Las Neurociencias desde una perspectiva de la Historia de la Ciencia / Roberto C. Frenquelli
Leeuwenhouek
I Jornadas
Universitarias sobre Neurociencias
"Una aproximación a los nuevos desafíos"
Rosario, 30 y 31 de Octubre de 2009
Las Neurociencias desde una perspectiva de la Historia de la Ciencia
Profesor Dr. Roberto C. Frenquelli
La denominación de estas Jornadas tiene una palabra excluyente: Neurociencias. Es un término acuñado en las últimas décadas del siglo pasado. Supone una amalgama de diferentes disciplinas que se fueron desde desarrollando desde la antigüedad. Desde los griegos, tal vez antes, existió la preocupación por sus preguntas centrales.
Ya Homero, ese precipitado del cantar de los hombres, en su Ilíada, nos deja ideas sobre el funcionamiento de nuestro cerebro. Hipócrates, en sus aforismos, hizo otras exquisitas referencias. La Filosofía, tan ligada a la experiencia, a la reflexión por la existencia, a la contundente pregunta por el hombre y su angustia cotidiana, fundó de la mano de physis y la techne iatrike una Clínica que inicialmente estuvo en manos de los Médicos, como sucesores de los Hechiceros, los Brujos y los Magos.
Fue menester llegar a la Modernidad para ir fundando las bases de las otras disciplinas que ahora se alojan en las Neurociencias. La exploración del macromundo fue correspondida con la exploración del micromundo. El telescopio de Galileo junto al microscopio de Leeuwenhoek. De repente todo empezó a moverse. No solo los astros, también el inquieto universo invisible a los ojos. Como no podía ser de otra manera una visión distinta fue entronizando al Sujeto que a poco tiempo fue quedando en ese lugar paradojal donde se afirma en la duda mientras ella misma casi lo desvanece.
Creció la Física, nació la Química; después vino la Fisiología. Asistimos al nacimiento de la Ciencia tal como la conocemos hoy en día. Que fue vista inicialmente como un nuevo credo, al estilo de Lavoisier como la llave a un mundo que funcionaría al modo un fenomenal reloj donde toda predicción sería alguna vez posible.
El método Experimental vino a consolidar respuestas a diversas preguntas. Pensemos en Harvey y la circulación de la sangre, en Bernard y el medio interno, en tantos otros apoyados en la audacia anatomista de Vesalio. La Taxonomía de Linneo, como expresión del afán por conocer clasificando, invadió hasta su plena conquista a noción de enfermedad arrancándola de la concepción mágico religiosa.
Después llegamos a Darwin, ya a tiro de cañón de nuestros tiempos. Justamente ahora estamos en el sesquicentenario de “El origen de las especies…”. Un nuevo y gran golpe se asestó contra lo sobrenatural. La Teoría de la Evolución vino a signar sin vueltas de hoja que el Cerebro Humano, la organización material más compleja que se alza sobre la faz de la Tierra, es el producto emergente de una marcha milenaria, donde se entrelazan el azar y la necesidad. Como expresión de un proceso único e irrepetible.
Al poco tiempo, otro de los grandes ofensores de la soberbia humana, Freud, vino a mostrar con rigor que no somos relojes. Somos más bien nubes, sujetas a una multivariada determinación de la que no somos dueños ni de nosotros mismos.
Justamente fue ese Freud, que ha basado claramente su obra en la Neurología clínica de Jackson, en el arco reflejo de Sherrington y en la noción de representación de Herbart, quien vino a dar el puntapié inicial donde las hoy denominadas Neurociencias fueron a separarse con fuerza de las Ciencias Naturales.
No es el caso señalar con mucho detenimiento que el inventor del Psicoanálisis nunca abandonó la idea de ligar todo su monumental edificio teórico a la Biología. A cualquiera que quiera escucharlo le bastará para advertirlo con remitirse a obras, como es el caso de una de sus últimas, el “Esquema del Psicoanálisis”. De nada servirá comentar su negativa ante la publicación del “Proyecto…”, tampoco sobre las habituales dificultades para entender su libro sobre “Afasias”.
Freud, no sin razones, se opuso a la Medicina oficial de su tiempo. Sus seguidores profundizaron la división entre las Ciencias del Espíritu con las Ciencias Naturales. Tanto que terminaron tirando el agua sucia con el bebé. El bebé, la idea freudiana de una Biología fuerte y consistente con sus ideas, puede ser pensado como el mismo Psicoanálisis. Haré una afirmación fuerte. Es imposible pensar el Psicoanálisis sin la Biología. Al menos el Psicoanálisis de Freud. Se que se abre con esto un enorme campo de debate.
Es el momento de pensar en otra de las palabras de estas Jornadas: desafíos. No pienso al desafío como contienda violenta, como combate. Pienso al desafío como una intención de enfrentarse a las dificultades con decisión. Por eso celebro la organización de estas Jornadas. A las que saludo con alegría y respeto. Hace unos veinticinco años, en los muros del primer piso de la Facultad, entonces todavía unida a Humanidades, unos Estudiantes escribieron sobre una pared: “Muera Frenquelli, viva Freud”. Semejante elogio me acompañará dulcemente hasta mi muerte. Muy pocos tienen semejante rival. Siento que no he muerto todavía. Hoy soy invitado a inaugurar estas Jornadas. Y que puedo estar desde mi pensamiento junto a Freud. Sabemos que cada uno tiene “su Freud”. Pero, de todos modos, sigue siendo Freud mismo quien está allí en sus escritos, en su genuina dimensión toda vez que uno lo lea sin sesgos prejuiciosos, con detenimiento y llevando hasta las últimas consecuencias todo lo que nos dice.
He comentado una anécdota sin aires de pasatiempo. Lo hago porque esos chicos a los que cálidamente agradezco, hicieron esa pintada al calor de sus desesperadas búsquedas de ciertos planos de identificación no bien logrados. Creo que en la base de muchas críticas a las Neurociencias solo hay ignorancia asociada a los “bajos instintos” de las luchas territoriales signadas por el “poderoso caballero Don Dinero”. El problema de la Ciencia, el problema de la Etica, el problema de las concepciones Salud Enfermedad no tienen que ver con otra cosa que con el pensamiento riguroso. Aquellos Estudiantes, no tengo dudas, fueron inocentes víctimas de algunos grandulotes aprovechados en busca de un mejor lugar en el mercado.
Es cierto que todo problema de Ciencia es un problema Político. Pero no hay lo “políticamente correcto” o lo “políticamente incorrecto”. Hay Política. Esta debe ser siempre solidaria, cooperativa y tolerante. O al menos debemos intentar acercarnos a esta meta.
Es el momento de introducir algo más sobre Neurociencias. Es la palabra Interdisciplina. Como pensamiento de intersección, de fecundación mutua. Ha dicho Laborit: “como comprender lo entornante sin comprender lo entornado”. Lo Social, lo Cultural, se refleja en las redes neuronales, en las inscripciones que dan por resultado aquellas huellas de memoria que configuran el plano representacional. El Cerebro es un producto Histórico Social. No hay Cerebro sin Cultura. Tampoco hay Cultura sin Cerebro. Así de simple para todos aquellos que no quieran caer en el esoterismo. Las Neurociencias son Interdisciplina. No solo son Física, Química, Biología, Etología, Patología, Farmacología, Imagenología, Ciencias de la Computación, Teoría de los Sistemas, Matemáticas, etc. Y Cognitivismo, ese nuevo horizonte heredero de las ciertas tradiciones como el Conductismo y la Psicología de los Procesos Básicos, que hoy busca denodadamente incluir el problema de la Emoción en su espectro comprensivo. Las Neurociencias son también Psicoanálisis; la famosa expresión “el sueño es un despertar que comienza” lo demuestra: el sueño REM muestra una patente similar a la vigilia. Se sabe que el electroencefalograma fue desarrollado mucho tiempo después que “La interpretación de los sueños”.
Vivimos tiempos de pobreza. La hegemonía neoliberal, la globalización parecen venir junto a tiempos de indigencia. Parecemos nadar en aguas de poco calado, rumbo a un despeñadero. Se habla de “crisis” de tantas cosas, de postmodernidad apocalíptica y tantos otros negros designios. Tal vez no nos demos cuenta, es posible que estemos en medio de cambios de los que formamos parte sin saberlo. Al modo de lo que enseña la Evolución. No me parece mal adscribirse a la esperanza. Sería bueno estar al tanto de las paradojas que se van creando. Como la Lógica de lo Viviente enseña. Tiempos paradojales donde todo parece que nada se explica al mismo tiempo que todo se explica. Es posible que el juego del todo en las partes y las partes en el todo haga podamos acercarnos algo más a lo Complejo. No de la Complejidad como moda, como tonto neologismo. Si no como verdadera herramienta en el plano del Conocimiento. Y desde allí en la Clínica. Entendida ésta como la capacidad de trazar relaciones novedosas que aumenten nuestra operatividad.
Pondré un ejemplo para ponerme más sobre la tierra. Es posible entender el Desarrollo Temprano desde un solo punto ?. Es posible entender, como suele decirse desde alguno de los púlpitos consagrados de cierto estructuralismo desvitalizante, que el niño nace recién cuando está en posesión del Lenguaje ?. Es posible pensar que love, licking, lamer, esas palabras nacidas del ambiente cálido y tembloroso de la boca junto al pezón no tengan que ver con los momentos ancestrales de los primeros homínidos y su réplica incesante de la deriva ontogénica de cada bebé ?. A la fervorosa exhalación de “l”, como de la “m”, la de mother, madre, mamar. Es cuando estamos invitados a pensar en las derivaciones del Instinto en su encuentro con los otros significativos, en las primeras inscripciones neurales, en los primeros palotes de la constitución del psiquismo. A un lenguaje encarnado en las profundidades primarias de nuestros automatismos inconscientes. Entendiendo a lo Psíquico no es otra cosa que una novedad emergente en el concierto de la materia organizada. Sabemos que la propiedad de lo emergente es una condiciones fundamentales de los seres vivos. Lo emergente es la capacidad de crear nuevos conjuntos, nuevas formas, nuevas perfomances. Su órgano fundamental es el Cerebro.
El término Neurociencias es también un neologismo. Creo que las disciplinas que por ahora se alojan bajo su paraguas son eso, disciplinas. Disciplinas científicas claro, pero no son estrictamente “ciencias”. Ellas también alojan al fanatismo y las ideas de hegemonías esterilizantes. El término Neurociencias es algo rimbombante.
Creo que basta con la habitual clasificación, aquella de las Ciencias Naturales y las Ciencias Humanas. Sostener la tensión epistemológica de los opuestos es difícil. Pero debe intentárselo. Ese es el objetivo y el porvenir esperanzado de estas Jornadas. La Historia de la Ciencia no es otra cosa que la historia de los hombres y los avatares de su pensamiento. Pienso que tenemos que rescatar nuestra capacidad de relacionar. Siempre lo decimos la Relación es la categoría fundamental de lo viviente. Es cuando más nos podemos acercar a expandir nuestra capacidad semiótica, nuestra capacidad de crear significaciones.
En nuestros contextos nacionales, en nuestros momentos de extrema fragilidad institucional, sería muy bueno escucharnos más. Es posible que la Psiquiatría, junto a la Medicina toda, se acerque más a otras orillas del conocimiento. A escuchar más las campañas de lo Social. Debemos pensar que las fronteras que unen, no que solo separan. Nuestro país no está para perder contenidos mentales. Está para aprovechar al máximo sus recursos, poniéndolos a trabajar. La Salud y la Educación esperan más y mejores resultados. Ese debe ser nuestro desafío.
No es negando la noción de Neurotransmisores que lograremos un mundo mejor. No es la demonización de los Psicofármacos quien nos allanará el camino de la liberación hacia las transformaciones deseables. Nos espera, para poner otro ejemplo, la Psicología del Desarrollo. A la luz de las nuevas concepciones de familia, los contextos de discriminación y extrema pobreza con los estragos de la desnutrición calórico proteica y espiritual, la violencia y la estupidización constante desde los medios, las pseudosexualidades, la dependencia a drogas y alcohol.
Se pueden negar las experiencias de Olds, ya con más de cincuenta años, donde se muestra claramente como ciertas regiones cerebrales, tales como el Núcleo Accumbens, quedan robustamente ligadas a una facilitación que lleva a la estimulación constante, propia de los comportamientos impulsivos?. Es posible sostener en aras de la Subjetividad - esa palabra tan importante como vituperada, cansadoramente aludida pues se la supone mágicamente una piedra de toque - que el cerebro de un joven que comienza a probar recreativamente marihuana no quede tras una cierta exposición constante irremediablemente ligado al uso compulsivo de la droga?. De qué Ëtica estamos hablando cuando negamos estas cuestiones?. O es que podemos decir frescamente que Galileo estaba alucinado, poseído por el Diablo?.
Como meta, me parece bueno pensar en una Clínica fina, discriminada la vez que versátil, respaldada por una concepción consistente que albergue el reconocimiento de las diferentes teorías en relación. Una Clínica dotada de una herramienta limpia y apta, respaldada por un diálogo interdisciplinar. Creo que es posible intentarlo.
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