Tesis Doctoral / Roberto C. Frenquelli / "Conociendo al enemigo oculto" / (III)
El debate sobre el stress.
¿Es el stress algo vinculado al suceder del vivir?
“Se sabe desde hace mucho tiempo que cuando se secretan glucocorticoides se inhibe, en un “feedback” negativo, la secreción de ACTH y que también se inhibe la secreción de CRF... De este sistema ya hablaba yo hace veinte años con Selye, un viejo amigo que acaba de morir y que nunca comprendió del todo lo que esto representaba. Me decía: ‘la cibernética es algo que nosotros los endocrinólogos conocemos hace mucho, se conocen la regulación y la contrarregulación’. Y yo digo que saber todo eso no sirve para nada. Lo importante es saber por qué se pone en movimiento ese sistema. Debe haber algo exterior que dé las órdenes a este sistema regulado”.
Henry Laborit, conferencia en Buenos Aires, 1983
La noción de stress ocupa actualmente un significativo espacio en el campo del pensamiento médico. Desde Bernard, pasando por Cannon, hasta Selye, podemos ir encontrando jalones de importantes desarrollos en la comprensión de los mecanismos fisiológicos implicados en la respuesta comportamental humana. Tal vez Laborit ha sido quien mejor ha logrado sintetizar todo esto en su fantástico libro “La inhibición de la acción”. En esta obra, la noción de stress aparece claramente unida al hombre. Al hombre en situación.
Lejos de una mera respuesta, de un más o menos simple mecanismo, el stress es inmanente en el nivel psicofisiológico, a nada menos que la representación del conflicto entre una instintividad, afanosamente adherida a ciertos trazos de memoria facilitados, pugnando por expresarse ante la interdicción de la sociocultura.
El nivel fisiológico, incluyendo desde luego las variaciones dadas en llamar patológicas, se adscribe al desempeño de la función. Y la función no es otra cosa que el medio para el logro de un fin. La pregunta por la noción de finalidad de los seres vivos nos hace ingresar a ese incómodo dominio donde surgen los fantasmas que rodean a lo teleológico, con su inquietante matiz creacionista.
La noción de teleonomía ha venido a disipar, con cierta elegancia, estos nubarrones. Es la idea de que lo viviente supone un proyecto que se construye a si mismo, patentizado en la estructura material con su particular puesta en forma (lo que Laborit ha llamado información estructura). Proyecto que se consustancia con la noción de autonomía, que lejos de abrevar en la etérea imagen de la libertad, supone la capacidad de producirse a si mismo. Pero con una estricta dependencia de tipo carácter termodinámico e informacional con el medio: lo que se define en la noción moriniana de autoecoorganización. Lo viviente reclama mientras expresa en el operar de su proyecto esa finalidad: seguir siendo. Donde la vida se encastra en sí misma: inmanencia antes que trascendencia. 1
Es por eso que la noción de stress, dentro del dominio fisiológico donde se mueve, no puede ser asociada a ninguna otra condición que a la de la expresión del mismo suceder del vivir. Ya lo ha dicho quien acuño el propio término, Selye: “más se vive, más stress; más stress, menos se vive”.
Entender el stress como mera respuesta ante cierto tipo de estímulos, en un modelo mecanicista lineal, es solamente posible en las exposiciones didácticas de los manuales de iniciados. Por ello resultan prometedores los enfoques interdisciplinares que se alzan, ya vigorosos, en el horizonte investigativo. Sin embargo, dentro del pensamiento médico corriente, el stress parece decididamente asociado a vagas nociones de “dificultades”, “nerviosismo”, “cuestiones de la vida moderna” y otras expresiones que dejan clara idea de una cierta incapacidad para definirlo con mayor ajuste. Que lo achatan al punto de dejarlo en un mismo nivel que el consumo de sal, el aumento de peso o cualquier otro aspecto de los llamados “factores de riesgo”.
337- MCUEo9: Y porque se encontró hipertenso en la residencia... (se ríe)... digamos medio en la locura de una residencia. Entonces, dijeron “bueno, esperá, dieta, hacé un poco de ejercicio”, digamos que él fue, buscó su médico de cabecera, eh, y bueno, entonces...
338- Eor: Y lo trató digamos.
339- MCUEo9: Claro, creo que la indicación fue actividad física, menos stress y dormir mejor...
La indicación relativa al stress parece del mismo corte que la de cualquier otra prescripción. Más de lo “indicado”, como acto simple donde se imparte una directiva, una suerte de flecha señalizadora del tránsito vital; la inclusión del stress, como categoría, aparece en el mismo nivel que la de la actividad física o la del dormir.
272- MGeEo5: Y está este tema, siempre entre el de lo, digamos, psicológico.
273- Eor: ¿En qué sentido?
274- MGeEo5: Y de, de alguna situación de stress familiar, algún problema...
Es notable la vaguedad de la terminología empleada. Sobre todo si uno compara estos dichos con otros, referidos a distintas cuestiones médicas, que surgen en las entrevistas. La escasez de precisión no es bien vista entre los profesionales; pero en este tema, curiosamente, parece no resultar trascendente.
132- MGeEo5: ...los libros dicen que sí, que no. Eh, pero se ve mucho, se ve mucho, eh, por ahí, registros tensionales altos cuando tiene una situación de stress...
“Los libros dicen que sí, que no”. Este médico, un joven generalista que entrevisté en su consultorio de una las más populosas villas de emergencia de la ciudad, nos entrega este lapsus como testimonio de su frescura y honestidad. El stress, vagamente relacionado en la literatura médica corriente con los aspectos psicológicos, no aparece como “causa” de la hipertensión. Su experiencia le va indicando la importancia de la temática, entonces aparece el fallido. Como expresión transaccional entre lo que sus percepciones, no sin un cierta incomodidad propia de las egodistonías que la experiencia de su práctica le va entregando, y las normatividades que le fueron impuestas desde una formación de corte reduccionista biologista.
66- MCaEo10: Yo lo veo así. Esté, yo incluso en el momento actual, en la vorágine en la cual estamos metidos, los cardiólogos y los clínicos trabajamos mucho en hipertensión porque es una patología que salta mucho tras, eh, el stress, eh, psíquico en el cual vivimos todos.
(...)
72- MCaEo10: Hay un... (hace una pausa)... hay una teoría, eh, yo he hablado con psicólogos sobre el tema...
(...)
74- MCaEo10: ... y uno de ellos me dijo que hay una teoría psicológica del inicio de la hipertensión.
(...)
76- MCaEo10: ¿Eh? El aumento del stress hace que se desencadene o que se acelere, porque otra de las cosas que yo por ahí veo es mucho la, el antecedente familiar...
(...)
200- MCaEo10: La primera cuando me tomé eso llamé a la enfermera, que me tomó y tenía la misma presión y, bueno, eh, obviamente que uno trata de solucionar sus problemas, eh, y hago, trato de hacer una vida más o menos higiénica, o sea, cuando tengo oportunidad hago un poco de deporte, trato de no tener demasiados problemas, trato de tener una vida más o menos estable, trato de bajar de peso, o sea, estoy demasiado excedido y cuando me tomo la presión, tengo un aparatito electrónico que me regaló un laboratorio, me tomo, pero mi, mi órgano blanco de reacción es la hipertensión ante un problema, así que cuando me noto stressado me tomo frecuentemente la presión.
Este cardiólogo de edad y posicionamiento profesional intermedio, que se desempeña en el nivel universitario y privado, trae diversas referencias a lo que entiende como stress. Claramente asociadas a su vida, a modo de un indicador que se mueve en su horizonte comprensivo. Para él, el stress está muy ligado a la hipertensión. Pero como en general todos los entrevistados lo que no puede decir es que cuando habla de stress habla de conflicto psíquico.
La palabra técnica, stress, se presta para la sustitución, deformada y deformante. Deformada, pues stress no representa una noción del dominio psíquico, aunque pueda tener incidencias en dicho nivel. Deformante, pues sustituye a otra de un nivel categorial, por ende comprensivo, diferente: la idea del malestar que el conflicto representa. Una cosificación, suerte de reificación de una situación vital, que se pretende llevar a una especie de variación exagerada de una respuesta, que podría modularse como quien voluntariamente regula el nivel de temperatura de un calentador automático de agua.
Es así como increíblemente se retira del campo de la comprensión fisiopatológica a las situaciones emocionales, reflejo omnipresente del conflicto, entre el sujeto y la cultura. Es que la noción de enfermedad, con todas sus implicancias normativas, dentro del paradigma médico imperante, tiende a la exclusión de lo histórico social. Así la noción de stress circula en la vaguedad de las expresiones tanto de los investigadores como la de los médicos prácticos. Y eso debe trasladarse al encuentro con el paciente, al problema de la adhesión.
He utilizado en distintos tramos el término conflicto. Lo he usado con una amplitud generosa. Entrar en su teorización, tanto en sí mismo, como en lo específico de la hipertensión, exigiría plantearse otro u otros trabajos de tesis. No es el caso. Solo agregare, y siempre en relación a la perspectiva psicofisiológica que aquí intento, que la capacidad asociativa que el capital cortical del cerebro humano supone, puede facilitar la salida del encierro en que a veces el hipertenso se precipita. Pero también la de su par y compañero de empresa: el médico. Ambos enfrentan una tarea, la del tratamiento; ambos pueden acceder a la expansión de sus redes de significación, a la expansión de sus capitales de sentido. Las que pueden llevar la condición de la llamada enfermedad a un suceder del vivir, que al elevarse por sobre las estereotipias socialmente adquiridas, les permita ingresar a otros espacios, a la vez que más ricos, más amplios y favorables para ellos como sujetos. Donde el conflicto se transforme en oportunidad de transformación activa de la realidad.
1 Ha sido Colin S. Pittendrigh, en “Adaptation, Natural Selection ande Behavior”, el primer autor que usó el término teleonomía, lo mismo que el adjetivo teleonómico. Su intención parece haber sido intentar oponerse al criterio teleológico que supone un principio causal eficiente para entender a los sistemas dirigidos hacia un fin. La noción de finalidad, liberada de connotaciones de “santificación”, queda adscripta al proyecto inmanente a la organización y estructura del mismo sistema. (Ferrater Mora, 1994)
La noción de autoorganización concurre a este pensamiento. En tanto dichas estructura y organización dependerían de la propia legalidad interna de cada sistema, sin divorcio del exterior, claro está, en tanto sistemas abiertos en lo termodinámico e informacional. De allí la expresión de Edgar Morin, autoecoorganización. (Morin, 1991)
Para Laborit, en consonancia con lo antes sucintamente desarrollado, la finalidad de lo viviente es el mantenimiento de lo que llama información estructura. Entendiendo por tal la particular manera de conexión de la materia puesta en forma; en otros términos, el mantenimiento de su identidad, donde lo morfológico es expresión indistinguible de la función, a modo de la antigua concepción de forma e idea, de materia y espíritu si se quiere. La finalidad de lo viviente, ahora asentada en ese propio proyecto autoecoorganizado, es “seguir siendo”. (Laborit, 1981)
En este sentido, la noción de stress no puede trascender de los límites de una compleja cuestión que, absolutamente inespecífica, debe adscribirse exclusivamente al dominio de lo fisiológico. Que debe entenderse siempre inmerso en el mucho más vasto círculo del hombre puesto en situación. Es decir, del hombre con los otros hombres. Es precisamente en ese contexto donde el llamado “stress patológico”, crónico, como instancia donde el ser vivo no encuentra la salida imaginaria ante las presiones del medio, ejerce su efectos antieconómicos.
La cosificación del término stress conlleva la pretensión de lo ideológico, en tanto operación no científica, que aleja al sujeto, reduciéndolo a la mera expresión de una palabra que, vaciada de contenido, le deniega el acceso a la trama de las significaciones sociales enajenándolo. El “estoy stressado...”, como frecuentemente nos dicen, resulta un exutorio por donde drena, inútilmente, una queja que a la vez que paraliza condena a la insignificancia. (Frenquelli, 2000) La jerga fisicalista, tan extendida en lenguaje ordinario de hoy, nos exime de mayores comentarios: escuchamos sobre estar “colgado”, “tildado”, “enchufado”, “maquinado”, etc..
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