de gran importancia para la Carrera y la formación que de ella se desprende.

Agregaré algo más. Me parece importante hacerlo ahora. Me refiero a los estudios de Roger Sperry y Michael Gazzaniga, dos neuropsicólogos norteamericanos, que hicieron experiencias en pacientes con sección completa del cuerpo calloso, el tema tomó gran popularidad. Eran personas sin ninguna evidencia de deterioro cognitivo ni emocional, diríamos “normales”. Con ingeniosos procedimientos estudiaron en forma bastante bien disociada ambos hemisferios. Fue cuando se empezó a hablar del hemisferio derecho, que controla el lado izquierdo del cuerpo,  con habilidades en el llamado procesamiento en paralelo, “holístico”; por lo tanto adscripto a lo artístico, lo musical, lo creativo. En cambio, el hemisferio izquierdo, con su control sobre la mano derecha, como de procesamiento lineal, serial, “lógico”; por lo tanto asociado a lo científico, al lenguaje digital y el espíritu científico matemático. Del lado de lo derecho quedó lo sintético, del lado izquierdo lo analítico. De alguna manera, tal como pasa con muchos problemas, esto ha sido ya pensado desde los griegos: cuando estudiaron la oposición entre empirismo y racionalismo.  El modo “derecho” se vale más de la experiencia, de las asociaciones “posicionales” tomando  la parte por el todo, si se quiere de la metáfora. En cambio, el “izquierdo”, se vale más del razonamiento lógico, “proposicional”, secuencial. Es bien sabido que una buena mezcla de estas aptitudes siempre viene bien. [12]

De alguna manera apoyado en esto resultan las ideas de los códigos analógico icónicos y los digitales. Los primeros adscriptos a los complejos de imagen y emoción, a lo corporal preverbal;  los otros al lenguaje con unidades discretas, establecidas por consenso, ligadas a lo que se llama “codificación binaria”. Vuelvo a prometer: volveremos sobre esto cuando veamos Lenguaje; también cuando veamos las interesantes aportaciones de Allan Schore sobre neurodesarrollo en los primeros años de vida.[13]

Sobre la cuestión los cerebros derecho e izquierdo, de gran valor heurístico, se volcaron ríos de tinta. No faltaron quienes aparecieron vinculando “lo derecho a lo femenino”. Tampoco oportunistas que creyeron que la creatividad puede enseñarse “usando el cerebro” y otras supercherías por el estilo. Estas son las modas a las que me refería al principio. Esas modas de las que tenemos que estar advertidos desde el rigor académico verdadero, no contaminado con ciertos oportunismos. Es verdad que “usar el cerebro”[14] es importante como reza un libro actual de muy feo título. Es tan importante “usarlo” que si no lo hacemos morimos más o menos rápidamente. Pero otra cosa bien distinta es cómo usarlo. Y, fundamentalmente, con quién tenemos que aprender, de qué modo y cuándo o dónde es preciso hacerlo. 

 



[1] Si bien el tema es muy anterior al siglo XVI, es conocida la historia de Juan Ponce de León, conquistador hispano, que supuso que dicho sitio tan prometedor estaba muy cerca de la Florida, hoy  Estados Unidos. Al parecer nunca pudo ser hallada pese a los esfuerzos expedicionarios que este hombre habría hecho en 1513, insatisfecho con todos sus bienes materiales.

[2] Alusión al famoso tango “Grisetta” (José González Castillo y Enrique Delfino), que ha sido interpretado por grandes cantantes como el Polaco Goyeneche. Cuenta la historia de una muchacha inspirado en la ópera de Puccini, “La Boheme”. En la misma, Musetta y Mimí son dos mujeres que encuentran destinos desgraciados bajo malos designios cargados de mentiras, facilismo, seducción y ambición por el dinero.

[3] Aconsejo la lectura de “El stress y sus destinos. Qué importa este concepto para la Psicología de hoy”, de mi autoría. Disponible en http://www.psicofisiologia.com.ar/index.php?option=com_content&task=view&id=72&Itemid=31

 

[4] Esta expresión, “violencia disociativa” se lo he robado a Laura Peirano. Es algo parecido a lo que rezan las puertas de nuestra Biblioteca Argentina: “conocer es amar, ignorar es odiar”.

[5] Un gran texto para el tema psicoterapia y psicofarmacología, “Psicofarmacología y territorio freudiano” de Julio y Mirta Moizeszowicz, publicado por Paidós.

[6] Tomado de “Speech desorders. Aphasia, apraxia and agnosia”, Butterworth, London, 1961.

[7] Grandes zurdos: Benjamín Franklin, Atahualpa Yupanqui, Julio César, Mark Twain, Leonardo da Vinci, Napoleón, Mozart, Alejandro Magno, Franz Kafka, Albert Schweitzer, Sergei Prokofiev, Marcel Marceau, Diego Maradona, Emmanuel Ginobili, Woody Allen.

[8] Luria, Alexander; “Las funciones corticales superiores en el hombre”, La Habana, Orbe, 1977.

[9] Puede consultarse al respecto “This idea must die. Scientific ideas that are blocking progress”, un texto de reciente aparición editado por John Brockman. Para más datos acceder a Edge, en www.edge.org

[10] “ A general theory concerning the prenatal origins of cerebral lateralization in humans”. En Psychol Rev., 1991

 

[11] En “Las razones de Alicia en el país de las maravillas o por qué el gato de Cheshire aún mantiene su sonrisa. Opus II”, en “La perspectiva histórico cultural de Vigotsky y la neurofisiología”, Víctor Feld y Jorge Eslava Cobo, compiladores; Noveduc, Buenos Aires, 2009.

[12] Un interesante libro para profundizar puede resultar “El lenguaje del cambio”, de Paul Watzlawicz, Editorial Herder, Barcelona, 1989.

[13] Sobre este autor puede consultarse “Sobre Allan Schore”, de mi autoría, en http://www.psicofisiologia.com.ar/index.php?option=com_content&task=view&id=113&Itemid=31

[14] Me refiero a “Usar el cerebro. Cómo conocer nuestra mente para vivir mejor”, de Facundo Manes.

 

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