De locos bajitos (II). Taatéee... / Objeto transicional; Cuerpo, Movimiento y Lenguaje

 

ISSN 2422 7358


 

De locos bajitos (II)

Taatéee

  

Prof. Dr. Roberto C. Frenquelli

 

A pocos días de haber cumplido un añito, un bebé ya es capaz de subir por sus propios medios a un sillón de un cierto despegue del suelo, digamos unos cincuenta centímetros. Previamente ha acomodado a dos de sus muñecos preferidos. Uno de ellos tiene nombre, es Taatéee; el otro, en cambio, todavía no se sabe bien cómo se llama. No obstante es evidente que  van adquiriendo una significación definida, seguramente la de objetos transicionales. Significación que está ligada a su lenguaje, pero que no se funda exactamente en él mismo. En todo caso, este nuevo nombre propio, ofrendado por su imaginería, ha nacido en el aferramiento a quienes lo han traído a este mundo, a quienes lo acompañan a diario. Taatéee, es hijo de las caricias, de las sonrisas, de los llantos y los  berrinches del pequeño. Por eso lo acomoda a su lado, quedando orondos ante quiera verlos, panchamente tirados en el sillón gozando del momento. Como muy pronto sucederá con sus amiguitos, sus amigotes y otros amores. El lenguaje no es una estructura que antecede al sujeto, en todo caso es un soporte en el cual él va a insertarse; no es un edificio que lo antecede, que lo predetermina. El bebé, en el tránsito de su constitución subjetiva, activamente forma su estructura. Esto que digo se puede resumir, tal vez mucho mejor dicho, en aquella famosa expresión de Laplanche: “el inconsciente es la condición del lenguaje”; no al revés, tal como se pretende desde cierta vertiente.

Subir a un sillón, desde donde oteará otros horizontes mucho más tentadores como el caso de la vecina cajonera, es una gran proeza que va sumando espesor a su Yo. Un Yo que no es mero pasaje, mero revestimiento - fachada. Viene a mi auxilio en este momento, un gran título de Piera Aulagnier: “El maestro brujo y el aprendiz de historiador”; el bebé hace lo que el maestro brujo, el ello insistente…, entonces se mueve y busca cerrar el círculo de la acción, base del pensamiento. El Yo, ese aprendiz de historiador, ya se va adueñando de su historia; de su historia como novela. De ese modo va poniendo nombres, distribuyendo sus lugares y tiempos. Donde siempre habitará Taatéee, como núcleo fundacional de imágenes y afectos que infiltrarán todos los nombres. Un verdadero valuarte del si mismo, ese componente imprescindible de la confianza básica y el camino de la seguridad.

Valuarte que viste a la palabra, si se quiere que la “inviste”, es decir la llena de un flujo cálido de afecto, imposible de no sentir. Por eso alguien ha pensado que el psicoanálisis no es tanto “ a talking cure” como una “relational cure”. Por esto es interesante pensar en la Psicología del Desarrollo, buscando darle espesor a lo relacional vincular, desde la escena privilegiada del observador incluido en la observación, como pasa en las entrevistas con los bebés y su familia. Donde la capacidad de movimiento es también la capacidad de ampliar el mundo, abriéndose a la experiencia y  sus contingencias. A la palabra encarnada. Se podría pensar en cierta identidad entre movimiento y palabra. Ha dicho Meynert, uno de los maestros de Freud…

 

“...todo el cuerpo no es más que un ensamble  de expresiones sensoriales y prolongaciones motoras que le otorgan a la actividad cerebral las condiciones para la apropiación e interacción con el mundo”.

 

La Psicología del Desarrollo ha sido muy mal interpretada en la creencia de que es mera descripción puntillosa de estadios pre establecidos. La Psicología del Desarrollo hinca profundamente en la constitución de la subjetividad, con sus avances y retrocesos, sus significaciones y resignificaciones. Donde el tiempo cronológico, lineal, deja paso, al menos en cierta proporción, al tiempo lógico. Esto sucede, precisamente, por las propiedades bio lógicas del cerebro humanoy su plasticidad neuronal.

Pierre Magistretti y Francois Ansermett, en Neurosciences et psychonalyse ( Odile Jacob,

París, 2010 ), nos dicen una interesante síntesis sobre este asunto:

 

 

En conclusión, la plasticidad -que podría ser vista, en un primer abordaje, como un

fenómeno determinista, implicando una continuidad entre una experiencia y sus efectos

- nos lleva más allá de esta visión propia del determinismo clásico de una causalidad

natural lineal. La plasticidad introduce, contrariamente, a la discontinuidad. La

discontinuidad, junto con la serie de paradojas que hemos identificado -que la

inscripción de la experiencia separa de la experiencia, que los mecanismos universales de

la plasticidad llevan a la producción de lo único, que todo está sumiso a un cambio

permanente -, le dan un lugar al sujeto, a su elección, a su respuesta, siempre singular,

imprevisible.

De la discontinuidad proceden el sujeto y el inconciente también. Tanto el sujeto como

el inconciente pueden así ser vistos como funciones separadas más que como funciones

emergentes. El sujeto inscribe las huellas y no resulta simplemente de ellas.

La biología de la plasticidad, por la discontinuidad, abre así a una especie de no determinación

que permite al sujeto ser autor y actor de su propio devenir, más allá de

eso que lo determina, más allá de los programas que rigen su desarrollo. La noción de

devenir se impone así más allá de aquella de desarrollo, el devenir que procede de la

discontinuidad y de la contingencia, mientras que el desarrollo procede de la

continuidad y de la necesidad. La discontinuidad se ofrece al sujeto por su biología

misma, permitiendo la incidencia de la contingencia y la posibilidad para el sujeto de

producir un acto que le sea propio, singular, llevado más allá de todo encadenamiento de

tipo acción-reacción por un juego incesante entre diacronía y sincronía, por los cortocircuitos,

los malentendidos, los errores, las sorpresas y las creaciones que implica el

lenguaje -la incidencia de aquello que se ha designado como el parásito lingüístico.

Es así que se podría concluir diciendo que las neurociencias y el psicoanálisis se

encuentran hoy de manera inédita e imprevista alrededor de la irreductible cuestión de

la singularidad, de la emergencia de lo único, que ha devenido común a estos dos

campos.

 

Más allá de ciertas consideraciones que pueden abrirse de su lectura, se configuran en  este párrafo varias ideas fuertes acerca de nuestra temática. Una, en relación al tiempo y su construcción, a los asuntos de los tiempos cronológico y lógico, tal como lo ha trabajado Lacan. Otra, en relación a los conceptos de desarrollo como linealidad inexorable y de devenir como singularidad, al tomar  al explicar las inscripciones en los patrones neurales que establecen las representaciones junto a  los conceptos de sincronía – diacronía. 

Es cuando el alborozado encuentro con Taatéee anuncia jubilosamente un nuevo e irrepetible escenario; donde la palabra, afortunadamente, se encuentra muy lejos del vacío retórico, bien ligada al cuerpo, los afectos y los vínculos.

 

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