Sobre la formación

 

“Psicología y Medicina”

Panel en la Sociedad de Psicosomática de Rosario

Martes 26 de agosto de 2003

 

“Sobre la formación”

Profesor Doctor Roberto C. Frenquelli

 

 

Esta es una presentación tripartita. Pero conviene tener presente que es solamente a los fines expositivos. También, tal vez, para favorecer ciertas especificidades, siempre posibles. Pero  en general, y esto es ya un concepto que quiero dejar sentado, en psicosomática no hay modo de disociar teoría, clínica y formación.

 

Formación es una palabra “pesada”. También “cansada”. Es “pesada” en tanto supone un valor, algo que trasciende a la mera información. Ineludible, está fuertemente alojada en nuestros ideales. Nadie puede considerarse un desapegársele. Todos nosotros somos, a nuestra manera claro, la guardamos en nuestros corazones. Sin embargo es también una palabra gastada, “cansada”: suele ser el ariete de moralinas,  que suenan como letanías, entre adormecedoras y espeluznantes, en las “catedrales” institucionales. Sitios donde el ejercicio del poder y la lucha por  la dominación,  terminan por viciar la atmósfera de esos ámbitos. Donde “institución-formación” terminan por ser una cosa en si misma, desnaturalizando,  descentrando, lo que propugnan.

 

Conviene tener en cuenta que todo aprendizaje es un fenómeno negativo. Un chico, al nacer, tiene la oportunidad de desarrollar diversas lenguas. Mas allá de unos pocos años, experiencia mediante, queda negado a la percepción de ciertos fonemas. El aprendizaje es, necesariamente, paradojalmente, un recorte del universo perceptivo. Y por ende, de las significaciones. “Formarse” en también “deformarse”.

 

Paradoja de la existencia. Por eso es deseable acercarse a la humana posibilidad de configurar recontextualizaciones. Aquello de Bateson del contexto del contexto del contexto. A modo de círculos abarcativos que van otorgando a la experiencia otro sentido.

Esto que describo no es otra cosa que el pensamiento crítico.

 

El ejercicio del pensamiento crítico implica la noción de conflicto. Conflicto entre instancias. Nuestro Yo y sus servidumbres: la realidad;  nuestras mociones internas, las del ello; el superyó, con sus ideales. Y entonces, sin más, menciono el elemento central de lo que pretendo decir esta noche: la formación en psicosomática pasa, inexorablemente, por la experiencia del atravesamiento de  lo inconsciente y sus efectos.

 

No existe otra posibilidad que la implicación subjetiva. Cualquier otra formulación, algunas de ellas muy en boga, siempre nos han parecido, cuando podemos confrontar serenamente con ciertos colegas que agitan otras versiones,  versiones “light”, disfrazadas con neopalabras, de la enseñanza de Freud.

 

Si. El psicoanálisis, con sus aceptadas insuficiencias, es la clave de la formación en psicosomática. Afirmación fuerte que voy a sostener. Podemos pensar en un psicoanálisis en convergencia con otras disciplinas. Pero nunca sin él. Por ahora no tenemos otra cosa.

 

Y decir psicoanálisis es decir sexualidad infantil. Su insistencia inconsciente. Y entonces la transferencia.

 

Pero transferencia como re edición constante, múltiple, universal. Y decir transferencia nos acerca a resistencia.

 

Nos encontramos con fenómenos cotidianos. Las transferencias, sus juegos inconscientes, lo son. Pero traen consigo, si nos atenemos al espesor conceptual que implican,  una responsabilidad grande. Si queremos hablar de formación con cierta pretensión. Transferencia no es un  concepto fácil. No es para cierta mojigatería que la asimila a cierta bondadosa tendencia, en una suerte de visión amical, casi fraterna, de “buena relación” o de logrado “clima humanista”. La “Peste de Tebas” no es la marca de un licor con su propaganda televisiva. Esa fue la desilusión de Freud después de su visita a los EEUU. La adhesión cortesana no es “la peste”. 

 

Transferencia es resistencia. Es repetición. Parecería que me estoy desviando. De qué habla Frenquelli ?; a dónde quiere ir Frenquelli ?. Me apuro en decirlo: a tomar una copa cuando terminemos, si es posible. Ahora, mientras tanto la conferencia, con esto no quiero hacer otra que ir al fondo de la cuestión. Quien se acerca a la psicosomática, como a cualquier cosa, pero con mayor necesidad debemos reconocerlo nosotros, se acerca desde una moción infantil. La transferencia “a  vencer”  es la negativa.

 

Moción infantil que se enmarca en el entramado del Edipo. Mas o menos logrado. Y de las identificaciones primarias. Y allí estamos en la situación de aprendizaje. En el vínculo con el maestro. No es lo mismo aprender a percutir el pulmón que a decirle a un paciente que nos explicite sus ideas acerca de la enfermedad que tiene. No por el nivel de complejidad que tienen, puede resultar tan difícil elegir un antibiótico para una sepsis como pensar una devolución diagnóstica. Lo que es distinto es como se aprenden estas cosas.

 

La relación con el maestro, con sus tranfondos como en transparencias superpuestas de las distintas figuras del padre, es una omnipresencia. Pero en el discurrir de la enseñanza de la psicosomática es necesario tenerla presente. Como imperativo ético. La poderosa corriente afectiva que deviene en la transmisión de lo “psi” no puede soslayarse. Es más, es imprescindible. Pero es responsabilidad del “formador” tenerlo presente.

 

El acercamiento del candidato a la psicosomática es diferente que el acercamiento al psicoanálisis.  Nuestros primeros pasos están, en general, guíados por distonías del Yo, más o menos lejanas, sin siquiera la pátina que suelen presentar los candidatos al psicoanálisis. Los médicos, munidos de algún que otro recitado humanista, alguna que otra identificación en masa, bien primaria, nos acercamos al siempre fascinante mundo “psi” muy “crudos”.

 

La psicosomática hoy, a diferencia de hace treinta años está casi de moda. Hasta la propician las prepagas y los abogados. Ellos hablan de “buena relación médico paciente”. Con argumentos entendibles, razonables: nadie quiere gastar más, tener un juicio. También es posible que su aceptación sea un logro de un duro batallar. Tiempo atrás nosotros éramos chantas  para los dueños del “oro puro” del psicoanálisis. Hoy somos profesionales “interesantes”. El mercado se “mueve”. Pero no debemos dejarnos tragar por el sistema y sus mentores. 

 

Todo esto es caldo de cultivo para la sugestión. Para identificaciones espúreas, que no serían peligrosas en los casos en los que se desvanecen rápidamente, como cuando, por ejemplo, el líder se muda de domicilio o decide poner una clínica psiquiátrica con sus elegidos. Ya hemos vivido en Rosario una expansión de la psicosomática como los hongos. Éramos muchos más que ahora. Con mucho “mejores” nombres.  Esta tercera fundación rosarina de la psicosomática ( la primera fue la de Pizarro Crespo en los treinta ) parece mucho mas sana. Cuidémosla.

 

Sostengo que la formación en psicosomática es distinta que la formación en psicoanálisis. Es distinta, pero no es más simple. No se trata, y aquí me estoy refiriendo fundamentalmente a la responsabilidad de los formadores, de algo menos complejo. De algo relativamente manejable considerando algunos reparos. No es así. Si la actividad clínica en psicosomática, al decir de Luchina, se dá en un campo séptico, también la formación lo padece. Debemos pensar seriamente en la Regla de Abstinencia.

 

Por ejemplo: yo no veo bien los contactos intensos entre coordinadores de grupo y miembros. Tampoco la participación del Jefe de Servicio en las sesiones. Ya lo he dicho y lo vuelvo a decir. Estas prácticas pueden  estar pensadas desde “estrategias”. Pero el riesgo es terminar creyendo que uno hace una labor cuando en realidad esta haciendo otra: catequesis, por ejemplo. Esto es otro punto fuerte de mi participación.

 

Fuerte no es vehemencia, ni desatino. Ni desconsideración. Nuestras reuniones científicas no deberían ser iguales a los minués de los anátomo clínicos. Estas instituciones del campo “psi” no están hechas para doctorearse ni para agradecer en público. Son para discutir, para polemizar con altura. Para equivocarse. Y si no, mejor que no estén. Y si de ganar amigos se trata les digo mi preferencia: jugar fuerte, sin malicia. Es lo mejor. Jugar es algo serio. Jugar jugando es una estafa.

 

Las instituciones son el reservorio de lo siniestro. Es inevitable, como el conflicto psíquico inconsciente. Ellas suelen crearse para ciertos objetivos. Muchas veces, en su misma trama, suele estar implícito lo contrario. Vuelvo entonces al principio de mi contribución. Cuando hable de la desnaturalización de la formación. Y entonces... Saludo a los resistentes !!!.  Y también a los enemigos... Los resistentes, como los enemigos, lugar este donde me han informado que alguno o algunos me han posicionado no hace mucho tiempo, son una parte del conflicto. Al que hay que intentar escuchar. Allí reside la verdad transitoria que nos acerca al nunca logrado punto de la formación. Muchas gracias. 

 

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