Reconsiderando una pregunta de examen (IV). Aportes de Laborit sobre Biología del Comportamiento

 


Psiconeuroendocrinología III

Aportes de Laborit sobre Biología del Comportamiento. Comportamientos innatos y adquiridos. Sistema Activador de la Acción y Sistema Inhibidor de la Acción. Miedo y Angustia. Aportes neurobioquímicos.

 

Cómo encararía esta pregunta hoy,  a casi tres décadas de su formulación inicial:

 

Prof. Roberto C. Frenquelli

 

Cuarta Parte

 

 

“El afecto de angustia exhibe algunos rasgos cuya indagación promete un mayor esclarecimiento. La angustia tiene un inequívoco vínculo con la expectativa; es angustia ante algo. Lleva adherido un carácter de indeterminación y ausencia de objeto; y hasta el uso lingüístico correcto le cambia el nombre cuando ha hallado un objeto, sustituyéndolo por el de miedo. Por otra parte, además de su vínculo con el peligro, la angustia tiene otro con la neurosis, en cuyo esclarecimiento hace tiempo que estamos empeñados. Surge la pregunta: ¿Por qué no todas las reacciones de angustia son neuróticas, por qué admitimos a tantas de ellas como normales? Y también se hace necesaria una apreciación a fondo de la diferencia entre angustia realista y angustia neurótica.” (Freud, S.; en “Addenda. Inhibición, Síntoma y Angustia” (1926[1925])

 

Me parece muy justo tomar a Freud en este gran trabajo. No sólo porque pretendo ingresar al tema de la Angustia, el Miedo, la Inhibición. Desde ya aclaro que no estoy planteando una simple homofonía, la que supondría, por ejemplo, que la Inhibición en Laborit es la misma que en Freud. Nada de eso. Voy más allá de tanta simpleza. Y no precisamente para tomar rápidamente el camino de que ellos “hablan idiomas completamente diferentes”. Para mí, no hablan tan parecido ni tan diferente. Veamos.

 

Freud define aquí parcialmente la angustia. No obstante dice algunas cosas muy interesantes. La primera, no por obvia descartable en este racconto: es un afecto, una emoción. Luego la sitúa como expectativa, la pone en relación, en lo que llamamos “apronte por la vida”. Define el miedo, como una especie de traslación de la angustia donde esta se fija a un objeto (en este sentido debemos recordar a Bleger, en su siempre mal ponderado libro “Psicología de la Conducta”, donde dice que Ansiedad remite al área 1, de la mente; Angustia, al área 2, del cuerpo; Miedo, al área 3, del Mundo Externo). Cuando toma el peligro se refiere, sin dudas, a la necesidad de operar sobre el ambiente en pos de un equilibrio, de un re-equilibrio. Como si esto fuera poco habla de la realidad y la fantasía.

 

Podemos decir sin temor a equivocarnos: la angustia es el motor de la vida. Tal vez más, como emoción que es, sería el guardián de la vida. De qué vida hablo? De todas, una sola. No hay distintas vidas. No hay “vida psíquica”, “vida mental”, “vida biológica”. Hay vida, simplemente. Suceder del vivir. Lo que sucede es que los seres vivos dotados de Sistema Nervioso tienen una vida diferente. Por ejemplo, la vida de la fantasía, que es tan real como la mejor de las reales.

 

Si bien central en toda su obra, sabemos que Freud no ha escrito nada especialmente destinado a este tema. No obstante, nunca podremos evitar pensar aquella sentencia de que el afecto no se reprime, lo que se reprime es la idea. Como tantas otras ideas suyas sobre este asunto. El afecto, en todo caso, bien acorde a Freud, se “suprime”. Lo que se reprime son las representaciones. Esto habla de cierta complicación, de cierta complejización en el hombre. Donde la tramitación básica alcanza niveles de cualidad muy especiales.

 

Terencio Gioia, un psicoanalista porteño, fallecido hace unos años, ha trabajado intensamente el tema de las emociones. Tiene un texto muy recomendable, de título tal vez extraño para el lector “medio” de nuestro pacato ambiente psi: “Psicoanálisis y Etología” (1996). Atrevido es el antónimo de pacato. Gioia se atreve a considerar la Etología, la Psicología Comparada, en relación a la obra freudiana. Su atrevimiento no es tal, pues Freud mismo siempre está cerca de la filogenia, de la ontogenia, de las ciencias naturales. Para sus seguidores vernáculos esto es un error, en todo caso un “error perdonable”, sobre todo cuando algún iluminado ha venido a aclararnos que eso no es así. Que hay que leer a Freud de tal o cual manera. Pero nunca desde las Ciencias Naturales. Recuerdo uno de mis docentes de Freud: cuando no le gustaba algo de esta índole decía que “estaba loco cuando escribió esto”. Uno no tenía más remedio que hacer caso omiso de sus derrapes, era bastante bueno en otros perfiles, se lo podía aprovechar. Pero cuando se topaba con lo que no le gustaba de “su Freud” se fanatizaba. Y perdía completamente la línea atildada de pensamiento que ostentaba en otras situaciones. Freud, para él, cuando escribió el “Más allá…”, por ejemplo, estaba loco de a ratos. No era un hombre que trabajaba conceptos como el de Instinto de Muerte en una línea coherente. Caprichosamente, yo también diría irrespetuosamente, se cortaba solo y  opinaba lisa y llanamente que estaba loco. Escupía lo que no le gustaba de Freud. Como hacen los chicos pequeñitos.

 

Este es un comentario que ilustra algo de lo que comenté antes sobre la diferencia que imponen los Maestros. Los Maestros, muy distintos de los Profesores, habilitan a pensar. Los Profesores, en general, están, estamos debería decir, más cerca de la Psicología de la Propaganda. El Maestro se instituye en un momento de gracia, cuando uno hace un “clic” muy particular, íntimo y sin demasiada estridencia. El Profesor se impone sin dejar lugar a nuestro propio pensamiento. Por ahora dejemos esto, será mejor. Pensemos la cuestión dentro de los límites de una aspiración, de un ideal.

 

Darwin ha sido el primero en afirmar que las expresiones de las emociones son restos de antiguas conductas adaptativas. Son pautas universales innatas, que encontramos en todos los individuos de la especie. Allí tenemos la sonrisa, la risa, el llanto, los gestos de enojo, miedo y tristeza. Los niños ciegos y sordomudos de nacimiento traen estas dotaciones, siempre rondando los polos del placer-displacer.

 

Wundt estableció tres dimensiones contrastantes: una, la fundamental,  la del placer-displacer; otra, la de tensión-alivio”, finalmente la de “excitación-relajación”. Existe una suerte de neutralidad emocional, que se rompe cuando las magnitudes del estímulo varían. El displacer surge cuando la diferencia es grande.

 

William James, también Carl Lange, establecieron hace más de cien años la idea de que la emoción surge de la percepción de los cambios corporales. Teoría que tiene muchas objeciones: diferentes emociones tienen idénticos cambios corporales; la inducción experimental de ciertas alteraciones viscerales no desencadenan emociones; la respuesta emocional precede a los cambios viscerales. No obstante, tal vez Damasio diría cosas diferentes, o no tanto, pero sí tomando algunas cosas de James. Nosotros tenemos la experiencia contundente del llamado “grito primario”, como en aquel famoso film de Rodrigué, protagonizado por la bella Graciela Borges y Tato Pavlovsky. Al pronunciar “mamá”, en forma reiterada, la percepción auditiva, la percepción de la postura en el aparato fonador, la percepción de los latidos cardíacos, de la respiración, los procesos ideativos que se van agregando (imágenes visuales, auditivas, etc. vinculadas a “mamá”), van llevando al sujeto de la experiencia a una suerte de trance, donde la emoción se incrementa en un círculo vicioso donde los cambios corporales son importantes. Esto nos pasa en la cancha, con los gritos, los cantos, la música, los gestos. Damasio trabaja el tema del “marcador somático”, extiende mucho el asunto.

 

Cuando las modificaciones fisiológicas corporales alcanzan “la periferia de nuestro aparato anímico”, cuando las percepciones alcanzan la Conciencia y la palabra, estamos en mejores condiciones de tramitar con la Realidad. Tenemos más datos, por decirlo de una manera. Podemos proceder de manera menos automática, menos estereotipada. Por eso es bueno separar, al menos en cierto sentido, Ansiedad (como expresión “mental”) de Angustia (como expresión “corporal”). En el Miedo, el malestar queda fijado a un objeto exterior, a cierta imagen. James diría “corro porque estoy asustado”, en cambio de “por que estoy asustado corro”. No supone una primacía de lo “mental”, vista este concepto como lo ligado a la Conciencia. En este plano, “mental” no es sinónimo de “psicológico”. “Psicológico” es una categoría más abarcativa, que incluye lo “mental”, lo “corporal”, el “mundo externo”.

 

Esta postura, estas definiciones son útiles, sobre todo para oponerse a un cierto “mentalismo”, donde el pasaje por lo “mental”, visto como cierto grado de Conciencia, debe ser primero a los otras áreas de expresión, como el cuerpo o el mundo externo. Bleger, en un pasaje de su recomendable “Psicología de la Conducta”, otro libro despreciado de mala forma en nuestro ambiente, dice que cuando un niño corre a la habitación donde su hermanito menor es asistido por mamá, no lo hace porque “ha sentido celos”, el correr mismo implica los celos. Lo mismo sucede cuando uno recibe un paciente con sus manos transpiradas, levemente temblorosas, algo pálido: esos signos corporales, gestuales, son el miedo o la angustia, no necesariamente expresado en lo “mental”, en el área de la conciencia.

 

A propósito de la diferencia entre Miedo y Angustia, tomo el siguiente pasaje de T. Gioia, en su citado libro:

 

“Subjetivamente la angustia se caracteriza como una sensación difusa de peligro interno o externo, malestar y displacer no específico. Objetivamente, el observador externo no encuentra ningún motivo exterior aparente y válido. Al contrario de lo que ocurre en el miedo, “…donde lo esencial es su génesis inconciente y la falta de causa externa”.

En lo que se refiere al miedo y en relación a lo dicho, puede afirmarse que existe una gradación de creciente intensidad: temor, espanto, terror y pánico o pavor. Todos estos estados se prolongan más o menos en el tiempo y se oponen al susto, que es instantáneo. Por otra parte, la rabia, ira y furor son casi sinónimos y denotan el estado subjetivo que subyace a las reacciones agresivas y defensivas y que, por lo tanto, pueden con frecuencia ser la continuación de los estados de miedo. Como ya hemos visto en Fisiología del miedo, las bases fisiológicas son, salvo leves diferencias idénticas a las de la angustia”.

 

………………………………….

 

“Las alteraciones fisiológicas concomitantes del miedo son comunes a las de otras respuestas emocionales al peligro…

Son similares a las mencionadas en la definición de emoción y consisten en un rápido aumento de la presión sanguínea, frecuencia cardíaca y respiratoria, gasto cardíaco, sudoración, motilidad visceral, tono muscular, movimientos involuntarios e hiperglucemia. Estos cambios están destinados a favorecer la disposición del organismo a la huída o la lucha. Resultan de la actividad del sistema simpático iniciada or activación cortical e hipotalámica”-

 

Los etólogos, como Mc Dougall, después Lorenz, sostienen una estrecha relación entre instinto y emoción. Que comparten una raíz latina, movere. Emoción y motivación coinciden a partir de una ruptura del equilibrio homeostático. Para muchos, dentro del Psicoanálisis, es muy difícil separar instinto y emoción. Si bien la emoción surgiría al verse coartada la expresión del instinto.

 

Laborit hace una interesante síntesis entre los Comportamientos no condicionados y los aprendidos. Es cuando la actividad instintiva, con su correlato emocional, va tomando otro cariz, complejo, merced a la participación de las estructuras límbicas y neocorticales. Más allá de la sobrevivencia fisiológica básica. Es cuando consumición y lucha-huída son sustituidas por gratificación e inhibición de la acción.

 

La inhibición para Laborit no es la inhibición funcional del yo en Freud. Donde inhibición es empobrecimiento destinado a evitar el conflicto.  Para mi gusto, sin caer en la trampa de aquel profesor que decretaba la locura de Freud, el concepto de Inhibición en “Inhibición, Síntoma y Angustia” no está totalmente deslindado del concepto de Síntoma. Pero no es el caso para este trabajo. Al menos totalmente.

 

Sí afirmo que Inhibición en Laborit es un parate en la salida Imaginaria, la del Cambio y la Creación. Es un no saber hacer. No es meramente inhibición motriz. Es mucho más. En todo caso se parece más a la Angustia Automática freudiana, donde no hay “señal”, donde no hay camino a una salida, aunque sea la salida antieconómica del Síntoma, como producto transaccional, como alternativa. El Síntoma es siempre una salida, un “rebusque”. La Inhibición en Laborit es algo cercano a la extinción, a la muerte. El animal de experimentación, el Sujeto humano en relación, están sometidos al yugo externo. No tienen siquiera el escape, la fuga. “Soldado que huye, sirve para otra guerra”. Aquí no hay huída, la guerra va camino a la derrota definitiva. Hay un comportamiento autoplástico, que toma la forma del ambiente. No es un comportamiento aloplástico, generado desde un cierto saber propio haciendo gala de lo Neocortical, de un cierto aprendizaje que permite arrancar, zafar. Sin quedar “pegado” al ambiente, tomando una forma propia, distinta, menos nociva. Dicho en términos de Pichon Riviere, que usó mucho de esta terminología, en la Inhibición laboritiana hay una Adaptación Pasiva a la Realidad.

 

Vuelvo a Pichon. Y también al tema de la inhibición motriz. Cuando uno está frente a un peligro suele ser bueno “hacerse el muerto”, quedar inmóvil. De este modo, cuenta Pichon, aprendió a defenderse de las fieras en el Chaco de su infancia. Si uno se queda quieto, el animal feroz se calma. Lo peor que uno puede hacer frente a un perro bravo es correr desesperado. En esa acción, en ese quedarse quieto, tenemos lo contrario a la Inhibición. Hay una idea, que también es una Acción.

 

No es bueno pensar la Acción, sobre todo en el humano, como mero movimiento. Ciertas ideas, como las de la tendencia al acting, muy en boga cuando el kleinismo era la primera dama del psicoanálisis, hicieron que se opusiera tontamente “palabra a acción”. Cuando las palabras también son acciones. Quedarse quieto, como en el caso de enfrentar a un perro bravo, supone “palabras y acciones”. De hecho, para la mejor Neurología, estar quieto es una acción motriz.

 

La Neurofisiología de Laborit es una neurofisiología de la Acción. Pero como Acción transformadora, como procesamiento de la información. Como cambio y creación. Como algo distinto. Como una Psicología donde la función está al servicio de seguir viviendo de la mejor manera posible. La Inhibición, en cambio, es letal. Conlleva menos cualidad, es más cantidad, mera descarga, menos diferencia. Justamente, la diferencia, lo distinto, es una propiedad central de la función psicológica.

 

 

 

 

 

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