Neuropsicología profunda, desarrollo y psicoanálisis La percepción y el proceso de cualificación
3-
Neuropsicología profunda, Desarrollo y Psicoanálisis
La percepción y el proceso de cualificación
¿Hay alguna pregunta? ¿Algo que pueda servir para continuar? Siempre dentro de esta temática del aparato mental, de la psicología profunda, de una revisión del sistema nervioso.
[Alumna: Quizás me falta lectura aún, pero me cuesta dimensionar o conectar todos los circuitos, relacionar todo lo que aprendimos en la primer biológica con todo lo que se da ahora. Muchos temas están conectados.]
Bueno, me gustó la palabra circuitos. Porque es una palabra diferente dentro de las que se utilizan en la carrera. Incluso existe una palabra derivada, que suena bastante fea, circuitería. Una de las grandes comparaciones que se hicieron con los circuitos neurológicos y sus funciones psicológicas, ya desde fines del siglo XIX, fue con los circuitos eléctricos y los sistemas de control. No hay que olvidarse que la física es una ciencia imperialista, probablemente una de las que más filtra su pensamiento en otras disciplinas. Su terminología, sin dudas, fue usada por Freud para representar el aparato mental, tomando la hidrodinámica, los circuitos electromagnéticos, el concepto de energía, las consideraciones termodinámicas. Lo mismo ha sucedido con la cibernética, la informática, la teoría de los sistemas, las matemáticas.
[Alumno: Yo tengo una pregunta. En el práctico con nuestro profesor dimos un repaso del sistema nervioso y habló de mosaico cortical dinámico. ¿A qué se refiere?]
Bueno, perfecto. Es una pregunta que viene al punto. Ésta es el tipo de pregunta que viene bien. Expone una duda, una duda del lenguaje desde el lenguaje corriente. Porque la palabra mosaico parece alejada de todo lo que ustedes vienen viendo en estos tres años de facultad. Seguramente algunos estarán pensado en pisos, baldosas. Pero mosaico es también un conjunto de formas, texturas y colores que se unen. Por ejemplo, los mosaicos venecianos, como en la catedral de Venecia, donde esas uniones de trocitos de piedra configuran distintas imágenes. Ahora vamos a ver por qué mosaico cortical dinámico.
Estaba diciendo, tomando la palabra circuito, que iba a tomar el arco reflejo. Como la unidad básica del sistema nervioso, de cualquier tramitación del mismo. En sus variantes desde las monosinápticas hasta las polisinápticas.
Ustedes saben que estamos con el desafío de ver qué reglas de correspondencia hay entre el sistema nervioso y el aparato mental. Ésa es la intención de estas clases, poder hacer definiciones paralelas, o mejor, si se quiere, traducciones del aparato mental a las descripciones del sistema nervioso. Vuelvo entonces a esta unidad básica sensoriomotriz, el arco reflejo. En realidad el sistema nervioso es un fenomenal anudamiento, polisináptico, de tramitaciones. No se escapa a la regla de ser un sistema de tramitación sensoriomotriz. Entre un polo perceptual y un polo motor. Claramente asimilable al Aparato Psíquico. Como en el caso del modelo de “La Interpretación de los Sueños”, considerando Inconsciente, Preconsciente, Percepción Conciencia, Conciencia como un sistema.
Sigamos por ahora con lo básico del sistema nervioso, su anátomo fisiología. Tenemos una información que nos llega desde la periferia del cuerpo, supongamos la piel, accede a los niveles más altos del sistema nervioso, atraviesa primero el sistema nervioso periférico, después ingresa al dominio del sistema nervioso central, inicialmente a la médula, después al tronco encefálico, el cerebelo, finalmente al cerebro.
Estamos vamos por la recepción, almacenamiento y análisis de la información. Este recorrido va llevando la información. Esta subida se llama aferente. Y la bajada de la misma, a través de la vuelta motora, es eferente.
Acá tienen representado el circuito sensomotor.
Quiero trabajar con ustedes el tema de la percepción. Y entonces desde allí, llegar al mosaico cortical dinámico. La información para el sistema nervioso, viene por dos canales, como ya habíamos dicho la vez pasada. Uno viene de afuera y otro viene de adentro. El sistema nervioso tiene dos cargas, una interna y otra externa. Hacia adentro, es todo lo que se llama interoceptivo, y hacia afuera, todo lo que es exteroceptivo.
Esto Freud lo tomó en el Proyecto, cuando hablaba de que el sistema nervioso puede cancelar la información que viene de afuera; uno puede taparse los ojos, puede no escuchar, defenderse del estímulo; generalmente el estímulo exterior es muy potente. Pero hay un estímulo, el interno, que es lento, persistente, de magnitudes menores contra el cual ya no podemos cerrar los ojos. No podemos abolirlo. Tiene que ver con la estimulación instintiva. Hambre, sed, reproducción, magnitudes crecientes, acumulativas. Flujo que después tendrá que ver con lo que llamamos deseo.
Ambos sistemas, el nervioso, el del aparato psíquico, tienen dos caras, dos superficies receptoras. En una crece la tensión, sostenidamente, es desde el interior del cuerpo. La del exterior puede cancelarse, al menos por momentos.
Lo exteroceptivo se compone de diversos canales: visión, audición, gusto, olfato, tacto, dolor, temperatura, el equilibrio.
Hablamos ya de un circuito de tramitación corto, propio del reflejo simple, con pocas sinapsis, metamérico; de un circuito largo, polisináptico, integrando diferentes niveles supraadyacentes, complejizando las sensaciones, esto es la base de la integración. Algo que está en la base de un futuro logro cualitativo, psicológico, el sentimiento de unidad, una vivencia que describimos con el concepto de self (el sí mismo). Lo mismo sucederá con la posibilidad de “torcer” la respuesta refleja elemental, donde el individuo mantendrá el estímulo nociceptivo, aún a expensas de una situación altamente antieconómica. Es el caso de aquel que obtiene cierto placer por el dolor. Un comportamiento masoquista, sin dudas, que es posible por los efectos inhibitorios que llegan desde los niveles superiores. Por eso cuando hablamos del instinto es preciso saber de qué animal estamos hablando. El hombre, como muchos de sus parientes cercanos, también mamíferos, es capaz de distorsionar la respuesta elemental, refleja básica. Que muchas veces se confunde con una idea elemental de lo instintivo, como si esto fuera lo mismo para un insecto como para un humano.
Hablemos de la sensación en camino de transformarse en percepción. Hay que mostrar que al principio ese estímulo puro (estímulo viene de la palabra aguijón) pasa después a transformarse en percepción. En el camino se va produciendo un efecto de cualificación. La percepción es más de la cualidad, la sensación es más una expresión energética. Por ejemplo, las ondas luminosas, los fotones de aquel verde del árbol que vemos a través de la ventana llegan a mi sistema nervioso, impactan en mi retina. Lo que inicialmente es pura física, pura cantidad, con sus características particulares, con una determinada longitud de onda, se transformó en una cualidad, digo entonces verde. Maravilla que se produce en ese recorrido de ciento cincuenta metros que hay entre aquel árbol y mi corteza cerebral; En otros términos, mi aparato psíquico. Hablamos de sensopercepción. Hablamos de un proceso de transformaciones que partiendo del mundo físico de la física llega al mundo particular, altamente subjetivo, donde no hay nunca dos verdes iguales. Cada uno tiene “su verde”.
El ruido de fondo cuando uno da su clase tiene un matiz diferente para cada profesor. Yo puedo darle el valor desagradable que asimilo a una falta de respeto, de una falta de interés. En mi nivel perceptivo representa tal cosa. Para otro profesor, seguramente, será diferente. Nos acercamos al concepto de representación.
Decimos que el árbol, la realidad, se presenta con esas hojas que al recibir la luz solar emiten una radiación determinada, una cantidad de fotones determinados, que corresponden al espectro de luz que hacen que yo lo experimente como color verde y lo represente como mi verde. Entonces, la realidad se presenta en el árbol, yo la re-presento. La cualificación tiene que ver con un orden de representación (volver a presentar).
Acá aparece un concepto fundamental. La realidad material existe, existe el árbol. Si uno va en aquella dirección se va a topar con el árbol. Lo mismo sucede con esta pared, si quiero salir en dirección hacia al ascensor, me conviene salir por la puerta. Conviene no negar la realidad material, lo que antes llamé el mundo físico de la física. Pero la representación de la pared, no coincide con la pared concreta. Acá, en este punto, todos somos kantianos, decimos entonces que la realidad es inaprehensible. El sistema nervioso representa esa realidad. No es una copia. Tomo del árbol algunas propiedades acorde a la capacidad que tiene mi sistema nervioso de representar. No hay una captura del árbol, sino una representación.
[Alumno: Profesor, usted acaba de decir que tomamos algunas propiedades en torno a lo que el sistema nervioso puede captar. ¿No será en torno a la subjetividad en realidad?]
No estaría bien pensar que es la subjetividad que capta. En primer lugar porque no hay tal captura de la realidad, ni desde el punto de vista del sistema nervioso, ni desde el punto de vista del aparato psíquico (que es el aparato de la subjetividad). No hay un esencialismo tal que se llame “subjetividad”. En todo caso es exactamente al revés, estas propiedades de representar el mundo son la subjetividad. Que debe verse como un producto emergente, no como algo en sí, en una especie de a priori. No hay una especie de bolsita de subjetividad llena de rótulos, como “mi verde”, “mi enojo por el ruido mientras doy clase”. No hay un ánima, un duendecito que flota en cierto espacio etéreo, ingrávido, reino de ciertos arpegios y colores, que llamamos psique.
Me parece importante decir que esta respuesta no es antojadiza, no supone una nimiedad, algo intrascendente. Reitero “no es la subjetividad quien determina…”. Son las propiedades del sistema nervioso las que hacen lugar, el asiento, de las propiedades de lo psicológico. En ese decurso se transforma el mundo de los objetos materiales en el mundo de lo espiritual, de lo subjetivo. La realidad, entonces, adquiere otra dimensión, la de la realidad construida. Emerge un universo de valores, el de la subjetividad, se descentra lo objetivo, se lo pone entre paréntesis como gustan decir algunos (siguiendo la idea matemática de darle a lo puesto entre paréntesis en un valor relativo, circunstancial).
[Alumna: Entonces usted dice que el sustrato biológico termina determinando la propia subjetividad.]
Es una pregunta que tiene un inconveniente, que es que puede dejar la idea de una reducción de lo psíquico a lo biológico. Es una pregunta que contestada muy rápido podría decir que sí. Riesgo epistemológico que no estoy dispuesto a padecer. Para nada. Estoy dando una explicación de un fenómeno que responde a lo que llamamos bio – lógico, de la “lógica de lo viviente”. Donde hay una complejización, un aumento de las propiedades de un sistema que puede alcanzar otros rendimientos. No es una suposición jerárquica, donde ahora la cosa se invierte a favor de una bolsita bioquímica que graciosamente libera ideas, palabras, subjetividades. Donde ahora todo es lo mismo, donde los fenómenos biológicos están disociados de los psicológicos, de los sociales.
Nosotros percibimos un mundo posible que se mueve dentro de un cierto rango de magnitudes energéticas, por ejemplo, en el caso de lo auditivo, en un cierto rango de decibeles. Por eso nuestro perro se inquieta repentinamente cuando nosotros estamos conversando con toda tranquilidad, disfrutando del paisaje. Seguramente ha percibido algún sonido, inaudible para los cófrades humanos de la bucólica escena. El primer recorte para la organización de la subjetividad lo da el nuestro mismo aparato perceptual. El rango de decibeles del mejor amigo del hombre es diferente. De modo que el sustrato biológico - como lo llamaste - ya es un primer recorte, un primer elemento a considerar, en la configuración de la realidad. Un poderoso elemento. Que nos permite entender aquello de “realidad es inaprehensible”; porque nosotros dijimos no sabemos cómo es el árbol en sí, solamente tenemos la capacidad de representar determinada longitud de onda que representamos como verde. Lo mismo pasa con lo auditivo, no vivimos en el mismo mundo de sonidos, de vibraciones, de tolerancia a las temperaturas, las texturas.
Estamos hablando de un primer filtro, de un primerísimo nivel de recorte de lo real, de ese mundo que está allí afuera de nosotros. A partir de esos primeros ingresos, de esos primeros materiales que ingresan al sistema que bien podríamos llamar neuropsícológico, se va dando un particular entramado de perceptos que adquieren un sintaxis, una semántica y una pragmática particular, de cada uno. Ese entramado perceptual se organiza como una memoria, donde siempre la imagen y el afecto coexisten a la vez que pugnan por expresarse en movimiento, en acción. A nosotros, mamíferos nacidos prematuramente, esto nos sucede desde la primera alucinación, desde el primer contacto con el pecho.
Hoy tenemos casi cotidianamente una experiencia muy demostrativa. Es cuando dicen “me mataste con la foto que me sacaste”. Se nos notan manchas en nuestra piel, inequívoco signo del cruel paso del tiempo. El aparato perceptual del teléfono es distinto del de nuestra vista normal, se nos representa otra realidad. Al punto que quizá uno podría decir “éste no soy yo”.
No es lo mismo decir el aparato biológico es el indicador de la subjetividad, a decir que la subjetividad se compadece [1] de la existencia de un aparato biológico. Se compadece quiere decir que está de acuerdo. Es un aparato que ya de entrada, en este recorte perceptual, nos impone un doloroso límite. De hecho no uno no siempre se compadece con esas limitaciones, la aceptación de la realidad no un trabajo fácil. Aunque el camino más corto termine siendo aquel que la tolere de la mejor manera (algo que después llamaremos Principio de Realidad).
[Alumno: Entonces usted que dice lo biológico no es determinante, sino que es un primer filtro de esa subjetividad.]
Yo lo que estaría diciendo en última instancia es que el sistema nervioso del hombre está completamente de acuerdo con la subjetividad. Que no es un aparato de la objetividad y toda una serie de gansadas que se terminan diciendo metonímicamente. Como el caso de que el sistema nervioso humano sería “positivista” o cosas de este estilo.
La tesis que podría sostener y que sostuve en estos treinta y cuatro años, es que el sistema nervioso es el aparato de la subjetividad. No que la subjetividad es una bolsa flotante, un elemento gracioso que anda ahí. Uno puede salir de la objetividad, que por otra parte es inaprehensible, porque el sistema nervioso tampoco puede ser objetivo. La vuelta que estoy dando es decir que no es gracias al sistema nervioso que nosotros somos subjetivos, sino que la evolución de las especies nos ha dotado de un aparato que coincide con la subjetividad. Desde luego tampoco quisiera dejarles a ustedes la idea de que lo psíquico se reduce a lo biológico.
Estaríamos haciendo dos descripciones, que también son dos afirmaciones. Una dice que afuera, no existe el verde, sino que está en nuestro interior. Otra, que nuestro sistema neuropsicológico es capaz de representar ese color de una manera diferente en cada individuo.
Si bien, por suerte y por momentos en diferentes momentos de lo espacio temporal, vivimos en medio de un consenso. Tenemos, al menos en lo básico, una realidad compartida. Una realidad consensual, un acuerdo. Por ejemplo, el color de tu suéter parece ladrillo, al menos para mis pobres conocimientos sobre pigmentos. Sin embargo, tal vez para otro un rosa apagado, y si novelamos un poco la cosa, para vos y tu pareja, sería un color “new life” pues te ha conocido con esta prenda. Sin dudas la emoción aquí ha tenido su lugar preponderante.
Desde que se estudia el sistema nervioso, por lo menos desde 1850, ya un hombre que se llamaba Müller, un fisiólogo alemán, se supo claramente que las magnitudes se representaban de acuerdo a la organización propia del sistema nervioso y no de una realidad que “se mete” en el sistema nervioso como si fuese una copia. La realidad no es una copia. Siempre decimos que la información no es instrucción, sino perturbación. Perturbación significa un cambio en la dinámica de estado de una organización, que va a reacomodarse según esos nuevos ingresos. El sistema neuropsíquico es un sistema abierto. Que se auto organiza acorde a sus propias leyes. Se auto eco organiza. No es dependiente del medio, aunque tampoco es totalmente independiente, lo que es paradojal. Depende del contexto, pero se dicta sus propias leyes. Esta descripción, estas legalidades, son las que Freud, con otras palabras, establece en su obra.
Nuestra modalidad de representar es dinámica, va cambiando según las circunstancias. Esta clase hoy puede incidir en ustedes de una cierta manera, dentro de un tiempo en otra. La emergencia de una cierta experiencia, de un nuevo hecho, puede alterar aquella semiótica de la que hablaba antes. Se puede volver sobre lo memorizado, cambiando su significación. Y aquí empiezo a contestar algo del mosaico cortical dinámico. Es dinámico porque cambia, tiene que ver con un juego de fuerzas que se dan en diferentes tiempos, en diferentes circunstancias. Por ejemplo, el color “new life” puede nacer en el contexto de una situación de enamoramiento. O puede pasar por algo completamente indiferente cuando uno está en otra cosa. Esta propiedad, cambiante, que hace que la lectura de la sensación sea permanentemente sometida a reacomodamientos, es una propiedad del sistema neuropsíquico. Uno no está igual todos los días. Aunque uno siempre es el mismo, hay una parte que es variable y contingente. Nosotros estamos, inexorablemente, bajo la unión de lo necesario y lo contingente.
Sigamos. A medida que la magnitud estimular, que ahora llamamos perturbacional, asciende por los diferentes pisos del sistema nervioso (podríamos pensarlos al modo de la metáfora de las fundaciones de Roma, sepultas una bajo de otra, pero siempre vigentes), se van acumulando diferentes modos de tramitación. Sin que ninguna de ellas desaparezca, sin que pierdan su modalidad de actuar.
Sabemos de la Roma Quadrata, la de Rómulo y su hermano Remo; la de Augusto, primer emperador; la de la dinastía Flavia, con Tito y Domiciano, con su famoso Coliseo; y así, pasando desde la Roma del Medioevo hasta la Roma actual. Todas ellas vigentes, incluso sumándose al ser descubiertas en las excavaciones, volviendo a mostrar sus luces a posteriori. Alusión usada por Freud, para explicar sus modelos mentales, basándose en la fisiología Jackson.
Sigamos otro poquito más así puedo llegar a responder la pregunta inicial. A medida que la magnitud estimular que ahora llamamos perturbacional sube por los distintos pisos del sistema nervioso, por las distintas Romas [referencia a la clase anterior]. El sistema nervioso, como les dije, va acumulando fundaciones, va acumulando complejidades. Tanto que cuando llega a un punto que ustedes pueden ubicarlo, en el esquema funcional del sistema nervioso, en el sistema límbico.
Tenemos que en el nivel más bajo, más antiguo, más caudal (dicho en el sentido topográfico anatómico), reside el arco reflejo simple. Ese poderoso mecanismo que nos hace retirar la mano que inadvertidamente se posó sobre el fuego, escapando al dolor. Asociado a los reflejos suprasegmentarios, también infrasegmentarios, que asocian las diferentes partes del tronco y los miembros, dándonos la posibilidad de movimientos unitarios, asociando deferentes regiones en pos de un movimiento más ajustado.
Magnitudes estimulares, cantidades si desean decirlo al estilo freudiano del Proyecto, que cuando arriban a los núcleos que constituyen el Sistema Límbico, se recubren de más significaciones. Como las vinculadas a un ruido estridente, un fuerte olor, un destello lumínico. O por el contrario, el suave compás de la canción de cuna, mientras el bebé es mecido por los cálidos brazos de su madre, mientras fluye leche tibia por su boca empeñada en la succión. Allí la magnitud, la cantidad, se va transformando en cualidad. Que a esta altura será indeleble, muy difícil de borrar. Se trata de una memoria ancestral, muy ligada a la memoria de la especie. Memoria inconsciente, que difícilmente logrará acceder a la Conciencia. La “roca dura” del inconsciente. Que no cesará de hacerse sentir, pasible de ser ubicada en lo que conocemos como el Ello. Un Ello que se llama así en tanto “ajeno”, que nos precede y desde el cual nos vamos constituyendo. Fuente de las primeras mociones, heredadas, precipitados de antiguos encuentros humanos, como habría sucedido en las chozas de la primera fundación romana, en las que habría sucedido el asesinato de Remo por parte de su hermano Rómulo, primer rey de la saga.
Esa emoción, hoy bien estudiada por Le Doux, memoria encarnada, siempre dispuesta, se ofrece como un lecho disposicional ante eventos traumáticos o de otro tipo, tiñendo las experiencias según las circunstancias. Memorias emocionales arcaicas. Son la base de los llamados “terrores sin nombre”, lo mismo que de otro tipo de comportamientos, inclusive de afectos positivos. Experiencias previas al establecimiento del lenguaje, dominio desde el cual pueden ser semantizadas. Aunque dicha rotulación tenga escaso alcance para modificarla. En ciertos casos podemos observar que algunas personas son extremadamente sensibles a ciertos ruidos u olores, inclusive a la percepción de gestos mínimos, que les producen reacciones sumamente desagradables, pasajeras por suerte, pero siempre evitadas a toda costa. Es posible que sean rastros de aquellos experiencias innominadas, remotas, ubicadas en planos ajenos a la posibilidad de volverlas conscientes. Cuando digo “memorias arcaicas” recuerdo a Freud cuando toma aquello de las “histerias de la herencia arcaica”, como descarga reactiva, aparatosa, con fuerte carga emotiva.
Son terreno de condicionamientos muy firmemente establecidos, que formarían parte del inconsciente no reprimido, de muy difícil acceso. Este asunto no es un aporte de mero corte intelectual, tampoco una digresión de charla de café. Pretende ser la base de la comprensión clínica de cuadros muy difíciles de abordar que pueden verse en la clínica cotidiana, que pueden tomar la forma de fobias, obsesiones, reacciones maníacas o agresivas, siempre vecinas a las psicosis. Les llamamos condicionamientos subcorticales, donde la angustia suele ser automática, como dije antes “sin nombre”.
Al arribar el estímulo a la corteza, supongamos que se trata de la visión, alcanzará su área específica, situada en el lóbulo occipital. Se trata de un área unimodal, la llamamos área visual. Hay un primer nivel de representación, tanto para color, forma, textura. Igualmente tenemos otras áreas similares: auditiva, gustativa, olfativa, sensitiva. Desde luego también unimodales.
Las podemos pensar como parcelas diferentes, conectadas entre sí por las áreas heteromodales. Una de ellas es la vinculada al afecto que a modo de hilo conductor las va enlazando para conformar lo que podemos entender como una gestalt que conforma el percepto. Ese trazo, ese recorrido del hilo es variable, se producen diferentes combinatorias, diferentes asociaciones, que otorgan diferentes significaciones. Que a su vez pueden cambiar según las circunstancias. Por eso el mosaico cortical es dinámico. Aquel verde inicial, ligado a experiencias primarias, aunque indelebles, puede cambiar al compás de otras experiencias, de otros aprendizajes.
En determinado momento lo que fue organizado en este proceso de almacenamiento y análisis de la información puede variar. Podemos organizar un percepto, por ejemplo un verde, un verde primero, inicial, que quedará para siempre. Pero después alguien se podrá transformar en un “verdelogista”, en un profundo estudioso del verde. De hecho, existen libros sobre los colores. Sobre todo existen virtuosos de los colores, como Vincent van Gogh, que trabajan el color. O un poeta, o un jardinero. Que pueden empezar a aprender del verde de la primavera, de las hojas del otoño, etcétera. Ese verde puede empezar a sufrir reorganizaciones.
Esta maravilla, es la maravilla de lo subjetivo. Una cosa que inicialmente fue cualificada de una manera, que fue puesta en el mundo tanto por la actividad del sistema nervioso como de la psiquis, por nuestro sistema neuropsíquico, tal como decimos.
Fíjense, digo: fue puesto en el mundo. Ya sé que uno vive en una realidad consensuada. Pero que después yo tenga mi verde y lo modifico de acuerdo a este proceso de cambio, merced a un trabajo mental, a una elaboración psíquica. Abrimos otro mundo, debería decir creamos otro mundo. La operación fundante que va poniendo orden al caos estimular, cosa que sucede invariablemente en la existencia de cada quien, nos va llevando a formar un directorio de colores, de sonidos, de imágenes, de palabras. Siempre inscriptos en la serie placer displacer, polos inesquivables del afecto. Una labor discriminativa, de establecimiento de diferencias que puede no cesar nunca. No solamente en el virtuoso, sino en cualquier otro humano. Estamos hablando de la necesidad inicial de organizar el mundo, de dotarlo de sentido. También de la posibilidad de ir modificándolo, en deriva consensual, vincular.
Estos armados, estas ligaduras, siempre vinculadas de la mejor manera posible al código lexical que las identificará, son verdaderas barreras antiestímulo.[2] Tal como Freud las pensó en “Más allá del Principio del Placer”. El estímulo crudo, indiferenciado, sale de un magma violento para pasar a su integración abriéndole camino al sujeto y su contexto. Esas barreras evitan que esas cantidades, que algunos han llamado “exceso de lo viviente”, desorganicen el Aparato Psíquico, que así puede ir organizando sus sistemas representacionales. Pasibles de transformaciones tendientes al logro de una acción cada vez más adecuada, más ajustada a la realidad.
Comentarios
Publicar un comentario