Neuropsicología profunda, desarrollo y psicoanálisis. Lo sensorial y lo motor
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Neuropsicología profunda, Desarrollo y Psicoanálisis
Lo sensorial y lo motor
Prof. Dr. Roberto C. Frenquelli
La compañera me preguntaba acerca de mi identidad. Ella dice: “usted es médico, pero parece psicoanalista”. A lo que le contesté hay muchos psicoanalistas que son médicos. Freud fue el primero. Y todos los grandes discípulos de Freud eran todos médicos, tanto que muchos que tenían vocación por el psicoanálisis tuvieron que estudiar medicina para poder ejercerlo.
Freud mismo escribió un famoso artículo sobre el análisis profano para defender a Theodor Reik, que fue uno de los primeros discípulos no médicos. Lo mismo pasó con Marie Bonaparte, una francesa que tuvo que ver con la salida de Freud de Viena sobre el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Ella tampoco era médica. Estos movimientos son importantes, Argentina ha tenido su papel. Hay un interesante historiador de la psicología y el psicoanálisis que se llama Alejandro Dagfal, que tiene un libro que se llama “Entre París y Buenos Aires”. Pero bueno. Tomo esta pregunta para decir que el discurso en la cátedra siempre fue interdisciplinar desde que empezó. Siempre generó en el que esperaba un discurso “hegemónico”, la idea de que se enfrentaba a un discurso heterogéneo. De intersecciones, mezclas. Esto es bien recibido por algunas personas y por otras no. Nuestra materia no tiene más remedio que ser interpretada, como todas las cosas en la vida. Y bueno, yo desde 1984 hasta ahora - como ya les dije éste es el último año que estoy - la materia siempre tuvo esta tendencia, esta vocación.
Y ustedes lo van a ver permanentemente. Lo que me salva es que yo no he descubierto nada, es decir, en todo caso lo que he descubierto es mi interés por navegar en esas aguas de uniones, choques y solapamientos entre una corriente y la otra. Y eso, desde el punto de vista epistemológico se conoce con el nombre de interdisciplina, palabra que exprimida aún más, se lleva a la noción de transdisciplina. Y también estas dos palabras para algunos son una macana. Y para otros son la salvación del mundo. Como siempre pasa. En todo caso, uno no puede ser un profesor neutro, aséptico e igual en cualquier perfil. Ustedes lo mejor que pueden hacer es formar su criterio propio y discutirlo con ustedes mismos, con el jefe de trabajo práctico, pelearse con los libros, pelearse conmigo, preguntarme, repreguntarme y, fundamente, leer. Porque si no leen, discuten desde lo que le escucharon a otro. Discuten desde un prejuicio. Ustedes notarán las más encontradas opiniones en esta facultad.
Yo tengo mi postura en torno a todas las cosas que estamos hablando, más o menos, pienso “una cosa así, una cosa asá”. Siempre he escrito sobre psicoanálisis y neurociencia. Y la perspectiva de desarrollo particularmente en la psicología, para mí no puede prescindir de esas dos aguas. De ese rejunte. En ese camino, les pido que lean. Después ustedes verán.
Retomo una cosa que dije: yo no inventé nada, lo único que inventé fue a mí mismo. Y también inventé esta materia. Esta es la verdad. Esta materia, aunque suene muy grosero, la inventé. Con la ayuda de distintas personas que estuvieron al lado mío. Pero cuando yo vine, esta materia era más o menos así: bolilla uno, neurona; bolilla dos, médula; bolilla tres, tronco; bolilla cuatro, cerebro; bolilla cinco, cerebro dos; bolilla seis, la sensación; bolilla siete, el comportamiento. Y ustedes agarraban un libro de anatomía y leían de ahí. Ni el primer programa que yo hice era así. Ya era completamente distinto. Y puse una psicología que está reflejada en el libro Psicofisiología. Un libro que publiqué en el 2000, pero que venía trabajando así desde 1995. O sea desde muchos años antes. Eso es lo que yo inventé, pero en sí conceptualmente no inventé nada. Por ejemplo, este libro se llama “Introducción a una neuropsicología profunda”, de Mark Solms. “Deep neuropsychology”. Está escrito por un psicoanalista inglés que además es neurólogo. Y es la onda que me gusta y con la que me divierto, y la que me parece que más enseñanza deja, y es la que me permitió llegar a ser profesor de Neuropsicología y Psicología de desarrollo, estar aquí frente a ustedes.
Siempre pensamos que con el trabajo de observación del bebé se podía dar cuenta de la actividad del sistema nervioso. Viendo a un niño en su lugar, en su casita, con su mamá, en su contexto evolutivo. Junto a su madre. Mirándoles. Mirándose entre ellos dos, inmersos en el vínculo. Ahí es donde yo vi que había que estudiar la neuropsicología, incluida en la materia que en ese momento llamábamos Psicofisiología. Siempre un prefijo psico, siempre un prefijo neuro.
Hecha esta presentación, continuemos. No recuerdo bien en qué habíamos quedado la semana pasada, pero voy a retomar en un punto cualquiera para seguir con lo que se había planteado allí. Dejarles una pequeña guía sobre el aparato mental y el sistema nervioso. Esa pretensión que para algunos fue considera completamente ridícula, por vincular semejantes cuestiones. Ustedes recuerdan que yo había situado al Freud del Proyecto (1895), de la Interpretación de los Sueños (1900), del Yo y el Ello (1923) y del Esquema del Psicoanálisis (1939). Y también al primitivo Freud de libro de Las Afasias (1891). Un arco que va desde 1891 hasta 1939. Lo había citado en la medida que yo creo en esto que dice Solms, en “Introducción a una neuropsicología profunda”. Entendiendo por “profunda” a una neuropsicología que engarce con la condición humana, que se una con la condición humana.
Uno de los puntos a trabajar es aquello de lo sensorial, más precisamente dicho, lo sensoperceptivo y lo motor.
Inscripción que no es lineal.
S M
Ni si quiera así, en una ida y vuelta:
S M
Sino que se trata de un anotación circular, al modo del dibujo que se traza a sí mismo, “el perro que se muerte la cola”.
Tratando de indicar, que existe una cierta indistinción entre la sensación y la acción, el acto motor. Por ejemplo, cuando uno escribe con la tiza sobre el pizarrón, cumpliendo con el acto motor, al mismo tiempo recibe una información sensorial, acerca del movimiento que está haciendo, de la presión que está ejerciendo sobre la tiza, de la forma que está dibujando y de los sonidos del ambiente. Hay una indistinción entre el productor y el producto. Es un acto recursivo.
En cambio esto podría ser entendido como una cuestión lineal, planteada lineal, causa efecto, tal como está graficado en primer término. Distinto sería el segundo gráfico, donde se podría pensar que se trata de una cuestión dialéctica, donde la tesis y la antítesis juegan en distintos momentos entre sí. Una pequeña diferencia, pequeña gran diferencia.
Todo esto lo hemos trabajado mucho. Las dos primeras clases del 2015, que encontrarán en www.psicofisiologia.com.ar toman este asunto. A ellas los remito.
Ahora quiero hacer un pequeño paréntesis, un pequeño paso al costado, para dejarles unos dibujitos explicativos acerca del sistema nervioso. Después volvemos al problema de la sensación y la acción, tal como es nuestra intención. Pero con esto van tener alguna ventaja. Como me decía un maestro de antes, cuando yo era estudiante: “…pibe, con esto te ganaste el día”. El día que yo aprendí a tomar la presión me decía así: “…te ganaste el día”. ¡Y la verdad que con eso, hasta hoy, me gané el día… y la vida! Por eso, aunque me tal vez ya lo conozcan, voy a reproducirles un poco lo siguiente:
Ustedes si ven una neurona, verán que tiene una dendrita, un axón y un cuerpo. Esto es aburrido para ustedes. Saben que hay un flujo de entrada y salida, que es fijo. Hay una superficie que capta y una superficie que emite. Si tuviéramos un animal unicelular, supongamos una ameba, también en ella, la pobrecita, veríamos que tiene capacidad de captar y de moverse a través de los pseudópodos. Por ejemplo, una sustancia química dañina la quiere herir; entonces ella va a tratar de escapar.
Hay un movimiento. El movimiento es una de las características fundamentales de lo vital.
Si tomamos, no ya una neurona, sino un mínimo conjunto de éstas, nosotros podemos pensar que hay una neurona, supongamos, por otro lado la piel y aquí un clavo. Se capta el pinchazo del alfiler y lo va a llevar a otra neurona, que ya vamos a ver dónde está, que hace que el músculo bíceps haga el movimiento de retirar la mano, y que mientras yo exclame un tremendo “Ah…, ay…ay!”. Todo esto mucho antes de que me dé cuenta de que se trataba de un amigo que me estaba haciendo una joda; o que yo, distraído, estaba metiendo la mano en un clavo oxidado mientras veía un partido de fútbol.
Esto que estoy describiendo que es un circuito también de sensación-acción, basado en una sola sinapsis. En pocas palabras, un arco reflejo simple. Seguimos avanzando. Y del arco reflejo monosináptico, simple, nosotros vamos a pasar a un enorme “ovillo” que está entre la sensación y la acción, Un ovillo intermediario de numerosas neuronas que se interconectan.
De todo esto se deduce que tenemos neuronas sensoriales y motoras, más otras, muchas, intermediarias.
En los seres vivos hay una creciente complejización. Es una escala biológica, donde tenemos un pasaje de los unicelulares a los pluricelulares; del arco reflejo simple a un arco, también reflejo, polisináptico. Porque la sensación rápidamente se tramita en esa “galleta” que está representada en el dibujo. Nosotros cuando remontábamos un barrilete y se nos mezclaban todos los hilos, quedaba un hilo en nuestras manos, uno arriba con el barrilete, y en el medio la famosa “galleta”, que te daba ganas de reventarla porque no se podía desatar.
Esa metáfora, la de la “galleta”, es la metáfora humana de lo que se llama el proceso de cefalización. Nuestro sistema nervioso central no es más ni menos que una enorme galleta, un enorme trazado de conexiones entre la sensación y la acción. Esa importante masa neural es la que nos permite ser de a ratos felices y de a muchos otros ratos infelices. Porque la tramitación de cada sensación es muy compleja entre nosotros, los humanos. Parecería entonces, que el sistema nervioso algo tiene que ver con la subjetividad. Si uno no tuviera este enorme conjunto de sinapsis, se llamaría a las cosas, tal como se dice, “al pan, pan, y al vino, vino”. Pero nosotros sabemos que no siempre es así. Si no, pregúntele a cualquiera que se enamoró y se desenamoró.
Eso se debe a esa dimensión subjetiva que tiene que ver estrictamente con la complejización, con la cefalización.
· Complejización
· Cefalización
· Subjetividad
Tiene que ver con lo que es el sustrato elemental de la subjetividad, con lo que yo llamé en ese libro “Psicofisiología”, “Las bases moleculares de la subjetividad”. Desde la molécula hasta el ser humano completo, es como empezamos a leer la singularidad, lo particular de cada persona.
Entonces, vamos a encontrar que el sistema nervioso tiene distintos niveles de tramitación. Uno de los elementos que nosotros seguimos es el concepto de información. Que tiene que ver con la noción de diferencia. Si yo escribo acá “Panes” y ahora escribo aquí “Penas”, he gastado la misma cantidad de energía y tiza para escribir ambas palabras, pero he cambiado totalmente el significado. La diferencia, la in-formación, es lo que da el significado. Para decir ambas cosas, gasto lo mismo. Esto es lo que permite una distinta información. En cambio, en el arco reflejo simple, la información es prácticamente homogénea, absoluta.
·
PANES
Diferencia, significado
· PENAS
Como decía, en el sistema nervioso hay distintos niveles de tramitación de información. Aquí usamos algo que se llama, actualmente, “paradigma del procesamiento de la información”. Esto es tomado por la psicología cognitiva. Quiero referirme brevemente a qué entiendo por psicología cognitiva. Ésta es una manera de estudiar lo psicológico valiéndose de aportes que vienen de la lingüística, de la neurociencias, de la filosofía y aún del propio psicoanálisis. Un ensamble desde lo básico: sensación, percepción, memoria, conocimiento. Una pregunta de ese campo podría ser: ¿Cómo se lee, cómo se aprende?
Eso no tiene nada que ver con el “cognitivismo” practicado por algunas personas que pugnan en el campo de la clínica tratando de despegarse del psicoanálisis. Eso tiene que ver con otra cosa. Es una cuestión de mercado. Han inventado, posiblemente de muy mala manera, algunos slogans, como “cognitivismo postracionalista”.
La Psicología Cognitiva, como perfil de investigación básica, en cambio, es cosa seria. Y en general, inexorablemente, se va interrelacionando con la Neurología clásica, con otros aportes de la Etología. Con los que el Psicoanálisis no está, no debería, estar para nada peleado. El “Proyecto…” de Freud es un tratado de psicología cognitiva. Yo sostengo que Freud ha sido un “cognitivista”. Que por supuesto ha ido mucho más lejos en sus modelizaciones, en su inclusión del concepto de inconsciente. Basta con atender a sus primeros títulos, como el caso de “Mecanismo psíquico del olvido”, “Psicopatología de la vida cotidiana”, el capítulo VII de “La interpretación de los sueños”. Pero no debemos pensar que esto fue abandonado más tarde. Las preocupaciones sobre el tema de la “verdad histórico vivencial” que se traslucen en “El hombre de los lobos”, mucho después se han continuado con “Construcciones…” o en “Análisis terminable e interminable”. Donde la “verdad material” queda sepulta, distorsionada, en las mallas de lo subjetivo. Hay una interesante investigadora sobre memoria, Elizabeth Loftus, que es del corte cognitivista, que trabaja en lo que se llama “memoria de testigos”. Sus conclusiones no son muy distantes de las alcanzadas por el maestro vienés (que en realidad, hoy sería considerado “el maestro checo”, pues Pribor (Freiberg in Mahren) – donde nació Freud - no está en el mapa de Austria, mucho menos en Viena).
La psicología cognitiva que llamo “básica” l es una forma de estudiar, interdisciplinaria. La expresión “paradigma del procesamiento de la información” es usada en la actualidad con amplitud, donde la teoría de la información y la cibernética, se conjugan con la lingüística, etc. Nada de esto debe repugnarle al psicoanálisis. Porque en el espíritu de su creador estuvieron siempre presentes, acordes a los desarrollos de la época. En el mismo sentido a nadie se le ocurriría prohibirle a Lacan acudir a la Topología como herramienta para sus intelecciones. Lo mismo a Bowlby cuando se mete con la Etología de Lorenz y sus seguidores. El Psicoanálisis, desde Freud en adelante, siempre le ha pedido prestado a otras disciplinas, sin temores, sin necesidad de perder su identidad central.
Volvemos. Un nivel básico, está dado por este conito que está alojado en mi columna vertebral. Empieza en la cervical, sigue la dorsal, lumbar, sacra y coxígea. La médula espinal está alojada en un estuche óseo. La “madre naturaleza”, podríamos decir, puso al sistema nervioso central en un estuche para protegerlo, el “estuche cráneo-raquídeo”. La médula vista en este esquema, que no estrictamente así. La he dibujado triangular como si se fuera afinando hacia abajo, en sentido caudal. Pero no es así, si bien termina distalmente en lo que se llama “la cola de caballo”, afinándose, tiene en ciertos sitios engrosamientos, como el cervicial, como el lumbar.
Si nosotros la cortamos transversalmente y la vemos, vamos a encontrar que tiene una delicada formita, de coloración ligeramente parda grisácea, con forma de letra “h”, como una especie de mariposa, donde encontramos las astas anteriores y posteriores. Por fuera de esta estructura central, tenemos dispuesta la sustancia blanca, netamente periférica. Las astas posteriores, son la puerta de entrada de lo sensorial, se llaman aferentes a los impulsos que la alcanzan desde la periferia del cuerpo. En cambio, las astas anteriores, son la salida motora, eferente. Es decir aquello que busca de nuevo lo periférico, en este caso los músculos, para el cumplimiento de la acción. De algún modo, visto restringidamente, estaríamos describiendo hasta aquí un arco reflejo bastante elemental, con una o dos sinapsis, solamente.
Supongamos que este fenómeno, tan simple, elemental, pero tan útil para la supervivencia, ha sucedido en determinada zona. Pongámosle Lumbar 2. Ahora bien, si vamos aumentando los niveles de complejidad de la información, una cosa que puede suceder es que esa información se tramite en un nivel torácico, por ejemplo, T8. Que está información suba de “piso” o, por el contrario, que pueda “bajar” al nivel sacro. ¿Por qué? Bueno, porque indudablemente el movimiento confinado al nivel Lumbar 2 necesita de los otros sectores. De la sinergia de los mismos. Si estiro la pierna, necesito, naturalmente, modificar la posición del tórax. De modo que hay una asociación intersegmentaria. Ya hay una complejización donde el movimiento no queda confinado, sino que se asocia. Esto es lo que nos permite bailar, saltar, caminar, sentarnos. Hay una sinergia, una asociación, una colaboración entre los distintos segmentos. Y tiene que ver con arcos reflejos que se desencadenan a partir de uno y asociadamente entre ellos. Podríamos decir, recursivamente.
Después, podemos agregarle a nuestro esquema aquí arriba, en sentido cefálico, otro segmentito, el tronco encefálico. Está arriba de la médula, un segmento chiquitito más gordito, que ya está dentro del cráneo. Y arriba, también en el mismo sentido, dicho de igual modo en sentido superior, finalmente tenemos una masa enorme, que es el conjunto dado por el cerebro y el cerebelo.
¿A dónde quiero llegar? Partimos desde el clavito, el asta posterior y en vez de irnos a la respuesta eficaz, estereotipada, siempre mecánica y casi lineal del arco reflejo simple, puede suceder que esa información gané los cordones laterales y suba. Que son, como dije de sustancia blanca. Conformando haces asociativos. Es blanca porque en la zona gris tenemos cuerpos neuronales y en la blanca, en cambio, “cables”, los axones, que son de ese color por el revestimiento de mielina (compuesto aísla la conducción y permite que sea más o menos rápida). Entonces, aquel pinchazo del ejemplo, siguió viaje buscando retirar el miembro del estímulo algógeno; pero también “se mandó para arriba”, hacia la corteza cerebral. Algo que en apenas unos milisegundos después nos permite decir “dejá de pincharme loco” (en el caso del amigo que nos gasta una broma). El pinchazo se proyectó a la corteza cerebral, vean que palabra empleo, “se proyectó”, del verbo proyectar. El córtex es el asiento de la conciencia. Allí se va a volver a representar la situación dolorosa, pero con alcances a la palabra, a la comprensión contextual del hecho. Que no ha quedado en la simple acción del retiro de la zona afectada. Esto también nos pone al resguardo de la supervivencia, es menester cuidarnos del dolor, de la agresión física. Pero también empezamos a vivir, a cualificar más floridamente el suceso. Ha sido un amigo que nos ha gastado un broma. Una catarata de eventos se irá asociando a esto. Ya no es meramente la fuga del dolor. Aparecerán otros dolores.
Allí la cosa no termina, porque en el área sensorial, tenemos un sitio (hablamos siempre de la corteza) que recibe toda la información sensorial, desde allí va a nacer un pasaje a un área motora que va a cerrar este largo reflejo. Que también es sumamente veloz, no sólo para retirar nuestro cuerpo atacado, sino que también nos permite decir “dejá de joder”. Podrán sobre venir otras acciones, un puñetazo, una risa, llantos. La emoción se asociará inmediatamente. Otros recuerdos memorizados también.
En la corteza tenemos una representación somatotópica que llamamos “humúnculo” (de Penfield, neurólogo que la describe en la primera mitad del siglo pasado). En un rato volveremos sobre ella.
Tenemos dos tramitaciones. Una rápida, fundamental para la supervivencia. Otra, más lenta, que permite que ubicar el hecho en contexto y, que a partir de ahí, da lugar a cosas más propias de la condición humana. Uno se dará cuenta que tiene un amigo jodón, otra que tiene un amigo perverso. Y otra sería: “uh, mirá, me gusta que me hagan daño.” ¿Pero cómo, esto no estaba al servicio de la superviviencia? Y ahí tenemos, hay gente que incluso pide que la agredan, que disfruta con ello. Te pueden “pinchar” con la palabra, con las acciones concretas. Aunque las palabras también son acciones, ligadas a sentidos definidos por las reglas del lenguaje, pero también particularmente asociadas a otras. Encadenadas a otras. Tanto, que cada percepción no es exactamente igual a otra. De un sujeto a otro, incluso en un mismo sujeto, según sus tiempos vivenciales.
Esto sucede porque el sistema nervioso además de darnos la aptitud para sobrevivir, nos permite vivir. Y uno flota entre sobrevivir y vivir. Cuando uno vive, vive ya de una manera muy particular. A veces, cuando uno vive en sufrimiento se termina muriendo, pero incluso hay gente que no sabe vivir de otra manera. Entonces vive, sufriendo. He aquí la explicación simple de porque se plantea el concepto de pulsión de muerte. Ésta es una manera de vivir, que puede ser altamente antieconómica, que puede conducir finalmente a la extinción de la vida. Pero que mientras tanto es una manera de vivir.
No hay ningún instinto que no sea de vida, incluso el de muerte; muerte que es una forma particular de vivir. Y ustedes pueden decir, “bueno, pero si el clavo está oxidado usted se va a agarrar un tétano”. Lo sabemos desde la lógica, pero la persona a quien le place experimentar el dolor no está pensando en morirse. Incluso puede llegar a pensar que es hermoso, que el amigo lo ama. Que porque lo ama lo hace sufrir. Y que además no va a tener tétano. ¿Por qué iba a tener tan mala suerte? El tipo que va a 150 km/h en la ruta, no piensa que le va a explotar una cubierta. ¡Y si lo piensa, piensa que lo va a salvar el airbag o que si se le aparece un árbol va a frenar! La torpeza de las manifestaciones de lo que se llama pulsión de muerte es extraordinaria. Es una manera de vivir. Vive repitiendo, compulsivamente, a repetición. Poseído de una extraña locura pasional. El suicidio es un caso parecido, bien al extremo.
Es en este punto donde suele argumentarse que la biología cae. Que no puede explicar nada sobre el acontecer del vivir. Nosotros podemos pensar que no es así. Para nada. Una persona puede ser sostener afanosamente el dedo contra el clavo que lo perfora justamente porque tiene un sistema nervioso capaz de retorcer el instinto. Por supuesto un perrito cuando pisa el clavo retira la pata, espantado. Salvo el perro doméstico, claro, que puede tolerar el castigo sádico del amo. Es casi un perro humanizado. Y eso puede suceder por cuestiones emocionales que el sistema límbico impone. El perro teme al amo, teme perderlo. El animal humano al ingresar a la cultura desvanece su instinto. Por eso el animal humano es tan excéntrico, loco furioso, contradictorio, extravagante. Su mejor logro, la gran masa cerebral que posee desde su plantilla genética, es su mayor inconveniente. Para peor, para mejor, debe pasar un larguísimo período de crianza, donde depende extremadamente del cuidado de otro, generalmente la madre. Primero vive un buen período dentro de ella. Es un vivíparo. Luego, ya fuera de su vientre, vive muy cerca, necesitado del pecho. Es un mamífero. Mamífero cabezón, con un extraordinario desarrollo cerebral. Esto hace que se anticipe mucho en el mundo de ciertas ideas, de ciertas representaciones que lo pueblan de fantasías, al tiempo que es altamente dependiente. Desde los tiempos intrauterinos viene lidiando con la Realidad. Para eso puede tramitar, siempre con el aporte exógeno, un aparato que llamamos mental, mejor dicho, psíquico.
Bueno, continuemos. Voy a contarles un poco qué quise decir con el “homúnculo”. Homuculus sería un símil de un hombrecito, generalmente representado como un hombrecito contrahecho, casi chistoso.
En la corteza cerebral hay un polo anterior, un polo posterior, una parte superior y otra inferior. Hay un accidente anatómico que se llama cisura de Rolando, y otro accidente que es la cisura de Silvio. Todo lo que está por delante de estas cisuras es el lóbulo frontal. Y en todo lo que está por detrás, tenemos el lóbulo temporal, el “temporis”, donde pasa el tiempo –es el lugar donde aparecen las primeras canas- , el parietal y el occipital. Todo esto accediendo desde la parte lateral. En general, un conocimiento que tienen que tener, es que todo lo que está por detrás de la cisura de Rolando, es sensorial, y todo lo que está por delante es motor.
Inmediatamente por detrás de Rolando hay una banda que es sensorial y una banda por delante que es motora. Lo que está por delante, en lo que los anatomistas llaman “el labio anterior” corresponde al lóbulo frontal, y lo que está por detrás inmediatamente, en el labio posterior, tenemos el lóbulo parietal, pero están separadas por esa cisura. En un corte transversal, sería se vería así:
Vamos a nuestro homúnculo. Cada sector del cuerpo está representado en la banda sensorial y en la banda motora. Si nosotros vemos el cerebro de frente, cortadito, ustedes verían la parte sensorial y la parte motora. El homúnculo está como “acostado”; en el caso del homúnculo motor, con unos enormes ojos, una gran boca, un tórax medio pequeño, una enorme mano, un gran pene y un pie bastante interesante. Esa representación motora, es un mapa de correspondencias, tanto que si a una persona se lesiona de la artería que toma la mano, no la puede mover (por ejemplo si padece una trombosis justo allí). Bueno, este homúnculo, que se llama “Homúnculo de Penfield”. En honor a un señor que lo describió en los años cincuenta en pacientes semidespiertos, estimulándoles la corteza cerebral hizo un mapa. El mapa motor, que también tiene su símil sensitivo, el mapa sensitivo.
En “El Yo y el Ello”, donde encontramos su famoso esquema, vemos que el Yo tiene hacia arriba y a la izquierda un casquete, que vincula a lo auditivo.
Un Yo bifronte, que recibe percepciones desde el exterior, desde la realidad; que recibe percepciones desde el interior, desde el Ello. El Yo es una transformación, un derivado del Ello. De allí la famosa expresión del jinete, sometido a los corcoveos intensos, irrefrenables de lo instintivo, de esa “ajenidad” que es el Ello, mientras observa el afuera que también busca imponer sus condiciones.
Dice:
“El Yo es una esencia cuerpo; no es sólo una esencia superficie, sino, él mismo, la proyección de una superficie. Si uno le busca la analogía anatómica, lo mejor es identificarlo con el “homúnculo del encéfalo” de los anatomistas, que está cabeza abajo en la corteza cerebral, extiende hacia arriba los talones, mira hacia atrás y, según es bien sabido tiene a la izquierda la zona del lenguaje”.
Explica que la Percepción Conciencia (PCc) es para el Yo, lo que pulsión es para el Ello. El Yo, mediante la Conciencia, intenta suplantar el Principio del Placer por el Principio de Realidad. Busca modificar el Principio del Placer para adecuarlo a la realidad, al Proceso Secundario. Es el asiento de la razón. Aunque se hunde profundamente en el Ello, teniendo grandes sectores Inconscientes.
Si volvemos sobre el esquema de Penfield podemos hacernos la pregunta acerca del motivo del tamaño asignado a la mano, por ejemplo. Eso resulta porque esos espacios, que en otros términos podrían llamarse zonas erógenas, son áreas de valencia intersubjetiva.
¿Qué quiere decir valencia? En química, valencia, es la capacidad de combinación que tiene una sustancia. Tomada de allí, es trasladada hacía la psicología. El valor de la mano, como el valor de la boca, de los genitales, del ano. Esas zonas desde donde se va construyendo nuestro psiquismo, siempre en relación, en vínculo con los otros significativos. No estoy diciendo que Freud diga que “el Yo es el homúnculo”, estoy diciendo que este esquema responde a una modelización. Como en el caso del modelo de “La interpretación de los Sueños”. Allí vemos que Freud siempre pensó que nuestro Aparato Psíquico se desarrolla entre la Biología y la Cultura. Que el Psiquismo se origina entre esas dos márgenes, entre esos dos brazos. Esto también puede entenderse en el “Proyecto”, por supuesto.
Venimos al mundo con una dotación genética que privilegia esas zonas erógenas. Que por supuesto entran en acción a través de la interacción con la “asistencia ajena”, generando huellas que ejercitarán esos sitios, esas redes sinápticas, asiento de las memorias ancestrales de nuestro amor primordial. Los primeros encuentros con el pecho, las caricias, el arrullo de las canciones de cuna, los brazos que nos mecen con dulzura y serenidad, la tibieza de los cuerpos en contacto. Primero nuestro Yo Real, capaz de cierta motilidad refleja que va signando la diferencia entre un adentro y un afuera, conformando un ideal, un Yo Ideal. Para luego transitar al Yo de Placer. Y más tarde al Yo de Realidad Definitivo. Pasaje del Principio del Placer al Principio de Realidad; del Proceso Primario al Proceso Secundario.
Este modelo implica reconocer el establecimiento de las huellas mnémicas, las Hm. Concepto que está al lado del de Representación. El instinto, la pulsión si quieren, se liga a la Representación. Esta va acompañando al Afecto. Corren hacia la Conciencia, hacia lo motor, en pos de la acción específica. El Aparato Psíquico es una sucesión de huellas memorizadas pasibles de transformaciones según los dos principios del suceder psíquico. Son baluartes cualificados, donde emergen las diferencias donde asienta la subjetividad. Sobre esos sistemas representacionales se ejerce la Represión.
Es cuando decimos que el psiquismo es una propiedad emergente de la materia organizada. Esto señoras y señores, es Freud. Otra música será otra música, pero no será Freud. Esto no es un reduccionismo bruto. Es un modelo explicativo de corte naturalista del que era partidario el gran maestro vienés. Esto no significa decir que “el psiquismo es el cerebro” ni nada por el estilo. El psiquismo, siguiendo las palabras de Freud, reside entre las estructuras del sistema nervioso. Hoy sabemos que ese “entre” está en los espacios sinápticos, donde hay caminos privilegiados para cada experiencia singular. Por eso, en un violinista, la mano que puntea las cuerdas tiene en su área motora una representación cuanti - cualitativa diferente a la de un no violinista. Y por supuesto, su sensibilidad no será la misma, será acorde a su destreza, a ese don adquirido al calor de sus emociones que se reflejan una y otra vez cada vez que ejecuta, incluso cuando recuerda, mientras musita casi en silencio, una partitura. Allí es acompañado por su respiración, por sus latidos, por todo su cuerpo, por todo su Yo. Por su historia, por sus aprendizaje consensuados, donde todo se inició en aquellos primeros movimientos de su Yo Real. Cuando se conformaron los primeros ladrillitos del portentoso edificio de su vida, entre sus Representaciones. Que llamaremos primero, en orden de su creación, Representaciones Cosa. Que son complejos de imagen, movimiento y afecto. Sucedidas después, en progresión al Polo Motor, por las Representaciones Palabra. Freud, desde su libro de “Las Afasias” tiene su teorización del lenguaje. La palabra es el revestimiento de las imágenes, revestimiento que nunca llega a cubrirlas por entero. La palabra, sin el afecto, gira loca sobre sí misma, es retórica vacía. La palabra es Freud requiere un buen asiento sobre la cosa, sobre las primeras huellas. De donde podemos decir que el desarrollo temprano es el asiento privilegiado de nuestro destino, sino de todo, al menos de gran parte. Por eso decimos, aquí siguiendo a Laplanche, que el inconsciente es la condición del lenguaje. Y no al revés. Es cierto que el inconsciente tiene una inscripción de orden semiótico (semántica, sintáctica, pragmática) pero no es la palabra sola y desnuda la “reina de los cielos”.
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