ISSN 224227358 1- Empezando por un imperativo: Un
hombre de más de ochenta años cuenta su historia. Con cierta lentitud,
pero con mucha precisión. Es el hijo “natural” de una joven que habitaba
un pueblito de nuestra pampa. Su padre, un rico estanciero de la zona,
lo arrancó de la modesta vivienda en la que vivía junto a su madre. “Me
dicen que yo me escondí bajo la cama…, mi padre era un hombre poderoso”. “Tendría
unos tres añitos…, me contaron que vino en una volanta y que partimos a
todo tren”. Nunca volvió a ver a su madre. Cuando tenía unos ocho años
viajó a otro continente a visitar a los familiares de su padre y raptor. Contrajo una enfermedad infecciosa y debió quedarse en
aquel país extraño, del que desconocía la lengua. Regresó en soledad,
tras casi doce meses. Cuando arribó al puerto de Buenos Aires nadie lo
esperaba. Quedó en el Hotel de Inmigrantes, donde recibió las burlas de
todos los chicos y algunos grandes: hablaba con un acento algo extraño,
vestía ropas que no eran de la usanza nacional. Un comisionista lo
recogió y lo devolvió a su familia. Tengo
ante mí a una joven de bellos ojos celestes. Es una destacada
profesional, madre de dos niños. Con tristeza pero con serenidad me
cuenta que “casi” no conoció a su madre. Fue asesinada en el mismo
Hospital donde acababa de parirla. El asesino fue su propio padre. Que
inmediatamente se eliminó. Fue criada por su abuela materna. Supo de su
historia desde pequeña, en dosis crecientes. “Fue una decisión correcta
la de mi abuela. Todos los niños del barrio conocían el hecho. Mi padre
era una persona bastante conocida”. “Y bueno, aquí estoy Doctor”. Ahora
recuerdo a una mujer menudita, de cara redonda, también cadenciosa al
hablar. “Mi padre era un inmigrante, un hombre rudo, analfabeto.
Vivíamos en el “campo campo”, sin luz, ni nada. El trabajaba la tierra
para un señor. Mi madre murió en el parto de hermanita menor. Éramos
tres mujeres. Mi papá tomaba, pero era muy respetuoso. Dentro de lo que
era posible para él no nos faltaba nada. Un día llegó el Comisario con
el Juez de Paz. Y nos llevaron a las dos menores. “Dijeron que estábamos
en peligro. La mayor disparó hacia el campo y no la agarraron. A mí me
mandaron a la casa de una maestra. Vivimos en aquel pueblo hasta mis
ocho años”. Después se trasladaron a una ciudad más importante. “No me
dejaban buscar a mis familiares, ni hablar de ellos. Supe de mi hermana
por casualidad. Salí de ese lugar ya casada, con mi actual marido. Mi
padre ya había muerto”. “Mis hermanas también sobrevivieron, esa es la
palabra Doctor, sobrevivimos”. Estamos todas bien, nos queremos mucho.
Mi hijo dice que yo entristezco cada tanto…, a mi no me parece…, cuido a
los chicos, soy feliz”. Pongo
fin a estos tres relatos sobre héroes infantiles. Relatos
estremecedores con buenos finales. En tanto son tres personas que andan
por la vida como cualquiera. O tal vez mejor que cualquiera. Es
posible que les resulte un tanto rara esta introducción. Si se han
sacudido un poco la pasión que suelen despertar las historias, no sería
raro que estén preguntándose: “no era este el hombre que nos hablaría
sobre cuestiones de Biología, de Neurociencias, de Plasticidad
Neuronal?”…; “a dónde quiere ir este señor?”. Y es cuando siento que
debo hacerles, de entrada, algunas aclaraciones. Creo
que estas narraciones son relativamente comunes. Cada uno de Ustedes
tendrá las suyas, de calibres más o menos parecidos. Si se quiere
“peores”, si entráramos en una rara visión comparativa. Mi propósito es
absolutamente deliberado: creo que hablar sobre
“Desarrollo Temprano y Subjetividad: determinismo, condiciones sociales y
plasticidad” siempre nos impone un imperativo. Como en el lema de estas
Jornadas. Solo que ahora uso el término imperativo de una
manera amplia, general. Me refiero a nuestra resonancia emocional. A
nuestra implicación personal. Siempre
recuerdo a estas personas. Que he conocido desde esa ventana al mundo
que es mi consultorio. El mismo lugar desde donde conozco muchas otras
historias, con mucho mayor tono angustioso, con mucha menor serenidad,
con alto grado de desorganización. Miserias cotidianas, que circulan a
la vista de todos, junto a las nuestras propias. Cuerpos desgarrados que
gritan en la oscuridad de la desorientación con urgencias más o menos
desesperadas. Es cuando uno se pregunta, día a día, noche a noche, acerca de ese extraño alquimista que es nuestro Aparato Psíquico. Qué ha pasado? Qué es lo que pasa? Estas
son las preguntas fundamentales de quienes pretendemos navegar por las
aguas de la Educación y la Salud. Aguas que son hermanas. Aguas que nos
reclaman una postura crítica, activa y lo más lúcida posible, en pos de
una responsabilidad que es indelegable. Por eso, primero lo primero.
Primero nuestras propias interrogaciones, nuestras propias emociones.
Plasmadas en los párrafos que nos constituyen; en esos ensambles
encarnados, donde palpitan nuestras experiencias. Que son nuestras
maneras, nuestras construcciones, desde donde todos los días salimos a
enfrentar la existencia. Junto a los otros, como no podría ser de otra
manera. Como hoy mismo, aquí, entre nosotros. 2- El Cerebro y lo Histórico Social: Cuando
hablo de lo imperativo, cuando hablo de la necesidad de posicionarnos
desde lo personal, lo hago desde un postulado biológico. Aclaro de
entrada: cuando digo biológico me refiero a la lógica de lo viviente. Me
gusta jugar con una denominación, digo bio – lógica. Esta bio - lógica
supone cadenas circulares de causación. Tan circulares, que causa y
efecto desaparecen. Esa inscripción lineal, mecanicista, queda superada
por un dibujo circular, indiviso. Causa y efecto se tornan nociones
innecesarias; en todo caso vueltas a la categoría de simples
puntuaciones arbitrarias, desde donde se describen bucles de acción y
retroacción como la Cibernética viene a señalar. Desde esta perspectiva,
Sujeto y Objeto se funden en una relación de indistinción productor –
producto. Somos nosotros y somos los otros. Es
así desde nuestra mismísima composición material. Compartimos con lo
circundante los mismos elementos atómicos. El giro de la Tierra
alrededor del Sol está grabado en nuestros ciclos circadianos. Desde el
vamos Yo y Tú, Nosotros y Ellos, son elementos indisolublemente unidos.
Somos la parte y el todo. Por eso no es posible, diría que no es ético,
ingresar a estas intelecciones desde una postura de escisión. Desde el
supuesto que los fenómenos observados quedan por fuera del observador. Cuando
hablamos de Ambiente, no hablamos fatalmente del césped, del aire o del
agua. O de la alimentación. Al menos no hablamos solamente de ellos.
Absolutamente necesarios por cierto. Hablamos de ambiente hablando de
los otros hombres. De lo humano. Hablamos de ambiente suponiendo la
Cultura, aquella creación que comenzó cuando un mono inquieto, tal vez
al arrojar un objeto, tal vez al escuchar los propios sonidos de su
garganta, advirtió posibles transformaciones. Transformación,
una palabra insignia de la Biología. Que no es otra cosa que una serie
de cambios sucesivos, emparentados. De una Historia. De Historias que
por fuerza son siempre índole Social. Transformación,
cambio de formas, proceso. Proceso que asienta sobre las nociones de
Energía, Información y Materia. La Materia, muy vecina a la Energía,
adquiere formas diversas. Desplegadas bajo el trazo de un Desarrollo,
de una Evolución. Ese es el gran legado de Darwin: develar la idea de un
desenvolvimiento cualitativamente creciente. De una acumulación de
información que culmina en el Cerebro Humano, la organización de la
materia de más alto nivel de complejidad. Oímos, frecuentemente, aquello
de la comparación de nuestras poblaciones neuronales con las galaxias.
Con magnitudes difíciles de retener, mucho más de imaginar. Llegamos
al mundo con un Sistema Nervioso capaz de producir nuevos conjuntos,
novedades. Nuestra capacidad asociativa, fuente de la imaginación y la
creación, está allí, esperando desde el vamos. Desde la misma vida
intrauterina. Esperando a los otros significativos. Para ir organizando
los primeros recorridos neuronales, nuestros primeros trazos de memoria.
Verdadera
interfase entre nuestro interior y el exterior, entre el fondo de común
de las sensaciones de nuestro cuerpo y las del mundo circundante,
nuestro cerebro va siendo el asiento de una trama donde la realidad,
inaprensible, se refracta en el prisma de las redes neurales. Una
retahíla de tramitaciones sensoriomotrices, al calor de las emociones,
van esculpiendo nuestra identidad. Identidad que es única; nunca el
producto de una copia, de lo se llama una operación de instrucción.
Nuestro Sistema Nervioso, con esos materiales venidos desde aquellas
exterioridades, se Autoorganiza. Es decir, se conforma según una
legalidad propia, muy lejos del modelo Estímulo Respuesta. Una
de las más pobres comprensiones de la Neurofisiología es aquella que
pretende enrostrarle, en nivel lo humano, el modelo Estímulo Respuesta.
Nosotros no hablamos de “estímulo”, si no de un procesamiento de la
información. Que no se inscribe como copia, como réplica. Determinadas
magnitudes, pensemos en las ondas lumínicas, en las ondas sonoras,
impactarán en sucesivas transcripciones. Desde ese primer filtro que son
los órganos de los sentidos hasta la tramitación de la corteza
cerebral. Por eso, afortunadamente, podemos decir que el “verde” no está
afuera de nosotros, si no dentro. Y que cada uno de nosotros tiene “su
verde”. Lo que está fuera de nosotros, seguramente, claro
está, son elementos del mundo de la física que desprenden ciertas
longitudes de onda. El color, ese componente de la poesía y de la
música, es una creación de cada uno. Decimos
que el Aprendizaje no es una operación instructiva. Si no que es de
índole perturbacional. Nadie de nosotros puede “meterse”, muy orondo,
dentro del otro. Nuestro Aparato Psíquico dicta sus
propias leyes. Si bien los materiales vienen desde el afuera. Alguien ha
dicho, no sin acierto, que nuestra mente se arma como una balsa en
altamar, con lo que vamos encontrando, con lo que vamos pudiendo unir. Todo esto se resume en el término compuesto Auto Eco Organización, una síntesis de autonomía y dependencia. Sabemos
que en los primeros años de vida se produce una gran proliferación de
sinapsis. Lo que se entiende como “cableado”, siguiendo una metáfora,
bastante feúcha por cierto, con las comunicaciones. Una intensa
proliferación de brotes a nivel de las dendritas, que abren nuevas vías
conectivas. También sabemos que ciertos fenómenos de Apoptosis - lo que
se conoce como muerte celular programada - vienen a sumarse. La “poda
neuronal” estiliza. reconfigura de las “asambleas neuronales”. Todo esto está en la base de lo que llamamos Plasticidad Neuronal. Se accede entonces a la modelación de “patrones”, lo que los ingleses llaman “patterning”. Que no son otra cosa que rutas facilitadas de complejos de imágenes, sensoriales y motoras, con su concomitante afectivo. Desde
estas ideas el determinismo infantil se diluye. Por lo menos en su
versión “dura”, muchas veces erróneamente ligada a los genes. Digo así,
pues lo Genético, si bien proclive a cierta rigidez, no puede ser
concebido sin el impacto de lo ambiental. Es muy difícil establecer
hasta donde un hecho responde al genoma, hasta donde a lo ambiental. Por
otra parte, bueno será recordarlo, el DNA es también un precipitado de
Historia. Desde la concepción, sin vueltas, en cada uno de nosotros
viven todos los muertos, nuestro pasado ancestral. En este punto
volvemos a encontrarnos con la noción de Recursividad, aquella de la
indistinción productor producto. Una noción paradojal, un sello de todo
lo viviente. En tanto vale para muchas otras tradicionales y falsas
dicotomías: Naturaleza y Cultura, Cuerpo y Mente. Digámoslo
de una vez, desde la Lógica de lo Viviente, lo Psíquico es una
propiedad emergente de la Materia organizada en el seno de la Cultura.
Propiedad adscripta a una función. Entendiendo por esta última a un
medio para el logro de un fin. Una finalidad que no está puesta más allá
de nosotros mismos, más allá de la accidentalidad de nuestra
existencia. De allí que hablemos de Teleonomía, en vez de Teleología. La
finalidad de lo viviente es la vida misma. La que trasunta, la que
reboza en cada latido, en cada movimiento, en cada palabra. La finalidad
de los Seres Vivos es “seguir siendo”. Lo que implica asumir de la
posibilidad del cambio. De ahí otra paradoja: somos siempre los mismos,
somos siempre distintos. Desde lo molecular hasta los niveles más
integrados de nuestra subjetividad. Nadie saldrá igual de esta sala
después de este encuentro. Todos nos llevaremos algo de esta reunión.
Ese algo, esa diferencia, ese deslizamiento de sentido, es lo que nos
hace humanos. Y esa es una propiedad que nos otorga el Sistema Nervioso.
El cerebro es un hardware que produce software que produce hardware que
produce software… Y así, sucesivamente hasta el infinito. Al menos esa
es la posibilidad. A la que nunca debemos renunciar. Nada es indiferente
al tejido de nuestra Estructura. Que es inmanente a todo un mundo de
relaciones, conformándose, segundo a segundo, en la Acción. 3- La Relación como Categoría Fundamental de lo Viviente: Vista
desde el Paradigma de la Complejidad, la Noción de Sujeto, implica la
consideración de un conjunto de relaciones que atraviesan niveles de
organización que van desde lo atómico, pasando por lo molecular, lo
celular, los tejidos, órganos y sistemas, hasta el individuo-sujeto. Y
desde este hasta los otros humanos. Somos, vamos siendo, en una relación
de inclusión y exclusión. Ya lo he dicho: somos la parte y somos el
todo. Por
eso no es banal lo que decía unos renglones más arriba. Nada es
indiferente a la trama de nuestra Estructura. Hablaba de que nadie
saldrá igual de esta sala. En mayor o menor medida, este encuentro, esta
Relación, podrá alojarse en algún sitio de nuestras Representaciones. Y
desde allí ejercer sus potestades. Por eso, cuando estamos frente al
otro, en todo momento, debemos estar lo más alertas
posibles de que estamos en inmersos en un contexto de interacciones
mutuas. Que no son intrascendentes. Quién puede negar que en aquellas
vidas que mencioné al principio, aquellas vidas tan golpeadas, no
hubiera una sonrisa, un abrazo, una música, una palabra, que cambiaron
el curso. Por qué no pensar que algún color, venido desde algún otro,
vino a regalarles cálida poesía, serena música. Tal vez sea ese el
lugar del Azar. Esa palabra tan molesta para ciertas personas. De la
que nunca conviene desprenderse. No por una estratégica prevención, .si
no para darle lugar a lo incierto, a la sorpresa. A lo que no podemos
mensurar. Algunos hablaran de Azar Determinístico, buscando señalar que
llamamos de esta manera a aquello que no podemos terminar de conocer.
Interesante razonamiento que dejaremos de lado para recostarnos,
tranquilos, en la espera esperanzada. El Azar, sin caer en el
misticismo, viene a nosotros en nombre de la Esperanza. Ese
niño problema podrá tal vez un día torcer su camino. Y junto con él,
nosotros. El Educador, como el profesional de la Salud, es un trabajador
de lo Relacional Vincular. Nosotros mismos somos la herramienta. El
problema del Reduccionismo biologista nos genera no pocos problemas.
Como todos los reduccionismos, cuando no están fundados en los
necesarios recortes de las investigaciones, resultan confinamientos de
partes cada vez más pequeñas y aisladas. Confinamientos que terminan en
posiciones Idealistas, muy alejadas de la realidad, que se amparan
muchas veces en el fanatismo. Por qué no en el oscurantismo. Eso torna más débiles las posturas clínicas, las intervenciones que se nos demandan. Conviene pensar siempre con
mentalidad Interdisciplinar. Aunque sepamos que muchas veces, desde el
plano operativo, actuaremos desde un cierto sesgo monodimensional. En razonable
postura metodológica. Que nunca debe anular la postura epistemológica
compleja. Complejo, ya se sabe, no significa completo. Interdisciplinar
no significa politécnico. El Reduccionismo es una operación de abstracción de una partecita que pertenece a un conjunto. Partecita que se “hinchará” artificialmente al extremo, delineando una
imagen distorsionada, casi monstruosa de los problemas a los que
asistimos. Grandes injusticias, grandes errores, se comenten hoy en día
por el “déficit de serotonina” o por los “trastornos atencionales”. Por
intentar una enumeración tan rápida como desprolija. Lo
mismo pasa desde la orilla vecina, la del reduccionismo psicologista,
sociologista. Muchas veces de la mano de un estructuralismo extremo que
trae la de la mano la disolución del Sujeto. No hay dudas, un manto de
fuerte ignorancia amenaza las formaciones en Salud y Educación. Pero
siguiendo con lo mío, obedeciendo a aquello de que “la caridad bien
entendida empieza por casa”, repetiré que los genes, los
neurotransmisores, los procesos psicológicos básicos, deben situarse en
un contexto relacional amplio. 4- La crítica de los Períodos Críticos. Lo que espejan las Neuronas Espejo: Los
Períodos Críticos, ese gran aporte de la Etología, con Lorenz a la
cabeza, nos vienen a indicar la existencia de ciertos momentos donde los
encuentros ambientales vendrían a posarse en disposiciones heredadas,
de modo que se producirían consolidaciones neurofisiológicas de valor
inestimable para la supervivencia. Es el patito que sigue al primer
objeto móvil que aparece ante su campo visual. El pájaro que aprende de
cierta “ventana” temporal el canto de su especie. Fuera de esos momentos
preciosos, el animal queda sin posibilidad de desarrollar la función.
Esta claro, la Fisiología se cierra sobre lo vincular. Se ha pensado,
con cierta lógica, que los Períodos Críticos podrían tener gran
importancia en los Humanos. Las
Neuronas Espejo, un desarrollo actual de la Neurofisiología, de la mano
de Rizzolatti y otros, vienen a confluir en la antigua noción de
Empatía. Nuestras neuronas sensoriales, ante la visión de otro
significativo, se activan “en paralelo”, encendiéndose en conjunto con
las motoras vinculadas al acto que presencian. Por ejemplo, una sonrisa.
Maravillosa demostración de que aprendemos con nuestro propio cuerpo,
desde nuestro cuerpo. Cuerpo a Cuerpo con los otros. Nuestros circuitos
sensomotores, antes del desarrollo del lenguaje, descubren la
presencia del otro. Bien de entrada, somos nosotros, somos los otros.
Esto es lo que se conoce como Sintonía Relacional. Vivimos en y por la
Intersubjetividad. Hablamos de una Intersubjetividad Primaria, la de los
primeros meses de vida. Donde se construyen los primeros ladrillos de
nuestro Self. De acuerdo a Colwyn Trevarthen la Intersubjetividad Humana
se manifiesta como la capacidad de despertar y
anoticiarse, en forma inmediata de los sentimientos y propósitos
inteligentes de los otros. Es transmitida por los movimientos, por
nuestra corporalidad, especialmente por el rostro, las manos, la voz. La
Educación infantil esta fuertemente enraizada en lo mimético, elemental de esa Intersubjetividad inicial, base para el establecimiento de los ulteriores acoples cooperativos. Pero
así como hemos hablado de un Reduccionismo odioso y limitante, el de la
serotonina por ejemplo, hablaremos de un Reduccionismo deliberado,
posiblemente ligado a cuestiones políticas, que ha maximizado hasta el
grotesco la importancia de algunos de estos conocimientos. Como el caso
de la importancia de los Períodos Críticos. O el de los entornos
enriquecidos, aquellos donde obtendríamos “super bebés” en verdaderas
fábricas de genios para la música, el arte o el deporte, gracias a una
supuesta estimulación “científicamente” establecida. Lo
que espejan las Neuronas Espejo, como la noción de Períodos Críticos,
es la necesidad de priorizar la Infancia como gran fuente de Recursos
Humanos. Estar atentos al material tan frágil como
precioso que manejamos. Las Maestras de Jardín están implicadas en una
Cuestión de Estado. Cual es el estado de esta cuestión es otra cosa. De
la que nos estamos ocupando solamente en parte en este momento. No dudo
que otras reverberarán en forma permanente en todos nosotros, durantes
todos estos días. A nadie se le escapa que aquí estamos tratando de
hacer Política. En lo posible, de la mejor. Y la Política, ya se sabe, va de la mano de una Epistemología. La Epistemología
es la manera de pensar y decidir que tenemos las personas. Es algo
inconsciente, espontáneo. Por eso hay que revisarla siempre, buscando
librarnos de los automatismos que inexorablemente incorporamos. El
fenómeno de la Impronta, conexo a la noción de Períodos Críticos, lo
mismo que las ideas de la Sinaptogénesis o la Estimulación Especial,
tomaron mucha notoriedad sobre fines de los años noventa. Mucha
literatura de la llamada “científica” llegó hasta nosotros,
fundamentalmente desde los Estados Unidos. Con profusas imágenes, con
hermosos colores, nos fuimos anoticiando nada menos que de la
posibilidad de “producir” superdotados. Como también del “riesgo” de no
estar advertido de la posible existencia de esos momentos, oportunidades
“únicas e irrepetibles”. Nada más falso. Una gran tontería; que vino a sumarse a esa “epistemología
espontánea”. No deben confundirse los aportes de las Neurociencias,
sumamente importantes, pero incompletos, con intereses espúreos, propios
del oportunismo de ciertas políticas, de tendencias non sanctas.
Como las de cierta oferta educacional que busca impactar en el snobismo
de ciertos padres, en las angustias y los sentimientos de culpa de
otros. No
ha sido patrimonio exclusivo de las disciplinas vinculadas al cerebro
esta manera confusa de importar conceptos al campo Educativo. También ha
pasado con Piaget, con Winnicott y otros.
Debemos tener cuidado con esas rápidas asimilaciones que no dan como
resultado otra cosa que muecas más o menos ridículas. Hace pocos días escuchaba de un joven compañero de estudios que contaba, con bastante humor y condescendencia, que él iba a su jardín con una linda almohadita confeccionada por su madre, dado que sus maestras la pedían para que cada niño tuviera
su correspondiente “objeto transicional”. Una curiosa manera de
interpretar, “a la letra pura y concreta”, una teorización sobre
complicados fenómenos del orden inconsciente, de sutiles enlaces
vinculares. Toda una ingenuidad en el mejor de los casos. Uno
puede tener en cuenta la posibilidad de la Impronta pensando en las
Patologías de Borde, en las Enfermedades Psicosomáticas, en las
Adicciones, en las Psicosis. En el valor de estos tiempos primordiales
para la Prevención. Tenemos las demostraciones de Le Doux
sobre Emoción y condicionamiento subcortical, por ejemplo.
Demostraciones tan sugerentes, acerca del rol de la amígala y los
circuitos límbicos generando trazos indelebles, asociados a emociones
negativas como el miedo. A la participación del Lóbulo
Frontal como gran ejecutivo del comportamiento. Pero no podemos “atar
con alambre” descubrimientos que requieren más precisión, más
investigación. Yo creo que un ensamble interdisciplinar, como el de Psicofisiología
del Desarrollo con el Psicoanálisis, tiene un futuro muy promisorio en
el campo que nos ocupa. En este sentido, los trabajos de John Bowlby,
Allan Schore o Robert Emde marchan en punta. Pero no es responsable “comprar” alegremente lo primero que sale en Newsweek o sus repeticiones vernáculas de los domingos. Vaya uno a saber qué pasaba por la seguramente afiebrada cabeza de Hillary Clinton aquel día de abril de 1997. Cuando celebró en la Casa Blanca, cerquita del Salón Oval, la
famosa Conferencia sobre el desarrollo y aprendizaje de la primera
infancia. Por las dudas, atendamos nuestro propio juego. Con él solo, ya
tenemos bastante para divertirnos. 5- Infancia, destino y otros imperativos: Iré
cerrando esta contribución. Volveré entonces sobre el principio. A las
historias que he planteado. Para batallar contra los determinismos
absolutos. Suele escucharse: “la infancia es destino?”. Sabemos
de la importancia de los primeros años de vida. Sigmund Freud, que duda
cabe, ha sido un campeón en este sentido. Ha sido él quien nos ha
enseñado a escuchar al niño de una manera distinta; tanto al niño en sí
mismo, como al que habita en cada uno de nosotros, los adultos. De esta
posibilidad hizo nacer la posibilidad de lo diferente ante la rigidez de
las fijaciones y regresiones. Y lo diferente, en tanto expansión de sentido, siempre implica una gracia, una dosis de confianza.
Sabemos, por otra parte, que la infancia es siempre traumática. No nos
engañemos, sin trauma no habría crecimiento posible. Si destino se asocia a lo inexorable y necesario, diré que una buena respuesta sería de corte paradojal. Diríamos que infancia es destino y que no es destino. Nadie podrá negar las penurias sufridas por los personajes que he presentado. Sin
embargo, todos ellos han hecho sus vidas, con admirable estabilidad y
riqueza. Qué ha pasado en sus infancias? Cómo han hecho para sortear
tamañas adversidades? Conviene pensar en las Series Complementarias. Una
cuenta que siempre ayuda a la hora de las explicaciones. Una cuenta
donde lo Genético, lo Histórico y lo Actual se conjugan, se interpenetran. Los estudios de Schore sobre neurodesarrollo en los tres primeros años indican sobre el rol preponderante
del Cerebro Derecho en la regulación afectiva, necesaria para el normal
desenvolvimiento del psiquismo. Tiempos donde se consolidan los
primeros complejos de imagen y emoción, los verdaderos anclajes del
Lenguaje. Como Ivonne Bordelois nos enseña en su
cautivante “Etimología de las pasiones”: “lo importante es retener que
tanto la L como la M son representantes fisiológicas del lamido y de la
succión, respectivamente, y todo ello nos reconduce a una escena
primitiva difícil de erradicar en la memoria ancestral del amor”. De allí, de esa escena, como de otras ulteriores, vinculadas al Edipo, saldrá
siempre un resultado, nunca definitivo. Siempre en proceso. Un enorme
proceso multidimensional en el seno de los ámbitos micro y macro
institucionales. Más que un resultado concluyente, tendremos una
hipótesis de trabajo. Desde donde todos los días renovaremos nuestro
compromiso por la vida. Conscientes de que somos una parte contenida en
un todo; que somos un todo contenido en la parte. El niño y nosotros en
la institución; la institución en nosotros y el niño. Responsables de la
esperanza por contribuir a generar un acontecimiento transformador.
Para abrir otros senderos y renovar nuestra vigilia. Es
entonces cuando podremos invertir los términos. Tomando ahora la
palabra destino como misión colectiva, diremos como otro imperativo, con
serena alegría, que “destino es la infancia”. Es fácil darse cuenta que los especialistas que contribuyen al estudio de la Infancia, ya sea desde
el campo de las disciplinas de la Psicología del Desarrollo, de la
Educación en general, del Psicoanálisis, del Cognitivismo, de las
Neurociencias y tantas otras no están en la primera línea
de esta causa fundamental. Son las Maestras quienes lo hacen. Es
entonces cuando nos debemos convencer de la necesidad de crear
dispositivos de intervención temprana fundamentalmente orientados a
la Prevención. Que no descuiden, por supuesto, la misma salud de estas
orfebres de nuestro pueblo. Permanentemente cuerpo a cuerpo con el dolor
y el sufrimiento. Y también con la templanza y la alegría. |
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