Sublimación y fenómeno psicosomático en "La Hermana" / Roberto C. Frenquelli
Asociación de Psicoanálisis de Rosario
Jornadas sobre Psicosomática
“Acerca de mente y cuerpo”
18 y 19 de septiembre del 2009
Fenómeno Psicosomático y Sublimación en “La Hermana” de Sándor Márai
Prof. Dr. Roberto C. Frenquelli
La vida se vuelve casi interesante cuando ya has aprendido las mentiras de los demás, y empiezas a disfrutar observándolos, viendo que siempre dicen otra cosa de lo que piensan, de lo que quieren en verdad... Sí, un día llega la aceptación de la verdad, y eso significa la vejez y la muerte.
S.M. (1990 – 1989)
1-
Sándor Márai es un escritor húngaro que ha tomado justo predicamento en los últimos años. He tomado uno de sus libros, “La Hermana”, para apuntalar mi contribución a las presentes Jornadas.
De antemano renuncio a toda clase de pretensión que pudiera implicar algún tipo de valoración crítica sobre el Arte. Estoy muy lejos de esa posibilidad. Siento profundo respeto y admiración por sus hacedores, maravillosas personas dotadas de singular capacidad para aprehender el mundo. Al que tanto nos ayudan a expandir en sus significados y posibilidades.
Intentaré mínimamente poner a trabajar algunas ideas del Psicoanálisis y la Psicofisiología desde este texto. Espero entonces ponerme en el buen camino, aquel que importa para ampliar nuestras fronteras del entender. Animándome a recorrer la piel sensual de los objetos pulsionalmente cargados desde nuestros anhelantes interiores. Buscando armar nuevas relaciones, nuevas formas.
En todo caso pido disculpas a Márai en lo que pudiera lastimar la belleza de su obra, sin dudas una joya recomendable. Seguramente muchos de Ustedes la conocen. De entrada, nobleza obliga, quiero recomendarles un trabajo reciente de Isaac Abecasis sobre este mismo asunto (Abecasis, 2009).
2-
“La Hermana” tiene dos relatores. Uno es un escritor que conoce al héroe de la novela, un famoso músico llamado “Z”. Se encuentran accidentalmente en un modesto hotel de montaña en Transilvania, durante la segunda guerra mundial. Pasan Navidad. Es cuando una pareja de pasajeros, tal vez un tanto extraños, comete suicidio. “Z”, con su fina sensibilidad, percibe mejor que ninguno los últimos estertores de los amantes. Es un pianista excelso que ha quedado con una mano inutilizada tras una larga enfermedad. Sus palabras son recias al mismo tiempo que resignadas. El dolor en todas sus dimensiones, el sacrificio y la muerte – tanto desde lo macrosocial como lo microsocial – campean con serena belleza sobre la gris aspereza del texto.
“Una enfermedad – dijo con sencillez – . Tiene un nombre, un nombre que suena muy bien. Pero ese nombre no es más que un cubo de basura: echan en él toda clase de cosas. La realidad es la enfermedad, nada más. Y también es una realidad que me ha despojado de la música. Ahora tengo que vivir como mejor pueda. Por eso voy a Suiza.”
El otro relator es el mismo “Z”. Que muere en Suiza poco tiempo después del encuentro. Entonces llega a manos del escritor un manuscrito del propio “Z” donde cuenta los avatares de la rara enfermedad neurológica que padeciera durante una estancia en Florencia, a pocos días de haber estallado la guerra. Este relato, que sigue al del escritor, constituye el nudo central de la obra. Que se completa con una tercera parte, final, muy escueta, a modo de cierre.
Con el afán taxonómico que inexorablemente nos asalta a los médicos diría que “Z” sufre una virosis de curso prolongado con afectación de todo el sistema nervioso periférico, con severo déficit senso motor progresivo. Si no fuera por los lacerantes dolores que tan finamente describe Márai, coincide con un proceso bien parecido a un Síndrome de Guillán Barré.
Relata largos días de padecimiento. Es atendido por tres médicos diferentes: un excéntrico especialista napolitano, loco por afirmar lo que podríamos llamar sus iluminaciones; un atildado profesor, internista, que termina mostrando cierta veta profundamente humana y comprensiva; un ayudante, oriundo de Praga, con cierto aire chamánico, que se compromete bastante más mientras nos hace recordar al tan querible doctor Krokovsky de “La Montaña Mágica”. Thomas Mann que no puede dejar de ser evocado al leer “La Hermana”. Estas descripciones son de enorme valor para adentrarse en otros aspectos de la Psicosomática. Que no son mi objetivo ahora. Cuatro Enfermeras, con sus candorosos nombres, completan el cuadro en el Hospital de la ciudad de los Médici.
“- El Profesor dijo algunas cosas – respondí-. Pero calló otras.
- Por que es médico. Qué alternativa le queda ?... Es una magnífica persona, pero sólo es un médico.
- Y eso no basta?- respondí sonriendo.
Meneó la cabeza, como si discutiera con una persona invisible, y se puso a liar un pitillo. Sus dedos parecían tener vida propia, más bien habilidad propia; cada uno de sus gestos era disciplinado, como los de un músico.
- No –respondió al cabo-. Un médico únicamente sabe tratar enfermedades. Sólo Dios sabe curar”.
“Z” sale de su Patria mientras la ocupación nazi le pisa los talones. Ofrece un concierto en su estilo habitual. Es un hombre entregado a la excelencia, a la coordinación finísima de entre movimiento y sensibilidades. Un perfeccionista celestial.
Tiene una amante, “E”, mujer frígida, casada con un hombre que junto a ella, acceden a cierta tolerancia de un triángulo amoroso. Han quedado en la patria de “Z”.
La morfina es su único alivio. “Z” espera las dosis con fruición de adicto y penitente. Empieza a comprender la diferencia entre “tratar” y “curar” una enfermedad. Se inclina por pensar que esta última condición tiene que ver con Dios. Yo pienso que allí Márai alude a la espiritualidad, al ingreso en el campo de la verdad. Nuestro personaje ha vivido en la mentira. Entendiendo por tal una escisión fuerte de su Yo y sus proyecciones en la construcción de la realidad.
Una de las monjas se enamora de “Z”. A partir de esta situación, más el juego de ciertas intervenciones con los médicos, Eros parece volver a alojarse en “Z”. Se recupera. Es dado de alta con la descripta secuela invalidante. Como marca fatal. Ya no podrá volver a su música. “E”, conociendo de su alta le propone volver a reunir el triángulo, esta vez en Atenas. “Z” tampoco vuelve. Parte a otro destino. Algún tiempo después se produce el encuentro navideño con el escritor, un tiempo antes su muerte.
3-
Dejo aquí esta fragmentaria alusión al texto. No he tenido otra pretensión que armar un elemental andamiaje para mi contribución.
Si es el momento de plantear por qué he elegido a “Z”. Habitualmente se considera al paciente portador de las llamadas Enfermedades Psicosomáticas (EP) como un paciente con problemas en la simbolización. Es lo primero que uno escucha. Inmediatamente, otros adjetivos se aproximan: sobreadaptación y alexitimia están en destacados lugares. Una cierta especificidad en la estructuración del psiquismo se va delineando. Se encadena esto a las dificultades para el establecimiento del proceso analítico, a recomendaciones técnicas para facilitar la “psiquización” – un feo adverbio que habla por si solo de una cierta jerga establecida - .
Posiblemente D. Liberman ha sido en nuestro medio quien más ha categorizado al paciente psicosomático. Conocemos su compleja clasificación, de enorme valor. Recordamos sus ideas acerca del paciente “organoneurótico como resultado de una crisis de aquellos con estilo lírico”, entre los portadores de perturbaciones a predominio semántico. Que tiene aproximadamente su equivalente en el paciente con “personalidad infantil” y las posibles derivaciones de las vicisitudes de la “persona depresiva” (Liberman, 1972, Liberman, 1962). Es posible que la heurística libermaniana haya sido sustituida por clisés que encorsetan el conocimiento.
Muchas veces pienso que las imputaciones de “alexitimia” no tienen otra razón que la adherencia de los terapeutas a lo que puede considerarse un “artefacto de la teoría y la técnica”. Algo parecido a lo “Z” veía en el especialista napolitano, un hombre empeñado en demostrar lo que él mismo pensaba. Lejos de lo que el paciente podía sentir. En mi tesis doctoral sobre hipertensión he trabajado este asunto como la “alexitimización del alexitímico” (Frenquelli, 2001).
“Z” no parece un hombre chato. Es un grande. No sabemos demasiado de su historia. Pero si sabemos de una enorme capacidad de penetración en el mundo circundante. Y como no puede ser de otra manera, de su propio mundo interno. No es posible captar almas sin tener alguna capacidad de pulsar la propia.
“No sólo es frígida la esposa del banquero, también lo es la del portero y la del jornalero, que vive una inconmensurable miseria de sentimientos y de medios, madre de cinco hijos en una civilización cuyo orden social acabará por matar toda espontaneidad en el sistema nervioso… Pero tú ya sabes todo esto, lo sabe tu mente. Por qué no te atreves a que lo sepa también tu corazón? Reflexioné un momento y contesté: Porque la amo. La voz estalló: No es cierto! Más bien te has ofendido porque ese cuerpo no respondió a tu reclamo, como tampoco al de su marido ni al de todos los que se le han acercado con deseo… Una muñeca hermosa, fría y sonriente, rodeada de libros y éxitos sociales… qué aburrimiento! Tú nunca la has amado”.
4-
Quiero referirme ahora al Fenómeno Psicosomático (FP). Es menester diferenciar acepciones del término psicosomática/o. Venimos hablando de Enfermedades Psicosomáticas. Reconocemos también un movimiento en Medicina y Psicología que llamamos Psicosomático. Y por fin decimos, como hace unos instantes, de una “estructura psicosomática” (se entiende que algunas personas pueden caracterizarse por dicha estructura, sin padecer necesariamente enfermedad psicosomática).
El FP es lo que permite que en este momento estemos conversando. La integralidad de nuestro estar en el mundo es psicosomática. No podría ser de otra manera. Nuestro Sistema Nervioso, como torre de control e integración de las funciones que permiten nuestra praxis en el existir, es el asiento de todo cuanto ocurre entre nosotros. Una vasta red de tramitaciones sensomotoras nos une a la vez que nos constituye incesantemente. Somos en los otros. Los otros son en cada uno. La acción es el motor de la construcción del conocimiento, en ida y vuelta. Hay un juego incesante entre praxis, construcción y estructura. Y así la existencia.
La Fisiología tiene que ver el estudio de los medios para el logro de un fin. El fin de los seres vivos, se sabe, es mantener sus condiciones en el espacio tiempo. “Seguir siendo”, sartreanamente expresado. Siempre decimos, junto a Laborit, “la finalidad de los seres vivos es mantener su información estructura”, “el hombre es una memoria que actúa para ser” (Laborit, 1981). La Fisiología Humana implica la propiedad de lo Psíquico, como nivel más alto de integración del comportamiento (Bleger, 1969).
Lo humano de lo humano se sostiene en lo relacional vincular. El instinto o pulsión trasciende allende las fronteras de nuestra piel en pos de los otros. Esa es la razón de lo psíquico, como propiedad emergente de la materia organizada. La vida como mensajes de creciente sofisticación acorde a la Teoría de la Evolución.
Vivimos en y para la Intersubjetividad. Vivimos intentando captar a los otros para acercarlos a nuestro espacio interior. A la vez que también buscamos morar en los otros. Apoyar en ellos nuestras cansadas angustias, nuestros batidos temores. Para eso el FP, en una marcha evolutiva, adquiere diferentes proporciones, diferentes perfomances.
Podemos intentar un recorrido. Principio de Nirvana, Principio del Placer, Principio de Realidad. Proceso Primario, Proceso Secundario. Pulsión de Muerte, Pulsión de Vida. Todos estos aspectos suponen diferentes modalidades del FP.
Solemos tomar “mente” como “psíquico”. Lo psíquico no es otra cosa que información. In - formación como diferencia, como una puesta en forma, como un modo de estar asentada en el continuo materia energía. Hay que mencionar la fragua de estas formas: la interacción gene – ambiente.
La denominación “mente” se hace desde la conciencia. Se confunde una descripción desde el lenguaje conciente, con una “cosa en si”. La palabra es asumida como ente creador, donde el concepto pierde su condición de abstracción para transformarse concreto. He descrito la operación de reificación. Desde allí se podría pensar en operar sobre la “mente” independientemente del “cuerpo”.
Esta falacia no tendría mayor importancia. Toda vez que las operaciones “mentales”, tal como se las entiende, que vienen ligadas al lenguaje corriente, que no dejan de tener efecto sobre el “cuerpo”.
Conocemos, pensamos con el cuerpo. Esto es bien de Freud. En sus desarrollos, afecto es percepción y descarga. Desde allí armamos el mundo. De la Representación Cosa a la Representación Palabra. De la Identidad de Percepción a la Identidad de Pensamiento. Todo esto es un pasaje por distintos FP. Sin una adecuada imbricación de ellos las palabras no son otra cosa que jerga. Sin su basamento en la sensorialidad, en los afectos, la palabra da vueltas sobre si misma. Es palabra vacía. El Psicoanálisis, no ya solamente como teoría, sino como práctica, se juega en estas cuestiones.
Desde esta perspectiva uno puede pensar en la Codificación Visceral, en la Codificación Analógico Icónica, en la Codificación Digital como diferentes modos de pensar. Como transformaciones sucesivas. Modos donde lo nuevo emerge sobre lo viejo, estratigráficamente dispuestos, al modo de las “fundaciones de Roma. Modos que siempre están prestos a la acción acorde a las circunstancias.
5-
Vuelvo ahora a “Z”. Cuál ha sido la “vía regia” que lo condujo al FP que derivó en su “enfermedad neurológica”?. Cuál ha sido la vía que lo llevó a un cierto estado de “normalidad”, recuperándose.
Márai nos dice, con magistral prosa, cómo vivía este hombre para la música. Era un virtuoso insaciable.
“Ya estaba en casa, a mis anchas, en la música; había despegado de la tierra, ya no quedaba más que entregarme – y entregar la sala y todo lo que a nuestro alrededor se apegaba a la tierra – a la fuerza de la música, para que todo aquello volara hacia paisajes maravillosos, subido a la alfombra mágica de la música. Aún me elevaban fuerzas tranquilas, exentas de pasión; pero las manos ya sentían los arrebatos del presto, del allegro y el agitato que surgían poco a poco…
Aquello ya era mi hogar. Seguían miles de notas, cada una con su sitio exacto, cada una con un sentido y un compás propio que no se puede, no se debe – ni estando medio muerto - , errar… Ya no era yo quien tocaba: una fuerza llamada música tocaba conmigo, a través de mí, me utilizaba por última vez para expresarse y luego me desecharía como un instrumento inútil y desgastado”.
A partir de este párrafo nos ubicamos en terrenos de la Sublimación. Propongo este concepto desde las ideas que se plantean en “El yo y el ello” (Freud, 1923). Donde hay defusión instintiva, pérdida de ligaduras y liberación de instinto de muerte, con desorganización. Como un cortocircuito deletéreo, con aceleración del inexorable trámite vital hacia lo inorgánico. Hay en “Z” una progresión letal hacia la desvitalización del instinto sexual, que ya no requiere la contrainvestidura de la represión. El sentimiento inconciente de culpa ha hecho de las suyas. El Super Yo abandona al Yo. Un sacrificio personal que bien puede ser la imagen invertida de un crimen en lo interpersonal (Avenburg, 1998; Avenburg, 2008).
Podemos pensar a “Z” con su posible Guillán Barré. O como se llame a esa particular “bolsa de basura” que lo aquejó. Lo podemos pensar abandonándose a la extinción. Diría, casi mejor, siendo la extinción. Ha preferido el cielo de la sublimación, no el suelo terreno de la renuncia instintiva. Renuncia a la vida y la creación. Su encuentro con el escritor, esos días de Navidad en la montaña, parecen haber sido una pequeña estación en su tránsito en la entrega a una fuerza que lo transformaría en un desecho.
6-
Termino esta breve e incompleta contribución. He tratado de tomar al FP desde una vertiente particular, pensando en un artista como un hombre con alto nivel representacional. Entiendo que ese particular modo de funcionamiento, siempre ante la necesidad de tramitar la Angustia, emerge en condiciones particulares donde el trauma tendrá su lugar preferencial en la cuenta ineludible de las Series Complementarias.
He considerado a la Sublimación como mecanismo donde hay una desorganización severa de ese mundo representacional, tal vez como aceleración de la imposibilidad de tramitar lo edípico como elemento nuclear del psiquismo. “Z”, tal vez en algún momento haciendo uso de la Escisión del Yo, logró sostenerse aunque sea parcialmente del lado de Eros. Finalmente, la Sublimación, terminó evaporando su existencia. Nada pudo unirlo, ligarlo a las cosas terrenas.
Márai – “Z”, un escritor, un hombre del que no puede negarse que no haya conocido el sufrimiento ni las palabras, nos deja una pregunta ante la gastada cuestión de la simbolización en Psicosomática. Pregunta que dejo abierta para que todos aportemos con humildad, lo más lejos posible de la omnipotencia del pensamiento. Es fácil advertir que la alteración representacional de “Z” no es la misma que la usualmente descripta como “déficit” o “agujero psicosomático”.
“Aquí concluye el manuscrito. Los demás efectos de Z. –sus enseres, sus libros, todas sus notas- quedaron en Lucerna. La guerra silenció su legado.
No se sabe si entre sus cosas había alguna composición musical aún no estrenada. En los últimos años, el mundo sólo ha escuchado partituras muy distintas, unas partituras terribles; nadie tenía tiempo de preocuparse por el destino de una improbable partitura extraviada. Tal vez haya lectores que lean esta historia como la última composición de un músico, en la que la melodía importa más que la letra. Y está bien que así sea, pues, aunque la melodía nunca tiene un “significado”, lo dice todo, todo lo que no puede decirse con palabras”.
Vemos a diario pacientes como “Z” ?. Más allá de lo novelesco, de la enorme talla que adquiere este lujoso relato, creo que si. Es más, creo que habita en cada uno de nosotros. No podría ser de otra manera, pues todos estamos inmersos en la misma “bolsa de basura” que es la Cultura.
Creo que todos, en mayor o menor medida, estamos ligados a una “E” fría y frustrante. A la cual muchas veces seguimos aferrados, en la mortífera ilusión que desde los cielos siempre nos están reservando un lugar. Renunciamos a Eros, mientras nuestro cuerpo irredento espera en vano. Mientras eso que disociadamente llamamos “mente”, elucubra. Girando loca en la ingravidez de la mentira.
Todos buscamos, con mayor o menor suerte, un poco con la Represión, mucho con la Escisión, eludir el dolor de la realidad que sentimos imposible de transformar.
También, como en este caso, con otro de los destinos de la pulsión, la Sublimación. Destinos que no son otros que los del omnipresente Fenómeno Psicosomático. En tanto que este no es otra cosa que la particular puesta “en forma” de nuestras tramitaciones por la existencia.
Hablar de enfermedades, hablar de nosología, más allá del valor que tienen para ordenar nuestros diálogos, nos puede poner en la peligrosa senda de alejarnos de la realidad. Siempre hemos propuesto dejar de hablar de Enfermedades Psicosomáticas. Pues todas lo son (Abecasis, I; Frenquelli, R. 2009).
Las palabras son descripciones hechas desde el lenguaje conciente. Cuando son elevadas a la categoría de esencias, llevándose por delante a los fenómenos - uso aquí este término en el más puro sentido kantiano - terminan por adquirir una especie de vida propia. Lo que con acierto llamamos creacionismo verbal. Toda una falacia que termina por destituir aquel valor heurístico que antes comentaba. Así se nos escaparía la melodía a la que hace referencia Màrai.
“¿Qué sabe uno sobre la vida ?. Nada que sea real.
Pero ¿cuál es la realidad?. En la montaña reinaba el silencio. El paisaje irradiaba la paz del claro de luna, de la nieve y los oscuros abetos. No sentía frío; tras los largos días de inactividad, las sensaciones puras circulaban reconfortantes por mi corriente sanguínea, como un sorbo de champán. ¿La realidad?, pensé. Pues así es la realidad. Aquel día la había visto en el hotel. Era banal y asombrosa, al mismo tiempo un folletín, una crónica policial y el giro de un relato, como cuando a la reina le sale barba o la bota da un paso de siete leguas. Escritor, a ver si aprendes a ser humilde, profundamente humilde, me dije. No sabes nada sobre los hombres, y tampoco sobre las fuerzas que lo mueven y animan a vivir o morir. No sabes nada sobre el amor; en tu trabajo manejas simples ideas preconcebidas”.
Bibliografía:
Abecasis, I., 2009; Sobre La Hermana, de S. Márai. Psicofisiologia.com.ar . En www.psicofisiologia.com.ar .
Abecasis, I., Frenquelli, R., 2009; El médico entre la nosología y la vida. Actas del XIII Congreso de Medicina Interna del Litoral Argentino. AMIR. Rosario.
Avenburg, R., 1998; Psicoanálisis: Perspectivas teóricas y clínicas. Editorial Publikar. Buenos Aires.
Avenburg, R., 2008; Análisis de la angustia de muerte en “El Yo y el Ello”. Sociedad Psicoanalítica del Sur. Buenos Aires.
Bleger, J., 1969; Psicología de la conducta. Centro Editor de América Latina. Buenos Aires.
Frenquelli, R., 2001; Conociendo al enemigo oculto. Un estudio cualitativo acerca del problema de la adhesión al tratamiento de la hipertensión arterial. Tesis Doctoral. Facultad de Psicología, UNR. Rosario.
Frenquelli, R., Perelló, M. 2006; El fenómeno psicosomático a la luz de la obra de Sigmund Freud. En Psicosomática, Homo Sapiens, 2008. Rosario.
Freud, S., 1923; El yo y el ello. Amorrortu Editores. Buenos Aires.
Laborit, H., 1981 ; l' Inhibition d' la action. Biologie, Physiologie, Psychologie, Sociologie, Masson, París.
Liberman, D., 1962 ; La comunicación en terapéutica psicoanalítica. Eudeba. Buenos Aires.
Liberman, D., 1972; Lingüística, interacción comunicativa y proceso psicoanalítico. Ediciones Nueva Visión. Buenos Aires.
Merea, C., 2002; Crítica de la sublimación pura. Sociedad Psicoanalítica del Sur. Buenos Aires.
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