El trabajo humano

 


El Trabajo Humano

Prof. Dr. Roberto C. Frenquelli

 

La noción de Trabajo está eminentemente ligada a lo vital. No nos resulta complicado entender que la vida es agitación, esfuerzo, movimiento. Algo que tomamos en cuenta, más o menos dramáticamente, tanto con alegría como con pesar, segundo a segundo. Inexorablemente, un juego de fuerzas se muestra ante nuestros ojos. Así, para citar solamente algún ejemplo, pensemos en la interminable fila de las hormigas que portan con denuedo sus cargas descomunales como en las multitudes ingurgitadas que buscan la salida del subte rumbo a sus puestos cotidianos o, si quieren mejor, en el ajetreo de los gorriones en su cortejo  nupcial como en la amorosamente torpe pelea de una pareja de adolescentes en una plaza de un atardecer cualquiera. Nada más justo entonces que abocarnos a su estudio desde nuestra perspectiva, la de la lógica de lo viviente. Que como siempre decimos, es la de la Bio – lógica.

 

Hay una cierta identidad entre Energía y Trabajo. En realidad, el Trabajo no es otra cosa que la resultante de una transferencia de Energía.  La explosión de la nafta gasificada puesta en contacto con la chispa de las bujías, hizo que los pistones muevan el cigüeñal de nuestro automóvil. Un pasaje de la Energía Química a la Mecánica, con una discreta pero absolutamente necesaria colaboración de la Energía Eléctrica, hace el milagro - injustamente casi desconocido - de permitirnos acercarnos en pocos minutos, diariamente, a nuestra Facultad. De otra manera, posiblemente mucho más racional y saludable, deberíamos haber inducido iguales transformaciones pero animando a otros actores: nuestras propias reservas titulares de glucosa y lípidos al servicio de nuestras palancas osteomusculares. Para llegarnos hasta esta clase en “el dos”, “el de las dos patas”, como decía el viejo chiste. El Hombre moderno, que duda cabe, derrocha energía en todo momento. Sabemos que para fabricar un litro de nafta hicieron falta gran cantidad de años para lograr las transformaciones bioquímicas que generaron petróleo.

 

Sabemos que hay Seres Vivos que logran producir sus propios componentes a partir de elementos básicos, muy simples, que encuentran en sus propios nichos ecológicos. Es el caso de los vegetales. A quienes llamamos Autótrofos. En cambio, como en nuestro caso, el de los animales humanos, nuestra capacidad de producir nuestros componentes depende de la provisión de ciertos insumos relativamente complejos que nos aporta el medio externo. Estamos hablando de los Heterótrofos. De aquellos seres vivos que necesitan alimentos orgánicos producidos por otros. Los Heterótrofos vienen a insertarse en una cadena donde el eslabón anterior está constituido por los Autótrofos. Y estos, a su vez, vienen a depender de la Energía Solar, que pueden aprovechar para sus producciones gracias a la capacidad de Fotosíntesis.

 

No hemos hecho otra cosa que describir la denominada Apertura Termodinámica de los Seres Vivos: el Sol, los Vegetales, los Animales. Los organismos no son otra cosa que unidades complejas capaces de transformación de la Energía. Capaces de transformación, término clave para nosotros. Por que transformación es Trabajo. Las transformaciones requieren una base material para lograr su cometido, sus formas. Estamos allí a un paso del concepto de información, de lo que la puesta en forma.

 

La hoja de un malvón, el rostro de un bebé, son puestas en forma. El concepto de forma está ligado al de orden, como función opuesta al caos,  la desagregación y la muerte. Esas puestas en forma, esas estructuras, asientan siempre sobre los conceptos de Energía, Materia e Información. Como todo lo existente.

 

Y la forma, que duda cabe, está ligada a la función. La función tiene que ver con el medio para el logro de un fin. Los Seres Vivos, desde los unicelulares a los pluricelulares, son un agregado de partes. Cada una de esas partes es capaz de un Trabajo, de un logro siempre vinculado a ejercer cierta acción sobre ciertos sustratos en pos de mantener su estructura distintiva. Es un pasaje constante entre distintos niveles de complejidad, integrados. Donde siempre median las transformaciones del Trabajo. De la Vida.

 

Un incesante pasaje desde la raíz de una planta, absorbiendo agua y minerales, pasando por los procesos de síntesis celular fogoneados por la energía atesorada por la cara solar de las hojas; desde el ganado que pasta apaciblemente en los campos; hasta el brusco golpe del buen matarife que nos alcanza las costeletas sobre el indolente mármol de la carnicería. En ese sitio, donde el chistoso Don José, nos las vende a precio de oro para que las echemos al asador. En minutos, junto a un aroma irresistible, iniciaremos un proceso de digestión que culminará en el sostenimiento de las mismas neuronas que ahora hacen golpetear mis dedos en el teclado donde vuelco estas ideas.

 

Un pasaje que no es ajeno a una magnífica red de interdependencias, donde hay un común denominador de almacenamiento de Energía y Materia Informada. Es cierto que todo nace del Desorden. También es cierto, en un todo de acuerdo con el Segundo Principio de la Termodinámica, que la Entropía es inexorablemente creciente[1]. La paradoja de lo viviente es que si bien vivimos en un Sistema que depende un planeta, el Sol,  que pierde masa en forma constante, en extinción constante, los Seres Vivos que dependen absolutamente de él, mantienen – al menos hasta estas horas – una gigantesca tendencia a la creación de formas complejas. Lo vital es una constante alternancia entre Orden y Desorden.

 

Ya a esta altura debo aclarar que no es para nada mi intención dejar ligado el problema que nos ocupa, el trabajo que nos ocupa, a la Física o la Química. Ustedes verán que hablamos de Energía, de Fotosíntesis, de Sustratos diversos como los alimentos, etc. Se sabe que la Física es una Ciencia “imperialista”, siempre con pretensiones de gobernar en otros dominios. Sin embargo, es la identidad de la Biología lo que prepondera en todo esto, de la mano del concepto de Información. Nuestra posición no es reduccionista, para nada.

 

Precisamente, la cualidad de la Emergencia, es decir la capacidad de producir novedades en forma inesperada, propia de los Sistemas Biológicos, es lo permitió el desarrollo del Cerebro Humano. Y con él, el del Trabajo Humano. El Trabajo celular, asentado en las leyes  físico químicas no puede explicar el Trabajo Humano. La operación reduccionista, en cambio, pretende explicar lo complejo por los elementos constitutivos. Nada de eso es lo propone la Biología. Nuestra interpretación Bio Lógica.

 

Es la aparición, como decimos la emergencia, del Tercer Cerebro, el Cerebro Neocortical, el que permite lo Humano de lo Humano. Es decir, la producción de nuevos conjuntos, de nuevas relaciones. De nuevas puestas en forma. Cerebro de la Imaginación y la Creación, asiento del Lenguaje que permitirá una acumulación de información que trasciende lejos nuestras vidas individuales. Siempre decimos, sin Cerebro Humano no habría Cultura. También es cierto lo contrario. En tanto hay una relación de indistinción productor producto entre Cerebro Humano y Cultura.

 

Estamos ya en condiciones de comprender que existen dos tipos fundamentales de Trabajo. Uno, el trabajo posible de ser medido, el Trabajo Termodinámico, ligado a lo energético. Otro, imposible de ser medido, el Trabajo Informacional, ligado a lo novedoso, a lo diverso. A las combinatorias inesperadas. Este es el Trabajo auténticamente Humano. Uno puede calcular cuánta cantidad de pasto seco y agua consume el burro que da vueltas en la noria[2]. Lo mismo la cantidad de agua que se extraerá del pozo en cierto número de horas. De este modo se asegurará mantener a la bestia en condiciones de sostener sus constantes anatomo fisiológicas características – que le permiten seguir siendo un burro lozano - , también saber qué cantidad de agua dispondremos para alimentar y mantener suficientemente limpia a nuestra prole. Pero nunca podremos calcular los efectos de haber podido construir una máquina como la noria. Que por más tachada de simple que sea, no deja de ser un ingenioso mecanismo que rinde jugosos frutos desde hace siglos.

 

No resulta aventurado pensar que la misma emergencia del Hombre en el seno de la deriva de la Evolución es el producto de un Trabajo llevado por la mano de ciertas determinaciones circunstanciales junto a una gran cuota de Azar. Pero trabajo al fin. Algo que produjo un gigantesco salto, que permitió la aparición del Cerebro Humano sobre la faz de la Tierra. Y así, casi de consuno, la postura erecta con la mirada al horizonte, la mano y el lenguaje. Gigantesco salto, gigantescas invenciones. Gigantescos trabajos.

 

En el pasaje del Paleolítico al Neolítico el Hombre fue virando de politécnico a especializado. Comenzó la clasificación de los distintos tipos de Trabajos. La primera especialización fue la “sexual reproductiva”. La mujer se quedó atrás, junto a los niños, mientras los varones marchaban adelante, a la caza. Es por eso que fueron las mujeres las primeras en experimentar con los granos y la cría de los animales, indispensables para controlar las hambrunas. Nacieron la Agricultura y la Ganadería. Fue cuando ante la advertencia de las estaciones, ante el rigor del invierno, los hombres y las mujeres de aquellos tiempos aprendieron a entrojar. Es decir, a guardar los granos.

 

Es cuando nació la idea de propiedad. Y con ella, sin mayor trámite, al calor de las emociones que se despiertan desde los primeros momentos de la vida, aquellas que tienen que ver con la posesividad, aparecieron la violencia y el sometimiento. Es por eso que siempre pensamos que la Agresividad Humana es aprendida al calor de la Memoria casi indeleble de las primeras gratificaciones en el vínculo con la madre.

 

No faltaron entonces aquellos Hombres dotados de un discurso prometedor, que vendría a saldar desde lo sobrenatural la natural Angustia Humana. Que no es otra Angustia que la del desvalimiento. Es cuando aparecieron los Hechiceros, los Magos y los Sacerdotes. Y de la mano de ellos, casi “al toque”, aquellos Hombres más bien pobres de inteligencia, bastante brutos y tal vez de a caballo, junto a sus palos y rudimentarias hachas: los Militares. Entre todos ellos se las ingeniaron para generar otra clase, la de los Reyes y su séquito afortunado. La promesa del premio en el más allá, junto a la instalación de la culpa en todos y cada uno hizo el resto. Sin muchos cambios hasta hoy, se establecieron las Dominancias y las Jerarquías propias de la Socio Cultura.

 

Hasta no hace mucho, digamos hasta antes de la Revolución Industrial, de todas maneras, los mansos paisanos podían entender el valor de su Trabajo. Tal vez no lograban entender que trabajaban bastante más de lo que sus necesidades básicas indicaban.  Depositando Plusvalía en las arcas del Señor de sus pagos y del Señor de los cielos. Pero aún podían entender, con mayor o menor fortuna claro, la semántica y la sintáctica de su Trabajo. Esa partecita que era de su incumbencia estaba bastante ligada al todo, al producto final. Eran tiempos de la manufactura.

 

Cuando nuestra propia capacidad informacional estalló, cuando aparecieron las máquinas y las “mecanofacturas”, se produjo una estampida sorprendente que alejó del trabajador toda la significación de su quehacer. Y por supuesto, aumentó enormemente el valor de la plusvalía. Y con ella la concentración de sustratos, de poder. El poder pasó más y más al “know how”, es decir al “saber hacer”. La Alienación que tan brillantemente Marx señalara no solo alcanzó a los que “ponían el lomo” con su trabajo termodinámico, también lo hizo – y lo sigue haciendo – al trabajador informacional. Nada mejor en este momento que recordar al tan elocuente y simpático Lulú Massa (que protagoniza el gran Gian María Volonté) cuando repite frenéticamente “una tuerca…un culo”! en “La clase obrera va al paraíso”. En señal inequívoca de su afán desesperado de satisfacción en medio de su alienación, de su ser ajeno ante la máquina. Transformando tuercas en culos buscando darle sentido a su Trabajo. Sabemos que nuestros conjuntos celulares también trabajan más de lo que debieran para sostener sus propias estructuras. Solo que ellos son verdaderamente “socialistas”. La sociedad de las células y los tejidos vuelca la plusvalía al conjunto. Cosa que no sucede con el Hombre en sociedad.

 

Cuando uno se interna en estos temas suele tener algunos ataques de cierto romanticismo idealista o algo así. Y se pone a pensar en algunas salidas. Por ejemplo, aquella de Lorenz cuando piensa que es el Homo Sapiens el verdadero “eslabón perdido”. Que todavía podemos pensar, no se si con loca esperanza, en que otro golpe de la Evolución nos lleve a una Sociedad donde el Trabajo Humano pueda encontrar su realización plena. De todos modos, mientras ese tiempo llega, conviene ejercitar el Pensamiento, esa gran herramienta de trabajo que disponemos merced a  nuestro Sistema Nervioso.

 

Les hablaba antes del Trabajo Informacional. De aquel que no se mide. Aquel inaccesible para el burro. El Trabajo que implica la creación de novedad, de nuevas relaciones. El Trabajo que in – forma, que pone en forma. Muy rápidamente diré que no quiero caer en esas débiles posturas de las que hablaba hace un rato, esas posturas de una absoluta vacuidad, puramente retóricas. La creación, la novedad, no está reservada para los artistas, para los científicos. Pensemos que la creación, el cambio, lo nuevo, pueden y deben asentar en lo cotidiano de los hombres y mujeres comunes. No hace falta ir tan lejos. La expansión semiótica es un hecho deseable, posible en cualquier mortal. Hacer algo distinto, evitar la automatización cristalizante, es un desideratum universal. Pero que fomenta el ejercicio de lo particular, de lo singular. Todos podemos hacer algo “a nuestra manera”. Una manera diversa, divertida.

 

Por eso es interesante diferenciar ocio de vacaciones, de “tiempo libre de obligaciones”. El Homo faber, el hombre que hace, no es el Homo Sapiens. La curiosidad bien entendida es una característica deseable, del  Trabajo Humano. Por eso tampoco debemos oponer trabajo a reposo. En el reposo podemos acercarnos al trabajo creativo, donde el trabajo se parece más bien al juego.

 

Cuánta razón tiene Freud cuando habla de “trabajo del sueño”, como manera inteligente de cumplir con la realización de deseos. Es cierto que trabajamos para cubrir nuestras necesidades básicas; también es cierto que lo hacemos por nuestras necesidades adquiridas. Por nuestros deseos. Esto ya casi no es Trabajo, es Juego. Esto que digo no es mero palabrerío. Nosotros, los profesionales de la salud, tenemos sin dudas una ocasión inmejorable para ampliar nuestras fronteras, para crecer junto a nuestros pacientes. No es cierto que nuestras profesiones sean inexorablemente de “riesgo”. Lo mismo pienso de la Docencia. Me parece que el aburrimiento, la irritabilidad, la queja constante que tanto se ve en nuestros colegas, expresa una cierta dificultad personal que nada tiene que ver, al menos en gran medida, con las características de nuestra labor. Creo que es imposible aburrirse frente a un paciente. Aun siendo uno de aquellos llamados “aburridores”. Allí, en las entrañas mismas de la dificultad, hay que saber encontrar el interés. El motivo, el motor de nuestra actividad.

 

Freud habló también del “trabajo del duelo”, lo que  de la llamada per-elaboración (en inglés working through). Todas como maneras de ampliar el campo del sentido. De lograr aquella semiosis expansiva de la que hablaba. Donde el conflicto más que dificultad es ocasión.

 

Esto me lleva a una cuestión que considero muy importante hoy en día. Me refiero a la baqueteada historieta del “stress laboral”. El concepto de Stress es uno de los más caros a la Psicofisiología. Qué duda cabe? Sabemos que Selye, el creador de la palabra, era un Endocrinólogo, que fundó su conceptualización en la observación de pacientes. Selye hablaba de un síndrome inespecífico, con ciertas manifestaciones en el área mental, que supo llamar “el síndrome de estar simplemente enfermo”, con acciones deletéreas sobre el cuerpo en situaciones precisas, cuando se da una persistencia del agente “estresor”. Fue la Laborit, un hombre de pensamiento más amplio y abarcativo, que ligó la idea del Stress, de la respuesta psiconeuroendocrinoinmunológica a lo comportamental. Laborit hablaba de la “inhibición de la acción”, que no es otra cosa que el estrechamiento del campo del sentido. En su película “Mi tío de América” ilustra esta idea cuando pone en pantalla a los personajes encerrados en sus estereotipias comporta mental con cabeza de ratas. Las mismas ratas con las que demostraba los efectos nocivos de la incapacidad de actuar. Para Laborit “actuar” no representaba simplemente moverse ni hacer cualquier gesto, cualquier acto desmañada. Actuar supone conocer, obrar en forma efectiva en la praxis del existir. Acción Específica, si quieren pensarlo en términos del Freud del Proyecto. Aquella acción que se compadece más, que se acerca en algo al Deseo. Donde el Yo no queda absolutamente preso de las interdicciones Socio Culturales. Como aquel bancario, si mal no recuerdo en Mario Benedetti, que maldecía preguntando “de quién era esa puta mano que sellaba billetes”. Esa es la Inhibición de la Acción. El aprendizaje de la ineficacia de la Acción, de la incapacidad de Luchar o Huir. Ya se sabe “soldado que huye, sirve para otra guerra”. La idea de Laborit es la misma que la de Freud. Claro que expresada en otros términos. Ambos coinciden en la necesidad de la ampliación de las fronteras del sentido. Y no cabe duda que las significaciones se logran en el escenario de acción de nuestro psiquismo: el Sistema nervioso central.

 

Vuelvo entonces al tema del Stress laboral. Sabemos que vivimos en una era complicada. Están muy de moda las palabras en inglés. Vamos de “shopping”, tenemos “marketing”, pensamos en el “lifting”, nos proponen el “coaching”. En general todas estas propuestas son para lograr lo que propuso Huxley: un mundo feliz. Un mundo “mecanísmico” y cuidadosamente aceitado. De allí que estemos muy empeñados en “enchufarnos- desenchufarnos”, en “ponernos las pilas – bajar un cambio”, en “tildarnos – prendernos” y tantas otras expresiones duales de pobre alcance. De una lógica “on – off”. Todas ellas buscan usar el cerebro como músculo, no verdaderamente como cerebro. Ya el “viejo Freud”, vuelvo una vez más a él, decía que cuando se cede en las palabras se terminaba cediendo en los hechos. Pues bien, Stress no es más que una descripción en el plano fisiológico del apremio por la vida. Por qué no hablar de Angustia?  Qué necesidad hay para hablar de “Stress”?. Por qué no hacer cómo en el chiste, y entonces, mejor, dada nuestra constante estampida inflacionaria, hablar de “Scuatro”? 

 

Que los pacientes hablen de “stress” vaya y pase. En general, cuando uno escucha hablar a un paciente de “stress” puede ir pensando que está muy posiblemente frente a un caso de pobre mentalización. No digo que invariablemente siempre sea así. Pero la gente con mayor porosidad, con mayor conectividad entre sus afectos y sus ideas, habla de otra manera. No usa las palabras tontas de las revistas tontas. No dice “stress” ni “neurotransmisor”. Dice, fundamentalmente siente y transmite su Angustia. Y punto. Y enseguida, nos podemos acercar más a  la verdad. No hablo de “verdad” en el sentido de “objetividad”. Hablo de verdad en el sentido de emociones, de un diálogo fluido, donde uno realmente siente que el otro siente.

 

Pero que los profesionales de la Salud hablen de Stress ya es cosa distinta. Aclaré que el tema del Stress es todo un tema. Un gran tema. No se entienda que he enloquecido y que como Profesor de Psicofisiología he concluido que este término debe ser abolido. Lo que quiero decir es que no me parece razonable acudir a “neopalabras” desde nuestro lugar. “Neopalabras” como en “1984”, de Orwell[3]. Pues estamos a un paso de confundir milonga con velocidad. Stress es una cosa, conflictiva existencial y  Angustia concomitante es otra.

 

Ha dicho Hans Selye, “más se vive, más stress; más stress, menos se vive”. El stress es inevitable. Tiene que ver, nada más, nada menos, con una compleja cascada de eventos que suceden en el plano fisiológico mientras vivimos. Son la vida misma. De allí la formulación paradojal del creador de la palabra. Que también ha dicho: “el stress es la medida del desgaste vital”. Fue el primero en describir los mecanismos neurohomorales que lo caracterizan, junto a los concomitantes titulares en los diferentes aparatos y sistemas. Laborit se encargó de extender el concepto a la totalidad del comportamiento. No podemos confundir la Angustia Humana, fuente y motor de todas nuestras intenciones, de todos nuestros Trabajos, con aquellas descripciones de Selye.

 

Al decir, “tengo mucho Stress”, estamos a un paso de los spa, de los “centros de vida sana”, del “counseling” y del ya mencionado “coaching”; de aprender en cursos acelerados ad hoc “estrategias de afrontamiento”. También sobre como balancear las “expectativas de logro”[4] y todas esas supuestamente sesudas expresiones. Que no es otra cosa que una prolija cirugía estética que se ofrece, desde lustrosas propagandas ávidas de un mercado formado por mentes acorraladas, en la búsqueda de un “mundo mejor”.

 

No se trata tampoco de negar todo lo que viene por añadidura. Como el famoso “Burn out”. Recientemente hemos visto en los diarios que una encuesta  informada que unos 21.000 docentes argentinos padecen “stress” y estarían cerca de “quemarse”. Pienso que esta estadística está mal hecha. O mejor dicho, tal como Churchill decía, que demuestra cualquier cosa que se quiera demostrar. Pues casi todos los argentinos estamos a punto de quemarnos !!!. Chamuscados, seguro, estamos todos. Esos docentes podrían ser 42.000. O tal vez 84.000. Y no digamos lo que les pasa a los camioneros del campo, a los jockeys de los hipódromos provinciales, a los jugadores de fútbol de la “B”, a las planchadoras de Catamarca y a los boteros del Tigre. Acaso no tienen “stress”?. O están ya muertos? No nos “quememos” nosotros, supuestos académicos, hablando en términos tales como “el burn out tiene síntomas diversos: psicosomáticos, comportamentales y emocionales”. No se puede comer una ensalada tan mal presentada! La verdad es que este tema me “scuatra”.

 

Es cierto que las condiciones laborales no son para nada las ideales. Si alguno tiene dudas lo espero el próximo día hábil por La Siberia, a cualquier hora. Pero el tema no es lo innegable de lo externo. El tema, siempre, es nuestra capacidad de elaboración. De Trabajo. En este caso Político. Que exige pasar por el análisis crítico de cómo se procesa la cristalización de la macroestructura social en la microestructura de lo personal. Esa que está grabada en los patrones de nuestras sinapsis. En el registro memorizado de nuestros encuentros con los otros. Si desviamos la mira, si seguimos usando términos más bien propios de una cierta “psicología new age”, de una cultura “light”, estaremos apoyando una vez más el crecimiento de la Angustia. En este caso, ya sin nombre. Y así es muy difícil cumplir con lo Humano del Trabajo.

 

He hablado de la Política. Los griegos consideraban muy mal a los ciudadanos que no participaban en Política. En las cuestiones de la polis. Tenían mucha razón. Participar en Política implica ampliar nuestra conciencia acerca del rol que asumimos en el concierto social. Yo creo que uno puede trabajar en distintos niveles. Hoy, desgraciadamente, parece que participar en Política implica buscarse “un lugar”, siempre junto a unos pesos. “Como para ir empezando”. Yo creo que dar una buena clase, trabajar cada día de la mejor manera, es también una buena actitud política. Debemos confiar en aquellos paisanos mansos y laburantes. Para ir creciendo junto a una masa crítica, capaces de ser valientes para mirar a nuestro interior (donde vienen a engarzarse las estructuras de dominancia). Para seguir esperando los anhelados tiempos donde el Trabajo sea mayoritariamente Humano.

 

El Cerebro Humano es una emergencia en la escala evolutiva. Como quedó dicho, la propiedad de lo emergente desde la Bio – lógica supone un producto inesperado. Donde algunos elementos pre existentes se combinaron, se relacionaron, de una manera diferente. No hay duda que el palo apto para fabricar un mango, junto a la piedra afilada, existían antes que el hacha. Solo que esta herramienta emergió cuando alguno logro relacionarlos. Ese devenir une las creaciones de todas las herramientas, desde el Cerebro hasta el Quijote, pasando por la liberación de la mano, el hacha, la vela y la computadora. Todas son inscripciones en el Trabajo de  la Evolución. Como algunos han dicho con sereno optimismo, “el porvenir está abierto”.

 

Es cuestión de ponernos a trabajar pensando más en el ingenio que conlleva la noria que en la pertinacia del burro. Con todo respeto por Platero y todos nuestros amigos más o menos burriquines[5]. Dicho en otros términos, es cuestión de intentar aprovechar las bondades potenciales de nuestro Aparato Psíquico, como sistema complejo apto para producir retranscripciones singulares capaces de generar diferencias, nuevas formas en el seno la Cultura.

 

Bibliografía:

 

Blanco, A. (1999); “Química Biológica”. El Ateneo. Buenos Aires.

Frenquelli, R. (2008) ; “ Stress y Psicopatología “, en « Psicosomática”. Homo Sapiens.  Rosario.

Laborit, H. (1968) ; «  Biologie et structure ». Idees Gallimard. París.

Laborit, H. (1976); “Eloge de la fuite”. Editions Robert Lafont. París.

Laborit, H. (1990) ; “ La vida anterior”». Gedisa Editorial. Barcelona.

Laplanche, J. , Pontalis, J.B. (1971); “Diccionario de Psicoanálisis”. Labor. Barcelona.

Mayr, E. (2006); “Porqué es única la Biología”. Katz editores. Buenos Aires.

Selye, H. (1960); “La tensión en la vida (el stress)”. Compañía Fabril Editora. Buenos Aires. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 



[1] El segundo principio de la Termodinámica, formulado por Carnot, establece que la Entropía del universo va inexorablemente en  aumento. Verdadera función del desorden, indica que todos los sistemas tienen tendencia a la pérdida creciente, total,  de la Energía.   El concepto de “Instinto de muerte” que Freud estableciera en 1920 encontró en esta conceptualización uno de sus más firmes anclajes. Mucho más tardíamente,  se llamó Neguentropía a la tendencia opuesta; es decir  a la  agregación ordenada de partes, con aumento de la complejidad de los sistemas. Como en el caso de los sistemas vivientes a lo largo de la cadena evolutiva.  De todos modos este concepto no contradice en nada al anterior, pues los seres vivos se desarrollan  a expensas de la Energía que toman del medio ambiente.

[2] Una noria es un sistema mecánico de extracción de agua de pozo que utiliza el trabajo de un animal para mover sus engranajes. Es conocido el dicho “dar vueltas a la noria”, aludiendo a una persona de merodea un lugar o una situación en forma constante, “dando vueltas como el burro a la noria”.

[3] Las novelas “1984” de G. Orwell y “Un mundo feliz”, de A. Huxley, junto a “Fahrenheit 451” de R. Bradbury, componen una fantástica trilogía acerca del futuro de la condición humana.

[4] La crítica a estas expresiones, muy tomadas en las corrientes dadas en llamar “cognitivas”, no apunta a los conceptos que entrañan en sí mismas. Si no a que aparecen como nuevas, siendo que son verdaderamente pasibles de conocida expresión “viejos vinos en nuevas botellas”.

[5] De la expresión española “burriquín”, modo de llamar a los burritos en los juegos y cantos infantiles.

Comentarios

Entradas populares de este blog

El reflejo tónico cervical asimétrico

Frenquelli unplugged / Clases Facultad de Psicología, UNR / 2017

Tesis Doctoral / Roberto C. Frenquelli / "Conociendo al enemigo oculto" / (II)