La Neuropsicología Profunda como nexo entre la Neuropsicología “clásica” y la Psicología del Desarrollo / Frenquelli - Peirano
Paul Broca
La Neuropsicología Profunda como nexo entre la Neuropsicología “clásica” y la Psicología del Desarrollo
Prof. Tit. Roberto C. Frenquelli
Prof. Adj. Laura Peirano
Proyecto PSI 276
Facultad de Psicología, UNR
Resumen:
El concepto de “Neuropsicología profunda”, basado en los ingentes desarrollos de la convergencia entre Neurociencias, Psicoanálisis y Cognitivismo permite entender a los conceptos clásicos vinculados a los Procesos Psicológicos Básicos como componentes ineludibles en la constitución del psiquismo, siempre asentados en su base material, enlazados con los principios fundantes de la Psicología del Desarrollo. Desarrollo entendido como devenir donde queda espacio para lo humano singular, sin caer en mera secuencia esperable. Donde la relación, después el vínculo, resultan la categoría fundamental de lo viviente. Donde la multiplicidad de los determinismos, junto al azar, invitan a obviar la operación reduccionista mortífera de intentar reducir la Psicología a la Psicología. Donde se busca establecer una Bio – Lógica, es decir, una Lógica de lo Viviente. Lógica paradojal, donde cuerpo y mente, individuo y sociedad, natural y cultural, vida y muerte, encuentran constantemente variados puntos de unión y disyunción. Ensamble interdisciplinar, con su método y clínica definida, que afonasamente busca su lugar en las problemáticas actuales en Salud y Educación, con un fuerte sesgo de validación distintiva y superadora en la producción del conocimiento transformador.
Palabras claves:
Neuropsicología profunda – Neuropsicología – Psicología del Desarrollo
Area temática:
Problemáticas actuales en Salud Mental
Desarrollo:
Solemos pensar lo clásico como aquello que no pasa de moda. Aquello que persiste, por su sobriedad, su utilidad, su justeza y, por qué no tenerlo en cuenta, su elegancia. Cuatro condiciones sumamente deseables. Sin embargo, en su acepción más ordinaria, menos rigurosa y tal vez algo improcedente, lo clásico suele asociarse con aquello que resulta relativamente conservador, desconectado de lo actual, un tanto vetusto y, en algunos casos ridículamente aparatoso. Mucho más en medio de esa arrolladora sensación que nos toma cuando nos exponemos al bombardeo mediático, portador de un extraño concentrado de opiniones que surgen desde centros casi invisibles, que imponen condiciones, formas de pensar. Casi como el color de los vestidos, casi como el ancho de los pantalones, la moda no queda exclusivamente confinada a los figurines lustrosos.
Se sabe, en nuestro quehacer académico hay modas. Se sabe, nuestra Facultad fue durante mucho tiempo rigurosamente kleiniana; era cosa sabida que por calle Entre Ríos volaban los pechos malos y los pechos buenos, las proyecciones, los actings outs y demás ansiedades del momento. Después ha sido predominantemente lacaniana; es cosa sabida que por La Siberia navegamos entre el otro con y sin mayúsculas, de la inexistencia de las relaciones sexuales, del sinthome y otras vicisitudes anudadas. Eso si, la moda también alcanza a lo no expresado: nuestra Facultad casi nunca ha sido freudiana. Freud à la lettre casi no ha tenido su turno. Pero esto es otro tema.
También hay formas más rigurosas que consideran las modas. Es cuando recordamos a los semiólogos, tan sagaces, tan forjadores de pensamiento, tan agudos. Esos que nos ayudan a discriminar, a darnos cuenta acerca de las tendencias que siempre muestran lo distinto junto a lo permanente. A lo que cambia mientras algo permanece estático. Es cuando recordamos a los filósofos, tan afanosos, que nos muestran como se suceden los paradigmas como caleidoscópico modo de alternar las aristas, que como atalayas, nos permiten divisar de distintos modos los fenómenos del humano acontecer. Humano acontecer que envuelve todo lo existente. Al menos todo lo que podemos entender como Realidad, entendida como trama de significaciones compartidas. De hecho, inexorablemente, contradictoria y cambiante.
Capricho de la cultura bajo los sistemas de dominación o fatal interjuego de las mentes plasmadas en la construcción colectiva; dictum casi vergonzoso o muestra de las fluctuaciones del pensamiento en su mejor expresión, las modas han hecho estragos de tanto en tanto. Muchas cabezas han rodado tras los desfiles que varían desde las beldades en las escalinatas de Piazza Spagna hasta los misiles de la Plaza Roja o los convoyes de la Séptima Flota.
La moda es cosa seria. La moda como paradigma, como manera de pensar y decidir tiene mucho que ver nuestra cotidianeidad. Con los objetivos por los que tenemos. Con la suerte que corremos. La moda, vista desde esta perspectiva, suele armar un yugo extorsionador. No es mero divertimento. Es que esto describo posiblemente resulta inevitable.
No hay manera de sustraerse al zeitgeist, entendiendo por esto el espíritu de los tiempos. Aunque esta palabra nos quede un poco grande para las muy modestas conversaciones de nuestro pago, no tan extenso ni tan intenso. Pero bueno, pensemos en nuestro clima cultural en sentido amplio.
Dos cabezas que rodaron que rodaron por nuestra mucho menos elegante Place de la Concorde, nuestra cotidiana Facultad, plagada de esos carteles dentados con pequeños números de teléfono que se ofrecen para “clases particulares” que anuncian candorosamente “…no pierdas tiempo estudiando las Biológicas!”, han sido Procesos Psicológicos Básicos y Psicología del Desarrollo. Después de un cierto aspaviento, pocos ciudadanos asistieron a sus ejecuciones en el símil de la máquina que tanto promocionó Joseph Ignace Guillotin. Sucede que no se trataba de la punición de personajes como Melanie Klein, casi una María Antonieta de nuestra pequeña historia; ajusticiada junto a otros traidores nacidos en la puja entre nuestros símiles de los girondinos y jacobinos: Bleger, Liberman o el mismo Pichon Rivière. Hubo muchos más. No hace falta mencionarlos.
Procesos Básicos, denominación actual de la antigua materia Psicología General, que dictaba el noble Profesor Tramontin; Psicología del Desarrollo, como se llamaba en aquella época de fragores de cambio Psicología Evolutiva. Demasiado olor a Biología: evolución, desarrollo, psicología. Tres palabras que han ido quedando sin mayúsculas.
Palabras. Se sabe, las palabras son tramposas. Mejor dicho, los hablantes somos tramposos. Pues Desarrollo no es mecanicismo lineal. Desarrollo es discontinuidad también. Pues Evolución no es catecismo, todo lo contrario es fijación de los pies a la tierra, tanto como para no caer en el creacionismo divino. Evolución, desarrollo, psicología no merecen tanto mal trato, tanta sospecha.
La polisemia del Lenguaje, máxime sometido a los claroscuros de la sintáctica y la pragmática no implican necesariamente una desventaja. Al contrario. Son lo que hacen por momentos más divertida la vida. Aclarando que hablamos de diversión como diversidad. Pero ojo, no todo se trata de retruécanos, chistecitos intrascendentes y caídas vacías en sonidos con formato inteligentoso. El sentido de lo auténtico surge del diálogo que permite la concordancia, lejos de la coherencia formal. La verdad como concordancia implica la correspondencia entre un objeto y su descripción, donde la mente puede acceder por la observación al conocer válido. En cambio, la verdad como coherencia, signada por el idealismo y la hermenéutica, hacen que los hechos se entiendan como constituídos por teorías autosuficientes. En el primer caso, el lenguaje refleja hechos extralinguíticos; en el segundo se constituye en realidad lingüística autónoma.
Como siempre decimos, siguiendo a Konrad Lorenz, conviene avisar de qué animal hablamos cuando hablamos de animales. Como siempre decimos, siguiendo a Sigmund Freud, ha sido la Teoría de la Evolución uno de los grandes ultrajes a la vanidad de los hombres.
Vanidad que subida al corcel de un lenguaje que aparentemente todo lo puede, aquel que toma, más o menos torpemente a la palabra como creación, termina por despegar a lo humano singular de lo terrenal. El determinismo lingüístico sustituye al determinismo psíquico. Psicología ya no es palabra para mayúsculas. Entonces atención, sensopercepción, memoria, también emoción, son palabras de la “vieja y aburrida Psicología General”, desposeída de la gracia de la moda. Lejos de lo “profundo”.
Lo “profundo”. Otra palabra que se las trae. Qué cosa es lo profundo? Para nuestro vuelo de cabotaje lo profundo ha sido Melanie Klein antes, Jacques Lacan después. Existieron materias que llevaban este adjetivo: las Psicologías Profundas, de la mano de Freud, que pensó al Psicoanálisis como “Psicología de las profundidades”. No se trata de que no lo hayan sido, que hoy y siempre lo sean. Pero el afán de la moda, en su peor versión, se llevó por delante a la Psicología de los Procesos Básicos y del Desarrollo.
Si por profundo se entiende lo explicativo conceptual, aquello que sale de la mera superficie de los fenómenos que estudiamos, del color y la textura por si mismos, podemos pensar que estas exclusiones, con relativo confinamiento a las materias del área biológica – configurando una especie de ghetto – no tuvo fuertes determinantes que se compadezcan del rigor académico. Se sale de lo “superficial” para ir hacia lo “profundo” en forma recursiva, volviendo sobre la epidermis que ya no es simple revestimiento. Es el momento de la Clínica, esa dama soberana. La Clínica, que viene del griego klinos, como relativo al lecho, a la posición inclinada sobre el doliente, es un acto vincular por antonomasia, donde se establecen un conjunto de relaciones que aportan sentido, abren una semiosis particular, fuertemente cargada de humanidad. La Clínica, no ya la decimonónica, la clínica a secas, la del hombre primitivo frente a la enormidad sorprendente de los fenómenos del mundo que iba abriendo ante sus ojos, es la que llevó a la indagación y la experiencia convergiendo en la única pregunta, inicial y final: qué es el hombre? Pregunta no menos gastada y no menos central. Todo nuestro quehacer gira en torno a lo antropológico.
Ha sido la Neurología la rama del saber que se ocupó intensamente de los Procesos Básicos. No en vano Freud es creador del término Agnosia. Por eso también escribió sobre Afasias. Se dirá con justicia que ese fue el derrotero del Psicoanálisis, su gran invento. Pero porqué negar sus inicios? Se trata de un nuevo empuje en pro de sancionar que todo origen tiene su anclaje en el mito? No hay lugar para mito y razón? Es que Freud, tal como decía un distinguido profesor cuando tropezaba con algún párrafo donde se refiere sus esperanzas en la bioquímica: “aquí, cuando se mete con la Biología, el viejo estaba loco”.
Fue precisamente un antropólogo, “disfrazado” de Médico, que persiguió durante años a “Monsieur Tan”, quien logró determinar porqué un hombre es capaz de ordenar fonológica y sintácticamente una palabra. Broca, presentó su trabajo seminal « Perte de la parole, ramollissement chronique et destruction partielle du lobe antérieur gauche », en la Sociedad Antropológica de París en 1861. En aquel entonces no había Psicólogos. Pero había gente que estudiaba el comportamiento en el mayor nivel de integración. Es decir, lo mismo construían la Psicología. Incluyendo, claro está, la Psicología de las profundidades. La funcionalidad de la tercera circunvolución frontal izquierda tiene que ver con la impulsión a hablar, a comunicarse al tiempo que se va configurando un orden ante el caos sensorial que supone nuestra llegada al mundo. Un mundo que se cargará de significaciones venidas del ida y vuelta con los otros, en pos de la humanización y el ingreso a la Cultura. Broca y sus estudios sobre las afasias son un pequeño ejemplo. Pequeño no por escaso, sino por ser uno entre tantos.
El mismo Freud, desde sus estudios como Neurólogo, habiendo pasado por su estancia en Triestre – siendo estudiante – para interiorizarse en la Embriología, posteriormente en la Histología, la naciente Farmacología y, fundamentalmente la Clínica Neurológica asentada firmemente en la Anatomía y la Fisiología, no dejó reconocer nunca la Biología. Desde sus primeros escritos, pasando por el “Proyecto…” hasta el final de su vida, como en el caso del “Esquema”. Solo es necesario leer su letra. Sabemos que esto es idealmente imposible. Pero no nos refugiemos en la indeterminación tontuela de que no es posible hacerle decir al texto todo lo que puede sobre él mismo. No caigamos en el facilismo ametódico que las “relecturas” que no son otra cosa que la falta de paciencia combinada con potentes dosis de narcisismo. Uno puede partir desde un texto. Y llegar vaya a saber dónde. Pero no es conveniente confundir milonga con velocidad. No es posible decir dos palabras de un autor para empezar después con otra musiquita aprendida. Para colmo muchas veces, dramáticamente, mal aprendida.
Hemos hablado de la impulsión a hablar. A comunicar. Hablamos de lazo, vínculo. Y allí estamos a un paso de la Neuropsicología Profunda como nexo entre la Neuropsicología Clásica con la Psicología del Desarrollo. El concepto eje es el de Intersubjetividad, basado en las Filosofía de Husserl y sus seguidores, como Heidegger y Merleau Ponty; en la Fisiología del Sistema Nervioso, donde se destacan las modernas investigaciones de Rizzolatti sobre Neuronas Espejo; de la investigación empírica como en los estudios de Wallon sobre lo especular, o los que toman el ritmo, la intensidad afectiva y la forma de la sintonía relacional de Trevarthen, Stern o Meltzoff, quienes desembocan en el rol de la Intersubjetividad Primaria, anterior al lenguaje; en el propio Psicoanálisis, que desde Freud llegan a autores como Storolow, Atwood, Odgen y otros, poniendo el énfasis en el análisis del diálogo analítico y sus bases. Como es el caso de los estudios de las canciones de cuna, tal como ha investigado la Escuela Uruguaya de Psicoanálisis donde Ricardo Bernardi es su figura principal.
Es donde el estudio de los Procesos Básicos encuentra su hilo conductor, poniéndolos en la pista de la noción de finalidad, adscripta a la Fisiología. La finalidad de lo viviente no es otra cosa que el mantenimiento de la identidad a lo largo del tiempo. Identidad que supone, desde ya en el animal humano, la propiedad del cambio y la creación. Otra expresión que no por menos gastada, siempre tiene su grano de verdad, su grano de fértil posibilidad de lo Subjetivo. Siempre decimos, vivimos en y para la Intersubjetividad. Suelo de lo Subjetivo insito en un Psiquismo Extenso. Cuerpo el latido de apremios, Intersubjetividad como anhelo siempre presente, Mente como registro representacional plásticamente armado. Cuerpo, Mente, Intersubjetividad; conjunto de la Lógica de lo Viviente.
Es donde el estudio del Instinto y sus ulteriores transformaciones en el hombre, llámese Pulsión o como sea, hacen de este concepto otro eje que no puede quedar sin un estudio lo más abarcativo posible, respetuoso de una visión como la hoy denominada de la Complejidad. Es posible pensar un instinto que no sea de vida?
La Complejidad, dicho sea de paso, es también una cierta moda. Verdaderamente está de moda. Como suele suceder bastante a menudo, si uno la menciona en las primeras cincuenta palabras de una presentación corre el riesgo de estar démodé. Así es de simple la moda en su versión empobrecida. Se sabe, la Realidad siempre ha sido compleja. Complejo no es confuso ni complicado. Es Complejo por la trama múltiple de sus determinaciones. Complejo es el Psicoanálisis desde su fundador, que no tuvo hesitaciones a la hora de pedirle prestado a cada cosa que encontró en su camino para adherirse al zeitgeist naciente en aquella Viena Imperial de una Europa Central candente. Esa que después llegaría a los horrores de la Gran Guerra, mostrando como la instintividad se puede precipitar en la muerte. Muerte como cortocircuito de la vida, como tramitación torpe de nuestro desvalimiento constitucional.
Es allí donde nosotros nos posicionamos. En la idea de que las modas, desde sus versiones más chatas a las más distinguidas, deben ceder al estudio riguroso, respetuoso y considerado por diferentes saberes. Lejos del espejismo verbalista creacionista, munidos de la idea de que la Psicología se ampliará cada vez que se permita alejarse de ella misma, para después volver a su ámbito propio fortalecida por los aires renovadores de otros paisajes.
La Neuropsicología “clásica”, la de Leipmann y sus prolijas descripciones de las Apraxias, la de Luria con su clínica lujosa como asombroso remate de la labor de la Escuela Rusa, la de Ajurriaguerra con su camino de múltiples puntas llegando a la psicología infantil, es sobria, sutil, útil y elegante. Tal como decimos de lo clásico. Allí está para quien quiera servirse de ella para poder acceder al campo del quehacer que marcan las incumbencias de nuestra Carrera. Tanto en Salud como en Educación, o en cualquier otro campo laboral. Ofrece los ladrillos básicos para el andamiaje intersubjetivo, al calor de la Teoría de los Instintos, fuente motivacional impostergable a la hora de revisar el conflicto entre el Ser Vivo y el Ambiente.
Y si del infante humano hablamos de los vaivenes de su Crianza, de las puertas abiertas a los caminos del Desarrollo. Donde inexorablemente aparecerá el conflicto, la Angustia Humana, motor de la existencia. Sobre sus vicisitudes se construye el Desarrollo. Visto desde la perspectiva diacrónica, donde la discontinuidad que implica el despegue de la realidad inaprensible, con ruptura del tiempo cronológico, se abre el paso en los casos más afortunados a la fantasía. Donde la brutalidad de la desesperanza e indefensión se cambia por el acceso al Edipo y la Cultura. Advendrá el niño, el adolescente, el adulto, el viejo. Atravesados, como por transparencia de un padre que lleva a su hijo de la mano. Por los senderos de la vida, que a esta altura ya no puede pensarse sin la muerte. Sin el proyecto vital.
Siempre diremos, junto a Laborit, “…cómo puede es posible estudiar el entorno sin estudiar lo entornado? Cómo es posible dejar de lado en el conjunto reticularmente entretejido, al cerebro humano y sus rendimientos preprogramados, a la espera del ensamble con los otros? La Psicología contemporánea ha seguido adelante, lozana y trabajadora. Nosotros parecemos seguir mirando hacia otro lado, el de nuestros ombligos, ensimismados. Ombligo que no es precisamente “el del sueño”, con su choque ante lo inasequible, lo desconocido.
Justo es reconocer con todo vigor que las hoy llamadas Neurociencias, muchas veces asociadas al Cognitivismo en sus diferentes acepciones, no se sustraen de las modas y otras imposiciones socioculturales de la peor calaña. Allí tenemos en nuestra ciudad la oferta desembozada de servicios “neurocognitivistas” prestos a generar un gigantesco target comercial. Las demencias, las psicosis, las patologías del infante, las adicciones, todas la patologías, podrían llegar a estar abarcadas por los “avances” que supuestamente provienen de este terreno. Avances entre comillas en tanto son habitualmente de sesgo reduccionista biologista, adormecedor del pensamiento crítico.
El complejo médico industrial es ciertamente una especie de organización genocida de los sistemas de Salud. Pero no es el caso, sobre todo en el ámbito académico, de arrojar el agua sucia junto al bebé. Las Neurociencias, el Cognitivismo en la esfera de la investigación básica, lo mismo que la Teoría de los Sistemas, deben tener su lugar. En fecundación mutua con otras disciplinas.
El espíritu de los tiempos puede amordazar al Sujeto. Tanto, que casi lo aniquila. Una lucha se da en torno a esta paradoja. El choque de la instintividad con la interdicción cultural nos precipita a esta insolubilia. La moda, los paradigmas, ya lo hemos dicho, moldean nuestro aparato de pensar. Inevitablemente. Es menester luchar contra esto a fines de ampliar nuestras semiosis, expandiéndolas. Este es el lugar de los Docentes Universitarios. Este es el lugar de la Neuropsicología profunda. Como un ensamble de lo antiguo y lo novedoso, de las Ciencias Naturales y las Ciencias Sociales. Para eso es preciso abandonar la Psicología de la Propaganda, esa mortífera ilusión mezcla de la peor ignorancia y cierta perversidad bien centrada en el capital y una tan errónea como obstinada defensa del territorio.
Difícil camino. La oportunidad es nuestra. El “affaire Coneau” puede ser una oportunidad para intentarlo. Hace ya treinta años que vivimos en esta casa de estudios una fuerte escisión, donde hay “supuestos psicoanalistas” y “supuestos positivistas”. Podría ser hora de asumir nuestra responsabilidad social con valentía y honestidad intelectual. Donde el Desarrollo se identifique con el Devenir. Con lo mejor de lo Humano y sus dispositivos elementales para Conocer.
La Neuropsicología Profunda como nexo entre la Neuropsicología “clásica” y la Psicología del Desarrollo
Prof. Tit. Roberto C. Frenquelli
Prof. Adj. Laura Peirano
Proyecto PSI 276
Facultad de Psicología, UNR
Resumen:
El concepto de “Neuropsicología profunda”, basado en los ingentes desarrollos de la convergencia entre Neurociencias, Psicoanálisis y Cognitivismo permite entender a los conceptos clásicos vinculados a los Procesos Psicológicos Básicos como componentes ineludibles en la constitución del psiquismo, siempre asentados en su base material, enlazados con los principios fundantes de la Psicología del Desarrollo. Desarrollo entendido como devenir donde queda espacio para lo humano singular, sin caer en mera secuencia esperable. Donde la relación, después el vínculo, resultan la categoría fundamental de lo viviente. Donde la multiplicidad de los determinismos, junto al azar, invitan a obviar la operación reduccionista mortífera de intentar reducir la Psicología a la Psicología. Donde se busca establecer una Bio – Lógica, es decir, una Lógica de lo Viviente. Lógica paradojal, donde cuerpo y mente, individuo y sociedad, natural y cultural, vida y muerte, encuentran constantemente variados puntos de unión y disyunción. Ensamble interdisciplinar, con su método y clínica definida, que afonasamente busca su lugar en las problemáticas actuales en Salud y Educación, con un fuerte sesgo de validación distintiva y superadora en la producción del conocimiento transformador.
Palabras claves:
Neuropsicología profunda – Neuropsicología – Psicología del Desarrollo
Area temática:
Problemáticas actuales en Salud Mental
Desarrollo:
Solemos pensar lo clásico como aquello que no pasa de moda. Aquello que persiste, por su sobriedad, su utilidad, su justeza y, por qué no tenerlo en cuenta, su elegancia. Cuatro condiciones sumamente deseables. Sin embargo, en su acepción más ordinaria, menos rigurosa y tal vez algo improcedente, lo clásico suele asociarse con aquello que resulta relativamente conservador, desconectado de lo actual, un tanto vetusto y, en algunos casos ridículamente aparatoso. Mucho más en medio de esa arrolladora sensación que nos toma cuando nos exponemos al bombardeo mediático, portador de un extraño concentrado de opiniones que surgen desde centros casi invisibles, que imponen condiciones, formas de pensar. Casi como el color de los vestidos, casi como el ancho de los pantalones, la moda no queda exclusivamente confinada a los figurines lustrosos.
Se sabe, en nuestro quehacer académico hay modas. Se sabe, nuestra Facultad fue durante mucho tiempo rigurosamente kleiniana; era cosa sabida que por calle Entre Ríos volaban los pechos malos y los pechos buenos, las proyecciones, los actings outs y demás ansiedades del momento. Después ha sido predominantemente lacaniana; es cosa sabida que por La Siberia navegamos entre el otro con y sin mayúsculas, de la inexistencia de las relaciones sexuales, del sinthome y otras vicisitudes anudadas. Eso si, la moda también alcanza a lo no expresado: nuestra Facultad casi nunca ha sido freudiana. Freud à la lettre casi no ha tenido su turno. Pero esto es otro tema.
También hay formas más rigurosas que consideran las modas. Es cuando recordamos a los semiólogos, tan sagaces, tan forjadores de pensamiento, tan agudos. Esos que nos ayudan a discriminar, a darnos cuenta acerca de las tendencias que siempre muestran lo distinto junto a lo permanente. A lo que cambia mientras algo permanece estático. Es cuando recordamos a los filósofos, tan afanosos, que nos muestran como se suceden los paradigmas como caleidoscópico modo de alternar las aristas, que como atalayas, nos permiten divisar de distintos modos los fenómenos del humano acontecer. Humano acontecer que envuelve todo lo existente. Al menos todo lo que podemos entender como Realidad, entendida como trama de significaciones compartidas. De hecho, inexorablemente, contradictoria y cambiante.
Capricho de la cultura bajo los sistemas de dominación o fatal interjuego de las mentes plasmadas en la construcción colectiva; dictum casi vergonzoso o muestra de las fluctuaciones del pensamiento en su mejor expresión, las modas han hecho estragos de tanto en tanto. Muchas cabezas han rodado tras los desfiles que varían desde las beldades en las escalinatas de Piazza Spagna hasta los misiles de la Plaza Roja o los convoyes de la Séptima Flota.
La moda es cosa seria. La moda como paradigma, como manera de pensar y decidir tiene mucho que ver nuestra cotidianeidad. Con los objetivos por los que tenemos. Con la suerte que corremos. La moda, vista desde esta perspectiva, suele armar un yugo extorsionador. No es mero divertimento. Es que esto describo posiblemente resulta inevitable.
No hay manera de sustraerse al zeitgeist, entendiendo por esto el espíritu de los tiempos. Aunque esta palabra nos quede un poco grande para las muy modestas conversaciones de nuestro pago, no tan extenso ni tan intenso. Pero bueno, pensemos en nuestro clima cultural en sentido amplio.
Dos cabezas que rodaron que rodaron por nuestra mucho menos elegante Place de la Concorde, nuestra cotidiana Facultad, plagada de esos carteles dentados con pequeños números de teléfono que se ofrecen para “clases particulares” que anuncian candorosamente “…no pierdas tiempo estudiando las Biológicas!”, han sido Procesos Psicológicos Básicos y Psicología del Desarrollo. Después de un cierto aspaviento, pocos ciudadanos asistieron a sus ejecuciones en el símil de la máquina que tanto promocionó Joseph Ignace Guillotin. Sucede que no se trataba de la punición de personajes como Melanie Klein, casi una María Antonieta de nuestra pequeña historia; ajusticiada junto a otros traidores nacidos en la puja entre nuestros símiles de los girondinos y jacobinos: Bleger, Liberman o el mismo Pichon Rivière. Hubo muchos más. No hace falta mencionarlos.
Procesos Básicos, denominación actual de la antigua materia Psicología General, que dictaba el noble Profesor Tramontin; Psicología del Desarrollo, como se llamaba en aquella época de fragores de cambio Psicología Evolutiva. Demasiado olor a Biología: evolución, desarrollo, psicología. Tres palabras que han ido quedando sin mayúsculas.
Palabras. Se sabe, las palabras son tramposas. Mejor dicho, los hablantes somos tramposos. Pues Desarrollo no es mecanicismo lineal. Desarrollo es discontinuidad también. Pues Evolución no es catecismo, todo lo contrario es fijación de los pies a la tierra, tanto como para no caer en el creacionismo divino. Evolución, desarrollo, psicología no merecen tanto mal trato, tanta sospecha.
La polisemia del Lenguaje, máxime sometido a los claroscuros de la sintáctica y la pragmática no implican necesariamente una desventaja. Al contrario. Son lo que hacen por momentos más divertida la vida. Aclarando que hablamos de diversión como diversidad. Pero ojo, no todo se trata de retruécanos, chistecitos intrascendentes y caídas vacías en sonidos con formato inteligentoso. El sentido de lo auténtico surge del diálogo que permite la concordancia, lejos de la coherencia formal. La verdad como concordancia implica la correspondencia entre un objeto y su descripción, donde la mente puede acceder por la observación al conocer válido. En cambio, la verdad como coherencia, signada por el idealismo y la hermenéutica, hacen que los hechos se entiendan como constituídos por teorías autosuficientes. En el primer caso, el lenguaje refleja hechos extralinguíticos; en el segundo se constituye en realidad lingüística autónoma.
Como siempre decimos, siguiendo a Konrad Lorenz, conviene avisar de qué animal hablamos cuando hablamos de animales. Como siempre decimos, siguiendo a Sigmund Freud, ha sido la Teoría de la Evolución uno de los grandes ultrajes a la vanidad de los hombres.
Vanidad que subida al corcel de un lenguaje que aparentemente todo lo puede, aquel que toma, más o menos torpemente a la palabra como creación, termina por despegar a lo humano singular de lo terrenal. El determinismo lingüístico sustituye al determinismo psíquico. Psicología ya no es palabra para mayúsculas. Entonces atención, sensopercepción, memoria, también emoción, son palabras de la “vieja y aburrida Psicología General”, desposeída de la gracia de la moda. Lejos de lo “profundo”.
Lo “profundo”. Otra palabra que se las trae. Qué cosa es lo profundo? Para nuestro vuelo de cabotaje lo profundo ha sido Melanie Klein antes, Jacques Lacan después. Existieron materias que llevaban este adjetivo: las Psicologías Profundas, de la mano de Freud, que pensó al Psicoanálisis como “Psicología de las profundidades”. No se trata de que no lo hayan sido, que hoy y siempre lo sean. Pero el afán de la moda, en su peor versión, se llevó por delante a la Psicología de los Procesos Básicos y del Desarrollo.
Si por profundo se entiende lo explicativo conceptual, aquello que sale de la mera superficie de los fenómenos que estudiamos, del color y la textura por si mismos, podemos pensar que estas exclusiones, con relativo confinamiento a las materias del área biológica – configurando una especie de ghetto – no tuvo fuertes determinantes que se compadezcan del rigor académico. Se sale de lo “superficial” para ir hacia lo “profundo” en forma recursiva, volviendo sobre la epidermis que ya no es simple revestimiento. Es el momento de la Clínica, esa dama soberana. La Clínica, que viene del griego klinos, como relativo al lecho, a la posición inclinada sobre el doliente, es un acto vincular por antonomasia, donde se establecen un conjunto de relaciones que aportan sentido, abren una semiosis particular, fuertemente cargada de humanidad. La Clínica, no ya la decimonónica, la clínica a secas, la del hombre primitivo frente a la enormidad sorprendente de los fenómenos del mundo que iba abriendo ante sus ojos, es la que llevó a la indagación y la experiencia convergiendo en la única pregunta, inicial y final: qué es el hombre? Pregunta no menos gastada y no menos central. Todo nuestro quehacer gira en torno a lo antropológico.
Ha sido la Neurología la rama del saber que se ocupó intensamente de los Procesos Básicos. No en vano Freud es creador del término Agnosia. Por eso también escribió sobre Afasias. Se dirá con justicia que ese fue el derrotero del Psicoanálisis, su gran invento. Pero porqué negar sus inicios? Se trata de un nuevo empuje en pro de sancionar que todo origen tiene su anclaje en el mito? No hay lugar para mito y razón? Es que Freud, tal como decía un distinguido profesor cuando tropezaba con algún párrafo donde se refiere sus esperanzas en la bioquímica: “aquí, cuando se mete con la Biología, el viejo estaba loco”.
Fue precisamente un antropólogo, “disfrazado” de Médico, que persiguió durante años a “Monsieur Tan”, quien logró determinar porqué un hombre es capaz de ordenar fonológica y sintácticamente una palabra. Broca, presentó su trabajo seminal « Perte de la parole, ramollissement chronique et destruction partielle du lobe antérieur gauche », en la Sociedad Antropológica de París en 1861. En aquel entonces no había Psicólogos. Pero había gente que estudiaba el comportamiento en el mayor nivel de integración. Es decir, lo mismo construían la Psicología. Incluyendo, claro está, la Psicología de las profundidades. La funcionalidad de la tercera circunvolución frontal izquierda tiene que ver con la impulsión a hablar, a comunicarse al tiempo que se va configurando un orden ante el caos sensorial que supone nuestra llegada al mundo. Un mundo que se cargará de significaciones venidas del ida y vuelta con los otros, en pos de la humanización y el ingreso a la Cultura. Broca y sus estudios sobre las afasias son un pequeño ejemplo. Pequeño no por escaso, sino por ser uno entre tantos.
El mismo Freud, desde sus estudios como Neurólogo, habiendo pasado por su estancia en Triestre – siendo estudiante – para interiorizarse en la Embriología, posteriormente en la Histología, la naciente Farmacología y, fundamentalmente la Clínica Neurológica asentada firmemente en la Anatomía y la Fisiología, no dejó reconocer nunca la Biología. Desde sus primeros escritos, pasando por el “Proyecto…” hasta el final de su vida, como en el caso del “Esquema”. Solo es necesario leer su letra. Sabemos que esto es idealmente imposible. Pero no nos refugiemos en la indeterminación tontuela de que no es posible hacerle decir al texto todo lo que puede sobre él mismo. No caigamos en el facilismo ametódico que las “relecturas” que no son otra cosa que la falta de paciencia combinada con potentes dosis de narcisismo. Uno puede partir desde un texto. Y llegar vaya a saber dónde. Pero no es conveniente confundir milonga con velocidad. No es posible decir dos palabras de un autor para empezar después con otra musiquita aprendida. Para colmo muchas veces, dramáticamente, mal aprendida.
Hemos hablado de la impulsión a hablar. A comunicar. Hablamos de lazo, vínculo. Y allí estamos a un paso de la Neuropsicología Profunda como nexo entre la Neuropsicología Clásica con la Psicología del Desarrollo. El concepto eje es el de Intersubjetividad, basado en las Filosofía de Husserl y sus seguidores, como Heidegger y Merleau Ponty; en la Fisiología del Sistema Nervioso, donde se destacan las modernas investigaciones de Rizzolatti sobre Neuronas Espejo; de la investigación empírica como en los estudios de Wallon sobre lo especular, o los que toman el ritmo, la intensidad afectiva y la forma de la sintonía relacional de Trevarthen, Stern o Meltzoff, quienes desembocan en el rol de la Intersubjetividad Primaria, anterior al lenguaje; en el propio Psicoanálisis, que desde Freud llegan a autores como Storolow, Atwood, Odgen y otros, poniendo el énfasis en el análisis del diálogo analítico y sus bases. Como es el caso de los estudios de las canciones de cuna, tal como ha investigado la Escuela Uruguaya de Psicoanálisis donde Ricardo Bernardi es su figura principal.
Es donde el estudio de los Procesos Básicos encuentra su hilo conductor, poniéndolos en la pista de la noción de finalidad, adscripta a la Fisiología. La finalidad de lo viviente no es otra cosa que el mantenimiento de la identidad a lo largo del tiempo. Identidad que supone, desde ya en el animal humano, la propiedad del cambio y la creación. Otra expresión que no por menos gastada, siempre tiene su grano de verdad, su grano de fértil posibilidad de lo Subjetivo. Siempre decimos, vivimos en y para la Intersubjetividad. Suelo de lo Subjetivo insito en un Psiquismo Extenso. Cuerpo el latido de apremios, Intersubjetividad como anhelo siempre presente, Mente como registro representacional plásticamente armado. Cuerpo, Mente, Intersubjetividad; conjunto de la Lógica de lo Viviente.
Es donde el estudio del Instinto y sus ulteriores transformaciones en el hombre, llámese Pulsión o como sea, hacen de este concepto otro eje que no puede quedar sin un estudio lo más abarcativo posible, respetuoso de una visión como la hoy denominada de la Complejidad. Es posible pensar un instinto que no sea de vida?
La Complejidad, dicho sea de paso, es también una cierta moda. Verdaderamente está de moda. Como suele suceder bastante a menudo, si uno la menciona en las primeras cincuenta palabras de una presentación corre el riesgo de estar démodé. Así es de simple la moda en su versión empobrecida. Se sabe, la Realidad siempre ha sido compleja. Complejo no es confuso ni complicado. Es Complejo por la trama múltiple de sus determinaciones. Complejo es el Psicoanálisis desde su fundador, que no tuvo hesitaciones a la hora de pedirle prestado a cada cosa que encontró en su camino para adherirse al zeitgeist naciente en aquella Viena Imperial de una Europa Central candente. Esa que después llegaría a los horrores de la Gran Guerra, mostrando como la instintividad se puede precipitar en la muerte. Muerte como cortocircuito de la vida, como tramitación torpe de nuestro desvalimiento constitucional.
Es allí donde nosotros nos posicionamos. En la idea de que las modas, desde sus versiones más chatas a las más distinguidas, deben ceder al estudio riguroso, respetuoso y considerado por diferentes saberes. Lejos del espejismo verbalista creacionista, munidos de la idea de que la Psicología se ampliará cada vez que se permita alejarse de ella misma, para después volver a su ámbito propio fortalecida por los aires renovadores de otros paisajes.
La Neuropsicología “clásica”, la de Leipmann y sus prolijas descripciones de las Apraxias, la de Luria con su clínica lujosa como asombroso remate de la labor de la Escuela Rusa, la de Ajurriaguerra con su camino de múltiples puntas llegando a la psicología infantil, es sobria, sutil, útil y elegante. Tal como decimos de lo clásico. Allí está para quien quiera servirse de ella para poder acceder al campo del quehacer que marcan las incumbencias de nuestra Carrera. Tanto en Salud como en Educación, o en cualquier otro campo laboral. Ofrece los ladrillos básicos para el andamiaje intersubjetivo, al calor de la Teoría de los Instintos, fuente motivacional impostergable a la hora de revisar el conflicto entre el Ser Vivo y el Ambiente.
Y si del infante humano hablamos de los vaivenes de su Crianza, de las puertas abiertas a los caminos del Desarrollo. Donde inexorablemente aparecerá el conflicto, la Angustia Humana, motor de la existencia. Sobre sus vicisitudes se construye el Desarrollo. Visto desde la perspectiva diacrónica, donde la discontinuidad que implica el despegue de la realidad inaprensible, con ruptura del tiempo cronológico, se abre el paso en los casos más afortunados a la fantasía. Donde la brutalidad de la desesperanza e indefensión se cambia por el acceso al Edipo y la Cultura. Advendrá el niño, el adolescente, el adulto, el viejo. Atravesados, como por transparencia de un padre que lleva a su hijo de la mano. Por los senderos de la vida, que a esta altura ya no puede pensarse sin la muerte. Sin el proyecto vital.
Siempre diremos, junto a Laborit, “…cómo puede es posible estudiar el entorno sin estudiar lo entornado? Cómo es posible dejar de lado en el conjunto reticularmente entretejido, al cerebro humano y sus rendimientos preprogramados, a la espera del ensamble con los otros? La Psicología contemporánea ha seguido adelante, lozana y trabajadora. Nosotros parecemos seguir mirando hacia otro lado, el de nuestros ombligos, ensimismados. Ombligo que no es precisamente “el del sueño”, con su choque ante lo inasequible, lo desconocido.
Justo es reconocer con todo vigor que las hoy llamadas Neurociencias, muchas veces asociadas al Cognitivismo en sus diferentes acepciones, no se sustraen de las modas y otras imposiciones socioculturales de la peor calaña. Allí tenemos en nuestra ciudad la oferta desembozada de servicios “neurocognitivistas” prestos a generar un gigantesco target comercial. Las demencias, las psicosis, las patologías del infante, las adicciones, todas la patologías, podrían llegar a estar abarcadas por los “avances” que supuestamente provienen de este terreno. Avances entre comillas en tanto son habitualmente de sesgo reduccionista biologista, adormecedor del pensamiento crítico.
El complejo médico industrial es ciertamente una especie de organización genocida de los sistemas de Salud. Pero no es el caso, sobre todo en el ámbito académico, de arrojar el agua sucia junto al bebé. Las Neurociencias, el Cognitivismo en la esfera de la investigación básica, lo mismo que la Teoría de los Sistemas, deben tener su lugar. En fecundación mutua con otras disciplinas.
El espíritu de los tiempos puede amordazar al Sujeto. Tanto, que casi lo aniquila. Una lucha se da en torno a esta paradoja. El choque de la instintividad con la interdicción cultural nos precipita a esta insolubilia. La moda, los paradigmas, ya lo hemos dicho, moldean nuestro aparato de pensar. Inevitablemente. Es menester luchar contra esto a fines de ampliar nuestras semiosis, expandiéndolas. Este es el lugar de los Docentes Universitarios. Este es el lugar de la Neuropsicología profunda. Como un ensamble de lo antiguo y lo novedoso, de las Ciencias Naturales y las Ciencias Sociales. Para eso es preciso abandonar la Psicología de la Propaganda, esa mortífera ilusión mezcla de la peor ignorancia y cierta perversidad bien centrada en el capital y una tan errónea como obstinada defensa del territorio.
Difícil camino. La oportunidad es nuestra. El “affaire Coneau” puede ser una oportunidad para intentarlo. Hace ya treinta años que vivimos en esta casa de estudios una fuerte escisión, donde hay “supuestos psicoanalistas” y “supuestos positivistas”. Podría ser hora de asumir nuestra responsabilidad social con valentía y honestidad intelectual. Donde el Desarrollo se identifique con el Devenir. Con lo mejor de lo Humano y sus dispositivos elementales para Conocer.
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